Ayuda

José Moscardó e Ituarte

Biografía

Moscardó Ituarte, José. Conde del Alcázar de Toledo (I). Madrid, 29.X.1878 – 12.IV.1956. Capitán general del Ejército.

Hijo de José Moscardó Berbiela, capitán en el Cuerpo de los Alabarderos Reales, y de Concepción Ituarte Achonga. Su padre se vio obligado a trabajar por las tardes de oficinista, en una práctica común a muchos oficiales de la época, pues los sueldos militares eran muy bajos. Este sobresueldo permitió pagar los estudios de José Moscardó Ituarte en el Colegio del Sagrado Corazón de Jesús, de Madrid, donde fue excelente estudiante y tuvo como compañero al futuro coronel Enrique Rodríguez Tarduchy. En dicho centro escolar, además de estudiar las materias propias del currículo de la época, José Moscardó recibió una educación antiliberal que se unió a la formación dada en el hogar paterno, profundamente monárquica y conservadora.

Finalizados sus estudios de bachillerato, ingresó en la Academia Cívico-Militar para hacer el curso preparatorio de ingreso en la Academia de Infantería de Toledo, centro al que accedió el 24 de junio de 1896. Aunque debía haber permanecido tres años estudiando en dicha academia para obtener el grado de oficial, en esas fechas, el Ejército español sostenía dos conflictos coloniales en Cuba y las Filipinas en los que necesitaba oficiales. Así, Moscardó, como el resto de su promoción, entre los que se encontraba el futuro general de Infantería José Miaja Menant, siguió un plan de estudios de cursos abreviados, que, tras superarlo en un año, le permitió recibir el diploma de 2.º teniente de Infantería (18 de junio de 1897).

Su primer destino fue el Regimiento de Infantería de San Fernando, n.º 11, en el madrileño Cuartel del Conde-Duque (1 de julio de 1897). El 14 de mayo de 1898, fue destinado al Batallón expedicionario de Madrid n.º 1, con destino en Filipinas, aunque nunca se trasladó, sino que hizo guarnición en Sierra Carbonera (Cádiz) y Granada, y finalmente, el 15 de enero de 1899, al no ser necesarios ya sus servicios, pues la guerra contra los Estados Unidos había finalizado con una completa derrota, fue trasladado, el 16 de diciembre, a Bilbao. Terminada su comisión, Moscardó volvió a su antiguo Regimiento (30 de enero de 1899).

Esta primera experiencia bélica non nata fue decisiva en su carrera, pues Moscardó obtuvo nuevos empleos por criterios de antigüedad durante los siguientes diez años, hasta que estalló la Guerra de África. No obstante, ese decenio fue importante en su trayectoria: el 22 de junio de 1899, tras ascender a teniente, fue destinado al Batallón de Cazadores Barbastro n.º 4 (Alcalá de Henares), donde permaneció dieciocho años.

En esta unidad demostró dos de sus mayores habilidades de mando: la instrucción de reclutas y la disciplina y obediencia a las órdenes de sus superiores. Participó como teniente en la lucha contra la plaga de langosta que asoló Ciudad Real en el verano de 1901, y tres años después, el 21 de febrero de 1904, pasó a Menorca para guarnecer la Base Naval de Mahón.

Entre el 16 de septiembre y el 26 de octubre de 1905, participó en las maniobras realizadas en honor del presidente de la República Francesa, Emile Loubet por las que le fue otorgada la Cruz del Mérito Militar de 1.ª Clase, con distintivo blanco (8 de enero de 1906). Poco después, el 30 de julio, se le concedió licencia para casarse con María Dolores de Guzmán, con la que contrajo matrimonio, el 4 de agosto de 1906, en la iglesia de San Marcos (Madrid). Dos meses después, el 4 de octubre, ascendió a capitán.

El nuevo empleo trajo consigo nuevas responsabilidades y destinos: Caja de Reclutas de Burgos n.º 82 (23 de octubre de 1906), Regimiento de Infantería América n.º 14, con guarnición en Pamplona (22 de noviembre de 1906), Caja de Reclutas de Carmona n.º 20 (21 de diciembre de 1906), Regimiento de Infantería del Príncipe, n.º 3, acuartelado en Oviedo (23 de julio de 1907), Ministerio de la Guerra (10 de agosto de 1908) y Batallón de Cazadores Barbastro n.º 4 (23 de noviembre de 1908). Al tiempo de estos destinos, en 1907 nació su primer hijo, María de la Concepción, y al año siguiente, José, que iba a tener un final trágico.

