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Domingo Perler Rabasquino

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Biografía

Perler y Rabasquino, Domingo. Alicante, 1724 – Isla de León, San Fernando (Cádiz), 23.I.1800. Marino, militar, teniente general de la Armada.

Nació en el seno de una familia hidalga de Alicante, aunque la familia paterna era originaria del pueblo alicantino de Biar, pero procedían de Sicilia; mientras que la familia materna era originaria de Génova. Su padre, Juan Perler y Picardo, fue capitán de milicias en Biar, y su madre, Rosa Rabasquino y Belando, era hija de un familiar del Santo Oficio de Génova. Realizó los estudios propios de los jóvenes de su época y condición y llegada la edad adecuada solicitó y obtuvo carta-orden de guardia marina y sentó plaza de tal en el departamento de Cádiz (23 de noviembre de 1740), con dieciséis años de edad. Su primer embarque, una vez superados los estudios elementales, fue en el navío San Isidro, uno de los que componían la escuadra del marqués de la Victoria, que salió de Cádiz (15 de noviembre de 1741) con la misión de realizar transporte de tropas de Barcelona a La Spezia (Italia). Al siguiente año, como consecuencia de un temporal tuvo que arribar desarbolado al puerto de Ayaso —hoy día en la Riviera italiana y denominado Alassio—, desde donde fue transportado con la mayor parte de su dotación por el navío francés Sirio a Tolón, en donde se hallaba bloqueada por los ingleses su escuadra, y se le destinó al navío Constante, mandado por Agustín Iturriaga. Participó en el combate de cabo Siciè, que la citada escuadra sostuvo con la inglesa del almirante Mathews y que terminó con la retirada de los ingleses después de sufrir grandes daños ambos bandos. Después del combate se trasladó a Cartagena, y allí trasbordó al navío Santa Isabel, al mando de Ignacio Douteull, para hacer el corso en el Mediterráneo, y al terminar volvió a su buque para retornar a Cádiz, de donde había salido con el San Isidro. Volvió a salir para proteger la recalada de los buques procedentes de América en el cabo de San Vicente y, más tarde, salió a las órdenes del baylío frey Julián de Arriaga para Costa Firme, sin generala, de resultas de la sublevación que se había producido en esa zona; el baylío desembarcó en La Guaira por haber sido nombrado gobernador y capitán general de aquella provincia; con su navío regresó Perler a Cádiz, haciendo escalas intermedias en Cartagena de Indias y La Habana.

Ascendió a alférez de fragata (17 de junio de 1747) y embarcó en el navío Reina, donde hizo el corso en la división del baylío frey Pedro Mesías de la Cerda, y pasó después de Cartagena al departamento de Ferrol, regresando posteriormente a Cádiz, momento en el que embarcó en el navío Castilla para trasladarse a La Habana, con generala. A la llegada al Apostadero pasó a la fragata Flora, con la que hizo varias salidas al golfo de Honduras y la expedición a Balix (Haití) y Veracruz.

Fue promovido a alférez de navío (20 de noviembre de 1749) y regresó a Cádiz a bordo del navío Europa, embarcando en la fragata Industria, al llegar. Hizo diferentes salidas al corso en la división de Juan Antonio de la Colina. A continuación, pasó a la fragata Venganza con la que salió para Ceuta y demás presidios de África; repitiendo este servicio y el de corso en el Mediterráneo, tanto en este buque como en la fragata Venus y el navío Castilla, todos de la escuadra de Andrés Reggio.

Ascendió a teniente de fragata (20 de marzo de 1754) y embarcó en el navío Princesa, y de éste pasó al España, perteneciente a la flota de Carlos Reggio, con la que salió para Veracruz y La Habana. De dicho navío fue trasbordado en La Habana al Aquilón, del mando de Marqués González y perteneciente a la escuadra del jefe de escuadra marqués del Real Transporte.

Ascendió al empleo de teniente de navío (13 de julio de 1760).

