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Antonio Muñoz Degrain

Biografía

Muñoz Degrain, Antonio. Valencia, 18.XI.1840 – Málaga, 12.X.1924. Pintor.

Antonio Muñoz Degrain es un gran desconocido para el público en general. Se hace necesaria una monografía actualizada de su obra y vida, ya que apenas existen estudios dedicados a él. De sus comienzos se sabe que estaba destinado a ser arquitecto por decisión paterna, pero que pronto abandonó los estudios para dedicarse a su verdadera pasión, la pintura. Su formación podría juzgarse de autodidacta ya que, a pesar de estudiar tres años en la Academia de San Carlos de Valencia, emprendió un viaje de meses a Roma para estudiar por su cuenta la pintura del Renacimiento. Por otro lado, el artista siempre quiso ser presentado en las Actas de los certámenes nacionales como alumno de Rafael Montesinos, pintor valenciano de miniaturas y paisajes románticos. Tras conseguir algunos éxitos locales, a sus veinte años envió tres obras, entre ellas la titulada Paisaje de los Pirineos, a la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid de 1862, en la que recibió una mención honorífica especial compartida con Eduardo Rosales, que había presentado el lienzo Niña sentada. A estas exposiciones, que poco tiempo llevaban de vida, no dejó de concurrir de forma tenaz y constante hasta 1915. Incluso, como indica su biógrafo Santiago Rodríguez García, sus reiterados envíos constituyeron la columna vertebral de su arte. A la edición de 1864 envió tres paisajes entre los que figuraba una vista del Valle de la Murta, por el que recibió una 3.ª Medalla. Instalado en Madrid, se centró en la ejecución de otro lienzo, esta vez de grandes dimensiones, de cara a la nueva edición de 1867. Los esfuerzos merecieron la pena ya que el nuevo lienzo, Paisaje del Pardo al disiparse la niebla, fue galardonado con una segunda medalla. La noticia causó gran admiración ya que los cuadros de paisaje que tanto estaba reivindicando el pintor Carlos de Haes en España, no solían ser los premiados en estas exposiciones donde triunfaban, en cambio, los grandes cuadros de composición.

En 1870 Antonio Muñoz Degrain recibió la llamada de su amigo el pintor Bernardo Ferrandis, a quien había conocido en la Academia de San Carlos de Valencia, para ayudarle con la decoración del teatro Cervantes de Málaga, cuya reconstrucción estaba realizando el arquitecto Jerónimo Cuervo. Este capítulo inició la intensa relación del pintor con la ciudad andaluza a lo largo de toda su vida. Una vez terminado los trabajos, el mismo Ferrandis consiguió por su recomendación que en 1879 Muñoz Degrain fuera contratado como profesor en la Escuela de Bellas Artes (hoy de Artes y Oficios) de la que él era director. Para ocupar su nuevo cargo en la docencia, Antonio instaló su residencia definitivamente en Málaga donde, además, acabó contrayendo matrimonio con Dolores Sánchez.

Desde Málaga el pintor envió seis lienzos a la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid de 1871, por los que ganó la 2.ª Medalla, esta vez, no por un paisaje sino por un cuadro de género titulado La oración, conocido también como Coro de monjas. La obra fue adquirida por el Estado tres años más tarde y hoy se conserva en el Museo de Bellas Artes de Álava.

Es a partir de este momento cuando la obra de Degrain dio un salto de ciento ochenta grados y acabó definiéndose dentro de un estilo muy personal. Si hasta ahora el artista había ido consiguiendo una aceptación en los círculos oficiales con sus composiciones, su nueva estética dará pie a una pintura mucho más revolucionaria que se enfrentará con duras críticas. En la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1876 presentó sin éxito seis lienzos de género, entre ellos, Payaso silbado y Examen, en los que introdujo novedades en cuanto a su paleta y a la ejecución. En la siguiente edición, de 1878, la crítica tampoco le fue favorable. Presentó dos lienzos de gran tamaño: Los secuestradores e Isabel la Católica cediendo sus joyas para la empresa de Colón, cuadro de historia este último que, a pesar de no recibir el agrado de los críticos, figuró en la Exposición Universal de París de 1900 y fue adquirido más tarde por un coleccionista americano.

