Pérez de Quiñones, Nuño. ¿Avilés (Asturias)?, p. m. s. xii – ¿Ciruelos (Toledo)?, c. 1202. Cuarto maestre de la Orden de Calatrava.
Según Rades y Andrada, nació en la villa de Avilés, en Asturias. Como freire caballero de la Orden de Calatrava, fue sucesivamente comendador de Nambroca y comendador de Calatrava, ejerciendo entonces unas funciones similares a las que después desempeñaría el comendador mayor de la Orden. Probablemente durante el segundo semestre de 1182, y tras la renuncia al maestrazgo de Martín Pérez de Siones, fue elegido maestre de la Orden de Calatrava, aunque no se documenta como tal hasta marzo de 1183.
El maestrazgo de Nuño Pérez de Quiñones significó la consolidación del señorío que había sido cedido por la Monarquía castellana en el Reino de Toledo.
No hay, en consecuencia, en este período donaciones regias de castillos, villas y aldeas, que habían protagonizado la etapa anterior en la región fronteriza. La acción de Alfonso VIII de Castilla se materializó en la entrega de bienes, heredades y rentas a los calatravos y la confirmación de privilegios ya adquiridos. Por lo que se refiere a las donaciones, el monarca castellano cedió a la Orden y a su maestre dos heredades en término de Talavera y otra en Cañete (Cuenca).
En cuanto a las rentas, Alfonso VIII donó a los freires cistercienses la tercia del diezmo real que pagaba en Toledo la madera transportada por el Tajo, el diezmo de los quintos reales del Ejército regio y la décima parte de toda la tierra que el Rey adquiriera a los musulmanes.
La Monarquía pretendía así utilizar a la Orden para la defensa militar del reino frente al exterior y para la integración de los espacios fronterizos en el interior.
El propio maestre tomó la iniciativa para impulsar el poblamiento del señorío calatravo de la Alcarria Baja.
En enero de 1190, Nuño Pérez de Quiñones concedió el fuero de Zorita a los pobladores de la aldea de Bujeda, delimitó sus términos y les otorgó la posibilidad de que poseyeran jueces y alcaldes propios.
Paralelamente, la aristocracia proporcionó a la Orden un incremento notable de su patrimonio señorial tanto en la retaguardia como en la vanguardia fronteriza.
En esta última región fueron particularmente importantes las donaciones de la mitad del castillo de Bogas (1189), la mitad del castillo de Dueñas (1191) y la villa de Huerta de Valdecarábanos (1194). El maestre completó la reorganización del patrimonio calatravo mediante compras y permutas.
Por otra parte, ya en diciembre de 1183, el maestre Nuño, en presencia de Alfonso VIII, había llegado a un acuerdo con el arzobispo de Toledo Gonzalo sobre el reparto de los diezmos en el Campo de Calatrava.
El convenio establecía que los calatravos cobrarían dos partes de los diezmos de la comarca y el arzobispo se quedaría con el tercio restante, excepto en el término de Calatrava, desde la azuda del Emperador hasta Zacatena, donde el primado toledano percibiría el diezmo íntegro, incluido el de las parroquias calatravas.
Durante el maestrazgo de Nuño Pérez de Quiñones se produjo también la normalización institucional de la milicia calatrava al regularizarse su incorporación a la Orden del Císter. De tal suerte que 1186 el capítulo general cisterciense entregó a la Orden de Calatrava una segunda regla y estableció que dependería disciplinariamente de la Abadía de Morimond.
En noviembre de 1187 el papa Gregorio VIII ratificó la nueva situación y confirmó todas las propiedades calatravas, entre las que figuraban un amplio abanico de señoríos en los reinos de Castilla y León, y, en menor medida, en Aragón, Portugal y Navarra. Se materializaba así la diversificación territorial de la Orden, ya iniciada durante el maestrazgo de Martín Pérez de Siones. Con todo, el patrimonio fundamental de los calatravos radicaba en el Reino de Castilla y particularmente en la zona fronteriza del Reino de Toledo.
En el verano de 1195, un ejército almohade penetró por el Campo de Calatrava. Alfonso VIII, con tropas no demasiado numerosas, a las que se unieron las huestes de las Órdenes de Calatrava y Santiago con sus maestres al frente, le salió al paso. El enfrentamiento bélico tuvo lugar en Alarcos y terminó con una estrepitosa derrota cristiana. Con posterioridad a la batalla, los almohades fueron ocupando las principales fortalezas del Campo de Calatrava, incluida la de Calatrava, que estaba defendida por unos caballeros de la Orden que habían logrado escapar de la batalla y todos los defensores, tanto caballeros como clérigos y otros cristianos, fueron pasados a cuchillo.
El maestre don Nuño, junto con algunos caballeros, logró escapar con vida de la batalla de Alarcos, refugiándose en la fortaleza de Guadalerza. Sin embargo, muchos freires calatravos debieron perecer en el combate.
Estas pérdidas humanas, unidas a la importante amputación territorial del señorío nuclear calatravo, sumieron a la orden en una delicada situación. Para intentar remediarla, en cierta medida, el 18 de diciembre de 1196, Alfonso VIII donó a los freires y a su maestre las sernas, aceñas, casas y otros bienes que tenía la Orden de Trujillo en Ronda, en la ribera del Tajo. Quedaba así liquidada la Orden de Trujillo, la filial castellana de la Orden de San Julián del Pereiro.
A raíz de la crisis de la Orden tras la derrota de Alarcos, los calatravos aragoneses aprovecharon la coyuntura para elegir como maestre de Alcañiz a García López de Moventa, que contó con el apoyo del monarca aragonés. Se iniciaba así un cisma, que, mientras duró, supuso la independencia de hecho de la rama aragonesa de la Orden de Calatrava.
El citado documento del 18 diciembre de 1196, supone la última mención conocida de Nuño Pérez de Quiñones como maestre de la Orden de Calatrava, que renunció al maestrazgo en 1197 o 1198, en Zorita.
Según Rades y Andrada, don Nuño dimitió por motivos de edad y se retiró a Ciruelos con dos freires clérigos, donde vivió durante cuatro años. Tras su muerte, fue sepultado en Córcoles. El elegido para sustituirle en el cargo fue Martín Pérez de Siones, que accedió al maestrazgo por segunda vez.
Fuentes y bibl.: Archivo Histórico Nacional (Madrid), Órdenes Militares, Calatrava, carp. 456, n.os 35 y 36.
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Enrique Rodríguez-Picavea Matilla