En el año de 1762, cuando sitiaron y bloquearon a La Habana los ingleses con motivo de la guerra de la independencia americana, se destinó a Perler hacer su servicio en la plaza; asistió a la batería de la puerta y castillo de la Punta, el Ángel y destacamentos del Morro; también se le destinó a batir las baterías puestas por los ingleses en la Cabaña; a la conclusión del sitio, cesó en todos los cargos y tuvo que embarcar en el buque inglés Plymouth, con el que retornó a Cádiz, donde a su llegada desembarcó. Al poco tiempo embarcó en el navío Héctor, con el que salió para La Habana, en donde trasbordó al navío Galicia, con el que más tarde regresaría a Cádiz. En el navío Princesa pasó a Cartagena y a su llegada tomó el mando del jabeque Ibicenco, con el que hizo varias salidas al corso en la división de Antonio Barceló, siendo promovido a capitán de fragata (15 de enero de 1766) y cambiando a mandar el chambequin Andaluz, que en conserva del Aventurero hizo viaje al Río de la Plata, con generala; pero tuvo que volverse a Cádiz por averías.

Volvió a salir para el mismo destino y llegó solo con el chambequin de su mando a Montevideo de resultas de haberse perdido el Aventurero sobre el banco inglés, habiendo recogido toda la dotación del buque naufragado. Salió de este último puerto con su chambequin, incorporado con la fragata del mando de Juan Ignacio Madariaga, para el puerto de la Cruzada o de Egmont, en las Malvinas, del que desalojados los ingleses, regresó a Montevideo. Una vez allí fue comisionado por el gobernador (1768) para reconocer la costa e islas adyacentes desde el Río de la Plata al estrecho de Magallanes, examinando los fondeaderos, haciendo una memoria con plano de las condiciones de cada uno, lo cual hizo empezando a navegar el 15 de abril, escribiendo un derrotero completo ilustrado con vistas de tierras, sondas, indicación de corrientes, observaciones astronómicas y magnéticas, y un complemento de estudio de historia natural, principalmente dedicado a la ictiología. Finalizadas las actuaciones retornó al mismo puerto del que había salido.

Repitió salida para las Malvinas, incorporado con la fragata Catalina, y a las órdenes de su comandante Fernando Rubalcaba, quien dispuso comunicara con su chambequin a Montevideo el haber encontrado a los ingleses establecidos en Egmont. Posteriormente salió para el puerto de la Soledad, de dichas islas, llevando tropas y pertrechos y volviendo a Montevideo al finalizar. Aún realizó otro viaje al citado puerto de la Soledad con víveres y pertrechos para aquella colonia, y de ésta pasó a la de Egmont, retornando a la primera con cuantos individuos y efectos se encontraron allí; y después volvió a Montevideo. Salió para Cádiz con registro de plata, frutos y transporte de tropa del Ejército. Obtuvo el mando de las fragatas del corso Gertrudis y Catalina, con las que hizo varias salidas de vigilancia entre cabos, convoyando registros de los que regresaban de América. Con las mismas asistió a los socorros de los presidios de Melilla, Alhucemas y Peñón, en todo el tiempo que estuvieron sitiados por las tropas del emperador de Marruecos, y después siguió vigilando entre los citados cabos y convoyando embarcaciones.

