Canel Acevedo, Pedro. Eliseo Barcineo. Orto, Casa del Horto, Prelo, Boal (Asturias), XI.1763 – Salave (Asturias), 13.VIII.1840. Jurista e historiador.
Nació en noviembre de 1763 en la casa del Horto, lugar de Prelo, concejo de Boal (Asturias). Pertenecía a familia del estado noble, como consta en los padrones de Boal y de Coaña. En el padrón de la feligresía de Santiago de Boal, hecho en Castropol el 10 de julio de 1780, en los folios 423 y 424, consta la partida referente a los habitantes de la casa del Horto, en Prelo. Reza así: “Don Pedro, Don Domingo, Don José, Don Juan Díaz Canel y Lastra Álvarez Acevedo, hijos legítimos de Juan Díaz Canel y Lastra y de Margarita Álvarez Acevedo, hijosdalgo notorios del solar de Acevedo, difunto, moradores que fueron en el Horto de Llamoso, y nietos con la propia legitimidad de Pedro Díaz Canel y Lastra y de María Álvarez Jardón, hijadalgo notoria, moradores que fueron de dicho Horto, hijosdalgo notorios de sangre, descendientes de las casas y solares conocidos de Canel, Lastra, Pasarón y Acevedo”. En este padrón, consta que Pedro era sacerdote, rector propio de la parroquial de Santa Marina de Serandinas, que Domingo estaba casado con Francisca Rodríguez Labandera, también hijadalgo notoria del solar de Labandera y que tenían por sus hijos legítimos a Pedro, a Lope y a Francisca, a quienes se les reconoce ser hijosdalgo notorios de los solares de sus padres. En el padrón de la parroquia de Salave, hecho en Castropol el 29 de junio de 1771, en el que fue empadronador por el estado noble Esteban Lorenzo Pérez del Pato y Villaamil, en los folios 406 vuelto y 407 del tomo de ese año, consta: “don Esteban Lorenzo Pérez del Pato y Villaamil, morador en Balmorto, hijo legítimo de don Esteban Pérez del Pato Villaamil Ouria y Santisso y de doña Rosa Pasarón Cancio y Don Lebún, aquel difunto, hijodalgo notorio de los solares conocidos del Pato, Villaamil, Ouria y Santisso. Está casado con doña Ana María Infanzón y Trelles. Tienen por sus hijos legítimos a doña Josefa María Francisca, y a don José Ventura Ramón, que son de la misma calidad de dichos sus padres y abuelo” (José Ventura Ramón no llegó a edad adulta pues en el padrón que se hizo el 14 de noviembre de 1797, consta que Esteban- Lorenzo y Ana María Infanzón sólo tenían una hija: María Francisca).
El licenciado Pedro Canel Acevedo contrajo matrimonio con Josefa Pérez del Pato Villamil Inzanfón y Trelles, natural y vecina de Salave, heredera, por su padre Esteban —hijodalgo notorio de los solares del Pato y Ouria—, de los bienes que tenía la familia en aquella feligresía. Josefa era hijadalgo notoria de sangre de los solares del Pato y Ouria. Josefa heredó de su madre, Ana Infanzón y Trelles, los bienes que ésta recibió en la villa de Coaña de sus padres Juan Francisco Infanzón y María García Infanzón y Omaña, en la que residían. Juan Francisco era también “hijodalgo notorio de sangre y de los solares conocidos de los Infanzones de Navia y Montañas de Río Negro”.
Así consta en los padrones de las feligresías de Salave y de Coaña (en ésta, el licenciado Pedro Canel Acevedo fue empadronador por el estado noble para hacer el padrón de 1801). En los padrones de Coaña de los años 1801 y 1808 constan los nombres de los seis hijos de Pedro y de Josefa.
Los vínculos de los Pérez del Pato de la feligresía de Salave y los de Juan Agustín Infanzón en Coaña, al morir éste sin hijos, los heredó Josefa. De Pedro Canel Acevedo se podía decir que era “hacendado con mayorazgo” que le daba “para vivir cómodamente”. Así consta en el expediente que se guarda en el Archivo de Secretaría en la Real Academia de la Historia, formado al admitirle como académico correspondiente el 11 de septiembre de 1818.
Pedro Canel, tras estudiar Filosofía, Matemáticas, Leyes y Cánones en la Universidad de Oviedo, se graduó en ella en 1785. En 1789, se recibió como abogado de los Reales Consejos. Desempeñó en los concejos de Boal y Coaña oficios honoríficos de república, por el estado noble. Fue subdelegado de Marina en Coaña, por real nombramiento.
