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Mateo de Olivera

Biografía

Olivera, Mateo de. ?, p. m. s. xvii – ú. t. s. xvii. Maestro albañil y alarife de la ciudad de Lima (Perú).

Se desconocen los orígenes del maestro albañil Olivera, que desarrolló su labor profesional en la capital del virreinato peruano desde, al menos, 1645, cuando era aún un joven oficial.

Están documentadas algunas obras del artífice desde junio de 1645, dedicándose con cierta frecuencia, a lo largo de su trayectoria profesional, a la realización de numerosas celdas para las religiosas de diferentes monasterios y a la obra de casas de vivienda en la ciudad. Estas actividades le reportaron los ingresos suficientes para vivir, al ser requerido, habitualmente, para el quehacer de estas construcciones. Aunque, en general, las obras fueron levantadas bajo el diseño y la traza de otros maestros —lo que apunta a una cierta subordinación profesional de su oficio, al estar bajo la supervisión de otro artífice— su trabajo siempre fue correcto y los encargos se sucedieron durante más de cuarenta años.

El 7 de enero de 1646, concertó con el capitán Pedro de Lazcano la realización de algunas obras en sus casas, situadas en la plazuela de la Inquisición. Aún como oficial de albañilería y morador en los Reyes, firmó, el 2 de octubre del año siguiente, un compromiso con el religioso Francisco de Vargas, comisario de las obras del Colegio de la Santísima Trinidad de la Orden de Predicadores, a fin de realizar dos celdas altas y bajas, enrasar otras cinco más y edificar las que fueran menester en la manera que ordenara el alarife y dominico fray Diego Maroto, tracista y supervisor de la obra. Bajo las órdenes del mismo Maroto se empleó en varias obras para el Colegio de Santo Tomás.

No se conocen otros datos de su vida o de su ejercicio profesional hasta diez años después. El 22 de diciembre de 1656, concertó con el mercedario fray Tomás de Jaramillo la realización de una casa, de nuevo según la planta y las condiciones previamente establecidas por el maestro Maroto; quedando bajo su dirección a lo largo de una completa y minuciosa descripción de las labores. En realidad, Olivera no las terminó, pues los padres mercedarios habían dispuesto unos precios excesivamente bajos para el maestro, que veía así comprometidos sus ingresos y salario conforme avanzaban las mismas. Por ello, el 29 de julio de 1659, liquidó los gastos de las obras realizadas, haciéndose cargo de ellas el maestro albañil Manuel de Escobar.

Continuó realizando celdas monásticas, pues, en junio de 1658, otorgó una carta de pago por las mejoras que había ejecutado en la celda para María de Agüero, religiosa del Monasterio de Nuestra Señora de la Encarnación. Al año siguiente, el 17 de febrero de 1659, Sebastián de Armendáriz le encargó otra vivienda intramuros para sus hijas, religiosas en el Monasterio de Santa Catalina; una celda que levantó con una amplia sala, un oratorio, un patio, una cocina, una recámara y una despensa; dependencias usuales en las viviendas limeñas de la época. En la huerta del mismo monasterio concertó, con Cristóbal Pérez, otra vivienda más, el 31 de mayo de 1659. Probablemente esta celda sea la misma por la que, el 31 de enero de 1660, otorgó carta de pago al mismo Pérez por 500 pesos, a cuenta de lo que estaba tratado en un precio total de 2150 pesos.

Siguió trabajando bajo la supervisión del alarife Maroto en otras viviendas, pues, el 29 de julio de 1659, realizó la liquidación de los gastos de la obra de unas casas frente al Convento e Iglesia de la Merced; una obra que debió concertar en una escritura anterior, de 1656, recibiendo en esta ocasión 200 pesos para continuarla, una vez más bajo la dirección de fray Diego Maroto. El 2 de noviembre de 1659, otorgó carta de pago a fray Marcelo de Valenzuela, procurador del colegio mercedario de San Pedro Nolasco, por 2000 pesos a cuenta de la obra que hacía en las casas del colegio.