Fue ascendido a capitán de navío (21 de abril de 1774) y se le confirió el cargo de subinspector del Arsenal de la Carraca (24 de noviembre de 1775) hasta que pasó a mandar el navío Oriente (27 de noviembre de 1777), incorporado a la escuadra del mando de Luis de Córdova en Cádiz. Al día siguiente de la declaración oficial pública en Madrid del rompimiento con Inglaterra (23 de junio de 1779) por nuestra entrada en la guerra de la independencia americana aliados con los franceses de la mano de Carlos III, se hizo a la vela la escuadra de Cádiz, al mando del teniente general Luis de Córdova, con objeto de unirse a la de Francia y ejecutar el plan de campaña convenido entre las dos naciones. Consistía el proyecto de acción mancomunada en realizar la idea antigua de invadir las islas británicas, dirigiendo las operaciones de mar como jefe supremo el almirante francés conde de d’Orvilliers (Louis Guillonet), y las del ejército de desembarco el mariscal conde Vaux, destacado en la guerra de Córcega reciente; la unión de las escuadras se verificaría sobre las islas Sisargas en Galicia. Dominando el canal de La Mancha, lo atravesarían bajo la protección de los navíos más de cuatrocientos transportes, preparados y distribuidos en puertos de Bretaña, Normandía y Flandes, conduciendo cuarenta mil soldados de todas las armas. El desembarco se realizaría en la isla de Wight y costa adyacente hacia Gosport, para ocupar ésta y atacar a la ciudad de Portsmouth, arsenal y bajeles que hubiera en el fondeadero.

La escuadra de Cádiz remontó lentamente la costa de Portugal por los vientos veraniegos contrarios y no se unió a la francesa con sus treinta y seis velas hasta el 23 de julio. Los franceses, que habían salido de Brest el 3 de junio con veintiocho navíos, dos fragatas, siete buques menores y tres brulotes, habían pasado en vigilancia cincuenta días con un gasto inútil de raciones y agua en cantidad bastante para un viaje a América, y, lo que es peor, por iniciarse una terrible epidemia escorbútica en las tripulaciones mal acomodadas. Antes que la de Córdova, había realizado la unión el teniente general Antonio Arce, con ocho navíos y dos fragatas componentes de la escuadra de Ferrol; de modo que el citado día 23 de julio quedaron congregadas ciento cincuenta velas, fuerza imponente sin hacer mención más que los navíos de línea, descontados cuatro que se separaron para vigilancia en las Azores, mandados por Antonio de Ulloa, y distribuida de la forma siguiente: escuadra ligera, de cinco, encargada de la descubierta, a cargo del almirante La Touche-Tréville. Vanguardia, de quince, regida por el conde de Guichen. Centro, con otros quince, siguiendo la insignia de d’Orvilliers.

Retaguardia, con igual número, al mando de Miguel Gastón. Escuadra de observación, de dieciséis, reservada a Luis de Córdova. A excepción de esta última, en que todos los navíos eran españoles, en las otras iban interpolados los de ambas naciones. Uno de los de la escuadra de observación era el Oriente, al mando de Perler.

Pocos días bastaron para la organización, comunicación de órdenes, distribución del plan de señales y movimientos, comenzando el de marcha en tres columnas con buen orden, a vanguardia la escuadra ligera que reconocía a los buques neutrales en busca de noticias de la flota inglesa. El 14 de agosto avistaron la costa de Inglaterra, y sobre ella cambiaron el orden de marcha por el de combate. La escuadra de observación y el Oriente de Perler se situaron a barlovento y avanzó con independencia de las otras, en disposición de cortar a la enemiga o ponerla entre dos fuegos, en caso de encontrarla, lo que no era fácil por el cuidado que en evitarlo puso el almirante inglés Hardy, no contando con más de treinta y ocho navíos de línea.

Los aliados se aproximaron a Plymouth, en cuyo fondeadero había diecisiete navíos, más uno de sesenta y cuatro cañones a la vela, que fue rendido por cuatro fragatas francesas avanzadas. Corrió enseguida la alarma por la costa con pánico extendido por los fugitivos, que corrían hacia el interior, llevándose lo que podían de su hacienda. En Londres se cerró la Bolsa; todo negocio quedó paralizado en el reino mercantil y activo por excelencia con sobrada razón, porque desde los tiempos de Felipe II no se había visto en crisis tan grave, ni en peligro mayor. Sin navíos que oponer; sin ejército regular, ocupado en la guerra de América; sin repuestos ni defensas en las plazas, que se tuvieron por innecesarios, si se hubiera efectuado el desembarco de las tropas francesas, como se pensó, vano hubiera resultado el esfuerzo supremo resistiéndolas.