Desde 1789, ante la llegada de clérigos franceses que buscaban refugio en España para librarse de los excesos revolucionarios, fue frecuente que el Consejo Real recibiese informes de particulares tocantes a este asunto. Remitió uno de esos informes, desde Salave de Castropol, Pedro Canel Acevedo. Al referirse a los setenta y dos clérigos franceses procedentes del Castillo de Brest que habían llegado al puerto de Figueras, frente a Castropol, observaba que “si algunos de ellos eran edificantes, no dejaban otros de venir inficionados con el espíritu de la independencia que les agitaba”.
Señalaba que los desembarcados en otros lugares sembraban “algunas reliquias de libertad”.
El 29 de junio de 1800, Pedro Canel Acevedo se dirigió al Rey, desde Coaña, en donde vivía entonces, para informarle de que en todo el Principado de Asturias reinaba una preocupación general nociva para el Real Erario y que retardaba infelizmente las ventas de bienes eclesiásticos. Se trataba de los bienes de hospitales, hospicios, casas de Misericordia, cofradías, memorias, obras pías y patronatos de legos que se pusieron en venta por Reales Órdenes y por Real Decreto de 29 de septiembre de 1798. Canel Acevedo manifestaba que se decía y promovía, por las mismas justicias y por particulares, que las disposiciones legales se habían dado no para vender, sino para averiguar quiénes tenían dinero y no lo habían dado a Su Majestad con motivo de los “empréstitos o donativos, según estaba prevenido anteriormente”. Parece, según Canel, que también se difundía que los bienes vendidos habrían de ser entregados a sus antiguos dueños, con lo que los compradores habrían de perder el dinero invertido en la compra. Añadía que difundían “estas máximas”, en Asturias y en otras partes, gentes interesadas y que no había quiénes ejecutasen las ventas, al retardarlas las justicias encargadas de ello, por parecerles destructivas para España, ya que aniquilarían “la carrera eclesiástica de sus hijos, amigos, parientes y vecinos”. Proponía que se privase a las justicias del cometido de vender las propiedades y que se nombrase a “comisionados hábiles”, pagados con un porcentaje del valor de lo vendido, o con un sueldo. Él se ofrecía a desempeñar estas funciones, “sin interés alguno”.
En 1803, Canel Acevedo fue subdelegado de Montes en el concejo de Coaña. Al año siguiente, pasó, con Real Permiso, a recorrer la América septentrional y sus islas con el fin de documentarse sobre sus producciones, gobierno y costumbres, para escribir una historia general de aquellos países, con sus cartas geográficas.
En 1805, cuando volvía a España, el barco en que viajaba fue apresado por los ingleses y llevado a Inglaterra, donde permaneció prisionero durante varios meses. Después, le fue librado pasaporte para que, por Lisboa, volviese a España. El 27 de octubre de 1807 ingresó en la Sociedad Económica de Amigos del País de Oviedo.
En 1808, entregó a la imprenta el primer volumen de su historia de la América septentrional pero se extravió el manuscrito “con la irrupción de los franceses en Madrid”, por lo que desistió de proseguir la publicación de la obra.
En 1809, la Junta General del Principado le nombró comandante militar de la línea del Navia. A finales de ese mismo año, viajó a Cádiz y a Sevilla, con ocasión de reunirse la Junta Central Suprema Gubernativa del reino. En 1810 fue nombrado, por la Junta central, capitán de Alarmas del Principado, cargo con el que regresó a Asturias y que ejerció hasta la total expulsión de los franceses. En aquellos años, parece que inventó varios instrumentos de guerra. Estas acciones y otros servicios le fueron reconocidos en una carta u oficio de gracias de la Junta Central, a nombre de Su Majestad el Rey, en 1810. En los años sucesivos, recibió cartas de gracias de otras instancias y personalidades.
Al restaurarse el régimen absolutista de Fernando VII (1814), se instaló en Coaña, en donde radicaban los bienes de la familia de su madre, perteneciente a los García Infanzón. Allí comenzó a hacer excavaciones arqueológicas, siendo nombrado el 11 de septiembre de 1818 académico correspondiente de la Real Academia de la Historia. El 16 de julio de 1818, había remitido a la Corporación una memoria sobre la antigüedad de Navia. La Academia, fundándose en informe de 4 de septiembre siguiente, escrito por José Antonio Conde, no aprobó “absolutamente todas sus conjeturas y consecuencias anticuarias”.
