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José Sánchez Bregua

Biografía

Sánchez Bregua, José. Oleiros (La Coruña), 15.IX.1818 – La Coruña, 19.VI.1897. Teniente general del Ejército, ministro de la Guerra, director general de Sanidad Militar, presidente de la Sección de Guerra y Marina del Consejo de Estado, diputado y senador.

Hijo de José Sánchez Montoto y de Manuela Bregua de Brezo, naturales ambos de Rutis (La Coruña), de muy humilde condición y dedicados a las tareas del campo. En 1836, al cumplir los dieciocho años fue quintado y destinado a servir en el Regimiento de Caballería Albuera n.º 10, acuartelado en La Coruña. Aquel año, tras la renuncia del general Luis Fernández de Córdova a continuar al mando de las tropas que combatían en el Norte, alegando falta de medios, los carlistas estaban a punto de hacerse con Bilbao. Y en Galicia, después de la incursión del general Miguel Gómez Damas para atraerla a la causa de don Carlos, decenas de partidas asolaban los campos, interceptaban los caminos y amedrentaban a la población.

El 24 de diciembre, Espartero, nombrado jefe del Ejército de Operaciones del Norte, logró levantar el sitio de Bilbao y abandonó la actitud defensiva mantenida por su predecesor. En esta coyuntura, Sánchez Bregua marchó con su regimiento a Vitoria y quedó encuadrado en la división del general Alaix. Con ella participó en la ofensiva iniciada el 10 de marzo de 1837, en cuyo curso asistió a las acciones de Mondragón y Salvatierra, y en el ataque frustrado al castillo de Guevara.

Poco después, los carlistas derrotaron a la Legión Británica en Oriamendi y Espartero decidió replegarse a Bilbao. En mayo, don Carlos se puso al frente de doce mil hombres y entró en Aragón camino de Valencia. Espartero, tras reforzar la línea del Ebro, le siguió la pista. La unidad de Sánchez Bregua, trasladada inicialmente a Miranda de Ebro, se incorporó después a la persecución, sufriendo un grave revés entre Herrera y Villar de los Navarros (24 de agosto de 1837), otro en Aranda de Duero, donde el general Juan Antonio de Zariategui protegió el repliegue de don Carlos (29 de septiembre de 1837), y salió victoriosa en el encuentro de Retuerta, que puso fin a la llamada Expedición Real (5 de octubre de 1837).

Desplazado el centro de gravedad de la guerra al Maestrazgo, su regimiento regresó a La Coruña en julio de 1838. Promovido a cabo 2.º en octubre y a cabo 1.º en diciembre del mismo año, su principal tarea fue combatir contra las diversas partidas que deambulaban por Galicia. El 5 de septiembre de 1839, recién firmado el Convenio de Vergara, ascendió a sargento 2.º, continuando en la persecución de las bandas de malhechores en que las antiguas partidas fueron trasformándose a lo largo de 1840. El 27 de enero de 1841, el teniente general Valentín Ferraz, director general de Caballería, le recompensó con el grado de sargento 1.º por los servicios prestados, y en abril fue trasladado con su unidad a Badajoz.

El 1 de octubre de 1841, Leopoldo O’Donnell tomó la Ciudadela de Pamplona y exigió el retorno de la exiliada regente María Cristina de Borbón, secundado por Manuel Montes de Oca en Vitoria, y por los generales José Gutiérrez de la Concha y Diego de León en Madrid. El Regimiento Albuera se unió al cuerpo de operaciones concentrado por Espartero en Vitoria, participó en la recuperación de la ciudadela de Pamplona, abandonada por O’Donnell, y regresó a Badajoz en febrero de 1842.

En noviembre del mismo año, el sargento Sánchez Bregua fue destinado al Establecimiento Central de Instrucción de Caballería, sito en Alcalá de Henares, donde conoció y simpatizó con la conspiración liderada por Narváez para derrocar a Espartero. La serie de pronunciamientos iniciada en mayo de 1843 culminó con la llegada a las inmediaciones de Madrid de las tropas rebeldes. Las procedentes de Valladolid, lideradas por el teniente general Francisco Javier de Azpíroz, se posicionaron en El Pardo el 12 de julio, uniéndose a ellas el coronel Luis Corsini, subdirector del citado establecimiento, con todos sus hombres. Azpíroz formó con ellos una compañía de honor, con la que, tras capitular los esparteristas en Torrejón de Ardoz, Bregua entró en la capital el día 23, siendo recompensado con el empleo de sargento 1.º de Caballería el 29 de abril de 1844, y destinado al Regimiento de Cazadores de María Cristina, de guarnición en Madrid.

