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María Pacheco Portocarrero

Biografía

Pacheco Portocarrero, María. La Mayor. Condesa (IV) y duquesa (I) de Benavente. ?, m. s. XV – p. t. s. XVI. Dama, noble.

María Pacheco Portocarrero, llamada la Mayor para diferenciarla de otra hermana —la Menor— de su mismo nombre, era la sexta hija de los doce hijos habidos en el matrimonio de Juan Pacheco, marqués de Villena, y de su segunda mujer, Beatriz Portocarrero, señora de Moguer. Eso la convertía en miembro de un clan nobiliario que, sólo entre hermanos, cuñados y primos, la emparentaba con lo más granado del Reino. Simplemente, era hija del hombre más poderoso de Castilla.

Como en el caso de sus hermanas, María se casó espléndidamente. Las capitulaciones matrimoniales fueron firmadas el 19 de abril de 1464 entre su padre y Rodrigo Alfonso Pimentel, IV conde de Benavente, II conde de Mayorga y señor de un amplio señorío jurisdiccional que se extendía por Zamora y parte de Galicia. Pimentel era un noble de primera categoría, pero se resistía a entrar en la liga nobiliaria que el marqués de Villena encabezaba para deponer a Enrique IV y alzar al príncipe Alfonso como nuevo Monarca. Es muy posible que su matrimonio con María respondiera a las maquinaciones del marqués, sin duda el noble más influyente del momento, que le debió de prometer acrecentar su ya desahogada posición. La dote de María fue espectacular —como lo demuestra el testamento de su padre— y sus suegros no dudaron en mejorar su envidiable situación concediéndole, entre otros bienes, la villa de Villarcidaler.

María vivió los avatares de su esposo, que pronto militó en el bando alfonsino siendo uno de los nobles más beneficiados —Portillo, Puebla de Sanabria, rentas y juros, derechos sobre el servicio y montazgo de los ganados que pasaban el puerto de Villharta...— y que, además, ostentó el distinguido oficio de canciller del Sello de la Poridad. A la muerte de Alfonso, si bien inicialmente apoyó el acto de Guisando declarando heredera a Isabel, pronto se inclinó, siguiendo a su suegro, ahora marqués de Villena, por la opción de Juana, la hija de Enrique IV. Incluso consiguió que este Monarca le concediera Arévalo, señorío de la Reina madre, con título de duque. Una merced que Isabel consideró afrentosa y a la que, una vez producida la reconciliación del conde de Benavente con los Reyes Católicos, hubo de renunciar. Todo esto lo siguió de cerca su esposa, que seguramente influyó directamente en algunas de las decisiones del IV conde de Benavente.

Pero María fue también una mujer letrada e interesada por la cultura, probablemente a raíz de su matrimonio con Pimentel. No en vano la biblioteca de su suegro era una de las más importantes de Castilla y sus sucesores se ocuparon en cuidarla de forma especial. El propio fray Hernando de Talavera le dedicó a la condesa de Benavente, en 1477, un tratado conservado en la Biblioteca de El Escorial. Otra literatura de la época también tuvo en su punto de mira a María Pacheco. Las satíricas Coplas del Provincial, atribuidas al cronista del príncipe-rey Alfonso, Alonso de Palencia, dedican la estrofa 106, según los especialistas, a la condesa de Benavente y le recuerdan su pasado judío —Ruy Capón— de donde descendía supuestamente su madre, María Portocarrero: “Señora Doña María,/ no esteis más en mi posada,/ que hedeis mucho a judía,/ aunque vengais perfumada”.

Rodrigo Alfonso Pimentel falleció en 1499. De su matrimonio con el conde-duque, María tuvo cuatro hijos, dos de ellos varones. El primogénito, Luis Pimentel, primer marqués de Villafranca, murió seis años antes que su padre; casado con Juana Osorio, hija del conde de Lemos, fue su hija, que llevaba el nombre de su abuela, María, la heredera del título. En segundo lugar, Alonso Pimentel, V conde y II duque, casado con Ana Fernández de Velasco, hija del condestable Pedro Fernández de Frías, siguió la línea sucesoria convirtiéndose en fiel servidor de los Reyes Católicos y, más adelante, de la reina Juana I y de su hijo el Emperador que le nombró grande de España; fue un personaje de leyenda —el duque de Rivas le dedicó su romance “Un castellano leal”—, del que se dice que rechazó el Toisón de Oro porque “jamás usaría otro símbolo o enseña militar que la antigua cruz roja [Santiago] o verde [Alcántara] con que sus antepasados habían atemorizado y vencido a los moros”. María Pacheco y Rodrigo Alfonso Pimentel tuvieron dos hijas más: María Pimentel, casada con Diego Hurtado de Mendoza, III duque del Infantado, y Beatriz Pimentel, casada con el II duque de Alba.