Pero vientos duros de Levante, frecuentes turbonadas que embravecían la mar y causaban averías, obligaron a los aliados a ponerse a la capa, disposición en la que los navíos fueron arrastrados fuera del Canal, con la contrariedad incomparable de tomar espantoso incremento la enfermedad del escorbuto, produciendo estrago inevitable, agotados como estaban los refrescos y aún las medicinas por el extraordinario consumo. El 13 de septiembre pusieron proa a Ouessant y entraron en Brest. Los españoles se dirigieron hacia Gibraltar donde asistieron al bloqueo y después volvieron a Cádiz. Perler volvió a salir a la mar con su navío y escuadra de vigilancia entre los cabos de Santa María y San Vicente, pero tuvo que arribar a Cádiz incorporado con el navío San Rafael, por hacer ambos buques excesiva agua. Con este motivo entró el navío en dique para carenar, y concluida la operación volvió a incorporarse a la misma escuadra.

La salida a la vigilancia entre cabos se repitió algunas veces, llegando a alejarse hasta 150 millas del cabo San Vicente. El 21 de junio de 1781 salió en unión de la francesa para efectuar vigilancia en la boca del canal de Inglaterra, hasta el 23 de septiembre del mismo año, que entró en Cádiz de nuevo. Repitió otra salida con la escuadra de Córdova el 2 de enero de 1782, regresando el 10 de febrero siguiente. El 3 de junio salió, esta vez, con la escuadra combinada al mando de Luis de Córdova, con la que estuvo de vigilancia sobre el canal de La Mancha hasta el 5 de septiembre siguiente que dio fondo con toda la escuadra en el Placer de Rota, con el fin de desembarcar los enfermos y proveerse de víveres. El 8 del mismo mes se hizo a la mar con toda la escuadra a la vela para Algeciras, a fin de auxiliar a las baterías flotantes e interceptar a la escuadra y convoy que, según anuncios, se dirigía de Inglaterra a socorrer a la plaza de Gibraltar. El 13 de octubre de dicho año, habiendo desembocado en el Mediterráneo la citada escuadra, la persiguió, y a su vuelta al Océano, sobre cabo Espartel se halló en el combate naval que la propia escuadra sostuvo con la inglesa del almirante Howe el 20 de octubre del referido año 1782. El 28 del mismo mes, retornó a Cádiz. Fue promovido al empleo de brigadier (21 de diciembre de 1982).

En su nuevo empleo, pasó a mandar el navío España, del que desembarcó por desarme en 22 de abril siguiente. Hasta el 19 de noviembre de 1787 no se le volvió a conferir mando, esta vez fue el navío Castilla, con el que salió del puerto de Cádiz (15 de febrero de 1788) para el de La Habana con efectos y gente de transporte para los bajeles que allí se construían, y el de Veracruz con azogues; concluida la comisión, regresó a Cádiz con caudales (5 de octubre del mismo), donde cesó en el mando. Meses después, ascendió a jefe de escuadra (14 de enero de 1789).