Decidido a hacer carrera en el Ejército, solicitó traslado a Filipinas al objeto de obtener el empleo de alférez, que le fue concedido el 30 de agosto. Permaneció dos años en Manila, destinado en el Regimiento de Cazadores de Luzón, hasta que el 28 de diciembre de 1846 fue destacado a la provincia de Pangasinán, en la zona noroeste de la isla de Luzón, para auxiliar al cobro de la renta de tabacos. El arrojo con que batió a las partidas de contrabandistas y piratas que asolaban costas y poblados fue recompensado con la Cruz Sencilla de la Orden de San Fernando. Quebrantada su salud, regresó a Manila y tres años después, el 9 de marzo de 1850, solicitó volver a Madrid.

Destinado de nuevo al Establecimiento Central de Instrucción, tras pasar varios meses de permiso en su aldea natal, contrajo matrimonio el 15 de enero de 1851 con Ramona Agra Agüela, hija del acaudalado secretario del Ayuntamiento de Oleiros, de la que no tuvo descendencia.

El 26 de diciembre del mismo año, el general Domingo Dulce, director general de Caballería, le reclamó para ocupar un puesto en su Secretaría, iniciando una próspera carrera burocrática, vinculada al Partido Progresista, que se prolongaría durante veinte años. En dicho puesto, fue promovido a teniente en 1852 y a capitán en 1854, por permuta de la Cruz de Isabel la Católica que se le había concedido por su intervención en la “Vicalvarada”. El empleo de capitán le brindó además un puesto de plantilla en la Dirección General de Caballería.

Del 14 al 16 de julio de 1856, a las órdenes de Dulce, participó activamente en la represión del levantamiento de la Milicia Nacional en Madrid, luctuosas jornadas que dieron fin al Bienio Progresista. El 18, se integró en la columna que, también al mando de Dulce, acudió a Zaragoza para sofocar los motines suscitados por el cese de Espartero. Su intervención en estos acontecimientos le valió el empleo de comandante.

La vuelta de los moderados al poder en el mes de octubre, con la consiguiente caída en desgracia de O’Donnell, forzó su salida de la Dirección General y su destino al Regimiento de Caballería Talavera n.º 17, en Alcalá de Henares. Allí permaneció hasta el 2 de julio de 1858, cuando Dulce, nombrado capitán general de Cataluña por el gobierno de la Unión Liberal, le reclamó como ayudante de campo.

Mucho debió interceder su protector ante O’Donnell para que, el 11 de noviembre del mismo año, se le nombrara oficial de número de la Secretaría del Ministerio de la Guerra. Conviene conocer algunos rasgos de aquella elemental estructura ministerial para valorar la trascendencia del hecho. El citado Ministerio se componía solamente de una Secretaría y de un número variable de direcciones generales para el gobierno de las unidades armadas. La Secretaría era el órgano de apoyo inmediato al ministro, lo que actualmente se llamaría gabinete, y tenía carácter de corporación político-militar. Su escueta plantilla de sesenta y tres funcionarios formaba escala independiente de la del Ejército, y constaba de un general subsecretario, dieciséis oficiales de número, veintiséis auxiliares y cuarenta escribientes. Muy bien retribuidos y muy privilegiados en su régimen de ascensos, Bregua pasó en menos de diez años de comandante a brigadier, fue recompensado con el grado de coronel por la Guerra de África, con la Legión de Honor por la expedición franco-española a Cochinchina, y con la Encomienda de Carlos III por sus servicios.

La escala independiente impedía que los oficiales de número fuesen cesados con ocasión de un cambio de gobierno, pero era costumbre que presentaran la dimisión y quedaran en situación de reemplazo en la Secretaría, cobrando la mitad del sueldo. En su caso, así ocurrió en 1863, cuando O’Donnell fue sustituido por José Gutiérrez de la Concha, ministro de la Guerra del gobierno del marqués de Miraflores; se reincorporó en 1864, a la llegada de José Marchesi, en el gobierno de Alejandro Mon; volvió a cesar cuando Narváez nombró ministro a Fernando Fernández de Córdova en 1865, y O’Donnell le repuso en el puesto nada más regresar al gobierno en junio del mismo año, ascendiéndole a brigadier el 6 de febrero de 1866.

La vuelta de los moderados al poder, aquel mes de julio, iba a suponer su separación definitiva de la Secretaría. Adscrito oficialmente a ella en situación de reemplazo, pasó en realidad la mayor parte del tiempo en Galicia, aduciendo el mal estado de su salud. El 8 de junio de 1868, muerto ya Narváez y presidiendo el gobierno Luis González Bravo, solicitó seis meses de licencia para viajar por Galicia, el País Vasco y Francia, teóricamente para realizar determinadas gestiones en calidad de vocal del Consejo de Administración de la Compañía del Ferrocarril del Noroeste. Aunque se le concedió, el ministro de la Guerra, Rafael Mayalde Marroya, que había sido su coronel en el Regimiento María Cristina, mandó detenerle y confinarle en León como sospechoso de estar involucrado en la preparación del golpe de estado que Dulce, Prim y otros generales estaban tramando con la intención de destronar a Isabel II.