En 1909, una serie de incidentes en la zona de Melilla culminaron con un ataque de los rifeños a los obreros españoles que construían un puente sobre el barranco de Beni Ensar (9 de julio de 1909). El comandante general de Melilla, general de división José Marina Vega rechazó el ataque y solicitó refuerzos a la Península. Entre las unidades enviadas, se encontraba el batallón donde estaba destinado Moscardó, que se trasladó a Málaga, desde donde embarcó el 25 de julio, rumbo a Melilla, a la que llegó al día siguiente.

Sin embargo, el entonces capitán no iba a tener su bautizo de fuego, ya que debió trasladarse a Madrid, y regresó a Melilla el 15 de agosto. A partir de ese momento, y al mando de una compañía, participó en las acciones de Tajumen (26-27 de agosto de 1909), y en las Bufadis, Mon Brahin, en la región de Kebdana (3-8 de septiembre de 1909), a las órdenes del coronel de Estado Mayor Francisco Larrea Liso.

Finalizado el conflicto, el 27 de noviembre, Moscardó se trasladó a Melilla el 6 de diciembre para proceder al licenciamiento de los reservistas. Permaneció en dicha ciudad con su unidad hasta que el 12 de enero de 1910 recibieron la orden de regresar a Madrid, quedando acuartelado en Leganés. Los siguientes dos años trascurrieron en la vida militar de guarnición, sólo rota por haber asistido al Curso de Capitanes en la 3.ª Sección de la Escuela Central de Tiro (del 11 de junio al 1 de julio de 1911). Su hija María de la Concepción murió en 1910, aunque ese mismo año nació su hijo Miguel, que sería II conde del Alcázar de Toledo y futuro jefe de Estado Mayor del Ejército.

Al año siguiente, nació otro varón, Luis, que, como su hermano José, habría de tener un trágico destino.

En 1913, Muley Ahmed Ben Mohamed Ben Abdalah El Raisuni, señor de la Yebala —en la zona Norte del Protectorado— llevó su enfrentamiento con el entonces teniente coronel de Infantería Manuel Fernández Silvestre, jefe del Sector de Larache, a una situación insostenible, provocando un nuevo conflicto en la zona. Para reforzar a las tropas españolas, el 19 de abril, el batallón de Moscardó fue trasladado a Ceuta para formar parte de la guarnición de dicha ciudad, a donde llegó el 8 de mayo.

Bajo las órdenes del teniente coronel de Infantería Cristino Bermúdez de Castro y Tomás, la unidad participó en la toma de Laucien (11 de junio de 1913), destacando en el trayecto de regreso a Tetuán, donde al frente de la compañía de retaguardia, encargada de proteger el convoy de heridos, sostuvo numerosos combates con los rifeños. En los días siguientes, participó en una nueva operación sobre el mismo Laucien (15 de junio de 1913), a las órdenes del general de brigada de Infantería Miguel Primo de Rivera y Orbaneja, y Wad-Ras (19 de junio de 1913), a las del comandante de Infantería Mario Muslera. El conflicto continuó a lo largo de 1913 y Moscardó estuvo presente en las numerosas acciones que tuvieron lugar en la zona, hasta que el 19 de diciembre, bajo las órdenes de Primo de Rivera, participó en la toma de Beni-Amrran.

En dicha operación se destacó y por esta acción recibió la consideración de “distinguido” y el ascenso por méritos de guerra a comandante (28 de abril de 1914), que significó la recompensa más importante que tuvo en su carrera hasta la Guerra Civil.

Poco después, pasó a Ceuta convirtiéndose en cajero de su unidad (3 de enero de 1914), hasta que se confirmó su ascenso a comandante. Tras unos meses en situación de disponible en la 1.ª Región Militar (Madrid), fue destinado de nuevo a su unidad de toda la vida: el Batallón de Cazadores de Barbastro n.º 4 (29 de abril de 1914), donde recibió el cargo de comandante mayor y jefe representante del batallón. En Ceuta nacieron sus hijos María Dolores y Carmelo y allí, al visitar el Hospital Militar, conoció a un joven capitán herido de gravedad en el estómago en El Biutz (29 de junio de 1916): Francisco Franco Bahamonde. La calma de este período no significó inactividad, pues también hubo acciones bélicas, como la ocupación de Kerikera (23 de agosto de 1920).

