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Pedro Fernández de Córdoba y Figueroa

Biografía

Fernández de Córdoba y Figueroa, Pedro. Conde de Feria (IV). ¿Montilla (Córdoba)?, V-VIII.1519 – Priego (Córdoba), 27.VIII.1552. Noble.

El primogénito de Lorenzo Suárez de Figueroa, III conde de Feria, y de Catalina Fernández de Córdoba, II marquesa de Priego, nació posiblemente en Montilla, entre los meses de mayo y agosto de 1519.

En aquellas tierras cordobesas transcurrió la mayor parte de su infancia, contraviniendo lo que había recomendado su padre, Lorenzo Suárez de Figueroa, respecto a la crianza de los hijos en Extremadura. En diciembre de 1533, al cumplir los catorce años, el Rey le señaló tutelaje conforme a la costumbre.

Prosiguiendo la tradición familiar de servicios a la Monarquía, Pedro Fernández de Córdoba acompañó al Emperador a partir de 1541. Su primera experiencia llegó en el fracasado intento de ocupación de Argel.

El 15 de octubre, el conde de Feria y sus hermanos Gómez y Juan Matías salían de Cartagena en una flota capitaneada por el duque de Alba para unirse en aguas mallorquinas a la Armada de Carlos V y poner proa hacia Argel. Allí un temporal destruyó la mayor parte de las naves. Privados de abastecimientos, hubieron de regresar a España. Al año siguiente, cuando Francia se cernía peligrosamente sobre Perpiñán con un grueso ejército, el conde de Feria acudió con rapidez al requerimiento del Emperador (Monzón, julio de 1542), que le solicitaba cuarenta lanzas para reforzar el contingente que se preparaba en defensa de la frontera pirenaica. En 1543, Pedro Fernández de Córdoba fue objeto de gran distinción por el Soberano, al ordenarle éste que fuera en su compañía desde Barcelona hacia Flandes y Alemania. Adquirió un protagonismo especial en la victoriosa campaña imperial de ese verano frente al duque de Clèves, Francisco I de Francia, y la Liga de Smalkalda. La comitiva, tras un largo itinerario por Italia y Alemania, puso sitio el 22 de agosto a Düren, plaza fuerte del duque de Clèves, muy bien guarnecida y con fama de inexpugnable. Las crónicas que narran la toma de la ciudad destacan el comportamiento del conde de Feria, valiente, noble y caballeroso con el vencido.

En 1544, firmada de nuevo la paz con el rey de Francia, Carlos V se dirigió a Flandes. En Bruselas recibió la visita de la reina de Francia, su hermana, y con esa ocasión se organizaron numerosos juegos de cañas, banquetes y fiestas, en los que el señor de Feria se distinguió por la liberalidad con la que organizaba sus banquetes, motivo de grandes dispendios. En diciembre de ese año regresó a España.

Personaje muy próximo al Emperador, al que sirvió con valor y lealtad, Pedro Fernández de Córdoba fue recompensado con un honor muy especial, dada la enorme estima en que el soberano tenía a una institución de la que era gran maestre y que representaba el espíritu caballeresco aún entonces vigente: el Toisón de Oro. Le fue otorgado en el veintiún Capítulo de la Orden (Utrecht, 6 de enero de 1545). La falta de salud vino a truncar su carrera política. Aquejado, quizás, del mal que cuatro años después le llevó a la tumba, no pudo aceptar dos ofrecimientos de Carlos V, que quiso nombrarle mayordomo mayor del príncipe Felipe y, en 1548, virrey de Navarra.

El IV conde de Feria era de maneras finas y cortesanas, según el poeta y músico Gregorio Silvestre.

Heredó de su padre la afición a las letras y al saber; acogió con agrado, como tantos nobles de su tiempo, las ideas de Erasmo e hizo de su casa una pequeña corte literaria. Su orgullo de casta y su sentido de la dignidad quedaron patente cuando en julio de 1544 protagonizó en Flandes un lance de honor por ver quién tenía derecho a acompañar a una de las damas de la reina francesa. Sólo la intervención del propio Emperador evitó que llegara a batirse con Hernando de Gonzaga.

Las jornadas de servicio a la Corona forzaron al IV conde de Feria a incrementar el ya grave nivel de endeudamiento de su casa, obteniendo del Emperador sucesivas facultades para imponer censos sobre su mayorazgo (1542, 1543 y 1546, por un total de hasta 70.000 ducados). En el año de su muerte, con unas rentas anuales de 34.000 ducados, Pedro Fernández de Córdoba dejaba su estado cargado con un mínimo de cuarenta y cuatro censos, que suponían una deuda principal de casi 172.000 ducados y exigían unos pagos anuales de 12.275 ducados. Reclamado como estaba cada vez más por las tareas militares y políticas, el IV conde de Feria, consciente del prolongado alejamiento físico de sus dominios señoriales, desarrolló una intensa labor reglamentista, a fin de contar con una normativa eficaz por medio de la cual sus funcionarios defendiesen los intereses de la casa en ausencia del señor. De ahí las numerosas ordenanzas de tierras y montes que promulgó para regular la explotación de Los Barros de Villalba y Nogales y las tierras y montes de Oliva de la Frontera y Valencia de Mombuey.