El triunfo de los septembristas le repuso en la Secretaría, y en diciembre fue nombrado jefe de Estado Mayor de la columna mandada por el teniente general Antonio Caballero de Rodas para sofocar los levantamientos republicanos de Cádiz y Málaga. Ascendido a mariscal de campo por estos hechos, Prim le nombró subsecretario del Ministerio de la Guerra el 17 de enero de 1869, cargo que mantuvo hasta su asesinato.

El 6 de enero de 1871, el general Serrano, primer jefe de gobierno de Amadeo de Saboya, le nombró capitán general de Galicia, puesto que compatibilizó con el de diputado en la legislatura de 1872. El 10 de octubre de este año, el brigadier Bartolomé Pozas y el capitán de navío Braulio Montejo proclamaron la República Federal en el Arsenal de Ferrol y asesinaron a su jefe, el vicealmirante Sánchez Barcáiztegui. Sánchez Bregua, con sólo setecientos soldados, sofocó la insurrección y encarceló a los más de mil implicados. El gobierno de Ruiz Zorrilla le recompensó con el ascenso a teniente general, pero el perdón otorgado a los procesados dejó maltrecha la disciplina.

Tras abdicar Amadeo y ser proclamada la República, presentó la dimisión, quedando disponible en La Coruña. Allí permaneció, al margen de los graves motines que protagonizaron las tropas que combatían contra los carlistas durante los meses de junio y julio de 1873, hasta que el ministro de la Guerra Eulogio González Íscar, todavía bajo la presidencia de Pi y Margall, recurrió a él para que restableciese la disciplina en el Ejército del Norte. Enviado el 10 de julio a Vitoria, como jefe de Estado Mayor del teniente general Ramón Nouvillas Rafols, se ordenó que le relevase tan pronto llegara a su destino.

La inmediata sustitución de Pi y Margall por Salmerón, que se había comprometido a poner fin a los actos de insubordinación, no rindió los frutos esperados. La precaria situación de los republicanos y la ventaja adquirida por los carlistas provocó numerosos reveses bélicos. A lo largo del mes de agosto, las tropas del pretendiente ocuparon la mayor parte de la provincia de Guipúzcoa, don Carlos juró solemnemente los fueros en Guernica, y el general Lizárraga celebró entrada en Vergara con la quema simbólica de una copia del acta del Convenio de 1839. Entretanto Bregua, mal informado, acudía en socorro de Bilbao, mientras los carlistas invadían Navarra y entraban en Estella, donde el pretendiente estableció su Corte.

Avergonzado por el rumbo que llevaban las operaciones, se creyó obligado a presentar la dimisión al nuevo gobierno presidido por Castelar, quien, no obstante, reconoció sus dotes como gestor y el 9 de septiembre le puso al frente del Ministerio de la Guerra. Durante su corta etapa ministerial se ocupó fundamentalmente de reponer en todo su vigor la ordenanza y dotar de medios a los maltrechos Ejércitos de operaciones, comenzando por devolver el mando del Ejército del Norte al general Domingo Moriones, cesado por su ideología monárquica nada más ser proclamada la República, pero buen conocedor de aquel teatro de operaciones.

También restableció organismos suprimidos por los gobiernos anteriores, como las direcciones generales de las armas y las academias militares tradicionales; resolvió el conflicto con el Cuerpo de Artillería, desencadenante de la abdicación de Amadeo de Saboya y obvia concausa de los descalabros del Ejército republicano en el campo de batalla, e instauró, por primera vez en España, el servicio militar obligatorio, derogando la sustitución y la redención a metálico.

A finales de diciembre, cuando se aproximaba el momento en que los diputados debían renovar las atribuciones prácticamente dictatoriales concedidas a Castelar tres meses antes, sus tres predecesores se comprometieron a votar en su contra. Su propio grupo político también le retiró su apoyo, cuando se negó a cesar a ciertos generales en los que se venía apoyando, entre ellos Sánchez Bregua. Ante la segura derrota del presidente y el riesgo de que se reprodujera la anarquía, el capitán general de Madrid, Manuel Pavía Rodríguez de Alburquerque, se aprestó a impedirlo.

El ministro se negó a participar en el golpe de estado que se estaba preparando, por amistad y lealtad hacia Castelar, pero también se opuso a retirar tropas de Madrid, como le sugirieron sus colegas en el Consejo de Ministros, al considerar preciso disponer de fuerzas suficientes en previsión de alteraciones de orden público.