El 13 de diciembre, tras su ascenso a teniente coronel por antigüedad, con fecha de 30 de noviembre, fue destinado a la Zona de Reclutamiento y Reserva de Almería n.º 17, a donde se incorporó el 30 de enero de 1921. La salida del Protectorado iba a coincidir con el derrumbamiento de la Comandancia General de Melilla, cuyo resultado final fue el llamado Desastre de Annual. Continuó destinado en Almería hasta el 29 de septiembre de 1923, cuando pasó al Regimiento de Infantería del Serrallo, n.º 69, para mandar su 2.º Batallón. Con esta unidad, se trasladó de nuevo a África, donde la situación era en extremo inestable; desde el 13 de septiembre de ese año gobernaba en España Miguel Primo de Rivera, partidario de abandonar el Protectorado, y que iba a establecer un plan de repliegue de las fuerzas españolas, a partir de agosto de 1924, cuyo objetivo era concentrarla en la franja Tetuán-Ceuta-Larache, y las carreteras que unían estas ciudades entre sí y con Tánger. Moscardó, con su nueva unidad, participó en numerosas acciones bélicas durante ese año y el siguiente, destacando en dos realizadas bajo la dirección del general de brigada de Infantería Julián Serrano Uribe: la liberación de la guarnición de Coba Darsa (4-6 de septiembre de 1924), y de la de Dar Akoba (27 de septiembre de 1924), donde su jefe, el entonces teniente coronel de Infantería Emilio Mola Vidal, con su resistencia aseguró el camino entre Xauen y Tetuán.

El año 1925 está marcado por el desembarco de Alhucemas (8-15 de septiembre de 1925), que significó el comienzo del fin de la Guerra de África. Poco antes de que éste tuviera lugar, Moscardó recibió la orden de romper el asedio de Kudia Tahar, y de liberar a su guarnición. El 5 de septiembre, al frente de una columna formada por su batallón y un Tabor de Regulares de Ceuta, se puso en marcha. Era la primera operación importante que dirigía y la primera vez también que se le ponía al frente de un conjunto de tropas superiores a las que le correspondía por su empleo. Sin embargo, tras combatir durante varios días, Moscardó no pudo avanzar hacia su objetivo, argumentando que “sus fuerzas eran insuficientes”.

De forma inmediata, fue relevado del mando de la columna, pero no de su batallón. Tras este fracaso, jamás se le volvió a encargar la dirección de una operación de forma individual hasta la Guerra Civil. Permaneció en Marruecos, pero no participó en ninguna de las grandes acciones que pusieron fin al conflicto, su labor se limitó a realizar acciones menores, como la defensa de blocaos (puestos fortificados) o protegiendo a las unidades que hacían la aguada. Moscardó había demostrado que, si bien no era un táctico brillante ni un gran conductor de hombres, sí era un oficial disciplinado. El 5 de abril de 1929, fue ascendido, por elección, al grado de coronel, con antigüedad de 25 de marzo de 1928.

Con el empleo de coronel, Moscardó pasó a la Península para hacerse cargo de un destino menor: la Jefatura de la Zona de Reclutamiento y Reserva de Orense n.º 44, que llevaba acompañada el Gobierno Militar de dicha provincia, y la Presidencia de la Junta de Clasificación y Revisión de Orense (24 de abril de 1929).

El 6 de noviembre se convirtió en director del Colegio de María Cristina para Huérfanos de Infantería (Toledo), donde empezó a interesarse por los deportes.

Dirigiendo dicho colegio, llegó la Segunda República (14 de abril de 1931). A pesar de ser monárquico y antiliberal, y aunque siempre mantuvo su lealtad a Alfonso XIII, el entonces coronel juró fidelidad a la República (30 de abril de 1931), de acuerdo con el Decreto del 22 de abril de ese mismo año, promulgado por el nuevo ministro de la Guerra, Manuel Azaña Díaz. Pero lo que nunca entendió fue la anulación de los ascensos por elección, que supuso su vuelta al grado de teniente coronel (26 de mayo de 1931). Además, la pérdida del grado de coronel llevó aparejado un cambio de destino: primero, pasó a ser disponible forzoso en el territorio de la 1.ª Región Militar (Madrid), con residencia en Toledo, para convertirse, el 8 de julio de ese mismo año, en director de la Escuela Central de Educación Física (Toledo), destino que correspondía a su antiguo grado de coronel. Además, se dispuso que, a partir del 1 de diciembre de 1931, pasase agregado al Regimiento de Infantería n.º 1, para hacer las prácticas para su ascenso a coronel. El 3 de febrero de 1932 (Orden Circular de 7 de marzo de 1932) se le concedió el ascenso a coronel por antigüedad.

