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Joaquín Dicenta Benedicto

Biografía

Dicenta Benedicto, Joaquín. Calatayud (Zaragoza), 3.II.1862 – Alicante, 21.II.1917. Escritor.

Hijo de un comandante de Caballería, Manuel Dicenta, Joaquín nació en Calatayud, en el transcurso de un viaje de sus padres desde Alicante a Vitoria, a cuya Capitanía General debía aquél reincorporarse tras unas vacaciones en su residencia familiar de Alicante.

Herido Manuel en la Guerra del Norte, la familia volvió a Alicante, donde permaneció hasta 1867, año en que se trasladó a Madrid para atender a la salud del comandante, que fue internado en el Hospital Militar hasta 1871. Ese año retornaron a Alicante, donde Joaquín estudió en el colegio de San José, en el que coincidió con Carlos Arniches y Rafael Altamira como compañeros. En 1874 murió el padre. Terminado el bachillerato, se trasladaron de nuevo a Madrid.

Ante la falta de recursos, la madre, con el apoyo de militares conocidos, consiguió que su hijo ingresase en la Academia de Artillería de Segovia (1878), de la que, por su carácter rebelde e indisciplinado, fue expulsado al año siguiente. En 1879 se matriculó en la Facultad de Derecho de Madrid, pero a los pocos meses dejó de asistir a clase. A los diecisiete años se independizó de la madre; para subsistir, trabajó en empleos precarios de tipo manual y posteriormente en la Junta Constitutiva de Canales y de copista en un Juzgado de Madrid (Mas Ferrer, 1978: 19). A comienzos de la década de 1880, entró en contacto con el ambiente literario de la bohemia e hizo amistad con Alejandro Sawa, Mariano de Cavia, Pedro Barrantes, etc. De esta época le vino la imagen tópica de joven escandaloso, bebedor y pendenciero, tópico al que él mismo da pábulo (“Mujeres, vino, juego; tres placeres / a los que mi existencia consagré / despreciando consejos y deberes”), y que algunos de los que le conocieron de cerca, como Manuel Machado, interpretan como “pura comedia”, que le “impide ser él”, con la capacidad artística y moral que manifestará en su drama Juan José (Mas Ferrer, 1978: 22).

De 1884 datan sus primeras colaboraciones en la prensa, inicialmente en periódicos de corta tirada y duración, y de tendencia social, republicana y anticlerical, en los que colaboró con sus compañeros de la bohemia: El Edén, La Piqueta, El Motín, La Avispa, La Opinión, La Lucha, El Radical, El Mundo, El Resumen, etc. Entre 1892 y 1894 comenzó a publicar, en la sección de “Cuentos” de El Liberal, algunos de sus primeros relatos: La desdicha de Juan, El nido de gorriones, etc. En 1895 fundó y dirigió La Democracia Social, donde colaboró Rafael Delorme, que enjuicia, desde su ideología marxista, la problemática social española.

En 1897 pasó a dirigir El País, periódico republicano, en el que escribían, entre otros, Ramiro de Maeztu, José Martínez Ruiz y Pío Baroja. En 1897 contribuyó a poner en marcha la revista Germinal, de la que fue su primer director. En 1903 colaboró en Alma Española, de tendencia regeneracionista, donde coincidió con escritores de distintas generaciones preocupados por “el porvenir de España”, entre los que figuraban Francisco Giner de los Ríos (por quien Dicenta sentía una gran admiración), Pardo Bazán, Baroja, Maeztu, Azorín, Joan Maragall, Miguel de Unamuno, Ramón Pérez de Ayala, etc. En 1904 fue elegido director de la Sociedad de Autores, en cuya fundación había participado. Dicenta siguió escribiendo en la prensa (El Liberal, La Esfera, etc.) hasta el final de su vida.

Esta colaboración corrió paralela con su creación literaria: poesía, relatos breves, novela y teatro. Es en este último subgénero donde logró mayor notoriedad y éxito. Su primera aparición pública fue en 1888 con El suicidio de Werther, estrenada en el Teatro de la Princesa de Madrid gracias al apoyo de Tamayo y Baus, amigo de la madre de Joaquín. La obra, un drama romántico en verso, mereció la felicitación de Echegaray, cuya influencia fue evidente en los primeros dramas del joven escritor: Honra y vida (1888), La mejor ley (1889) y Los irresponsables (1890), también neorrománticos y en verso, en los que sigue los planteamientos temáticos y formales de El gran galeoto de Echegaray, aunque se diferencia por su crítica destemplada hacia el poder y por la solidaridad con los humildes.