El 1 de enero de 1874, Pavía se entrevistó con Castelar, quien le aseguró que si, al día siguiente, la Asamblea le retiraba su confianza, abandonaría el cargo. Pavía no le comunicó sus planes ante esa eventualidad, ni tampoco a su ministro. El 2, antes de iniciarse la sesión parlamentaria, Bregua telegrafió a los generales en jefe y a los capitanes generales de distrito para recordarles su deber de acatar las decisiones del Parlamento. Además, envió otro telegrama a Pavía para informarle del previsible cambio de gobierno.

Castelar dimitió en la madrugada del día 3, y la Asamblea propuso que le reemplazara un diputado federal. Pavía situó sus tropas en diversos puntos neurálgicos de la ciudad. Bregua le ordenó que las devolviese a los cuarteles, sin que el capitán general acatara la orden. Finalizada la votación del candidato y comenzado el escrutinio, Pavía conminó a Salmerón, presidente de la Asamblea, a suspender la sesión, momento en el que Bregua tomó la palabra para anunciar su inmediata destitución y procesamiento. Aunque la Cámara, como medida de urgencia, renovó la confianza a Castelar, el piquete de la Guardia Civil que prestaba servicio en el edificio entró en el hemiciclo, comunicó a Bregua que era inútil resistir, y los diputados abandonaron los escaños.

Bregua se negó a formar parte del gobierno de concentración presidido por Serrano, quien el 21 de enero le nombró capitán general de Galicia, siendo cesado tras la proclamación de Alfonso XII. Unos meses después, en julio de 1875, Joaquín Jovellar, primer ministro de la Guerra de Cánovas, le nombró capitán general de las Provincias Vascongadas. La decisión, mal recibida por el jefe del Ejército del Norte, fue revocada y en compensación le situó al frente de la Capitanía General de Extremadura. En octubre pasó al Consejo de Estado y en noviembre a la Capitanía General de Andalucía.

 Al poco de llegar a Sevilla solicitó ser relevado por encontrarse enfermo. Nombrado senador vitalicio y adscrito al Partido Liberal, se dedicó intensamente a la vida parlamentaria durante los siguientes tres años.

En mayo de 1879, Martínez Campos le nombró capitán general de Galicia y en septiembre director general de Sanidad Militar. Dos años después, en febrero de 1881, Sagasta le repuso en la Capitanía General de Galicia, cargo que mantuvo hasta la vuelta de los conservadores al poder, en febrero de 1884, quienes le nombraron presidente de la Sección de Guerra y Marina del Consejo de Estado.

Muerto Alfonso XII, la regente María Cristina confió las riendas del Gobierno a Sagasta, y Jovellar le volvió a nombrar capitán general de su tierra natal, de la que ya nunca volvió a separarse, excepto durante el período anual de sesiones del Senado. El 27 de septiembre de 1890, al cumplir setenta y dos años, pasó a la situación de reserva y fijó su residencia en La Coruña. El 19 de febrero de 1892, falleció su esposa, a la que sobrevivió cinco años. Tras su muerte, el Ayuntamiento de La Coruña instó al gobierno la concesión de honores póstumos de capitán general con mando en plaza, y quiso dedicarle una estatua de bronce, que nunca se llegó a erigir.

 

Obras de ~: Discursos sobre división territorial militar pronunciados en el Senado los días 9 y 12 de mayo de 1893 por el Excmo. Sr. D. José Sánchez Bregua, La Coruña, Tipografía de la Papelería Ferrer, 1893.

 

Bibl.: Relación de las cantidades con que han contribuido para pago de los regalos hechos a los Sres. Castelar y Sánchez Bregua, los señores Generales, Jefes y Oficiales del Cuerpo de Artillería en los meses de Octubre de 1876 a fin de Septiembre de 1877, s. l., 1877; A. Pirala, Historia de la Guerra Civil y de los Partidos Liberal y Carlista, corregida y aumentada con la Historia de la Regencia de Espartero, Madrid, Felipe González Rojas, 1890- 1891; Historia Contemporánea. Segunda parte de la Guerra Civil. Anales desde 1843 hasta el fallecimiento de Don Alfonso XII, Madrid, Felipe González Rojas, 1892-1895; F. Puell de la Villa, Historia del Ejército en España, Madrid, Alianza, 2000; F. Puell de la Villa, Historia del Ejército en España, 2.ª ed., Madrid, Alianza, 2005; M. Aguilar Olivencia, El ejército español durante la Primera República, Madrid, Ministerio de Defensa, 2017.

 

Fernando Puell de la Villa

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