Moscardó continúo al frente de la Dirección de la Escuela Central de Educación Física. En este destino asistió a las elecciones del 19 de noviembre de 1933, que arrojaron un triunfo de la derecha. El nuevo Gobierno mantuvo a Moscardó en el mismo destino, pero, poco después, los ministros de la Guerra, Diego Hidalgo, y de Instrucción Pública, Filiberto Villalobos, decidieron convertirlo, además, en vocal de la Junta Constitutiva para el Fomento de la Educación Física (18 de junio de 1934). Poco después, estalló la llamada Revolución de Octubre (5 de octubre de 1934), durante el desarrollo de la cual actuó a las órdenes del Gobierno, ocupando el Gobierno Militar de Toledo, y declarando el estado de Guerra que se prolongó hasta el 23 de enero de 1935. Tras estabilizarse la situación nacional, volvió a sus antiguas obligaciones, aunque manteniendo la Jefatura de la Comandancia Militar de Toledo, y el 23 de abril se convirtió en vocal de la Junta Nacional de Educación Física, en la que tuvo una participación muy activa hasta su disolución (18 de octubre de 1935).

En invierno de 1935, una serie de escándalos —estraperlo y Nombela— desprestigiaron al gobierno de radicales y cedistas, lo que motivó que Alcalá-Zamora encomendase, el 14 de diciembre de 1936, el gobierno de la Nación a Manuel Portela Valladares, con el mandato expreso de convocar elecciones tan pronto fuera posible. El entonces coronel temió, como muchos militares españoles, que la nueva consulta electoral llevase aparejado un triunfo de la izquierda, y, en consecuencia, un nuevo Gobierno presidido por Azaña. El 27 de diciembre de 1935, recibió la visita de Raimundo Fernández Cuesta, lugarteniente de José Antonio Primo de Rivera y Sáenz de Heredia en el partido Falange Española de la JONS (Junta de Ofensiva Nacional Sindicalista), que traía una propuesta de su jefe, de acuerdo con la cual Moscardó debería sublevarse contra el Gobierno de Portela Valladares, con los cadetes de la Academia de Infantería y varios cientos de falangistas que Primo de Rivera pondría a su disposición. El coronel consideró la propuesta muy arriesgada y carente de posibilidad alguna de éxito, por lo que, sin comprometerse, decidió trasladarse a Madrid, para consultársela al general de división Francisco Franco, entonces jefe del Estado Mayor Central. Franco le dijo que rechazase la propuesta, pues el plan era impracticable y estaba mal sincronizado y Moscardó así lo hizo.

De ello se deduce que Moscardó estaba dispuesto a sublevarse contra la República desde que comprendió que la convocatoria de nuevas elecciones iba a traer como consecuencia un triunfo de la izquierda. En este sentido, se distinguía de otros militares, dispuestos a esperar el resultado de las elecciones para definir su posición. Sin embargo, seguía manteniendo el mismo grado de disciplina y subordinación a sus superiores que había demostrado en las campañas de Marruecos.

Moscardó declinó la participación aunque afirmaba que “la Falange, era como una renovación, un matiz nuevo en su perdurable juventud”.

El 16 de febrero de 1936, la izquierda agrupada en el llamado Frente Popular obtuvo la mayoría absoluta en las elecciones legislativas y Manuel Azaña accedió a la Jefatura del Gobierno. A diferencia de otros militares, como Mola, Franco o Goded, Moscardó no sufrió ningún cambio de destino, permaneciendo al frente de la Escuela de Educación Física de Toledo.

Además, se le ordenó preparar al equipo olímpico que tenía que representar a España en las Olimpíadas de Berlín, que debían celebrarse ese mismo año. Nunca asistió con la delegación española a los Juegos porque la sublevación que estalló el 17 de julio le sorprendió en Madrid, camino de Barcelona, para dirigirse desde allí a la capital alemana. Su hijo José, teniente de Infantería, tenía preparados los pasaportes, pues iba a acompañar a su padre. Estos datos significan que el entonces coronel no había sido informado de los planes conspirativos que venían gestándose desde marzo de 1936, lo que puede entenderse como que el “director” de la conjura, el general Emilio Mola Vidal, y otros conspiradores, como el general Franco, a pesar de conocer la predisposición de Moscardó a sublevarse contra el gobierno republicano, no consideraban su participación como una aportación importante para sus planes.

Pero el coronel decidió unirse a los sublevados de manera unilateral, tras no recibir, en la sede de la 1.ª División Orgánica (Madrid), una respuesta sobre lo que estaba aconteciendo. Decidió regresar a Toledo, donde llegó a las 15:00 horas de ese mismo día, ordenó a todos los oficiales que se incorporasen a sus respectivos destinos y estableció su puesto de mando en el Gobierno Militar. Al día siguiente, el nuevo Gobierno de la Segunda República, presidido por José Giral, decidió armar al pueblo. Moscardó recibió repetidas órdenes de numerosas personalidades —el teniente coronel Juan Hernández Saravia, el general de división José Riquelme y López-Bago y el ministro de Instrucción Pública Francisco Barnés Salinas, y en la noche del 19 al 20 de julio, el subsecretario de Guerra, general de brigada Federico de la Cruz Boullosa—, para que procediera a entregar las municiones almacenadas en la Fábrica de Armas de Toledo, y se negó a hacerlo. El día 20, el general de brigada Sebastián Pozas Perea, director de la Guardia Civil, insistió con la misma orden ante el teniente coronel de la Benemérita Pedro Romero Bassart para que acatase las órdenes, pero éste, de acuerdo con Moscardó, se negó.