En el testamento de su marido, éste le reservó 100.000 maravedís que completaban su legítima, con lo ya otorgado para su casamiento, así como la villa de Castromocho que la disfrutaría en vida y revertiría en el condado a su muerte. Para prevenir problemas entre sus cuatro hijos que pudieran mermar el mayorazgo, el conde de Benavente tomó una serie de medidas que no evitaron que María Pacheco y su hija Beatriz Pimentel reaccionaran contra los acuerdos, como se comprueba en 1501 cuando la última se casó con el duque de Alba. La condesa viuda ofreció un espléndido patrimonio a Beatriz, fundando en ella un nuevo mayorazgo y en donde, además de un nada despreciable señorío, le concedía lo que había recibido de Rodrigo Pimentel para su dote y sus arras y todos los bienes que le pertenecían del difunto marido, amenazando con acciones legales contra los otros herederos si no se respetaba su voluntad. María Pacheco se basaba para obrar así en los bienes gananciales y la participación igualitaria que ambos cónyuges habían adquirido en su matrimonio. El pleito, que hubo de durar más de cincuenta años, sobrevivió a la decidida condesa que dejó a sus herederos no sólo querellas legales, sino un carácter indómito del que hijos y nietos harían buena gala. Aún más exhibió aquel carácter su sobrina-nieta —esto es, nieta de su hermana Francisca y del I marqués de Mondéjar— que llevaba su mismo nombre y fue conocida como la Comunera por haberse casado con el heroico Juan Padilla.

 

Bibl.: A. de Palencia, Crónica de Enrique IV, intr. de A. Paz y Meliá, Madrid, Atlas, 1973 (Biblioteca de Autores Españoles); I. Beceiro Pita, “La biblioteca del conde de Benavente a mediados del siglo XV y su relación con las mentalidades y usos nobiliarios de la época”, en En la España Medieval, 2 (1982), págs. 135-145; VV. AA., Congreso de Historia del Señorío de Villena, Albacete, Diputación Provincial, 1987; D. C. Morales Muñiz, “La política de mercedes del rey Alfonso de Castilla: el sostenimiento de su causa, 1465-1468”, en Homenaje al Prof. Torres Fontes, vol. II, Murcia, Universidad, 1987, págs. 225- 239; Alfonso de Ávila, rey de Castilla, Ávila, Fundación Gran Duque de Alba, 1988; “Las mercedes del rey Alfonso XII a la villa de Arévalo”, en Anuario de Estudios Medievales (AEM), 16 (1988), págs. 481-493; “Las confederaciones nobiliarias de Castilla durante la guerra civil de 1465”, en AEM, 18 (1988), págs. 455-467; A. Franco Silva y J. A. García Luján, “Los Pacheco: la imagen mítica de un linaje portugués en tierras de Castilla”, en VV. AA., Actas das II Jornadas luso espanholas de Historia medieval, vol. III, Oporto, INIC, 1989, págs. 943- 991; V. M. Márquez de la Plata y L. Valero de Bernabé, El Libro de Oro de los Duques, Madrid, Prensa y Ediciones Iberoamericanas S. M., 1994; I. Beceiro Pita, El condado de Benavente en el siglo XV, Benavente, Centro de Estudios Benaventanos Ledo del Pozo, 2000; VV. AA., El condado de Benavente: relaciones hispano portuguesas en la baja edad media, (Actas del Congreso hispano luso del VI Centenario del Condado de Benavente), Benavente, Centro de Estudios Benaventanos Ledo del Pozo, 2000; L. Suárez Fernández, Enrique IV de Castilla. La difamación como arma política, Barcelona, Ariel, 2001; F. Fernández de Bethencourt, Historia Genealógica y Heráldica de la Monarquía Española, Sevilla, Fabiola de Publicaciones Hispalenses, 2002, 10 vols.; C. Quintanilla Raso, “Los grandes nobles”, en El reinado de Isabel la Católica, en Medievalismo (n.º monográfico Boletín de la Sociedad Española de Estudios Medievales del dedicado al V Centenario de la muerte de Isabel la Católica), año 14, n.º 13-14 (2004), págs. 127-142; M. A. Ladero Quesada, La España de los Reyes Católicos, Madrid, Alianza, 2005; V. M. Márquez de la Plata, Mujeres renacentistas en la Corte de Isabel la Católica: Beatriz de Bobadilla, Beatriz Galindo, Lucía de Medrano, Beatriz de Silva, Catalina de Aragón, María Pacheco, Madrid, Editorial Castalia, 2005; C. Quintanilla Raso (coord.), Títulos, grandes del reino y grandeza en la sociedad política: sus fundamentos en la Castilla medieval, Madrid, Sílex, 2006; C. Quintanilla Raso, La nobleza señorial en la Corona de Castilla, Granada, Universidad de Granada, 2008; C. Quintanilla Raso y M. J. García Vera, “Señores de título en la Castilla del siglo XV: su creación en el reinado de Enrique IV”, en Homenaje al profesor Eloy Benito Ruano,  vol. 2, Murcia, Editum, 2010, págs. 653-670; J. J. de Castro Fernández y A. Cuadrado Basas, “Evolución de las fortificaciones del periodo de transición a través de los castillos del Conde de Benavente 1472-1522”, en Castillos de España: publicación de la Asociación Española de Amigos de los Castillos,  164-166 (2012), págs. 123-138; L. Vasallo Toranzo, “La casa del Conde de Benavente en Valladolid, un frustrado palacio al servicio de Carlos V”, en Las artes y la arquitectura del poder, Castelló de la Plana, Publicacions de la Universitat Jaume I, 2013,  págs. 829-842.

 

Dolores Carmen Morales Muñiz

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