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Juan José d' Elhuyar y Lubice

Biografía

Elhuyar y Lubice, Juan José d’. Logroño (La Rioja), 15.VI.1754 – Santafé de Bogotá (Colombia), 20.IX.1796. Químico, minero, metalurgista.

Nacido en Logroño de familia vasco francesa, sus apellidos admiten varias formas, según subrayó Salvador Sáenz Censano. Al separarse los hermanos, Fausto parece preferir Elhuyar y Juan José Delhuyar. Dado que el apellido Delhuyar figura en las partidas de nacimiento, debe ser el apellido familiar importado por el padre Juan Delhuyar, natural de Hasparren. Su madre, Úrsula Lubice, procede de San Juan de Luz. Para otros autores, la grafía adecuada sería Zubice, o bien Subice. Según Bernardo J. Caycedo y de acuerdo con el archivo familiar, se impone la de Lubice.

Entre 1772 y 1777 estuvo Juan José Elhuyar en París, con su hermano Fausto, estudiando química con Hilaire-Marin Rouelle. Conocieron a los hijos de los fundadores de la Sociedad Bascongada de los Amigos del País. La Sociedad Bascongada puso en marcha cátedras para el estudio de la química, la mineralogía y la metalurgia en Bergara. Se quería disponer de buenos laboratorios que mejorasen el saber y la economía en el País Vasco. Fue enviado a Freiberg a estudiar minería junto a su hermano por González de Castejón, secretario de Estado de Marina, dedicándose a estudiar metalurgia y geología, ésta con Abraham Gotlob Werner. Conocieron los procedimientos mineros de Hungría y viajaron aprendiendo por Centroeuropa. La idea del Gobierno era mejorar la extracción de metales y la metalurgia, pero también la fabricación de cañones. Se pensaba en la técnica escocesa, pero los hermanos consideran mejor a Suecia en estas materias, tal vez al conocer unas pruebas en Hamburgo.

Juan José se separó de su hermano y fue a Uppsala entre diciembre de 1781 y julio de 1782. En la universidad siguió un curso con Torbern Olof Bergman, admirando el método del maestro, que no sigue sistemas ni analogías, sólo la naturaleza y la experiencia. Según Stig Rydén, Bergman reconoció su asistencia a clases de alta química, así como a docimasia, también está documentada su relación con Carl Wilhem Scheele. Estos científicos tenían un papel esencial en el análisis y estudio de nuevos productos y elementos químicos. Así ayudaron a Peter Jacob Hjelm, quien aisló el molibdeno en 1781. En París estaba en 1782, tras visitar otros países nórdicos; tras algunas dudas, se encontraba en Bergara al comenzar el verano de 1783 con su hermano.

Continuando sus estudios y las experiencias de los químicos suecos analizó con Fausto un mineral traído de Centroeuropa, de yacimientos situados entre Sajonia y Bohemia. Emplearon para su análisis procedimientos por vía seca como soplete, fundentes o calor, también por vía húmeda como reacciones a diversos ácidos. Fueron apareciendo diferentes productos, que relacionaban con la bibliografía y con las novedades de la química del momento, y que fueron analizando de forma cualitativa y cuantitativa. Los fueron haciendo reaccionar y actúan sobre ellos. Así fue el procedimiento de análisis, que desde la wolframita llegó a un triple óxido de wolframio, que ellos redujeron de forma original, aislando el nuevo metal calentando en crisol de Zamora, guarnecido con carbonilla y bien tapado, a un fuego fuerte por hora y media. Al fin obtuvieron un botón gris que se redujo a polvo entre los dedos; con lente apreciaron un conjunto de globos metálicos, algunos del tamaño de la cabeza de un alfiler, con fractura metálica y color del acero. Este camino fue señalado por Manuel Laborde Werlinden en el homenaje por el Bicentenario del Wolframio que importantes instituciones rindieron en 1983.