Pozas le amenazó entonces con bombardear la plaza y enviar una columna para tomarla. La situación era insostenible y Moscardó ordenó, a las 7 de la mañana del 21 de julio, a las unidades bajo su mando, que procediesen a declarar el estado de guerra en la plaza. El capitán de Caballería Emilio Vela Hidalgo, al mando del piquete reglamentario, leyó en el patio del Alcázar el bando de guerra firmado por el coronel José Moscardó Ituarte, en su calidad de comandante militar de la plaza.

La declaración del estado de guerra significaba que Moscardó se ponía al lado de los sublevados, por lo que el gobierno decidió actuar en consecuencia. Una fuerte columna dirigida por el general Riquelme se dirigió a Toledo, desbordando a las fuerzas de Moscardó que ocupaban la ciudad y obligándolas a refugiarse en la fortaleza (22 de julio de 1936). Sumaban unos mil doscientos noventa hombres, quinientas cincuenta mujeres y cincuenta niños, armados solamente con mil doscientos fusiles, dos piezas de Montaña de 70 mm, trece ametralladoras Hotchkiss de 7 mm y trece fusiles ametralladoras de la misma marca y el mismo calibre, además de un mortero de 50 mm.

Durante los setenta días de asedio, la fortaleza del Alcázar recibió un gran castigo: más de quince mil proyectiles de artillería, quinientas bombas de avión y dos minas, cargadas con 2500 kg de trilita cada una, cuya explosión se oyó a 70 km.

Los republicanos no sólo utilizaron la fuerza de las armas para rendir a Moscardó. El episodio más claro en este sentido fue la conversación que, el 23 de julio, el coronel mantuvo con su hijo Luis, que se hallaba detenido por los republicanos, ya que Moscardó no había querido que su familia le acompañase dentro del Alcázar. Posteriormente lo fueron su esposa y su hijo Carmelo. Tras una propuesta de los asediantes, consistente en salvar la vida de su hijo a cambio de entregarse él y los que le seguían, Moscardó rechazó la propuesta, tal como explicó a su esposa en una carta fechada el 25 de julio. Luis Moscardó fue asesinado el 23 de agosto de ese mismo año, junto a un grupo de prisioneros en Toledo, como represalia por un bombardeo en el que habían perecido ocho personas. Finalmente, el 28 de septiembre de 1936, las tropas mandadas por el general de brigada de Infantería José Enrique Varela Iglesias, levantaron el asedio. El bilaureado general fue recibido en las ruinas por el defensor de la fortaleza, con una frase ya legendaria: “Sin novedad en el Alcázar, mi general”.

El episodio del Alcázar de Toledo marcó un antes y un después en la carrera de Moscardó. El 30 de septiembre fue ascendido a general de brigada de Infantería por méritos de guerra, y premiado con la Cruz Laureada de San Fernando (17 de marzo de 1937).

Tres días después, se le dio el mando de la División de Soria n.º 72, perteneciente al V Cuerpo de Ejército —general de división Luis Orgaz Yoldi—, que cubría desde Molina de Aragón al puerto de Malagorta, entre Guadalajara y Somosierra, y que alcanzará los 21.932 combatientes —agrupados en tres brigadas—. Su primera operación importante fue la toma de Sigüenza, donde hizo ochocientos prisioneros republicanos (11-14 de noviembre de 1936). Tras esta victoria, y tras conquistar una serie de localidades de la carretera Madrid-Francia, a Moscardó se le permitió tomarse un descanso en San Sebastián. Fue allí donde dio una de las mayores muestras de su monarquismo y lealtad a Alfonso XIII al escribirle una misiva (8 de diciembre de 1936), para explicarle su actuación en el Alcázar y donde termina afirmando: “El mérito que en ello pueda haber lo debo en gran parte a V. M., que me enseñó e inculcó las virtudes militares que habían de sostenerme”. El Monarca, agradecido con el detalle de Moscardó, le contestó con otra carta afectuosa, fechada en Roma (30 de diciembre de 1936). La lealtad de Moscardó al Rey se mantuvo hasta la muerte del Monarca en 1941, pero no se trasladó a su hijo don Juan.

