Núñez de Prado, Juan. ?, s. XIV – Maqueda (Toledo), 10.III.1354. Maestre de la Orden de Calatrava y notario mayor de Castilla.
Hijo ilegítimo de Blanca, hija del rey de Portugal Alfonso III, que fue abadesa de Las Huelgas, y del caballero Per Estevánez Carpenteiro. Ingresó muy pronto en la Orden Militar de Calatrava. Llegó a ser clavero en el turbulento maestrazgo de Garci López de Padilla, durante el que hubo enfrentamientos entre los freires, cismas, y el maestre fue depuesto en diversas ocasiones, teniendo que intervenir el Papa. Siendo el maestre Garci López ya anciano, Juan Núñez de Prado, que le había sido leal durante mucho tiempo, entró en conspiraciones e intrigas, que produjeron enfrentamientos armados entre las facciones de ambos en Miguel Turra y Ciudad Real. El contencioso derivó en cisma, cuando el capítulo de caballeros fieles a Núñez de Prado, convocados por el joven rey Alfonso XI en Valladolid, le eligió nuevo maestre en 1322. Garci López Padilla se retiró a la fortaleza de Alcañiz, dominando las encomiendas aragonesas, hasta que renunció al maestrazgo en 1329. Pese a ello, los problemas con las encomiendas aragonesas continuaron, convocándose capítulos apoyados por el monarca de aquel reino, en los que se eligieron, en dos ocasiones, maestres alternativos a Juan Núñez de Prado, siendo independientes del poder central de la Orden. Esta situación terminó con los acuerdos pactados entre Juan Núñez de Prado y el rey de Aragón, por los que las encomiendas aragonesas volvieron a la obediencia del maestre. A petición del rey de Castilla y de la Orden de Alcántara, intervino en la elección de dos maestres de Alcántara: Gonzalo Martínez de Oviedo, despensero del Rey, y Pedro Alonso Pantoja, efectuado en el real de Algeciras.
Dada su larga vida al servicio de la Orden de Calatrava y de los soberanos Alfonso XI y Pedro I, fue testigo y protagonista de numerosos acontecimientos. Como caballero cortesano muy próximo a los reyes, formó parte del cortejo real y nobiliario, que acompañó a la infanta Leonor, hermana de Alfonso XI, para contraer matrimonio con el rey aragonés en 1328; participó en la comitiva que llevó el cadáver de Alfonso XI de Gibraltar a Sevilla y en sus exequias; e intervino activamente en la boda entre Pedro I y Blanca de Borbón, siendo uno de los caballeros, junto a Enrique y Tello, hermanastros del Rey, que servían de séquito a la novia en la marcha nupcial.
Administrativamente, formó parte del Consejo Real, asesorando a los reyes en aspectos bélicos, políticos y personales. Fue nombrado por Alfonso XI notario mayor de Castilla, oficio que mantuvo hasta finales de 1353, cuando cayó en desgracia ante Pedro I, y, como tal, firmó la convocatoria a Cortes en 1351 y la mayoría de los decretos emanados de ellas.
Su trayectoria militar estuvo ligada a las intervenciones de la Orden de Calatrava. Desde su entrada en ella, sirvió a los monarcas en dos frentes: en los conflictos con la nobleza y en la guerra contra los musulmanes del sur peninsular y de los benimerines del norte de África.
Durante el asedio real a la ciudad de Lerma, en 1336, en la que resistía la nobleza rebelde al mando de Juan Núñez de Lara, Alfonso XI encomendó a los maestres de Calatrava y Alcántara vigilar desde el lugar de Chozas, el castillo de Garci Muñoz, en el que residía Joan, hijo del infante Don Juan Manuel, igualmente rebelde. Más tarde, en 1352, Pedro I volvió a utilizar su potencial bélico en una circunstancia similar, para cercar la villa de Aguilar donde el noble Alfonso Fernández Coronel se encastilló en contra del Monarca.
Con su hueste, participó en todas las campañas contra los musulmanes. Siendo clavero, intervino en la batalla de Baena, en la que la Orden perdió muchos efectivos y que fue el origen de sus desavenencias con el maestre Garci López de Padilla, a quien se responsabilizó del desastre. Una vez en el maestrazgo, el rey de Granada rompió su tregua con Castilla y atacó el castillo de Cabra, perteneciente a la Orden de Calatrava, tomándolo y destruyendo sus defensas, provocando la contraofensiva del maestre, junto a las milicias concejiles de Écija, Marchena y Córdoba, que lo volvieron a recuperar. En febrero de 1333 fue enviado, junto a los maestres de Santiago y Alcántara y los concejos de Sevilla y Córdoba en auxilio de Gibraltar, sitiado por el ejército de ‘Abd al-Malik, hijo del monarca benimerín del norte de África, que había atravesado el Estrecho como aliado del rey granadino. Después de tres meses de asedio, la plaza fue entregada por su alcaide al infante musulmán. Alfonso XI, acompañado por las huestes de ricoshombres y los maestres de las Ó rdenes Militares, emprendió su reconquista, cercándola de nuevo. Pero se impuso una tregua y se levantó el campamento, abandonando el asedio.