En cuanto a obras religiosas, se comprometió, el 26 de agosto de 1663, con el padre comendador de la Recoleta de Belén de la Orden de Nuestra Señora de la Merced, para hacer el general y unas ventanas hacia el claustro. El compromiso incluía la obligación de solarlo de ladrillo y, además, hacer una portada de albañilería que llevara “encima su venera curiosa”; un interesante motivo estructural y decorativo repetido en algunas obras limeñas.

Adquirió cierta relevancia en las labores públicas de la ciudad a raíz de sus trabajos anteriores, siendo nombrado por el Cabildo alarife de la ciudad de Lima, el 2 de enero de 1664.

A la par, siguió trabajando en otras labores domésticas de la capital y de sus alrededores, firmando compromiso, el 28 de diciembre de 1667, para hacer un molino en la chacra nombrada la Venturosa, en el valle de Pachacamac. Al año siguiente otorgó, en agosto de 1668, una carta de pago a Ana de Espinosa por los 704 pesos que le restaban de la cantidad que se le debía por las obras realizadas en su casa. El 1 de diciembre de 1670, concertó con Baltasar Pardo de Figueroa, caballero de la Orden de Santiago, la construcción de otra casa de chacra con un corredor, también en el valle de Pachacamac.

Continuó realizando celdas monásticas y, en enero de 1671, concertó con Bartolomé González Morillo la labor de albañilería, carpintería y herraje de una celda en el Monasterio de Santa Catalina. En abril de 1676, se ocupó de varias obras de albañilería en la casa de Elvira de Aguilar, haciéndose cargo de la carpintería el maestro Nicolás de Bustamante. El 13 de abril de 1680, concertó con el capitán Fernando Pérez la labor de tres casas pequeñas con sus portadas de albañilería, quedando perfectamente descritas en el compromiso notarial.

Su último dato conocido es la revisión que efectuó, el 25 de mayo de 1680, para aprobar la relación de gastos por los reparos ejecutados, por parte de los maestros Manuel de Escobar y Manuel de Cevallos, en el Monasterio de Santa Catalina y en unas casas del mismo Monasterio en Callao.

 

Obras de ~: Albañilería para las casas de Pedro de Lazcano, Lima, 1646; Varias celdas para el Colegio de la Santísima Trinidad, Lima, 1647; Albañilería de las obras del Colegio de Santo Tomás, Lima, 1647; Albañilería de la celda de María de Agüero en el Monasterio de Nuestra Señora de la Encarnación, Lima, 1658; Albañilería para unas casas de los padres mercedarios, Lima, 1656-1660; Varias celdas para religiosas en el Monasterio de Santa Catalina, Lima, 1659-1660; Portada y varias obras de albañilería para el claustro de la Recoleta de Belén, Lima, 1663; Molino para la chacra la Venturosa, Pachacamac, 1667; Albañilería para la casa de Ana de Espinosa, Lima, 1668; Casa de chacra de Baltasar Pardo de Figueroa, Pachacamac, 1670; Celda para Bartolomé González en el Monasterio de Santa Catalina, Lima, 1671; Albañilería para la casa de Elvira de Aguilar, Lima, 1676; Tres casas pequeñas y tres tiendas para el capitán Fernando Pérez, Lima, 1680.

 

Bibl.: R. Vargas Ugarte, Ensayo de un diccionario de artífices de la América Meridional, Burgos, Imprenta Aldecoa, 1968, págs. 294-295; A. San Cristóbal Sebastián, “Los alarifes de la ciudad de Lima durante el siglo xvii”, en Laboratorio de Arte (Universidad de Sevilla), n.º 6 (1993), págs. 129-155; Fray Diego Maroto, Alarife de Lima, 1617-1696, Lima, Epígrafe, 1996, pág. 229; Manuel de Escobar, Alarife de Lima (1640- 1695), Lima, Universidad de San Martín de Porres, 2004, pág. 290; La casa virreinal limeña de 1570 a 1687, Lima, Fondo editorial del Congreso del Perú, 2004, pág. 749.

 

María Dolores Crespo Rodríguez

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