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Francisco Javier de Salas y Rodríguez Morzo

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Biografía

Salas y Rodríguez Morzo, Francisco Javier de. Jerez de la Frontera (Cádiz), 21.II.1832 – Valencia, 4.IV.1890. Marino, erudito, polígrafo e historiador.

Nació en el seno de una familia jerezana con fortuna. Su padre era Francisco de Paula de Salas y Roy, teniente de Caballería retirado y rentista, y su madre Josefa Rodríguez Morzo y Pérez de Gamaza. Los primeros años de su vida transcurrieron en la casa jerezana de sus padres. Con tan sólo catorce años, sentó plaza como aspirante en el recién inaugurado Colegio Naval en San Fernando; era el 26 de marzo de 1845.

Vivió en la época de la restauración posnapoleónica y de las revoluciones liberales. España se hallaba en el final del segundo período absolutista de Fernando VII; en 1830, había nacido María Isabel (futura Isabel II) y el Rey se encontraba muy enfermo. El infante Carlos María Isidro (hermano del Rey) fue desterrado a Portugal por no reconocer a Isabel como princesa de Asturias. El 29 de septiembre de 1833 murió el Monarca y comenzó la regencia de María Cristina de Nápoles. El 4 de octubre, al mismo tiempo que se celebraba en El Escorial el sepelio del Rey, el administrador de Correos de Talavera proclamó a Carlos como sucesor del difunto. Así empezó la Primera Guerra Carlista, que duraría siete años, hasta 1840. El 1 de septiembre de ese año Madrid, se pronunció contra la regente y ésta abdicó, marchándose a Francia, e interinamente Espartero se hizo cargo de la regencia hasta julio de 1843, cuando fue derrocado por Narváez. El 8 de noviembre las Cortes declararon mayor de edad a Isabel II (tenía sólo trece años recién cumplidos): juró la Constitución de 1837 dos días después y encargó a Olózaga la formación de un gobierno progresista de coalición, que daría paso a un gabinete moderado presidido por Narváez y a la llamada Década Moderada.

El 11 de julio de 1848 terminó sus estudios en el Colegio Naval, fue nombrado guardia marina de 2.ª clase y cesó en el establecimiento, pasando hacer su primer embarque como oficial en la corbeta Mazarredo. El 8 de abril de 1850 se le asignó al bergantín Valdés con el que se trasladaría a La Habana como base y donde permanecería hasta el 12 de marzo de 1853. En este tiempo, tuvo que examinarse de los dos años de embarque y para ascender a guardia marina de 1.ª clase, obteniendo la clasificación de “bueno”. Una vez llegado a Cádiz, se examinó para oficial, aprobando con la nota de “muy bueno”. El 11 de julio de 1853 ascendió a alférez de navío y unos días después embarcaba en el vapor Castilla y, más tarde, en el Fernando el Católico, en el que realizaría otra navegación a La Habana, aunque esta vez sólo de tránsito, pero al regreso tuvo que solicitar su primera licencia por enfermo. Al incorporarse de nuevo, se le embarcó en la goleta Cruz, que se encontraba en Canarias, donde permaneció hasta el 3 de septiembre de 1856, que, después de otra licencia por enfermo, se le destinó otra vez al vapor Castilla en el que navegó por el Mediterráneo hasta el 7 de abril de 1857, fecha en la que fue destinado al apostadero de La Habana. Allí estuvo destinado en distintos buques hasta el 18 de febrero de 1858, que retornó a Cádiz a bordo de la urca Santa Cília. Permaneció asignado a ese departamento y el 18 de abril de 1859 pasó a la dotación de la goleta de hélice Buenaventura. El buque se hallaba en Palma de Mallorca realizando las operaciones de tendido de un cable telegráfico entre la Península y la isla de Menorca. Al finalizar, se trasladó a la costa de África, donde operó desde el comienzo hasta la conclusión de la guerra con Marruecos (noviembre de 1859-marzo de 1860), asistiendo en dicho buque a los bombardeos de Arcila y Larache y desembarcó para reconocimiento frente a la Torre, Martín y en la playa de Tetuán y sufriendo el gran temporal del 8 de enero de 1860, en el cual, gracias a su pericia, se logró en gran parte la salvación del buque; mientras, la goleta Rosalía naufragaba en la costa de Marruecos, el vapor Santa Isabel se hacía literalmente pedazos en la bahía de Algeciras y buques de mayor porte se veían obligados a capear el furioso temporal del SE, el Buenaventura cruzaba el Estrecho y tomaba, al día siguiente, el fondeadero de Puente Mayorga en la propia bahía de Algeciras, sin haber sufrido ningún daño ni haber perdido un solo hombre. El 2 de marzo de 1860 desembarcó de la goleta con licencia por enfermo para Jerez. Por Real Orden de 3 de abril, en recompensa de los servicios prestados en la guerra de África, se le promovió al empleo de teniente de navío y se le concedió la Cruz de la Marina de Diadema Real. Hallándose muy quebrantada su salud, que nunca había sido buena, y habiendo esperado a la terminación de la guerra, pidió y obtuvo el 13 de junio su pase a la escala de reserva del Cuerpo General de la Armada. En los pocos años que permaneció en el servicio activo, demostró cumplidamente las condiciones de un perfecto oficial de marina: serenidad, energía, ojo marinero y conocimientos técnicos de la profesión.