En la Gazeta de Madrid de 21 de mayo de 1818, se publicó la noticia de que, en las inmediaciones de la villa de Coaña, a 250 varas de elevación sobre el nivel del mar, y a distancia de una legua corta de ella, había vestigios de “una población antiquísima” aunque destruida ya “en mucha parte” por los labradores que vivían en las inmediaciones. Se añadía que las casas eran redondas, que estaban agrupadas, con una sola puerta cada una. También se describían las paredes, de mampostería de pizarra, hechas “sin cal ni argamasa alguna”, lo que admiraba “a los inteligentes, por su solidez, lisura y trabazón”. En la noticia, se añadía que se conservaba un trozo de murallón y, muy cerca de él, un baño grande de granito de una sola pieza, con un sifón. Se señalaba que este baño habría de pesar no menos de 140 quintales (unos 6.500 kilogramos), ignorándose “con qué máquina” habían podido trasladarla hasta allí los pobladores, desde una distancia de al menos tres leguas a que estaban situadas las canteras de granito, y en lugares de difícil acceso. Se anotaba que, en el circuito del poblado, había “conchas, petrificaciones e incrustaciones marinas, más o menos descompuestas”, “según que estuviesen en la superficie de la tierra o a mayor profundidad”. La noticia de la Gazeta termina con la indicación de que el licenciado Pedro Canel Acevedo, “vecino y hacendado” de la villa de Coaña, muy dedicado al estudio de las ciencias naturales y de las antigüedades, “después de haber meditado profundamente sobre el particular y reconocido todo aquel terreno”, concluía, como “último resultado”, que el poblado habría “de ser anterior a la entrada de los cartagineses en España”.
En la Real Academia de la Historia se conserva un manuscrito del que es autor Pedro Canel Acevedo, con el título Descripción y antigüedades de la antigua Navia, fechado en Coaña el 15 de julio de 1818. En él informó de lo publicado en la Gazeta de Madrid sobre los resultados de sus indagaciones respecto a las paredes de unas treinta casas “perfectamente redondas, apiñadas”, de unas seis o siete varas de diámetro.
Calculaba que el poblado completo pudiera contener unas trescientas. Señalaba que las paredes de lo edificado habían sido y eran “cebo de los labradores inmediatos para hacer cercados en sus tierras, casas y demás obras rústicas”. También se refirió al murallón, cuya altura entonces aún era de cuatro varas castellanas (unos tres metros cuarenta centímetros), describió el baño y las conchas amonitas univalvas y otras de diferentes formas de que daba noticia la Gazeta.
Se refirió asimismo a la estela discoidea en piedra de granito labrada, con figura que él comparó con las palas que se usaban para introducir las hogazas de pan en el horno. De la estela se decía, por tradición popular, haberla colocado allí la Virgen “en la manga de su ropa” (esta estela está colocada actualmente a la entrada de la villa de Coaña, junto a la carretera de Navia a Boal). Aludió también a que, en aquella zona, había habido trozos de columnas que habían utilizado los labradores para sus obras rústicas. Razonó sobre la posibilidad de un retroceso de las aguas del mar posterior a la época del poblado, lo que responde a confundir los tiempos geológicos con los históricos.
Dio noticias de minas de plata y de mineral de hierro, y de una cantera de piedra, en tierras del occidente astur, que él decía estaban ya descubiertas por las aguas en la época romana y en la cartaginesa, para tratar sobre la leyenda de que la villa de Navia tuvo su origen en la de Noega, fundada por un nieto de Noe, o descendiente suyo. Las reflexiones de Canel Acevedo sobre los materiales utilizados para hacer las casas del poblado y las hipótesis sobre la forma de las edificaciones ocupan varios folios de su escrito.
En la Descripción, Canel Acevedo indicaba que en toda la parte occidental de Asturias, situada entre los ríos Navia y Eo, que formaban el partido de Castropol, con trece jurisdicciones o concejos, había “monumentos muy particulares”. Señaló que, “sobre algunas colinas, y a trechos”, se encontraban “vestigios de poblaciones muradas” y que pasaban de cuarenta las reconocidas por Manuel Fernández Reguero, catedrático de Agricultura en los Estudios de la Vega de Ribadeo, “sujeto muy curioso e investigador de las antigüedades del País”. Canel Acevedo decía haber visto algunas de esas poblaciones muradas. Las describió así: formaban un círculo exterior fortificado, con foso y contrafoso. A éste, seguía otro círculo concéntrico y, muy cercano, un tercero. En el interior, decía hallarse “vestigios de un castillo o casa fuerte”. Todo denotaba, para Canel, haber sido habitado, “según su aspecto y postura” lo demostraba. Se ofrecían, a la vista, los escombros y paredes arruinadas de estas poblaciones, que no tenían la perfección de las del castro de Coaña. Se refirió también a la dispersión de tales ruinas, situadas siempre “en puntos ventajosos”. Él las consideraba prerromanas. Fundándose en Herodoto y en edificaciones de carácter ceremonial precolombinas que Canel Acevedo había visto en su viaje, estableció analogías de las ruinas de las fortalezas en el partido de Castropol con edificaciones asiáticas y de la América meridional.