Muñoz Degrain, que había demostrado su valía como pintor de paisajes, puso todo su empeño a partir de ahora en conseguir la misma fama con una renovada pintura de historia y de género. Poco tardaría en llegarle el éxito, ya que en la Exposición Nacional de 1881 ganó la esperadísima 1.ª Medalla con el lienzo Otelo y Desdémona, adquirido por el vizconde de Franco y conservado hoy en el Museo del Chiado de Lisboa. Otros cuadros que completaron el envío fueron dos de género Un fanfarrón y Los escuchas, que fue adquirido por el Estado en 1885. En esta edición de la Nacional brillaron intensamente los pintores valencianos, entre otros, Ignacio Pinazo que obtuvo la 2.ª Medalla con el cuadro Los últimos momentos de Pedro III, y Emilio Sala, con quién compartió la 1.ª Medalla por el lienzo Novus Ortus. El nuevo reconocimiento le valió al artista una beca de pensionado de honor otorgada por el Gobierno para viajar a Italia.

Esta segunda estancia en Italia, con cuarenta años cumplidos y una larga trayectoria a sus espaladas, le permitió recorrer el país. Viajó por Venecia, Nápoles, Florencia, Milán, Siena y Roma, realizando numerosos apuntes de color. El primer envío como pensionado fue una obra de gran formato titulada Inundación, firmada en Roma en 1882. El segundo fue Los amantes de Teruel y un boceto del mismo, ejecutado en 1884, que adquirió el Estado para el Museo del Prado de Madrid. La obra recogía el desenlace dramático de la historia de amor de Isabel Segura y el empobrecido noble Diego de Marsilla, a través de una composición equilibrada del gusto académico. Sin embargo la modernidad del color en la aplicación de la materia pictórica, con la que consiguió una alta expresividad, y la poderosa luz mediterránea que inundaba la escena, causaron un gran asombro y le consagraron definitivamente como maestro. Figuró en la Exposición Nacional de Madrid de ese año y le aportó al pintor una 1.ª Medalla, repartida con Juan Luna y Novicio por la obra Spolarium y Moreno Carbonero por su Conversión del duque de Gandía.

Tras el aclamado éxito de la Exposición Nacional y ya como un artista de gran reconocimiento dentro de nuestro panorama, Antonio Muñoz Degrain regresó a Málaga. Desde allí continuó trabajando de forma infatigable y acudiendo, año tras año, a las Exposiciones Nacionales de Madrid. En la de 1890, la crítica ensalzó entusiastamente la obra Ecos de Roncesvalles, en la que Muñoz Degrain retomó de nuevo el paisaje. Dos años más tarde fue elegido, junto con Martínez Cubells y Moreno Carbonero, entre otros, para formar parte del jurado de Colocación y Calificación de la Nacional madrileña. A ella concurrió con cuatro obras, entre las que destacaron: Inundación (que fue propiedad de Javier Lafitte y que se conserva en la Academia de Bellas Artes de Zaragoza) y Una umbría en Sierra Nevada, que fue adquirida por el Estado en 1898 y enviada en depósito en 1904 a la Academia de Bellas Artes de Sevilla.

1895 marcó otra fecha memorable para Antonio Muñoz Degrain. En la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid volvió a formar parte del jurado calificador aunque no llegó a presentar ninguna de sus obras. Pero mucho más importante fue que nuestro pintor consiguió el mayor reconocimiento oficial del momento: una cátedra en la Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Tras jubilarse el paisajista Carlos de Haes de su Cátedra de Paisaje en la Academia, quedó libre una plaza que pretendió cubrir su auxiliar Jaime Morera. Sin embargo el claustro consideró que a esa maestría debía accederse por oposición o concurso de méritos, aprobada por el propio Ministerio. El 9 de julio de 1895, el director general de Instrucción Pública dio a conocer el nombramiento de Antonio Muños Degrain como catedrático de Paisaje en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, para lo que el artista se trasladó a Madrid, situando su estudio en la calle de Olózaga, n.º 12.