En 1847, se inició la Segunda Guerra Carlista, en la que defendían los derechos de Carlos VI, conde de Montemolín (primogénito de Carlos), tras el fracaso de un intento de boda con Isabel II. En 1849, la guerra concluyó con un nuevo fracaso carlista y una amnistía de la Reina. Las consecuencias de estas dos guerras fueron unos trescientos mil muertos y grandes sumas de dinero gastadas, que no decidieron el endémico enfrentamiento entre absolutistas y liberales y la política pasó a manos de los militares. En junio de 1854, se produjo la “Vicalvarada”: sublevación de los generales Dulce y O’Donnell. El “Manifiesto del Manzanares” (en julio) suscitó el apoyo general del Ejército contra los moderados. La Reina se vio forzada a llamar a Espartero, finalizando la Década Moderada y dando paso al Bienio Progresista. Espartero formó un gabinete en el que colaboró O’Donnell, que se distanció de aquél y formó la Unión Liberal. Se produjo la expulsión de los jesuitas y surgieron mítines populares a causa de la dura crisis de hambre. El 13 de julio de 1856 dimitió Espartero y acabó el Bienio Progresista; O’Donnell asumió el poder, iniciando el segundo período moderado, disolvió las Cortes y restableció la Constitución de 1845. Al año siguiente, nació el futuro Alfonso XII, segundo hijo de Isabel II.

