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Eustaquio Muñoz

Biografía

Muñoz, Eustaquio. ?, c. 1468 – Cuenca, 16.II.1546. Eclesiástico, canónigo, vicario general.

Este canónigo Muñoz fue uno de los más notables eclesiásticos de entre cuantos sobresalieron en el panorama clerical conquense durante la primera mitad del Quinientos. Pertenecía a una destacada familia de caballeros, oriunda al parecer de tierras turolenses, alineada en el bando local de los cristianos viejos —afín por ende a la de los Hurtado de Mendoza, marqueses de Cañete, que lo nucleaba— y cuyos intereses ganaderos debieron afincarla en la cercana localidad de Valdecabras.

Gil Muñoz, tío de Eustaquio, había sido ya canónigo de la sede conquense y es muy probable que, al uso de entonces, recibiera de él por resignación la prebenda que disfrutaría el resto de sus días. Pudo ver la luz hacia 1468 y sin que por ahora conste el nombre de sus padres, se sabe que tres de sus hermanos se llamaron Sancho, Diego y Baptista. Seguramente como colegial de San Bartolomé, obtendría en Salamanca los grados académicos, doctorándose con toda probabilidad en ambos Derechos, circunstancia que le facultaría para influir de modo notable en la vida eclesiástica de Cuenca. Hombre de amplia curiosidad intelectual, apenas unos trazos extraídos de su testamento abocetan el rico contenido de la biblioteca que llegó a reunir, la cual dejó a su muerte al Convento dominico de San Pablo de Cuenca, edificado entre 1523 y 1538 por su colega de Cabildo y amigo Juan del Pozo.

El cardenal de San Jorge, obispo de Cuenca entre 1493 y 1517, le nombró vicario general del obispado y conservó luego el cargo durante los primeros años del pontificado de Diego Ramírez de Villaescusa (1518-1537). Ejerciendo, pues, tales funciones verificaría personalmente, con el mínimo espíritu crítico requerido entonces, cuantos prodigios curativos declararon haber experimentado los devotos de San Julián desde el momento de la apertura del sepulcro antiguo en los primeros días de febrero de 1518 hasta el mes de marzo de 1521, fecha en que se interrumpe la redacción realizada ante él de las Actas de aquellos milagros.

Los compromisos políticos asumidos durante el episodio conquense de las Comunidades castellanas le vincularían con la facción nobiliaria vertebrada en torno al linaje y clientela de los Hurtado de Mendoza, tras de cuya derrota y castigo sufriría destierro de la ciudad de Cuenca. Firme puntal del bando cristiano viejo, sus testimonios ante el Santo Oficio tendrían decisiva importancia a la hora de establecer la filiación conversa de muchos de los encausados o sus testigos de abono.

En diciembre de 1537 encomendó al entallador Diego de Tiedra realizar las obras de su magnífica capilla familiar en el sitio que ya ocupaba una dedicada a San Martín y otra anterior fundada en honor de la Inmaculada Concepción de la Virgen María por el tío Gil Muñoz, entre el actual zaguán del claustro —el Arco de Jamete— y la capilla de los Albornoz. A los capellanes que hubiesen de servirla impuso como expresa condición, insólita hasta entonces en la sede conquense, ser de linaje de cristianos viejos, convenientemente instruidos y no amancebados. Ahora bien, contradiciendo el comportamiento propio la norma general y particular, como en tantos otros casos de jerarcas eclesiásticos coetáneos sucedía, si el fundador cumplía a satisfacción los dos primeros requisitos, no había destacado precisamente en la observancia del postrero. Testimonio público y notorio de la irregular conducta canónica de Muñoz en materia de celibato eran Baptista y Andrés Muñoz, los dos hijos habidos de Juana Sánchez, con quien parece que había convivido hasta la muerte de ella. De Fernando el Católico obtuvo la legitimación de éstos, a quienes llamaba sus criados, con el fin de que no les fuera impedimento el origen para disfrutar de oficios laicos ni eclesiásticos. Canónigo de Cuenca Baptista, alcanzó Jerónimo Andrés sucesivamente los grados de licenciado y doctor, sin que se sepa en qué Facultad —probablemente en Leyes, como antes el padre y luego su hijo Juan Bautista— ni dónde los obtuvo.

Eustaquio padeció penosos achaques de índole renal en sus últimos años y murió en Cuenca, cumplidos los setenta y ocho años, el 16 de febrero de 1546.

Nicolás Antonio le atribuye dos obras inéditas, una Vida de san Julián, segundo obispo de Cuenca y una Historia de la ciudad de Cuenca.

 

Bibl.: J. B. Valenzuela y Velázquez, Discurso en comprobación de la santidad de vida y milagros del glorioso san Julián, segundo obispo de Cuenca, Cuenca, Bartolomé de Selma, 1611; M. López, Memorias históricas de Cuenca y su obispado, ed. de A. González Palencia, Cuenca, Consejo Superior de Investigaciones Científicas y Ayuntamiento de Cuenca, 1949; F. Martín Hernández, La formación clerical en los colegios universitarios españoles (1371-1563), Vitoria, Seminario Diocesano, 1961; M. Jiménez Monteserín, Vere pater pauperum. El culto de San Julián en Cuenca, Cuenca, Diputación Provincial, 1999; H. Priego y J. A. Silva, Diccionario de personajes conquenses (Nacidos antes de 1900), Cuenca, Diputación Provincial, 2002.

 

Miguel Jiménez Monteserín