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Beato Alfonso Navarrete

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Biografía

Navarrete Benito, Alfonso. Logroño (La Rioja), 21.IX.1571 − Nagasaki (Japón), 1.VI.1617. Sacerdote dominico (OP), mártir y beato.

Nacido en el seno de una familia distinguida por sus virtudes cristianas, entró en el Convento de San Pablo de Valladolid, donde tomó el hábito y profesó. Después de recibir la ordenación sacerdotal (1595), se alistó para participar en la labor misionera que la Orden Dominica realizaba en Extremo Oriente. Embarcó en Cádiz rumbo a México, para volver a embarcarse en Acapulco con destino a Manila, donde pisó tierra filipina en julio del año siguiente. Desde 1600 y durante varios años ejerció el ministerio pastoral en Patta, en la provincia de Cagayán, pero tuvo que retirarse al Convento de Santo Domingo de Manila por enfermedad. Ya recuperado, volvió a Cagayán (1602), aunque, debido a una recaída, se vio obligado a regresar a Manila y pedir a los superiores volver a España para reponerse en el Convento de Valladolid. Aquí le fue encomendada la misión de reclutar misioneros para Oriente y en sus giras por los conventos de España logró reunir numerosos religiosos jóvenes dispuestos a zarpar hacia Filipinas.

No del todo recuperado todavía, volvió a Manila (1611) con un grupo de jóvenes dominicos reclutados para la misión oriental. Y en este mismo año fue destinado a Japón con residencia en Kyoto. Volvió a viajar a Manila, pero enseguida se reintegró a la misión de Japón, esta vez con asignación en Nagasaki. Sin embargo, la persecución encarnizada contra el cristianismo no permitía una residencia indefinida y las órdenes de destierro eran frecuentes. Efectivamente, ante la orden de expulsión de los misioneros, el padre Navarrete tuvo que abandonar Nagasaki, aunque no de manera definitiva. Sirviéndose de una estratagema, en vez de salir para un país extranjero, se embarcó rumbo a Usuki, en la actual provincia de Ôita, junto con el superior de los religiosos agustinos Hernando de Ayala, con lo cual logró permanecer en tierras japonesas.

Nombrado superior de los dominicos (1615), el padre Navarrete incrementó su labor misionera y empezó a organizar varias asociaciones con el fin de intensificar la ayuda a los cristianos. Fusionando varias cofradías, creó la Cofradía del Rosario de Número, que estaba formada por fervientes cristianos procedentes de varias asociaciones. Entre ellos hubo quienes posteriormente testimoniaron la fe cristiana con el martirio. Compartió con los franciscanos y agustinos la promoción de la Cofradía de la Caridad, destinada a atender a los enfermos y marginados, huérfanos y abandonados de las comarcas vecinas. Potenció de manera especial la Cofradía del Rosario, que tuvo una gran importancia en la historia del cristianismo japonés, aun después de expulsados todos los misioneros y cerradas las fronteras a toda influencia occidental. En efecto, gracias a la devoción del rosario mariano, se conservó la fe cristiana entre los creyentes que, ante el furor de la persecución, se refugiaron en el archipiélago de Gotô, a unos cien kilómetros de Nagasaki. Allí se mantuvieron, con mayor o menor fidelidad, las creencias cristianas, tomando como pauta los quince misterios del Rosario, de tal modo que, cuando se restauró la Iglesia de Japón a finales del siglo XIX, la primera comunidad cristiana se formó en Nagasaki con la aparición de algunos núcleos de fieles escondidos en Gotô.

Decidido a ejercer el ministerio públicamente, con el fin de mover a los cristianos a confesar sus convicciones sin miedo a la persecución, salió en compañía del agustino padre Ayala hacia Omura el día 25 de mayo de 1617. En realidad, mientras en algunas zonas se daba un florecimiento de la vida cristiana, en otras los cristianos abrigaban reparos e incluso miedo a manifestar externamente su fe. Por eso, en mayo de 1617, desafiando el furor anticristiano, ambos misioneros se arriesgaron a lanzarse a un ministerio público de mayor alcance y de gran peligro. No es extraño que esta actitud les costara la detención y sus consecuencias y, de hecho, los dos compartirían muy pronto el martirio y el honor de los altares como habían compartido sus andanzas misioneras.

A los pocos días, el padre Navarrete fue detenido en Ômura y conducido a la pequeña isla de Takashima donde, el 1 de junio de 1617, fue decapitado. Lo beatificó el papa Pío IX (7 de julio de 1867) junto con otros 205 mártires de Japón. Su fiesta se celebra el 10 de septiembre.

El padre Navarrete es el protomártir de los dominicos en Japón y uno de los fundadores de la misión dominica en Japón el año 1602. Bajo la dirección del padre Francisco Morales, llegaron de Manila para iniciar una actividad misionera que duraría hasta 1637.

En la primera década del siglo XVII, los misioneros pudieron gozar de una relativa calma y, como consecuencia, desplegar su actividad en diversas zonas de la isla de Kyûshû e incluso llegar a fundar iglesias en Kyoto y Osaka. La situación empeoró considerablemente cuando, en 1614, el sogún Tokugawa Ieyasu publicó un edicto más represivo y severo. Los religiosos se vieron entonces forzados a ampararse en la oscuridad de la noche para evangelizar y animar a los cristianos laicos.

Ieyasu murió en 1616, pero Hidetada, su sucesor en el shogunado, intensificó la opresión contra el cristianismo. Poco a poco las cárceles se fueron llenando de religiosos: jesuitas, agustinos, franciscanos, dominicos y fervientes laicos cristianos..., que sucesivamente fueron conducidos al altar del martirio. Pero la inmolación final estaba precedida de reclusiones, castigos y suplicios difíciles de imaginar, hasta el punto de que la sola descripción de algunos de ellos, como los tormentos de la horca y hoya, el agua ingurgitada, la incrustación de agujas en los dedos, etc., hiere la sensibilidad de cualquier persona. Así, con sangre de martirio, se escribió la historia del cristianismo japonés.

 

Obras de ~: “Cartas”, Japón, 1617 [en F. Morales (OP), Relación del glorioso martirio de los PP. Alfonso Navarrete, Vicario Provincial de Japón, y de Fr. Hernando de San José, Vicario Provincial, agustino, también en Japón, 1617 (inéd.)] (en Archivo de la Provincia del Santo Rosario, Manila, ms. t. 301, fols. 1-30).

 

Bibl.: H. Ocio, Compendio de la reseña biográfica de los religiosos de la provincia del Rosario, Manila, Est. Tipográfico del Real Colegio de Santo Tomás, 1895, pág. 32; J. M. González, “Navarrete, Alonso”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. III, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1973, pág. 1770; J. Delgado y P. G. Tejero, “Mártires de Japón”, en Testigos de la fe en Oriente, Madrid, Secretariado de Misiones Dominicanas, 1987, págs. 113-115; H. Ocio y E. Neira, Misioneros dominicos en el Extremo Oriente, vol. I, Manila, Life Today Editions, 2000, págs. 71-72; J. González Valles, “Beato Alfonso Navarrete y 19 compañeros mártires”, en J. A. Martínez Puche (dir.), Nuevo año Cristiano (septiembre), Madrid, Edibesa, 2001, págs. 548-549.

 

Jesús González Valles, OP