Angulo, Andrés de. Miranda de Ebro (Burgos), p. s. xvi – ¿Alcalá de Henares? (Madrid), c. 1577. Impresor y editor.
Gracias al testimonio de Jerónimo Román (OSA) en la Segunda parte de las Repúblicas del Mundo (Medina del Campo, Francisco del Canto, 1575) se conoce el lugar de nacimiento de este gran impresor y editor de Miranda de Ebro (Burgos). Su hermana, Francisca de Angulo, estaba casada con Juan de Brocar. Cuando éste falleció en 1552 siguió imprimiéndose “en su casa” hasta el año 1560, momento en que su cuñado incorpora su nombre a la importante saga de impresores.
Se sucederán años de suficiente actividad hasta el año 1577, en que Andrés de Angulo debió de fallecer.
Unos años después, aunque ya no sea posible incorporar más nombres a la saga, los materiales del taller, especialmente los xilográficos, continúan en uso. De ellos se sirve Antón Sánchez de Leyva en las pocas impresiones en las que aparece como responsable, en los años 1577 y 1578. Algunos de los grabados, auténticamente cansados, siguen empleándose en los talleres de Sebastián Martínez o de Juan Gutiérrez Ursino. Si se sigue con atención, se encuentran aún en uso en el taller de María Ramírez, la viuda de Juan Gracián, en el primer decenio del siglo xvii. Se conocen los nombres de varios de los operarios de su taller: Pedro López, impresor; Benedicto Franco, cajista; el portugués Simón Cunha de Ribera, corrector; Pierres Rinz, componedor, acusado de luterano y procesado por la Inquisición; Guillermo Herlín, parisino, impresor; Nicolás, flamenco, impresor y cajista; Antonio Canal, tirador; y el antuerpiense Enrique Loc, cajista.
Siguiendo la tradición del taller, que era el fundado en 1511 por Arnao Guillén de Brocar, y al igual que sus predecesores, Miguel de Eguía y Juan de Brocar, también Andrés de Angulo incorporará algún texto personal a sus ediciones. No empleó marca tipográfica propia; excepcionalmente incluye en alguna impresión una de las de Juan de Brocar.
Costearán sus ediciones muchos libreros de Madrid, de Alcalá de Henares y de Toledo, como Alonso Calleja, Diego de Santa Cruz, Bartolomé de Robles, Blas de Robles, Alonso de Xaramillo, Gómez Guerrero, Pedro del Bosque y Juan López. En 1560 recibió un importante encargo del licenciado Bartolomé de Atienza materializado al año siguiente en los dos volúmenes de la Recopilación de las leyes destos reynos con una tirada de treinta mil ejemplares. Durante los años 1564 y 1566 recibe abundantes encargos de los libreros de Madrid Francisco López el Viejo y Juan de Escobedo.
Se conoce una provisión de Felipe II, fechada en Madrid el 12 de noviembre de 1572, dirigida a diversas autoridades de Toledo, Burgos, Medina del Campo, Salamanca, Sevilla, Granada, Valladolid y al rector de la Universidad de Alcalá de Henares, en la que el Monarca indica que tiene noticia de que en los talleres de imprenta se trabaja mal, debido a la deficiente preparación de los diversos operarios, y consecuentemente los libros rebosan de erratas y errores. Deseando, pues, poner remedio a tal situación ordena que en esos lugares se designen a las personas adecuadas para que puedan ofrecerle un informe pormenorizado. La visita de los talleres complutenses se realiza en un solo día, el 15 de diciembre de 1572, y con manifiesta precipitación, según muestra la documentación conservada. Uno de los talleres visitados fue el de Andrés de Angulo, que se declara propietario del taller y afirma que “tiene cabdal bastante para poder ymprimyr qualesquyer libros ansý de la Facultad de Teología como de Derecho canónico e cibil e Medicina e otros libros qualesquyer con texto y glossa como se traen de fuera de estos reynos aunque para ello sean necesarios caracteres griegos, ebreos y caldeos, grandes y pequeños y que podrá ansý mismo ymprimir la recapitulación de las leyes y otros muchos libros que naturales destos reynos an compuesto en todas Facultades del tamaño y marca que se le pidan y muchos mysales [...]”. Completa su declaración indicando que posee un número suficiente de tipos, dispone de medios para fundir tipos nuevos y además fortuna para poder adquirir fuera los que se le pudieran pedir en cada encargo concreto; dispone de cuatro prensas y cuenta con dieciséis operarios, incluyendo un corrector, y valora positivamente la preparación técnica de todos sus operarios, indicando además la procedencia extranjera de buen número de ellos. Respecto a los muchos errores y erratas dijo que “conforme a lo quel entiende de su officio es que los autores por maravilla traen los originales bien corregidos ny con buena ortografía ny de puntuación como conviene porque pocos ay que aunque sean muy letrados entiendan esto”; se queja de los correctores y propone como solución que sean examinados por la universidad antes de autorizárseles a ejercer tal oficio. Admite que, aunque no sea realmente su caso, “andan caýdas las enprentas” y disponen “de poco cabdal”. Contrastan las posibilidades técnicas y financieras de esta oficina, muy altas todavía, frente a las declaradas por otros talleres de la villa de Alcalá de Henares, los de Sebastián Martínez y de Juan de Gracián. Se trataba todavía de un gran taller para la época.
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Julián Martín Abad