Una vez concedida la reserva, Salas fijó su residencia en Barcelona mientras no obtenía destino en Tercios, que era lo que había pedido. En 1861 se mudó a Jerez y fue nombrado ayudante mayor de la Capitanía del puerto de Cádiz y, por fin, el 18 de octubre de 1861 ayudante del Tercio Naval de Barcelona donde permaneció hasta los primeros días del año 1864, cuando obtuvo la permuta de su destino con el de su mismo empleo Salvador Llegat redactor y traductor del Depósito Hidrográfico, cargo que estaba más de acuerdo con su afición al estudio. En ese año, apareció el primer tomo de su libro Marina española de la Edad Media, del cual Fernández Duro comentó “más que ensayo de principiante, parece obra de maestro”. La Real Academia de la Historia premió este trabajo de Salas nombrándole correspondiente el 26 de mayo de 1866; y a propuesta de los académicos Serafín Estébanez Calderón, Pedro Sabau y Aureliano Fernández Guerra, fue elegido académico de número en 15 de diciembre de 1866. Por Real Orden de 10 de agosto de 1864 se le encomendó el estudio de los documentos inéditos de los archivos del Depósito Hidrográfico y su preparación para publicarlos. En el mismo año 1864, el ingeniero Canuto Carroza publicó un folleto titulado Estudios sobre una ley para el libre uso de la mar, en el que se exponían ideas muy contrarias a los intereses creados al amparo de las leyes vigentes, y quizás se hería la justa susceptibilidad de los oficiales de la Real Armada. Por Real Orden de 17 de agosto de 1864 se le encargó refutar, por medio de la prensa, las opiniones de Corroza. En un grueso volumen, que se titula Marina española. Discursos históricos. Reseña de la vida de mar, cumplió Salas el encargo que se le había confiado, y con el parecer favorable de los Cuerpos consultivos de la Armada, se le concedió por elección el ascenso en 18 de agosto de 1866. Mientras, tuvo que suspender el estudio de los archivos del Depósito Hidrográfico, pero al terminar continuó, si bien con la lentitud propia de la complejidad de la obra. En 1867 se le nombró oficial de la Dirección de Matrículas del Ministerio de Marina y el 20 de febrero de 1870 se le encargó una memoria sobre matrículas, que dio origen a la obra Historia de las Matrículas de mar, presentada al Almirantazgo el 13 de agosto de 1870, siéndole manifestado al autor el aprecio que esta Corporación hace de esta nueva prueba de su laboriosidad y su amor al Cuerpo. En 9 de noviembre del mismo año se le destinó de oficial 1.º de la Secretaría del Almirantazgo y el 22 recibió orden del ministro para formar parte de la Comisión del Almirantazgo que debía ir a Italia acompañando a la de las Cortes Constituyentes para ofrecer el Trono de España a Amadeo de Saboya. En Italia, recibió, sin el menor motivo personal y sólo por gracia general, la Encomienda de San Mauricio y San Lázaro.

Las arbitrariedades de la Reina y la dureza de los moderados unieron a progresistas, unionistas y demócratas en una revolución antidinástica (la “Gloriosa”) dirigida por militares liberales. Prim y el almirante Topete iniciaron en Cádiz el pronunciamiento, cuya dirección asumió Serrano. Tras el triunfo de Alcolea y la huida a Francia de Isabel II, se constituyó un Gobierno provisional presidido por Serrano. Las Cortes eligieron rey el 16 de noviembre a Amadeo de Saboya, candidato de Prim. El 30 de diciembre de 1870 desembarcó en Cartagena el nuevo Monarca acompañado, entre otros, por Salas.

Al regreso de Italia se incorporó a su destino y el 3 de marzo de 1871 se le nombró presidente de la comisión española en la Exposición de Nápoles. El 30 de julio de 1872 recibió la Encomienda de la Corona de Italia, recompensa que el Rey de aquella nación le otorgaba por su cooperación como presidente de la comisión española en el mejor éxito de la Exposición Marítima de Nápoles, condecoración que rechazó en forma cortés y movido por sus sentimientos de decoro nacional y de delicadeza, y aunque el ministro de Estado y el subsecretario intentaron disuadirle, mantuvo su postura. Con arreglo al dualismo que existía en la Armada, el Gobierno republicano premió los méritos, por todos reconocidos, de Javier de Salas, concediéndole el día 24 de abril de 1873 el empleo de coronel de Infantería de Marina y de paso el cargo de oficial mayor del Tribunal del Almirantazgo, aunque en septiembre una reorganización del Ministerio de Marina, con la desaparición del Almirantazgo, provocaría que fuera designado oficial 1.º de la Secretaría del Ministerio, recibiendo el título de jefe de Administración Civil de 2.ª clase. El 18 de mayo de 1875 ascendió a capitán de navío de 2.ª clase y se encargó de la Dirección de la Biblioteca Central y del Museo Naval, sin desatender su destino de oficial 1.º de la Secretaría. El 17 de octubre de 1877 se le nombró por los Ministerios de Estado y de Marina, delegado especial del Gobierno para dirimir el conflicto ocurrido en las costas del Algarbe entre pescadores portugueses y españoles, y el 16 de mayo de 1878, comisario especial del Gobierno cerca del de Portugal para ajustar la indemnización que debía satisfacerse a los pescadores españoles con motivo del atropello inferido por los portugueses el 3 de octubre anterior y proponer al mismo tiempo un tratado de pesca entre ambas naciones. Finalizó la comisión el 26 de julio de 1878, una vez aprobado el convenio propuesto y obtenida y cobrada la indemnización de medio millón de reales, recibiendo del Gobierno español una honrosa comunicación dándole las gracias, y de Portugal, meses después, la Gran Cruz de la Orden de Nuestro Señor Jesucristo. A últimos de marzo de 1879, fue designado por la Sociedad Geográfica de Madrid para pronunciar el discurso en sesión solemne, con la presencia de Alfonso XII y de SS. AA. RR., en el Paraninfo de la Universidad Central el 31 de mayo del mismo año.