Presentado por los dos hermanos como “wolframio”, como socios de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, en Vitoria el 28 de septiembre de 1783, aparecía publicado en los Extractos de las Juntas Generales. Fue traducido muy pronto a otros idiomas y, al parecer, circuló como folleto aislado. Al final de su memoria dicen, como conclusión: “Daremos á este nuevo metal el nombre de volfram, tomándolo del de la materia, de la qual lo hemos sacado, y miraremos ésta como una mina, en que este metal está combinado con el hierro y la alabandina, como queda probado”. Es mejor este nombre que el de tungsteno, porque así lo conocían los mineralogistas y porque se acepta en los idiomas europeos, incluso el sueco. Prefería para “acomodar mejor al genio de nuestra lengua” la terminación en “n” para las “sales volfránicas”.

Una rica correspondencia, que se recopila en la obra de Jesús Palacios Redondo, permite seguir sus posteriores avatares. En el verano de 1783 en Bergara, se solicitó en una carta dirigida por la Junta de la Real Sociedad Bascongada al ministro José Gálvez destino para el químico. Muerto González Castejón, Gálvez quería ver al riojano en San Ildefonso, convencido de su valía para ser integrado en sus planes para la América española. Una carta del ministro al virrey de Nueva Granada Caballero y Góngora fechada en diciembre de 1783 comunicó que éste era su nuevo destino, fijando el salario como director de minas en el virreinato. Debía acompañarlo su cuñado Ángel Díaz; se pidieron libros e instrumentos a París, así como los atrasos, pues se le debía dinero, habiendo incrementando sus deudas con compras y gastos familiares. Cobró de Gálvez su sueldo en julio de 1784, cercana su marcha a Cartagena de Indias desde Cádiz. En este año los dos hermanos defendieron en diversos escritos su papel en el aislamiento del wolframio, que situaron en relación con las investigaciones suecas; también insistieron en que el nombre procede del mineral del que se obtiene, regla adecuada en la denominación de nuevos productos químicos.

Llegó a Cartagena de Indias en septiembre de 1784, y entró pronto en contacto con el naturalista y médico José Celestino Mutis. El 17 de febrero de 1785 escribió al virrey con vivos elogios de este sabio gaditano, que se convirtió en su amigo, colaborador y protector. Subrayó su afabilidad y sabiduría, no creía posible encontrar otro tan sabio en América, sin igual incluso en la Península. La correspondencia entre José Celestino Mutis y Juan José de Elhuyar muestra la amistad y colaboración a que llegaron. Fue atendido por el clérigo en sus necesidades, enviando personal y ayudas. Procuró que se le reconocieran sus méritos, como Elhuyar hizo ante científicos europeos para que conocieran y estimaran a Mutis. Nuevas cartas en abril y mayo, desde Mariquita y Santa Ana, en donde residían los dos sabios, informan de que se iban a empezar las labores, necesitando herramientas para la minería. Se quería poner en marcha la explotación, pero se detuvo hasta conocer el nuevo método de Born. Se dirigió Fausto a Viena en 1786, pues Gálvez estaba interesado en el nuevo procedimiento, que se esperaba pudiera ahorrar el precioso mercurio. Fausto se entusiasmaba con las novedades, animando a su hermano, aunque reconocía que se trataba de un perfeccionamiento de la tradicional técnica de Álvaro Alonso Barba. La información iba llegando a Juan José en forma de explicaciones, dibujos, libros y modelos.

El sabio gaditano lo animó constantemente en las empresas mineras, llegando a ser socios. Por el contrario, su cuñado Ángel Díaz se convirtió en un obstáculo. Las dificultades eran muchas, pues era inútil intentar copiar el modelo que su hermano Fausto había encontrado y desarrollado en Nueva España. La falta de técnica, de personal y de capital eran problemas graves; para el trabajo Juan José prefería peonaje libre, pero se recurría a forzados y esclavos. Las autoridades de la capital y las locales siempre dificultaron, en especial no hubo un eficaz sucesor para Caballero y Góngora. Problemas concretos, como las peleas con el mulato Jaramillo, una más de las indisciplinas que sufrió, o los recelos de las autoridades ante las peligrosas ideas que desde Francia incitaban a la subversión, complicaron la difícil estancia de Juan José en Nueva Granada.