El comienzo del nuevo año le sorprendió con una ofensiva republicana sobre Algora (Guadalajara) realizada por las brigadas internacionales, apoyadas por tanques soviéticos T 26. El Ejército Popular avanzó del 1 al 5 de enero de 1937, pero, finalmente, fue rechazado por Moscardó, que restableció el frente en sus líneas primitivas (6-8 de enero de 1937). En marzo de 1937, Moscardó se convirtió en protagonista indirecto de otro de los hechos bélicos más conocidos de la Guerra Civil: la batalla de Guadalajara. El Cuerpo de Tropas Voluntarias (CTV) italiano, tras su éxito en la conquista de Málaga (del 14 de enero al 13 de febrero de 1936), decidió aplicar los principios de guerra celere (guerra motorizada). La operación comenzó el 8 de marzo, y terminó con un relativo fracaso de los italianos, que fueron relevados por fuerzas españolas de Moscardó a partir del día 19. El general Mario Roatta Manzini, general jefe del CTV, culpó a los generales Orgaz y Moscardó y al propio Franco. Pero, a Moscardó este fracaso italiano no le afectó y el 28 de septiembre de ese mismo año se le confió el Cuerpo de Ejército de Aragón, Divisiones 51, 53 y 54, cuyo frente se extendía desde la frontera francesa hasta Molina de Aragón. En esos momentos, era un destino tranquilo, tras el final de la batalla de Belchite (del 24 de agosto al 5 de septiembre de 1937), ya que el centro del conflicto estaba entonces en el litoral cantábrico.

Tras la ofensiva frentepopulista sobre Teruel (15 de diciembre de 1937 al 8 de enero de 1938) y la contraofensiva de las tropas “nacionales” (del 17 de enero al 23 de febrero de 1938), esta zona se convirtió en el eje de la guerra. Moscardó participó en la batalla de Aragón, formando parte del Ejército del Norte, a las órdenes del general Dávila Arrondo, cuyo objetivo era llegar al Mediterráneo y dividir en dos la zona republicana.

La ofensiva comenzó el 9 de marzo, pero la intervención de las tropas de Moscardó no se produjo hasta el 22, quedando situado entre el Cuerpo de Ejército de Navarra —general José Solchaga— por el Norte, y el Marroquí —general Yagüe—, avanzando entre Almudévar y Huesca, en el primer ciclo de su maniobra hasta el río Cinca, y en la segunda, hasta el río Segre, por Balaguer (Lérida) (del 22 de marzo al 7 de abril de 1938), ayudando a desbordar las líneas republicanas. Ocho días después, las tropas de Yagüe alcanzaban Vinaroz, Benicarló y Alcanar, logrando el objetivo de la ofensiva.

En la batalla del Ebro (del 24 de julio al 18 de noviembre de 1938), realizó un importante papel defensivo manteniendo la línea del río Segre, con Balaguer (Lérida), como punto clave, y la denominada “Conquista de Cataluña” (23 de diciembre de 1938), donde participó activamente, formando parte del Ejército del Norte a las órdenes del general Dávila, e integrado por seis cuerpos de ejército. Tras la caída de Barcelona, Moscardó participó en diversas acciones hasta el cierre de la frontera francesa (13 de febrero de 1939). El 28 de febrero ascendió a general de división.

Tras Cataluña, el centro de gravedad de la guerra se trasladó de nuevo al centro; a los sublevados sólo les quedaba conquistar esa zona para culminar su victoria.

En esta situación, las tropas de Moscardó pasaron a formar parte del Ejército de Levante, a las órdenes del general Orgaz, participando en acciones como la toma de Cuenca, el 29 de marzo de 1939. A los días, concluyó la guerra.

Al finalizar la contienda, Moscardó era un general de división Laureado y un héroe, cuya actuación en el Alcázar de Toledo era mítica. Tal vez por eso, Franco decidió utilizar sus servicios primero en Berlín, adonde fue como jefe de la Misión Española que asistió al aniversario del nombramiento de Adolf Hitler como Führer (del 18 al 25 de abril de 1939), y luego como jefe de su Casa Militar (29 de agosto de 1939).

Poco después, se convirtió en consejero de Falange Española Tradicionalista (FET) y de la JONS, y su delegado Nacional de Deportes (1 de enero de 1941).

Moscardó se transformó en la sombra del jefe del Estado; así, asistió a la entrevista celebrada en Hendaya entre Franco y Hitler (22 de octubre de 1940), donde se discutió la entrada de España en ese conflicto, con resultado negativo; a Bordighera (Italia), donde Franco se entrevistó con Mussolini (12 de febrero de 1941) y a Montpellier, para el encuentro entre Franco y el mariscal Petain.