En 1894 estrenó Luciano, obra que supone un cambio formal (teatro en prosa) y una crítica abierta a los condicionamientos del matrimonio “burgués”, que, en este caso, provocan el fracaso de la pareja. Algunos críticos han creído ver un trasfondo autobiográfico en la obra: Dicenta contrajo matrimonio en 1888 con una joven de familia burguesa, Purificación de Orduña, de la que se separó a los seis meses, al parecer, por desavenencias de carácter y choque entre su idealismo de artista bohemio y el pragmatismo económico de la joven. Dicenta se unió después a Amparito Triana, una bailadora gitana que compartía sus formas de vida e ideales. Esta unión le creó problemas con empresarios, actores y público, acostumbrados al teatro grandilocuente y conformista de Echegaray y escandalizados por la idea del amor libre y el rechazo de la moral burguesa que se desprende de los dramas y de la vida del joven escritor. Estos problemas se manifestaron ya en la puesta en escena de su obra más conocida (Juan José, 1895), en la que los actores que habían de representar a los protagonistas —Ceferino González y María Tubau— al leer el texto, expresaron inicialmente este rechazo: “¡Imposible! Un drama de gentuza y oliendo a vino” (A. Martínez Olmedilla, 1947: 172). Y es que la trama se desarrolla en un medio obrero: Juan José, un albañil analfabeto, con una infancia de huérfano hospiciano, trabaja para Paco, su patrono, que se siente atraído por Rosa, la joven que convive con Juan José y que ha perdido su empleo al quebrar la fábrica en que trabajaba. Enfrentado con el patrono por motivos laborales, pero también por rivalidad amorosa (“...porque me paga usté, ha llegao a creer que todo lo mío le pertenece”), Juan José es despedido. Decidido a mantener a Rosa a toda costa, Juan José planea un robo, por el que es encarcelado.

Enterado en el presidio de que Rosa se ha ido a vivir con Paco, en una salida ocasional de la cárcel, insensible ante las súplicas de “piedá” de Rosa, asesina a los amantes.

Al finalizar la representación, la novedad y fuerza dramática de la obra provocó una acogida excepcional de gran parte del público y de la crítica. El drama se consideró “bueno artísticamente por revelar la esencia de la vida social” (Unamuno, 1895), por lograr “una observación exacta de la realidad”, donde los “personajes hablan la lengua del pueblo” y “piensan como los de su clase” (Zeda en El Imparcial, apud Mas Ferrer, 1978: 122); por contener un mensaje “socialista y revolucionario” (R. Delhorme en El País, 1895). Esto último podría explicar que desde 1916 hasta 1939 se representara en España cada primero de mayo, como símbolo de afirmación de la clase obrera, en centros socialistas y anarquistas, y que se siguiera representando en el exilio. Sin embargo, la valoración literaria posterior ha sido más ponderada: para algunos críticos, se trataría de un drama de “honra, amor y celos” (F. Ruiz Ramón, 1967: 428), para otros, de una nueva forma de teatro social en el que “se dramatiza la lucha de clases” (G. Torrente Ballester, 1968); para otros, sería “deudor del maniqueísmo folletinesco” más que de una “protesta social organizada” (J. C. Mainer, 1972: 46), y vendría a ser un “melodrama social”, aunque con indudables aciertos en la ambientación “verista” de las escenas, acotaciones precisas y acertada “presentación de los contenidos” (J. Rubio Jiménez, 1982: 162). Lo cual estaría en el origen del éxito, junto a la “buena caracterización de los personajes” y una “hábil combinación de lo novedoso (cierta crítica social, personajes populares tratados seriamente) con lo convencional (drama de celos y solución melodramática)” (A. Fernández Insuela, 2003: 2021).

Entre sus obras teatrales posteriores, cabe mencionar: El señor feudal (1896, problemática social del campesinado, entroncada con el tema de la honra), Aurora (1902, protesta feminista contra la explotación de la mujer); Daniel (1907, huelga minera, brutalmente reprimida); Sobrevivirse (1913, sobre el carácter libre del amor), etc. Dicenta cultivó también la comedia (La conversión de Mañara, 1905, recreación del tema de Don Juan; Los tres maridos burlados, 1909, etc.), la zarzuela (El Duque de Gandía, 1894; Curro Vargas, 1898, con música de Ruperto Chapí, etc.) y el sainete (Los majos del plante, 1908). En narrativa, escribe cuentos (reunidos en colecciones: Espoliarium, 1888; Tinta negra, 1891, etc.), novelas (Los bárbaros, 1912; Encarnación, 1913, etc.) y novelas cortas (Galerna, 1810; Garcés de Marsilla, 1916), etc. Publicó libros de viajes (Por Bretaña, 1909, etc.) y uno de poemas (Del tiempo mozo, 1912).

Consecuente con su ideario político, Dicenta se presentó en la candidatura republicano-socialista al Ayuntamiento de Madrid, en 1909; como concejal, elaboró un Informe sobre la reorganización de la Enseñanza Municipal de Madrid (1910), interesante por sus datos estadísticos y sus proyectos. En 1915, ya enfermo, asistió al entierro de su admirado amigo Giner de los Ríos; Machado, que lo encuentra “solitario y abstraído”, se aventura a interpretar sus pensamientos: “Joaquín se sentía morir y quería dormir el gran sueño junto a la tumba del más puro y el más santo de los hombres de su tiempo” (M. Machado, 1918: 152).

En busca de sosiego, volvió a la ciudad de su infancia, Alicante. Allí, el 21 de febrero de 1917, murió este “romántico integral” (R. Pérez de Ayala, 1966: 457), que había sido un firme impulsor de empresas periodísticas y de la Sociedad de Autores, y que permaneció fiel a sus ideas y compromiso regeneracionista del país a través de la escritura, la política y la educación.

