Tras iniciarse en el Ensidesa de Avilés ingresó en el Gijón, junto con su hermano, el excelente guardameta Castro, mediada la campaña 1968-1969. Allí destapó bien pronto su olfato goleador, con el 9 a la espalda.

A los dieciséis tantos anotados en veintiún partidos de esa primera edición liguera sucedieron los veinticuatro en treinta y cuatro choques del año siguiente, adornándolos, además, con la guinda del ascenso a Primera División. Dueño de una más que aceptable técnica y magnífico rematador utilizando ambas piernas o la cabeza, continuó en Gijón otras diez temporadas más, en las que festejó 175 goles distribuidos en 325 partidos de Liga. Fue traspasado al Barcelona en 1980, a punto de cumplir treinta y un años, después de que la directiva catalana abonase ochenta millones de pesetas. Su rendimiento resultó excepcional las dos primeras temporadas en el equipo azulgrana, y más discreto las siguientes, aunque sumara cincuenta y tres nuevos goles en cien partidos. Durante el invierno de 1981, es decir, en pleno desarrollo de su primera campaña como militante del Barcelona, sufrió un secuestro del que fue liberado por la policía cuando llevaba veinticuatro días encerrado en un zulo de Zaragoza. [...]