Fracasó en la educación de un joven alumno y se mantuvo en la soledad con el consuelo de la lectura, la religión, la caza y la música. Por su matrimonio y círculos de amigos entroncó con familias criollas; tiene hijos; uno de ellos, José Luciano, nacido en 1793, murió en un naufragio como héroe de la Independencia tras haber luchado en apoyo de Nariño, y Fausta, que mostró el afecto fraterno entre los dos sabios. La relación con su hermano, su familia y sus amigos de la Bascongada lo mantuvieron vivo y comunicado. Viviendo en el paraíso, estaba lejos de gente culta, parecía pensar en el suicidio, si bien no perdió las esperanzas en la mejora que venía buscando desde España.

Resulta muy interesante comparar la trayectoria vital en América de los dos hermanos, Fausto y Juan José, tan brillante y tan apagada una y otra. Los principales autores del siglo pasado insistieron mucho en la diferencia de caracteres, patente en sus escritos. Ambos eran desde luego científicos y claros, pedagógicos y modernos, se afirma. A la claridad, elegancia y precisión de Fausto, se superpone el cuidado de Juan José en el método expositivo y en la calidad didáctica de sus escritos ante un público que no conocía las novedades de la ciencia moderna. En este sentido, hay que recordar cómo en la memoria sobre el aislamiento del wolframio se mezcla la química moderna con un lenguaje muchas veces tradicional. La gran erudición bibliográfica y la ordenada cientificidad de la memoria avalan los escritos de estos químicos. Se insiste en la extroversión de Fausto, frente a una personalidad más opaca, tímida, indecisa de Juan José, que lleva a la enajenación, introversión, recogimiento en sí mismo. Mutis tiene que sostener, animar, consolar al sabio químico, como se ve en la correspondencia de este naturalista. Respecto a un terremoto, Mutis indagó si el sabio estaba distraído en su interior, a pesar de la ruina de todo el orbe. Si bien se trató de una ocurrente broma acerca del estoicismo del sabio, propia de la cultura de la época ilustrada, en que la filosofía antigua se ponía de nuevo de moda, muestra bien el talante introvertido de Juan José en comparación con su hermano Fausto e incluso con el gaditano Mutis. Compartiendo constante pasión por la historia natural, la geografía, la geología y la minería, así como por lecturas, noticias y novedades, José Celestino Mutis siempre estuvo cercano. El gran interés se centraba en la plata, pero también se ocuparon de la platina y de las esmeraldas, incluso surgieron falsas noticias sobre el mercurio, producto preciso para la amalgamación. Se empleó en estudiar minerales de la zona, pero también de Ecuador y Perú. Ensayó y preparó la producción de plata, que al fin comienza en 1791 con el virrey José de Ezpeleta. También está siempre a su lado, si bien a enorme distancia, su hermano Fausto, quien, como han mostrado Francisco Pelayo y Sandra Rebok, formó parte del inicio de un gran proyecto científico-técnico para la difusión internacional de los saberes metalúrgicos y mineros. A esta red de carácter científico, en que Juan José era incluido, se superponían o enfrentaban los intereses económicos y políticos de la Corona española en el beneficio de los preciosos productos americanos. Recibió Juan José, sin embargo con recelo, a los sajones que le enviaba el hermano, quien insistió en que se trataba tan sólo de proporcionarle ayuda.

El sajón Jacobo Wiesner llegó a ser su discípulo y amigo, y asistió a su muerte. Murió el 20 de septiembre de 1796 y fue enterrado con hábito de san Francisco en la catedral de Santafé de Bogotá. Tras su muerte, todavía José Celestino Mutis intentó conseguir una buena institucionalización de la minería, tanto en cuanto a su enseñanza, como a su práctica, siempre fiel a los proyectos que compartió con el entrañable amigo y sabio.

 

Obras de ~: con F. de Elhuyar, “Análisis químico del volfram y examen de un nuevo metal que entra en su composición”, en Extractos de las Juntas generales celebradas por la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País de la Ciudad de Vitoria por setiembre de 1783, Comisiones Segundas de Ciencias y Artes útiles, Vitoria, Gregorio Marcos de Robles y Revilla, Impresor de la misma Real Sociedad, 1783, n.º 1, págs. 46-88 (separata en Vitoria, Gregorio Marcos de Robles, 1784).

 

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José Luis Peset