El asesinato de Prim y el paulatino fraccionamiento de los partidos de la “Gloriosa” impidieron la consolidación del nuevo Rey. Al amparo del cambio de régimen se produjo un nuevo alzamiento carlista fallido, conocido como primera fase de la Tercera Guerra Carlista. El conflicto planteado por el Cuerpo de Artillería precipitó el 11 de febrero de 1873 la abdicación de Amadeo I y la proclamación de la Primera República, que duró hasta el 29 de diciembre de 1874, cuando el general Martínez Campos proclamó la restauración de la Monarquía en la persona de Alfonso XII de Borbón, primogénito de Isabel II. En su corta vida había tenido que hacer frente a otra intentona carlista, conocida como la segunda fase de la Tercera Guerra Carlista, y a la Guerra Cantonalista. El nuevo Monarca reinó hasta el 25 de noviembre de 1885, en que falleció contagiado de una grave epidemia de cólera al visitar a los afectados en Aranjuez. El 17 de mayo de 1886, nació Alfonso XIII, su hijo póstumo con María Cristina, regente hasta la mayoría de edad del neófito, que se produciría en 1902.

El 13 de julio de 1880 se le ordenó a Salas que investigase quiénes eran los generales, jefes y oficiales de la Armada cuyos restos mortales debían reposar en el Panteón de Marinos Ilustres. Además, ocupó repetidas veces la Cátedra del Ateneo Militar, contribuyendo con su actividad en las comisiones y su pluma en los periódicos al brillo que alcanzó la conmemoración centenarista del inmortal autor de las Reflexiones Militares, Álvaro de Bazán. Mientras desempeñó el cargo de director del Museo Naval dio a éste la importancia didáctica que hoy conserva y fueron publicados los tomos de la Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y organización de las antiguas posesiones españolas de Ultramar. Esta ininterrumpida labor intelectual y profesional aún le dejaba tiempo para escribir, además de las obras ya citadas, discursos de ingreso y contestación y varios informes en la Real Academia de la Historia, una Memoria sobre la industria y legislación de pesca, una defensa de Cristóbal Colón en respuesta a las opiniones sustentadas por el escritor portugués Luciano Cordeiro, un estudio, calificado por Fernández Duro de “precioso resumen filosófico del genio español a través de las edades”, que se titulaba: La espada, el arado, el telar y el remo, y el Discurso sobre Colón y Juan Sebastián de Elcano, que leyó en la sesión regia citada anteriormente. La Placa del Mérito Naval y la Encomienda de Carlos III fueron las mayores recompensas honoríficas que concedió el Gobierno a quien tanto hizo por su patria. El 13 de mayo de 1884 cesó como oficial 1.º de la Secretaría del Ministerio y director de la Biblioteca y Museo Naval, solicitando cuatro meses de licencia por enfermo y después una prórroga de dos más. Al terminar la licencia continuó con la publicación de los documentos inéditos referentes a la historia de la Marina española, coleccionados por Navarrete y Vargas Ponce. El clima de Madrid no era favorable para las afecciones respiratorias crónicas que padecía y pidió la Comandancia de Marina de Valencia, adonde fue destinado el 7 de marzo de 1887. Allí vio morir, el día 11 de noviembre de 1889, a su mujer, Adela González de Salas. Antes de que se cumpliesen cinco meses de esta fecha, había dejado de existir el capitán de navío Salas a la temprana edad de cincuenta y ocho años. Sin tiempo suficiente para que se cumpliese la resolución del Consejo de Estado, acordada el 4 de febrero de 1890, que, disintiendo de la opinión del Centro Técnico de la Armada, le reconoció el derecho de ascender a capitán de navío de 1.ª clase con antigüedad de 15 de noviembre de 1889. Javier de Salas murió sin poder cubrir la bocamanga de su uniforme con el entorchado de general de brigada, porque, cuando le llegó el turno para ascender, se suscitaron dudas acerca de si reunía o no las condiciones reglamentarias. Años después, el Gobierno decretó el traslado de sus restos al Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando el día 2 de mayo de 1899.