Como general subordinado, se le destinó a la escuadra de Francisco de Borja (14 de febrero de 1794), que se hallaba en la bahía de Cádiz; al efecto arboló su insignia en el navío San Carlos, del que la cambió al Conde de Regla, con el que salió a vigilar sobre las costas de Galicia y Cantabria (23 de abril del mismo año), regresando de arribada al puerto de salida por sufrir varios temporales, incorporándose de nuevo al terminar las reparaciones (18 de mayo), continuando en la vigilancia hasta el 13 de julio que entró con toda la escuadra en Ferrol. Retornó a su base el 9 de agosto, fondeando en la bahía gaditana el día 15 del mismo. Volvió a salir de la expresada bahía con la misma escuadra, pero ahora mandada por Juan de Lángara, para el golfo de Rosas con motivo de la guerra de la Convención contra los franceses, a donde llegaron el 10 de enero de 1795, manteniéndose de vigilancia del mismo todo el tiempo que duró el sitio de la plaza del mismo nombre, y por su rendición entraron al puerto de Mahón (16 de febrero). En 5 de abril salió con la misma escuadra de vigilancia sobre los cabos Creus y S. Sebastián, en cuyos meridianos se mantuvieron hasta el 29 del mismo, que regresaron a Mahón. El 27 de julio salió otra vez con la misma escuadra pero esta vez mandada por Federico Gravina, por haber sido nombrado Juan de Lángara capitán general del departamento gaditano. El 27 de agosto vigilando las aguas del puerto de Palamós, se incorporó el navío Concepción con José de Mazarredo, que había sido nombrado nuevo comandante de la escuadra. El día 30 entró la escuadra en Cartagena. Allí, cambió su insignia al navío San Dámaso, y quedó encargado del mando de una escuadra compuesta de dicho navío y los Ángel, San Genaro, San Antonio, Firme y Glorioso, con la que fue destinado a la rada de Barcelona, para embarcar a los regimientos provinciales de las dos Andalucías y transportarlos a Málaga; el 1 de octubre alcanzó dicha rada, y habiendo embarcado en los dos días siguientes a toda la tropa y oficialidad que los formaban, se puso a la vela para su destino, en cuya demanda navegó hasta el 10, que no pudiendo seguir debido a los vientos del 4.º cuadrante, y hallándose por las aguas del puerto de Alicante, determinó entrar y desembarcar en él las tropas. En los días 11,12 y 13 desembarcó toda la conducida en los buques de la escuadra, a excepción de la del insignia, que al ser de la provincia de Málaga no podía dejarse en otro punto, y que este buque debía seguir solo a Cádiz, y los restantes a las órdenes del teniente general Domingo de Grandallana a Cartagena; con citados objetivos hizo Perler poner a todos a la vela el 15, y el 19, con el San Dámaso, fondeó en Málaga y desembarcó la tropa. El 26 dio a la vela para Cádiz; pero el 27, por el viento duro del cuarto cuadrante que no permitía embocar el Estrecho, fondeó en Ceuta, en cuyo fondeadero aguantó hasta el 7 de noviembre que, entablado el viento de Levante, se dirigió a Cádiz, donde fondeó el mismo día, quedando desembarcado y arriando su insignia el 9 del mismo mes de noviembre.

Se encargó del mando interino del departamento de Cádiz por fallecimiento del teniente general Felipe López de Carrizosa (25 de enero de 1798), cargo que desempeñó hasta el 30 de diciembre de 1799, que lo entregó en los mismos términos al marqués de Arellano.

Murió de muerte natural en la Isla de León a los setenta y seis años de edad y cerca de sesenta años de honrosos servicios. Desde 1797, era caballero pensionado de la Orden de Carlos III.

 

Fuentes y bibl.: Archivo-Museo don Álvaro de Bazán (El Viso del Marqués, Ciudad Real), leg. 620/928.

F. P. Pavía, Galería biográfica de los generales de Marina, jefes y personajes notables que figuraron en la misma corporación desde 1700 a 1868, t. III, Madrid, Imprenta de F. García, 1873, págs. 471-477; C. Fernández Duro, Armada española desde la unión de los reinos de Castilla y de Aragón, t. VII, Madrid, Est. Tipográfico Sucesores de Rivadeneyra, 1901, págs. 153- 247; D. de la Válgoma y El Barón de Finestrat, Real Compañía de guardiamarinas y Colegio Naval. Catálogo de pruebas de Caballeros aspirantes, t. I, Madrid, Instituto Histórico de Marina, 1955, pág. 153, asiento 755; F. González de Canales, “Biografía de Domingo Perler Rabasquino, teniente general de la Armada”, en Catálogo de pinturas del Museo Naval, t. II, Madrid, Ministerio de Defensa, 2000, págs. 182-183.

 

José María Madueño Galán

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