El nuevo cargo fue recibido con satisfacción y agrado por parte de sus contemporáneos, aunque le privó de presentarse, por primera vez, a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes de Madrid, entre 1897 y 1901, en las que ni siquiera figuró como jurado. En la Academia, desde su Cátedra de Paisaje, animó a sus alumnos a la pintura al aire libre y consiguió un permiso para desplazar sus clases al Jardín Botánico de la ciudad. Cuatro años más tarde de su nombramiento y por la muerte del académico Vicente Palmaroli, su nombre fue propuesto para ocupar la plaza. Antonio fue elegido académico de San Fernando por mayoría absoluta.

Por aquel entonces, otro reconocimiento se sumaría a la carrera del pintor: su nombramiento como presidente del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Pero los éxitos no dejarían de sucederse. En 1901 por Orden Ministerial, Antonio Muñoz Degrain fue nombrado director de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, ocupando el puesto de Dióscoro Teófilo Puebla tras su jubilación y eso, sin ser uno de los catedráticos de mayor antigüedad. A pesar del reconocimiento que suponía su elección, el nuevo cargo llegó a convertirse en un auténtico calvario para el artista por las batallas que allí le tocó lidiar. Por ciertas diferencias dentro de la Academia, en noviembre de 1912 Antonio Muñoz Degrain acabó dimitiendo de su cargo, alegando no poder atenderlo debidamente. El puesto lo pasó a ocupar José Estevan Lozano, pero antes de su partida, y como ordenaba el reglamento, Miguel Blay fue el encargado de reproducir el busto de Antonio en mármol para la colección de la Escuela.

Con anterioridad, Muñoz Degrain ya había retomado sus envíos a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes. En su primera reaparición en la Exposición Nacional de 1904 se disputó con Miguel Blay, la Medalla de Honor, pero al quedar en las votaciones finales los dos artistas muy igualados y no haber una mayoría absoluta, la medalla quedó desierta. El acontecimiento suscitó una gran polémica entre sus amigos y admiradores, ya que Muñoz Degrain había salido como único vencedor en la primera ronda de votaciones. Finalmente, el artista presentó un conjunto numeroso de obra, en la que figuró uno de sus más célebres lienzos: Los colosos del bosque, hoy en el Museo de Valencia.

La ansiada Medalla de Honor no tardó en llegar. Fue en 1910 cuando recibió tan prestigioso galardón tras el envío de cuatro obras: El Jordán, Espigadoras de Jericó, El cabo Nogal y Jesús en el Tiberíades, cuadro este último adquirido por el Estado. El gran éxito fue celebrado en diferentes ciudades. Madrid levantó un monumento en su honor, y Valencia y Oviedo le dedicaron una calle. Por su parte, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando no dudó en otorgarle la Orden Civil de Alfonso XII. Otros homenajes celebraron la grandeza del artista: el Círculo de Bellas Artes de Valencia le dedicó una efigie ejecutada por el ceramista Muñoz Dueñas y la Academia de San Carlos le dedicó un busto-monumento en el jardín de la Glorieta.

Libre de la dirección de la Academia, el pintor se dedicó con empeño a la realización de nuevas composiciones. Comenzó una época de asilamiento que tuvo como fruto una intensa actividad de la que salieron obras de gran maestría. Entre ellos, cabe destacar El Coloso de Rodas de 1915 (hoy en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando), Lavanderas y Colón, ambos en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, y una espléndida serie de obras dedicadas a El Quijote, consecuencia de su gran admiración por la literatura cervantina, que donó a la Biblioteca Nacional. Se sucedieron también una serie de donaciones que dotaron al Museo de Valencia, de una gran colección de obras del pintor. Pero Antonio Muñoz Degrain no podía olvidar tampoco su gratitud a la ciudad de Málaga. El artista lideró una campaña a favor de dotar a la ciudad de un Museo Provincial hasta que, por Real Orden del 3 de febrero de 1915, se constituyó un Patronato. Un año más tarde, Antonio donó un lote de dieciséis obras suyas: Noche de luna en la Caleta, El modelo Salomón, Señorita fulana, Puente de la Sultana, Vista de Alambra, Ofelia en el bosque, Panorama de Aragón, Las walkirias, Alborada trágica, Río Piedra, Un drama en Sierra Nevada, Arboleda en Jericó, Río Nalón, Retrato del pintor Nogales, Montañas nevadas y Cipreses al atardecer, más un boceto del El Cabo Noval y otra obra que se añadiría más tarde: La epopeya de Igueriben. Al lote le acompañaron también otro conjunto de obras formado por retratos que artistas contemporáneos le habían dedicado. Entre ellos figuraron los firmados por Francisco Domingo, Agrasot, Martínez Cubells, Sorolla, Emilio Sala, Blay y Casas. Igualmente incluyó obras de su colección personal, como un dibujo de Rosales, dos lienzos de Sorolla y dos tablitas de Pablo Picasso: Retrato de mi padre y Pareja de labriegos. Este último artista, Pablo Picasso, fue discípulo suyo durante su juventud en Málaga.