Con él la casa de Feria siguió estrechando lazos con el cuerpo superior del estamento nobiliario. En 1541 el IV conde de Feria se casó por poderes, en Montilla, con la jovencísima Ana Ponce de León (Marchena, 1527), primogénita de los duques de Arcos, en una operación de doble enlace entre ambas casas (María de Figueroa, hermana del de Feria, matrimoniaba a su vez con el II duque de Arcos). A su vuelta de tierras flamencas se unió por fin a su joven esposa y festejó su enlace con toda clase de celebraciones. Esa vida de lujo y derroche se trocó de manera radical en otra de austeridad y devoción por influjo del maestro Juan de Ávila, que ejercía gran influencia sobre la familia.

El matrimonio tuvo dos hijos. Catalina, la mayor, nació en Zafra en 1547. Lorenzo, el primogénito, nació el 25 de agosto de 1548 en Constantina, pero murió nada más recibir el bautizo. Catalina no podía heredar el estado de Feria, de exclusiva sucesión agnaticia, en el que sucedió su tío Gómez. Ella, por decisión de su abuela (febrero de 1568), se convirtió en la III marquesa de Priego, ya que en la casa andaluza sí podían suceder las mujeres.

Retirado a Extremadura, en 1550 el conde contrajo una grave enfermedad (según el maestro Ávila, tercianas) que le mantuvo en cama durante los tres últimos años de su vida. Se trasladó a Priego en busca de una mejoría de salud, mas todo fue en vano, porque dos años después le reclamó la muerte, a edad temprana como a su padre, treinta y tres años. En sus últimas voluntades, el IV duque de Feria encargaba a su viuda que prosiguiese los tratos para casar a su hija Catalina con el sucesor estado de Feria, su hermano Gómez, a fin de que la unión con el estado de Priego resultase definitiva. Ana, la condesa viuda, impresionada vivamente por la predicación del maestro Ávila, resolvió profesar como clarisa en el convento de Montilla, donde murió casi medio siglo después, el 26 de abril de 1601.

 

Fuentes y bibl.: Archivo Ducal de Medinaceli, Feria, legs. 3, 7, 28, 44, 57 y 59; Priego, leg. 2; Real Academia de la Historia, Colección Salazar, t. D-31; t. M-5.

A. de Santa Cruz, Crónica del Emperador Carlos V, s. f. (Biblioteca Nacional de España, ms. 3825) (ed. de R. Beltrán y Rozpide, A. Blázquez y Delgado-Aguilera, vol. IV, Madrid, 1925); J. C. Calvete de Estrella, El felicísimo viaje del muy alto y muy poderoso Príncipe don Phelippe, Amberes, 1552 (Madrid, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 2001); Martín de Roa, S. J., Vida de doña Ana Ponce de León, condesa de Feria y después monja en el monasterio de Santa Clara de Montilla, Córdoba, Casa de la Viuda de Andrés Barrera, 1604; M. Vivas Tabero, Glorias de Zafra o recuerdos de mi patria, Madrid, Estudio Tipografía Sucesores de Rybadeneyra, 1901; F. L uis de Granada, Vida del padre Maestro Juan de Ávila, Madrid, Apostolado de la Prensa, 1943; J. de Ávila, Obras Completas, ed. e introd. L. Sala Balust, Madrid, 1952-1953, 2 vols.; F. P. de Sandoval, Historia de la vida y hechos del Emperador Carlos V (hacia 1604-1605), vol. III, Madrid, Atlas, 1956; Estudio histórico de algunas familias españolas, vol. I, Madrid, Dauzon y Fry, 1965; A. de Figueroa y Melgar, “Doña Ana Ponce de León, Condesa de Feria”, en Revista de Estudios Extremeños (REE), XXVII, II (1971), págs. 243-259; “Los Suárez de Figueroa de Feria y Zafra”, en REE, XXX, III (1974), págs. 493-524; J. M. Valencia Rodríguez, “Gasto y endeudamiento de la alta nobleza en el siglo xvi: los duques de Feria”, en Anuario de Investigaciones de “Hespérides” (AIH), V (1998), págs. 121-137; Señores de la tierra: Patrimonio y rentas de la Casa de Feria (siglos xvi y xvii), Editorial Regional de Extremadura, Cáceres, 2000; “Endogamia nobiliaria: la difícil unión de las Casas de Priego y Feria”, en AIH, vol. VII (2001), págs. 85-100; J. C. Rubio Masa, El mecenazgo artístico de la Casa Ducal de Feria, Badajoz, Regional de Extremadura, 2001; M. Fernández Álvarez, Corpus documental de Carlos V, II (1539-1548) y III (1548-1554), Madrid, Espasa Calpe, 2003.

 

Juan M. Valencia Rodríguez