Moscardó seguía acumulando cargos: consejero de la Hispanidad (7 de enero de 1941), y jefe directo de la Milicia de FET y de las JONS (31 de mayo de 1941). Fue enviado especial del jefe del Estado al frente ruso, con objeto de entregar el aguinaldo a los soldados de la División Azul (17 de noviembre de 1941), llegando el 29 de noviembre a su Cuartel General, en Novgorod. El 9 de diciembre, se entrevistó con Hitler para trasladarle que se consideraba una afrenta la presencia británica en Gibraltar.

Los aliados, desde la entrada en la guerra de los Estados Unidos (7 de diciembre de 1941) habían comenzado a cambiar el signo de la contienda, lo que podía conllevar graves consecuencias para España, aliada de Alemania e Italia. Así lo comprendieron un grupo de generales españoles, liderados por el teniente general Alfredo Kindelán, que comenzaron a presionar a Franco para que abandonase la Jefatura del Estado en favor de don Juan de Borbón. Moscardó no se encontraba entre ellos, como demuestra un documento británico fechado el 8 de noviembre de 1942, denominado “Situación política en España respecto al plan de los generales para remover a Franco y a Serrano Suñer”, en el que podía leerse: “Moscardó, Jefe de la Casa Militar de S. E., es poco inteligente y será leal a Franco hasta su muerte”.

Esa lealtad llevó a Franco a premiarle con el acenso a teniente general (7 de enero de 1943), convirtiéndose en uno de los más firmes baluartes de Franco en el Ejército. Poco después, se convertía en procurador a Cortes (11 de febrero de 1943), y en capitán general de la IV Región Militar (2 de marzo de 1943), sustituyendo a Kindelán en este destino, que lo convertía en un “príncipe del Ejército”, en igualdad, y como contrapeso, con los generales que presionaban a Franco. Así se demostró cuando ocho tenientes generales —Kindelán, José Enrique Varela Iglesias, Orgaz, Miguel Ponte y Manso de Zúñiga, Dávila, Solchaga, Saliquet y José Monasterio— escribieron una carta a Franco, el 8 de septiembre, solicitando que renunciase a sus funciones a favor de don Juan; misiva que Moscardó no firmó, situándose al lado del jefe del Estado.

En el año 1944, tuvo lugar el Desembarco de Normandía (6 de junio de 1944), que significó el comienzo del fin de la Segunda Guerra Mundial. El Alto Estado Mayor español temía que la invasión aliada de Francia, tuviese repercusiones en España. Así, desde el mes de marzo se habían dado instrucciones para que aumentase la vigilancia de la frontera. Moscardó realizó una serie de visitas en este sentido, que detectaron la entrada de “maquis”. El 22 de septiembre llegaron las primeras fuerzas de reconocimiento, y a partir del 19 de octubre de 1944, cruzaron el valle de Arán, entre cuatro y cinco mil hombres armados, la 204 División de Guerrilleros, mandados por un antiguo jefe del Ejército Popular de la República, el teniente coronel Vicente López Tovar, aunque no pudieron tomar Viella, donde, desde el día 18 de octubre, se encontraba Moscardó, en visita de inspección.

El capitán general de la IV Región Militar pidió refuerzos inmediatamente y abandonó el valle con los guerrilleros ya a la vista, para organizar la contraofensiva.

La 42 División de Infantería, a las órdenes del general Ricardo Marzo Pellicer, su antiguo subordinado durante la batalla de Guadalajara, se puso inmediatamente en armas pero no pudo impedir que los guerrilleros permanecieran en el valle once días. Mientras tanto, Moscardó mantuvo un duro enfrentamiento con el ministro del Ejército, general de división Carlos Asensio Cabanillas, empeñado en destituir al general Marzo, sin darle tiempo para acumular los suficientes recursos con que dominar a los “maquis”. La táctica frontal de los guerrilleros los colocó en desventaja frente a las unidades militares. Moscardó manejó la operación como si se tratara de un combate formal, obligando a los guerrilleros —tras una grave derrota— a replegarse a Francia (30 de octubre de 1944).

Moscardó continuó como capitán general de la IV Región Militar hasta el 3 de marzo de 1945, que, como consecuencia de una nueva convulsión provocada por los generales monárquicos, cesó de su cargo, siendo sustituido por el teniente general Solchaga.

Pasó a ser, de nuevo, jefe de la Casa Militar de Franco. En este puesto, asistió a la reunión del Consejo Superior del Ejército celebrada en Madrid (del 20 a 22 de marzo de 1945), en la que los tenientes generales discutieron sobre la continuidad de Franco en el poder. Moscardó se mostró completamente favorable, triunfando su posición en el seno del Ejército. En los meses siguientes, continuó acompañando al jefe del Estado en todos sus viajes oficiales, hasta que el 6 de abril de 1946 fue nombrado capitán general de la II Región Militar (Sevilla), lo que conllevó el mando del Cuerpo de Ejército de Andalucía hasta el 29 de octubre del mismo año pasó a la reserva.

