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Francisco de Victoria

Biografía

Victoria, Francisco de. Coimbra (Portugal), 1540 – Madrid, 1592. Dominico (OP) primer obispo del Tucumán.

Hijo de judeoconversos castellanos expatriados en Portugal, Francisco recibió el bautismo en Coimbra en la iglesia de Santiago el 13 de abril de 1540. El futuro obispo realizó sus estudios primarios con los jesuitas de la misma ciudad, emigrando probablemente a Castilla para completar sus estudios superiores con los mismos padres.

Por motivos que se desconocen se traslada a Lima y en 1560 profesa en el Convento de Santo Domingo. Allí obtuvo el grado de presentado y maestro en Teología.

Se desempeñó como letrado y regente de la Universidad de Lima, además de ser consultor del Santo Oficio. Actuó también como procurador de las cinco provincias dominicas en el Nuevo Mundo ante el Papa y el Rey. En el ejercicio de esas funciones viaja a España en 1571 para gestionar el envío desde la Península de un grupo de veinticuatro religiosos con quienes regresaría a Indias en 1574.

En 1570 el papa Pío V había creado la diócesis de Tucumán, sufragánea del arzobispado de Lima, que comprendía el centro y el noroeste del actual territorio argentino. Tras la fallida designación de otros candidatos, Francisco de Victoria, que se hallaba en España desde 1576 tramitando asuntos de la Orden, fue designado como obispo de la citada diócesis por el papa Gregorio XIII el 13 de enero de 1578. El 13 de julio siguiente Felipe II firmó las ejecutorias, mientras tanto, el 18 de diciembre Victoria erigía canónicamente su diócesis desde el Monasterio de Santa María de los Ángeles de Sevilla y creaba los distintos oficios catedralicios.

Llegado a Lima a principios de 1580, tomó finalmente posesión de su diócesis el 8 de febrero de 1582.

Entre 1582 y 1584 participó en el III Concilio Limense presidido por el arzobispo Toribio de Mogrovejo.

Más allá de la amplitud e importancia de las disposiciones de esa asamblea, Victoria fue testigo en Lima de una serie de conflictos entre los obispos participantes y el titular metropolitano. Estas circunstancias, así como los continuos enfrentamientos con los gobernadores del Tucumán, Hernando de Lerma y Juan Ramírez de Velazco, celosos de sus prerrogativas y sostenedores de la estructura socioeconómica de la encomienda, que a partir de la producción algodonera con mano de obra indígena imperaba y prosperaba en la región, le llevaron a poner en marcha el proyecto de vincular las paupérrimas poblaciones de su diócesis con el Brasil. Con el fin de crear un flujo de intercambios de productos a través del puerto de Buenos Aires dispuso la realización de sendas expediciones comerciales en 1585 y 1587, así como la venta de ganado en el Potosí. Del mismo modo y para poder avivar la actividad evangelizadora en el Tucumán, sumamente descuidada a raíz de la escasez de religiosos, el obispo propició y logró la introducción de los padres de la Compañía de Jesús desde las posesiones lusitanas.

Como hicieron otros prelados de la época venidos de las órdenes religiosas, mientras que él vivía pobremente, el dinero que conseguía en sus transacciones económicas lo destinó a las obras de su diócesis, como la construcción de la Catedral de Santiago del Estero o el seminario y el hospital de Córdoba. Asimismo, asistió a los pobres, sobre todo a los indios, en lo cual, según Lozano, invirtió la mayor parte de sus rentas, así como los costos de los viajes de religiosos y sacerdotes.

Sin embargo, la penosa situación de la diócesis y los desacuerdos del obispo con Ramírez de Velazco y con otros personajes influyentes, que criticaban su participación en actividades mercantiles, motivaron las censuras del Rey y sus reiteradas renuncias. La gestión definitiva de ello ante el Real Consejo de Indias lo llevó finalmente a realizar un viaje a España en 1591, donde murió al año siguiente.

El recuerdo del obispo Victoria ha quedado íntimamente ligado a una importante tradición del antiguo Tucumán: las grandes devociones populares al Señor del Milagro y a Nuestra Señora del Rosario del Milagro, cuyas imágenes se veneran en la Catedral de Salta y en la Basílica de Santo Domingo de Córdoba, respectivamente.

Según relata la tradición, ambas imágenes, prometidas y enviadas por el obispo Victoria en 1592, con sus destinos bien determinados (iglesia matriz de Salta y templo de Santo Domingo de Córdoba), después de un naufragio en el Océano Pacífico, llegaron en sus respectivos cajones al puerto de El Callao y desde Lima fueron traídas a Salta y Córdoba.

 

Bibl.: J. Meléndez, Tesoros verdaderos de las Indias. Historia de la Provincia de San Juan Bautista del Perú, I, Roma, Nicolás Ángel Tinassio, 1681; P. Lozano, Historia de conquista del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán, t. IV, Buenos Aires, Andrés Lamas, 1874; P. Cabrera, Introducción a la historia eclesiástica del Tucumán, t. II, Buenos Aires, Librería Santa Catalina, 1935; V. Sierra, Historia de la Argentina, t. I, Buenos Aires, Unión de Editores Latinos, 1956, págs. 359-585; P. Calmón, “Don Francisco de Victoria, padre del comercio argentinobrasileño”, en Academia Nacional de la Historia. Tercer Congreso Internacional de Historia de América, III, Buenos Aires, imp. López, 1960; L. Lopetegui y F. Zubillaga, Historia de la Iglesia en América española, México, América Central, Antillas, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1965; A. de Egaña, Historia de la Iglesia en América española. Hemisferio Sur, Madrid, La Editorial Católica, 1966; C. Bruno, Historia de la iglesia en la Argentina, t. I, Buenos Aires, ed. Don Bosco, 1966, págs. 361-485; A. E. Ariza, Misioneros dominicos de España en América y Filipinas en el siglo XVI, Bogotá, Colombia, 1971; E. Muñoz Moraleda, Francisco de Victoria. Primer obispo y propulsor del Tucumán, Buenos Aires, Junta de Historia Eclesiástica Argentina, 1998.

 

Guillermo Nieva Ocampo

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