 

Obras de ~: El suicidio de Werther (drama en cuatro actos y en verso), Madrid, Imprenta José Rodríguez, 1888; Spoliarium (Cuadros sociales), Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1888; La mejor ley (drama en tres actos y en verso), Madrid, Imprenta José Rodríguez, 1889; Los irresponsables (drama en tres actos y en verso), Madrid, Imprenta José Rodríguez, 1890; Tinta negra, Madrid, Librería de Fernando Fe, 1892; El Duque de Gandía (drama lírico en tres actos y un epílogo, en verso, música de los maestros Antonio Llano y Ruperto Chapí), Madrid, Imprenta José Rodríguez, 1894; Curro Vargas (drama lírico en tres actos y en verso, música del maestro Ruperto Chapí), Madrid, R. Velasco, 1899; Luciano (drama en tres actos y en prosa), Madrid, Imprenta José Rodríguez, 1894; Juan José (drama en tres actos y en prosa), Madrid, Imprenta José Rodríguez, 1895 (ed. de J. Mas, Madrid, Cátedra, 1992 [2.ª ed.], y ed. de A. Fernández Insuela, Madrid, Biblioteca Nueva, 1998); El señor feudal (drama en tres actos y en prosa), Madrid, R. Velasco, 1896; Cuentos, Madrid, Imprenta de Antonio Marzo, 1900; Aurora (drama social en tres actos), Buenos Aires, Luis Zurbi, 1902; La conversión de Mañara (comedia en tres actos y seis cuadros, en verso), Madrid, R. Velasco, 1905; Daniel (drama en cuatro actos y en prosa), Madrid, R. Velasco, 1907; Galerna (novela), Madrid, El Cuento Semanal, 1908; Lorenza, Madrid, R. Velasco, 1908; Los majos del plante (sainete en un acto y tres cuadros, en verso, original de Joaquín Dicenta y Pedro de Répide), Madrid, R. Velasco, 1908; Los tres maridos burlados (enredo en tres cuadros y un prólogo en verso, inspirado en la novela de Tirso de Molina y escrito por Joaquín Dicenta y Pedro de Répide, música del maestro Lledó), Madrid, R. Velasco, 1909; Por Bretaña, Madrid, Imprenta Artística Española, 1910; Los bárbaros (novela), Madrid, Renacimiento, 1912; Del tiempo mozo (versos), Madrid, Sucesores de Hernando, 1912; Encarnación (novela), Madrid, Sucesores de Hernando, 1913; Garcés de Mansilla, Madrid, La Novela Corta, 1916, etc.

 

Bibl.: El País, “Juan José en la prensa”, 31 de octubre de 1895; M. de Unamuno, Juan José, en La lucha de clases, 7 de diciembre de 1895; J. Deleito Piñuela, Estampas del Madrid teatral de fin de siglo, vol. I, Madrid, Calleja, s. f., págs. 55- 60 y 198-210; A. González Blanco, “Joaquín Dicenta”, en Los dramaturgos españoles, Primera Serie, Valencia, 1917, págs. 207-294; M. Machado, Un año de teatro (Ensayos críticos), Madrid, Biblioteca Nueva, 1918; A. Martínez Olmedilla, Los teatros de Madrid: anecdotario de la farándula madrileña, Madrid, José Ruiz Alonso, 1947; H. B. Hall, “Joaquín Dicenta and the drama of social criticism”, en Hispanic Review, XX, 1952, págs. 44-66; R. Pérez de Ayala, “Juan José”, en Obras Completas, vol. III, Madrid, Aguilar, 1963, págs. 455- 458; F. Ruiz Ramón, Historia del teatro español, vol. I, Madrid, Alianza, 1967, págs. 427-430; G. Torrente Ballester, Teatro español contemporáneo, Madrid, Guadarrama, 1968; J. C. Mainer, “Joaquín Dicenta”, en Literatura y pequeña burguesía en España, Madrid, Cuadernos para el Diálogo, 1972, págs. 29-57; J. Mas Ferrer, Vida, teatro y mito de Joaquín Dicenta, Alicante, Instituto de Estudios Alicantinos, Diputación Provincial de Alicante, 1978; D. T. Gies, El teatro en España en el siglo xix, Cambridge, Cambridge University Press, 1996; A. W. Phillips, “La narrativa de Joaquín Dicenta”, en En torno a la bohemia madrileña 1990-1915. Testimonios, personajes y obras, Madrid, Celeste ediciones, 1999, págs. 136-158; J. Barreiro, “Joaquín Dicenta y sus críticos”, en Cruces de bohemia. Vidal y Planas, Noel, Retana, Gálvez, Dicenta, Barrantes, Zaragoza, Unalma Ediciones, 2001, págs. 153-179; A. Fernández Insuela, “El teatro social: Dicenta”, en J. Huerta Calvo (dir.), Historia del teatro español, vol. II, Del siglo xviii a la época actual, Madrid, Gredos, 2003, págs. 2012-2021.

 

Demetrio Estébanez Calderón

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