Sin embargo, Moscardó mantenía todos los cargos políticos y honores que Franco le había concedido, y que le seguiría concediendo. Así, en 1947 se convirtió en presidente del Comité Olímpico Español, en canciller de la Orden Imperial del Yugo y las Flechas, y en consejero vocal del Patronato de Apuestas Mutuas Deportivas benéficas; el 18 de julio de 1948, recibió el título de conde del Alcázar de Toledo, con Grandeza de España, y, nueve días después, marchó a Londres, como jefe de la Misión Deportiva española que participó en las Olimpíadas celebradas ese mismo año en la capital británica. Tres años después, el 2 de marzo de 1951, se convirtió en consejero de la Compañía Arrendataria del Monopolio de Petróleo (CAMPSA) y, ese mismo año, Franco pensó en él como ministro del Ejército, pero el capitán de navío Luis Carrero Blanco aconsejó a Franco que no lo hiciese.

En julio del año siguiente, volvió a presidir la Misión Olímpica española que participó en los Juegos Olímpicos de Helsinki.

José Moscardó murió en Madrid el 12 de abril de 1956. Franco ordenó que se le concedieran honores fúnebres de capitán general con mando en plaza, y al día siguiente, el empleo de capitán general, ordenando que, a partir de ese momento, “todos los escalafones del Ejército sean encabezados con el nombre del capitán general José Moscardó Ituarte, seguido de la frase ‘Jefe del Alcázar de Toledo’”, orden que permaneció en vigor hasta que en la década de 1980, el gobierno del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), presidido por Felipe González, la anuló.

 

Obras de ~: Diario del Alcázar, Madrid, Atlas, 1943; “Prólogo”, en B. Mussolini, Hablo con Bruno, Madrid, Candían, 1943.

 

Bibl.: Documents on German Foreign Policy, serie C, t. III, Washington, Government Printing Office, 1954; M. Briceño- Iragorry, Responso al General José Moscardó, Zaragoza, Gráficas El Noticiero, 1956; B. Gómez Oliveros, General Moscardó. Sin novedad en el Alcázar, Barcelona, AHR, 1956; R. Casas de la Vega, El Alcázar, Madrid, Gregorio del Toro, 1976; M. Navarro Rubio, Mis memorias, Barcelona, Plaza & Janés, 1991; I. Herreros, El Alcázar de Toledo. Mitología de la cruzada de Franco, Madrid, Vosa, 1996; M. Alonso Baquer, D. Manuel Azaña y los militares, Madrid, Actas, 1997; R. Muñoz Bolaños, “La Guerra Civil: una síntesis histórico-militar” y “El Ejército Nacional”, en R. Recio Cardona (ed.), Rojo y Azul. Imágenes de la guerra civil, Madrid, Almena, 1999, págs. 4-57 y págs. 88- 107, respect.; R. Muñoz Bolaños, J. L. de Mesa Gutiérrez, C. Lázaro Ávila y J. N. Núñez Calvo, Las Campañas de Marruecos. 1909-1927, Madrid, Almena, 2001; A. Bullón de Mendoza y L. E. Togores, El Alcázar de Toledo. Fin de una polémica, Madrid, Actas, 2001; G. Cardona, Franco y sus generales. La manicura del tigre, Madrid, Temas de Hoy, 2001; El gigante descalzo. El ejército de Franco, Madrid, Aguilar, 2003; P. Moa, Los mitos de la guerra civil, Madrid, La Esfera de los Libros, 2003; M. Alonso Baquer, Franco y sus generales, Madrid, Taurus, 2005; R. Muñoz Bolaños, “Las Campañas de Marruecos (1859-1927)” y “La guerra civil española (1936- 1939)”, en VV. AA., Aproximación a la Historia Militar de España, t. II, Madrid, Ministerio de Defensa, 2006, págs. 599-614 y págs. 627-650, respect.; R. Muñoz Bolaños, “Las Fuerzas Armadas y la defensa nacional entre las coyunturas bélicas de 1898 y 1936”, en E. Abad Ripoll y F. Quintana Navarro, Actas del seminario. Defensa y Sociedad. “La organización de la defensa de Canarias en los siglos XIX y XX: Estructura y recursos de las Fuerzas Armadas”, Las Palmas de Gran Canaria, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y Ministerio de Defensa, 2006, págs. 43-69; J. Tusell y G. Queipo de Llano, Franco y Mussolini: la política española durante la Segunda Guerra Mundial, Barcelona, Península, 2006.

 

Roberto Muñoz Bolaños

Personajes similares