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García

Biografía

García. ?, p. m. s. XII – c. 1168. Primer maestre de la Orden de Calatrava.

En enero de 1158, Sancho III de Castilla donaba la villa de Calatrava a la Orden del Císter, al abad Raimundo del monasterio de Fitero (Navarra) y a todos sus “fratres” para defenderla de los “paganis inimicis crucis Christi”. Se creó entonces en Calatrava una comunidad cisterciense irregular, ya que no contaba con la aprobación del Capítulo General de la Orden, donde convivían monjes y freires dedicados preferentemente a la actividad militar. Tal vez después de la muerte del abad Raimundo, el brazo militar de la cofradía de Calatrava se impuso al sector monacal y, probablemente en 1163, eligió por maestre a frey García. Los monjes cistercienses que habían acudido a Calatrava siguiendo a su abad Raimundo se mostraron en desacuerdo con esta acción y, según Rades, se establecieron en la villa de Ciruelos (Toledo), iniciando probablemente un pleito con la cofradía militar por la posesión de la villa de Calatrava. Los datos y la precisa cronología son confusos, pero los monjes se convirtieron entonces en una comunidad errante que se trasladó sucesivamente a Córcoles y a Bujedo, ambos lugares situados en la actual provincia de Guadalajara.

También en 1163, Sancho VI de Navarra pudo escribir una carta, de autenticidad no probada, al citado maestre para que llegara a un acuerdo con los monjes de Fitero y que lo hiciera “por seruir a Dios y por lo que deue a su patria”. Esta circunstancia ha llevado al cronista calatravo Francisco de Rades a deducir que el maestre García era navarro. Las negociaciones pudieron ser recompensadas por Sancho VI con la donación a los freires de Calatrava de la villa de Burguillo (Navarra), verificada en mayo de 1163, aunque en el documento no se alude a frey García.

La cofradía militar de Calatrava fue aprobada el 14 de septiembre de 1164 por el Capítulo General de la Orden del Císter, que le otorgó una adaptación de la regla cisterciense adecuada para la vida militar y admitió a los calatravos en la institución, “non ut familiares, sed ut vere fratres”. La regla reconocía la dualidad entre freires, que no podrían recibir órdenes mayores, y monjes. En el documento el Capítulo cisterciense se dirigía al “venerabili fratri Garciae, magistro, et universitati fratrum de Calatrava”. Se trata de la primera mención documental al maestre calatravo, que tendría a partir de entonces un poder similar al de los abades respecto a los miembros de su propia comunidad. Al mismo tiempo, el Capítulo encargó al abad cisterciense de Scala Dei que dotara a la comunidad calatrava de normas adecuadas para su funcionamiento.

El 25 de septiembre de ese mismo año, el papa Alejandro III confirmó esa aprobación en una bula dirigida al “dilectis filiis Garciae, magistro, et fratribus de Calatrava”. El Pontífice romano insistía en la vocación militar de los calatravos bajo la observancia de la disciplina cisterciense, equiparando además a los freires con los conversos del Císter y concediendo a los calatravos la exención del pago de diezmos. Sin embargo, no hay alusión alguna al monasterio de Scala Dei.

El objetivo de la nueva Orden Militar, a cuya cabeza se situaba el maestre García, era la defensa de la villa de Calatrava y su territorio, un amplio espacio comprendido entre los montes de Toledo y Sierra Morena, frente a los musulmanes. La Orden tomaba su denominación de la villa que dio lugar a su fundación, inaugurando así una costumbre que luego seguirían la mayor parte de las órdenes militares hispánicas. En octubre de 1164, la Monarquía castellana reforzaba a la naciente Orden Militar al donar un molino en Deizán, junto a la ciudad de Toledo. La intención de los que controlaban entonces la Monarquía del reyniño Alfonso VIII era que la milicia se convirtiera en su brazo armado y su instrumento político. Sin embargo, ni en este documento de la Cancillería castellana, ni en otros posteriores se menciona al maestre García, ni tampoco se alude a su persona en donaciones de particulares dirigidas a los freires de Calatrava.

En consecuencia, después del 25 de septiembre de 1164, frey García no vuelve a documentarse. El 5 de mayo de 1169, Alfonso VIII de Castilla otorgaba un privilegio a la Orden de Calatrava y a su maestre Fernando Escaza. Entre esas dos fechas se desconoce la trayectoria del maestre García y su destino final. Ni siquiera se puede estar seguro de que Fernando Escaza fuera su sucesor inmediato en el maestrazgo.

 

Bibl.: F. de Rades y Andrada, Chronica de las Tres Ordenes y Cauallerias de Sanctiago, Calatraua y Alcantara, Parte Chronica de Calatraua, Toledo, Imprenta de Juan de Ayala, 1572 (ed. facs. Barcelona, 1980, y Valencia, 1994), fols. 10v.-11r. y 14v.- 17r.; I. J. de Ortega y Cotes, J. F. Álvarez de Baquedano y P. de Ortega Zúñiga y Aranda, Bullarium Ordinis Militiae de Calatrava, Madrid, Tipografía Antonio Marín, 1761 (ed. facs. Barcelona, 1981), págs. 2-6; J. F. O’Callaghan, “The Affiliation of the Order of Calatrava with the Order of Cîteaux”, en Analecta Sacri Ordinis Cisterciensis, XV (1959), págs. 161-193; J. González, El Reino de Castilla en la época de Alfonso VIII, vol. I, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1960, pág. 573; J. F. O’Callaghan, “The Order of Calatrava: years of crisis and survival, 1158-1212”, en The Meeting of Two Worlds. Cullture Exchange between East and West during the period of the Crusades, Studies in Medieval Culture, XXI, Western Michigan University, 1986, págs. 419- 430; E. Rodríguez-Picavea Matilla, Las órdenes militares y la frontera. La contribución de las órdenes a la delimitación de la jurisdicción territorial de Castilla en el siglo XII, Madrid, Universidad Autónoma, 1994, pág. 82; “Calatrava. Una villa en la frontera castellano-andalusí del siglo XII”, en Anuario de Estudios Medievales, 30/2 (2000), págs. 807-849; S. Olcoz Yanguas, San Raimundo de Fitero, el monasterio cisterciense de la frontera y la fundación de la orden militar de Calatrava, Fitero, Asociación de Amigos del Monasterio de Fitero, 2002, págs. 75-77; C. de Ayala Martínez, Las órdenes militares hispánicas en la Edad Media (siglos XII-XV), Madrid, Marcial Pons Historia y La Torre Literaria, 2003, págs. 200-201.

 

Enrique Rodríguez-Picavea Matilla

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