Muerta su esposa, en 1919 Antonio Muñoz Degrain decidió volver a la ciudad de Málaga. Allí le acogió un caluroso recibimiento y retomó su labor docente en la Escuela de Bellas Artes de la ciudad. De esta última época son los lienzos La Piedad y La Virgen de la fuente. Aún tuvo energía el artista para realizar un último viaje a Marruecos que tanta inspiración le había proporcionado en épocas anteriores. Un 12 de octubre de 1924 moría a los ochenta y un años de edad en su casa taller de Málaga.

Antonio Muñoz Degrain pertenece a esa nutrida generación de artistas de finales del siglo XIX que dio a la pintura valenciana una categoría excepcional. Amante de las gamas grises y lilas, y de la sensibilidad atmosférica que éstas transmiten, su estilo ecléctico podría situarse a medio camino entre el posromanticismo y el impresionismo. Su original aportación a la pintura en materia expresiva y técnica, le hizo encontrar en su época a muchos detractores. Junto con otros pintores contemporáneos, se opuso al academicismo de la época hasta que finalmente conquistó con su obra el ámbito oficial.

 

Obras de ~: Paisaje de los Pirineos; Niña sentada; La sorpresa; Orilla del Tíber; Paisaje del Pardo al disiparse la niebla, 1864; La oración, 1871 titulada también Coro de monjas; Payaso silbado, 1876; Examen, 1876; Los secuestradores; Isabel la Católica cediendo sus joyas para la empresa de Colón, 1878; Otelo y Desdémona, 1881; Ecos de Roncesvalles, 1882; Un fanfarrón; Los escuchas; Amor de madre, Episodio de inundación, 1884; Los amantes de Teruel, 1884; Laguna de Venecia, 1887; Una umbría en Sierra Nevada; El Jordán; Espigadoras de Jericó; El cabo Nogal; Ofelia en el bosque, 1902; Jesús en el Tiberíades, 1910;El cabo Noval, 1910; El Coloso de Rodas; Lavanderas; Colón; El buque fantasma, 1913; Vista de Alhambra, 1914; Noche de luna en la Caleta,1915; El modelo Salomón; Señorita fulana; Puente de la Sultana; Panorama de Aragón; Las valkirias, 1915; Alborada trágica, 1915; Un drama en Sierra Nevada; Arboleda en Jericó; Río Nalón; Retrato del pintor Nogales; Montañas nevadas; Cipreses al atardecer; Fantasía del Jordán; Día de lluvia a orillas del Tajo, 1915; La epopeya de Igueriben, 1923.

 

Bibl.: S. Rodríguez García, Antonio Muñoz Degrain: pintor valenciano y español, Valencia, Institución Alfonso el Magnánimo, 1966; R. R. García Alcaraz, Antonio Muñoz Degrain, catálogo de exposición, Salamanca, Caja Navarra, 2001; E. Pareja López y M. A. Pérez Pérez, Pinceladas: posiciones hispanas ante el impresionismo, catálogo de exposición, Sevilla, Sala Municipal San Hermenegildo, mayo de 2003, y Córdoba, Sala de Exposiciones Museísticas CajaSur, junio de 2003; J. L. Díez y J. Barón, El siglo XIX en el Prado, Madrid, Museo del Prado, TF Editores, 2007.

 

Ana Berruguete del Ojo