Téllez Girón, Rodrigo. ?, 1458 – Loja (Granada), 14.VII.1482. Noble, maestre de la Orden de Calatrava.
Era hijo natural de Pedro Girón, también maestre de la Orden y famoso en el romancero por sus hazañas, de las que sólo queda base real en lo que se refiere a la conquista de Archidona en 1462.
El maestre Pedro Girón dejó tres hijos. El primero, Alonso Téllez Girón, que recibió el mayorazgo a su muerte, con el título de conde de Urueña, y no tuvo descendencia, por lo que le heredó su hermano Juan Téllez Girón, origen de la casa ducal de Osuna, que sustituyó en importancia a la de Urueña, en la persona de su descendiente Pedro Girón, primero en ostentar esta titularidad ducal. El tercer hijo lo fue el malogrado Rodrigo Téllez Girón.
Según Diego Clemencín, erudito comentarista del Quijote, el don Fernando de la aventura del hidalgo manchego en Sierra Morena y siguientes, por los indicios debidos al propio Cervantes, pertenecía a la casa de los duques de Osuna, y en la historia de aquella ilustre familia hay alguna semejanza en la conducta de Fernando con la de Pedro Girón, maestre de Calatrava. Locamente enamorado el maestre de una doncella llamada Isabel de las Casas, la pidió en matrimonio a su padre, que era un hacendado de la villa de Alanís, en Sierra Morena, bajo la promesa de obtener de Roma la dispensa matrimonial que le eximiese del impedimento a que, para ello, estaba obligado por profesión en la Orden. Accedió a ello el padre, pero, receloso de la pasión de Pedro, la envió bajo custodia a Sevilla, lo que irritó a éste, que la raptó en el camino y la llevó a una villa llamada Moral, cercana a Calatrava, engendrando en ella a Alonso Téllez Girón.
El fin de Isabel fue triste, pues, después de haber dado al maestre tres hijos, quedó totalmente alejada de sus ambiciosos planes matrimoniales.
Lafuente Alcántara, en su Historia de Granada, dice que Pedro Girón, estuvo por casar dos veces, la primera con Beatriz de Aragón, hija legítima de Enrique de Villena, señor de Iniesta, y la segunda con Isabel de las Casas. A lo que hay que añadir su última intentona, tras haberle arrancado a Enrique IV su consentimiento, de sus esponsales con la infanta Isabel, futura Reina Católica. Lo que no logró al fallecer en Villarrubia de los Ojos, de camino a su encuentro, y se afirma que expiró profiriendo blasfemias, al ver frustrados sus planes y no poder alcanzar sus desmedidas pretensiones.
Cuando murió Pedro en Villarrubia, en mayo de 1466, había hecho renuncia del maestrazgo en su hijo, con autorización apostólica, y los comendadores, caballeros y religiosos de la Orden que le acompañaban lo aceptaron como su maestre. Ratificándole después todos en su Convento de Calatrava. Era Rodrigo Téllez Girón menor de edad. De ocho años para el cronista de la Orden Rades y de doce para Menéndez Pelayo, quien atribuye el escandaloso caso a la relajada disciplina del siglo XV y a la anarquía que caracterizó el reinado de Enrique IV. Siempre según don Marcelino, a estos malos principios correspondieron luego sus primeros actos, cuando ensayó sus armas en la guerra civil del lado de la Beltraneja. Una de sus primeras empresas fue la de entrar a sangre y fuego en Ciudad Real, decapitando a sus defensores y arrancando la lengua con tenazas a muchos de sus habitantes, incluyendo menores de edad. Reducido luego al servicio de los Reyes Católicos, apenas pudo participar en las primeras refriegas de la Guerra de Granada, puesto que sucumbió a los veinticuatro años. Pero su juventud impetuosa, su vigor, la memoria de su figura y, sobre todo, su temprana muerte rodeada de una aureola heroica, le hicieron, como su padre, ser elegido por los vates del romancero fronterizo como el protagonista ideal de grandes hazañas caballerescas, que fortalecían la moral de las huestes cristianas en tan cruenta como incierta campaña.
Un claro ejemplo, entre aquellos que exaltan las ficticias proezas del maestre de Calatrava, sin que se conozca su base histórica real ni temporal, es el de su duelo con el moro Aliatar, del que su primera y última parte cuentan lo siguiente: “27 De Granada parte el moro/ que Alatar se llamava,/ primo hermano de Abayaldo,/ el que el maestre matara./ [...]/ 55 Ya andaba cansado el moro/ su cavallo ya cansava./ El maestre que´es valiente/ muy gran esfuerço tomara:/ acometio rezio al moro,/ 60la cabeça le cortara”.
Debido a la minoría de edad de Rodrigo Téllez, a la muerte de su padre, la Orden solicitó del papa Pío II la confirmación de su elección, y éste le dio el maestrazgo en encomienda. Luego Pablo II completó esta resolución dándole a su tío como coadjutor. Por lo que éste, cuando llegó a ser maestre de Santiago, gobernó a un tiempo las dos Órdenes. El año de la muerte de su tío y de Enrique IV (1474), el ya maestre don Rodrigo, tomó partido por la Beltraneja, y su primera acción fue la de la toma de Ciudad Real, como ya se ha dicho, siendo desalojado de ella por Diego Fernández de Córdoba y Rodrigo Manrique. El año de 1476, en el mes de abril, se produjo el famoso suceso de la villa de Fuenteovejuna, encomienda de la Orden, que luego Lope de Vega hizo célebre al dramatizarlo en una de sus obras teatrales. Finalmente, el 14 de julio de 1482, en una arriesgada empresa, empeño del rey don Fernando, se puso cerco a Loja, que defendía Aliatar, suegro de Boabdil, y en una salida que hicieron los moros, acometieron por el lado que defendía don Rodrigo, quien respondió rechazando el ataque y haciéndoles retroceder, sin percatarse de que se trataba de una celada. De inmediato se vio rodeado de enemigos, cayendo mortalmente herido por una saeta que le llegó al corazón. Su cuerpo fue depositado en San Benito de Porcuna, y de allí se le trasladó al Convento de Calatrava, donde se le puso sobre unas sillas en su capilla mayor. Allí estuvo así mucho tiempo, sin que nunca se llegara a labrarle un sepulcro digno de lo que correspondía a su dignidad.
Bibl.: F. de Rades y Andrada, Chrónica de las tres Órdenes y Cauallerías de Sanctiago, Calatraua y Alcántara, Toledo, 1572 (Barcelona. El Albir, 1980), fols. 79-81; M. Menéndez Pelayo, Edición Nacional de las Obras Completa, Antología de los Poetas Líricos Castellanos, t. XXIII, V-VII, Santander, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1944, págs. 130-132; R. de Luz Lamarca, El Misterio de la Catedral de Cuenca, Cuenca, Imprenta Gráficas Cuenca, 1988, II parte, págs. 85- 92; R. de Luz Lamarca, El Marquesado de Villena o el mito de los Manuel, Quintanar del Rey, Imprenta Martín, Diputación de Cuenca, 1988, págs. 369- 387.
Rodrigo de Luz Lamarca