En la Descripción citada, señala que no pudo, en la coyuntura bélica de los años 1808-1814, proseguir sus indagaciones sobre los pueblos primitivos, ya que un buen español tenía que “contribuir eficazmente a expeler los franceses” de España. Con la paz, prosiguió sus indagaciones. Publicada la noticia de la existencia del poblado de Coaña, se hicieron burlas sobre su planteamiento del retroceso de las aguas del mar “creyendo que el mundo físico” había sido siempre lo que era. Trató entonces de publicar la Descripción, hecha “en quince días”, sin “el adorno y estilo” deseables, pues pensaba que el asunto no estaba “sujeto a la oratoria” y porque sus continuas ocupaciones no le habían permitido “ponerle alguna lima”. Reconocía que en la Descripción había reunido muchas cosas que exigían “discursos particulares y más vastos”. Justificaba haberla escrito como lo había hecho porque él no trataba de enseñar a “los inteligentes” sino de ser sólo “un simple adepto” que diese noticias a otros para que las redujesen “a mejor orden”. Además de la Descripción, escribió la parte del Diccionario geográfico e histórico del partido de Castropol. En 1797, ya había trazado, para las relaciones geográficas de Tomás López, un mapa del territorio comprendido entre Luarca y Ribadeo y el de Boal y alrededores.
Tuvo problemas con la Inquisición, que calificaba de impía y herética su obra Reflexiones críticas. La revolución de 1820 lo salvó, al ser restaurada la Constitución liberal. A veces, firmaba sus trabajos con el seudónimo de Eliseo Barcineo. En ese mismo año, ingresó en la Asociación Constitucional de Patriotas Honrados de Asturias, con sede en Oviedo. En 1823, al volver a implantarse el régimen absolutista, se retiró a sus posesiones de Coaña. Falleció en el sitio de Balmorto de Salave, el 13 de agosto de 1840.
Obras de ~: Fidelitatis Sacramentum constitutioni Hispaniae emissum, oblatum ejus comitiis majestaticis et Europae cultae exibitum (Vulgo Cortes soberanas), Oviedo, Franciscus Candidus Pérez Prieto, 1812; Reflexiones críticas sobre la Constitución española, Cortes nacionales y estado de la presente guerra, Oviedo, 1812 (reed. 1817); (seud.), Wellington, caudillo de tres naciones sobre la antigua Mantua Carpetana, Oviedo, 1814; (seud.), Oda al regreso del ansiado monarca Fernando VII, después de su largo cautiverio, Oviedo, 1814; Servitus Hispaniae profligata libertasque restituta; Principios de la moral universal o Catecismo de la naturaleza, para el uso de las escuelas del Reino; manuscrito titulado Memoria sobre la antigüedad de Navia, 16 de julio de 1818 (Real Academia de la Historia, ms. 11- 8055, 30).
Fuentes y bibl.: Libro de Registro de socios de la Sociedad Económica de Amigos del País de Oviedo, n.º 1 de 1801 hasta 1835, fol. 327; Archivo Histórico Nacional, Estado, 47, D (Correspondencia con la Secretaría de Estado y del Despacho de Hacienda); Extracto de los méritos y servicios del licenciado D. ~, Madrid, 31 de julio de 1820 (repr. en Boletín del Centro Asturiano, Madrid, n.º 34, octubre de 1887).
E. Cotarelo y Mori, “Apuntes biográficos de D. Pedro Canel y Acevedo” y C. Suárez, Españolito, “Vida y andanzas extraordinarias de D. Pedro Canel Acevedo”, en El Carbayón (Oviedo), 31 de mayo-3 de junio de 1892 (el segundo trabajo repr. en Diario de la Marina, La Habana, 12 de junio de 1932 y en Río Navia, Navia, 20 y 31 de julio de 1932); C. Suárez, Españolito, Escritores y artistas asturianos, t. II, Madrid, 1936, págs. 248-254; S. Cañada (dir.), Gran enciclopedia asturiana, vol. III, Gijón, Heraclio Fournier, 1970, págs. 288- 289; J. L. Pérez de Castro (est. y recopil.), Autobiografías de asturianos de los siglos xvi, xvii, xviii y xix (“Relaciones” de sus grados, méritos y servicios), t. I, Oviedo, Real Instituto de Estudios Asturianos, 2005, págs. 415-419.
Gonzalo Anes y Álvarez de Castrillón, marqués de Castrillón