Años más tarde, en 1339, tuvo lugar una nueva invasión africana. Alfonso XI inició una incursión destructiva en tierras granadinas, en las que participó Juan Núñez de Prado con sus huestes, que llegaron hasta Antequera y Ronda. Los benimerines atacaron Tarifa, y los reyes de Castilla y Portugal acudieron en su ayuda con todas sus tropas. La batalla tuvo lugar en el río Salado (1340) y en ella participó, entre otros muchos, el maestre de Calatrava. En diciembre de 1341, la frontera con los musulmanes era protegida por los maestres de Calatrava, Alcántara y Santiago.
Núñez de Prado contribuyó desde el primer momento a las actividades bélicas emprendidas en el asedio a Algeciras, desde 1342, estableciendo su campamento junto con el de Tello, hijo del Rey, Martín Fernández Portocarrero, mayordomo mayor, y el del maestre de Alcántara, con el que acudió a la defensa de los campos cerealísticos del valle del Guadalquivir, sin cuyos productos no se podía mantener la estrategia de asedio. Pero, ante el avance hacia Algeciras de las tropas granadinas, se les ordenó volver, interviniendo en la batalla del río Palmones, que, a pesar de las numerosas bajas, fue victoriosa para los cristianos, y decisiva para la entrega de Algeciras a las tropas castellanas y el establecimiento de la paz.
Su último servicio al Rey lo realizó en el segundo cerco de Gibraltar, donde Alfonso XI encontró la muerte a causa de la peste negra, en 1349, acompañándolo en su cortejo fúnebre.
Por su vinculación personal con la favorita del rey Alfonso, Leonor de Guzmán, los primeros momentos del reinado de Pedro I fueron inciertos para el maestre, que ocupó un segundo plano, refugiándose en su encomienda, de la que salió cuando, desde el círculo del joven Monarca, se le prometió seguridad, para reunirse con el Rey en Sevilla. Allí se le confirmó tanto en su maestrazgo como en el oficio de notario mayor de Castilla. Desde entonces formó parte de la facción de Juan Alfonso de Alburquerque, mayordomo mayor del Rey, de quien recibió numerosos beneficios para su Orden, como la aldea de Nicoba en Huelva, y los castillos de Alcaudete y Cazalla.
A partir de las bodas reales con Blanca de Borbón, se produjo la caída en desgracia del mayordomo real, al que el maestre de Calatrava unió su destino. Ambos aconsejaron al Rey la vuelta con su esposa legítima y conspiraron para lograrlo, procurándose la enemistad de Pedro I. Por temor a sus represalias, Juan Alfonso de Alburquerque se refugió en sus castillos fronteros de Portugal y el maestre huyó a la encomienda de Alcañiz, en el reino de Aragón, donde esperó acontecimientos. Por su fuga se le destituyó del cargo de notario mayor de Castilla. Sin embargo, el Rey le envió cartas de seguro, que le hicieron confiarse, volviendo a Almagro a comienzos de 1354, donde se refugió con más de 150 caballeros. El Rey, incumpliendo su palabra, mandó cercar la plaza, que fue entregada sin oposición. Juan Núñez fue destituido del maestrazgo y trasladado como prisionero a la fortaleza de Maqueda, donde fue ejecutado el 10 de marzo, por orden de su sucesor, el maestre impuesto por el Rey, Diego García Padilla, hermano de María de Padilla, provocando un nuevo cisma en la Orden de Calatrava.
Juan Núñez de Prado tuvo un hijo de igual nombre, que vivió en Toledo con su esposa, Urraca Fernández Gudiel, y murió sin sucesión.
Fuentes y bibl.: Real Academia de la Historia, Col. Salazar y Castro, O-6, fols. 16-17, 24, 89 y 133.
F. de Rades y Andrada, Crónica de la Orden y Caballería de Calatrava, Toledo, J. de Ayala, 1572, (ed. facs., Valencia, Librerías París-Valencia, 1994, págs. 50-55); P. López de Ayala, Crónicas de los Reyes de Castilla D. Pedro, D. Enrique II, D. Juan I, D. Enrique III, enmiendas de G. Zurita y corr. y notas de E. Llaguno Amirola, Madrid, Imprenta de Don Antonio de Sancha, 1779, años I, III, IV y V, caps. xi, II, XI (XIV, XIX y XXI) y I-II, respect.; P. Salazar de Mendoza, Orígenes de las dignidades seglares de Castilla y León, Madrid, 1794, pág. 112 (ed. facs., Valladolid, Maxtor, 2004); C. Rosell (ed.), “Crónica de Alfonso XI”, en Crónica de los Reyes de Castilla desde don Alfonso el Sabio hasta los Católicos don Fernando y doña Isabel, Madrid, Atlas, 1953, passim; A. de Y epes, Crónica general de la Orden de San Benito, est. prelim. y ed. por J. Pérez de Urbel, Madrid, Atlas, 1959-1960, pág. 445; L. Vicente Díaz Martín, Los oficiales de Pedro I de Castilla, Valladolid, Universidad, 1987, págs. 93 y 138-152.
Pilar Morollón Hernández