 

Obras de ~: Marina española de la Edad Media. Bosquejo histórico de sus principales sucesos en relación con la historia de las coronas de Aragón y Castilla, t. I [único publicado], Madrid, 1864; Marina española: discurso histórico, reseña de la vida de mar, Madrid, 1865; Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y organización de las antiguas posesiones españolas de Ultramar, varios tomos, Madrid, 1866- 1867; Expediciones marítimas capitaneadas en son de guerra por Pedro I de Castilla y Pedro IV de Aragón: discursos ante la Real Academia de la Historia en la recepción pública de Javier de Salas y contestación por Aureliano Fernández-Guerra y Orbe, Madrid 1868; “La espada, el arado, el telar y el remo”, artículo de prensa periódica, Madrid, 1868; De las expediciones en general y de la Marítima de Nápoles en particular, Conferencias pronunciadas en el Ateneo Militar, Madrid, 1872; Arqueología naval. Galeras de los siglos xv y xvi, Madrid, 1875; con García y Solá, Memoria sobre la industria y legislación de pesca, que comprende desde 1870 al 1874, Madrid, 1876; Arqueología naval. Hallazgo de la nave y galera del siglo xii, en el notable códice de las Cantigas, Madrid, 1876; Discurso sobre Colón y Juan Sebastián de Elcano, leído en la Sociedad Geográfica de Madrid el 31 de marzo de 1879, Madrid, 1879; Historia de las matrículas de mar y exámenes de varios sistemas de reclutamiento marítimo, Madrid, 1879; Mateo de Laya: discursos leídos ante la Real Academia de la Historia en la recepción pública de Cesáreo Fernández Duro el 18 de marzo de 1881 y contestación de Javier de Salas, Madrid, 1881.

 

Fuentes y bibl.: Archivo Museo don Álvaro de Bazán (El Viso del Marqués, Ciudad Real), leg. 620/1106, 1890.

C. Fernández Duro, “Memoria honrosa de Francisco Javier de Salas”, en Revista General de Marina, t. I (mayo de 1899), págs. 611-623; L. Vidart, Noticias biográficas de D. Javier de Salas, Madrid, Imprenta de Enrique Rubiños, 1891; J. Cervera Jácome, El Panteón de marinos ilustres, Madrid, Imprenta Ministerio de Marina, 1926; VV. AA., Enciclopedia Espasa, Madrid, Espasa Calpe, 1927; D. de la Valgoma y Barón de Finestrat, Real Compañía de guardias marinas y Colegio Naval. Catálogo de pruebas de Caballeros aspirantes, Madrid, Instituto Histórico de Marina, 1955; C. Martínez- Valverde, Enciclopedia del mar, Barcelona, Ediciones Garriga, 1957; A. Palau y Dulcet, Manual del librero Hispanoamericano, Barcelona, Palau & Dulcet, 1966; Marqués de Siete Iglesias, “Real Academia de la Historia. Catálogo de sus individuos. Noticias sacadas de su archive”, en Boletín de la Real Academia de la Historia (Madrid), t. CLXXVI, cuad. I (enero-abril de 1979); J. Cervera Pery, “Francisco Javier de Salas: un centenario olvidado”, en Revista de Historia Naval, n.º 31 (1990), págs. 7-17; J. Arencibia de Torres, Diccionario biográfico de Literatos, Científicos, y Artistas militares españoles, Madrid, E y P Libros Antiguos SL, 2001 (Col. Persevante Heráldica Borgoña); B. Pellistrandi, Un discours national?: la Real Academia de la Historia entre science et politique (1847- 1897), Madrid, Casa de Velázquez, 2004, pág. 419.

 

José María Madueño Galán

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