Vives i Tutó, José Calasanz. José Calasanz de Llevaneras. Llevaneras (Barcelona), 15.II.1854 – Monte Porzio Catone (Italia), 7.IX.1913. Cardenal, teólogo, escritor, filósofo, comisario general.
Nacido en una familia humilde pero muy religiosa, fue el segundo de cuatro hermanos. El mayor, Joaquín, también fue capuchino; y a él le siguieron dos niñas. Sus padres, José y Catalina, se trasladaron, cuando tenía seis años, a Mataró, porque ofrecía mejores posibilidades para la profesión (carpintero) del padre. Los dos hermanos ingresaron en el colegio de los escolapios, donde tenían un tío carnal (Rafael Vives), como colegiales y fámulos (sirvientes), preocupándose su madre de que tuvieran un director espiritual. Pero pronto comenzaron las desdichas: su padre enfermó de tisis, llevando a la familia casi a la ruina, sucediéndole lo mismo, poco más tarde, a la madre. Al morir el padre en 1865 los cuatro hermanos fueron repartidos entre los familiares, quedando José bajo la tutela de su tío Rafael, y siendo asignado al colegio. Algún año más tarde su madre, con treinta y siete años, fue acogida, junto con sus hermanas, en un asilo de religiosas. José, aunque en calidad de fámulo, no desaprovechó el tiempo, siendo el primero de la clase y destacando pronto por su inteligencia y memoria prodigiosa, así como por su docilidad y bondad naturales. A la edad de catorce años pidió ingresar como escolapio, pero su petición no fue admitida.
Ese mismo año, 1868, llegó a Mataró, desde Guatemala, el P. Segismundo, capuchino, natural del lugar, con el objetivo de llevar jóvenes a aquel país de Centroamérica, para que ingresaran en el noviciado que los capuchinos habían abierto en La Antigua Guatemala en 1854. Los dos hermanos, Joaquín y José, decidieron irse con el P. Segismundo, que era el maestro de novicios, pero no pudiendo abandonar a la madre, Joaquín se quedó hasta que muriera y dejara a sus hermanas en buenas manos. José, terminados los estudios, se despidió de su madre el 12 de abril de 1869, embarcándose en Barcelona rumbo a América junto con otros veintidós jóvenes. El 20 de junio llegaba al convento de capuchinos de La Antigua de Guatemala; durante el viaje su madre, a quien estaba muy unido, había muerto a la edad de treinta y nueve años. El 11 de julio comenzó el noviciado, cambiando su nombre por el de fray José Calasanz de Llevaneras, emitiendo los votos simples al año siguiente. Poco después inició el estudio de la Filosofía bajo la dirección del P. Ignacio de Cambrils. Aquí empezó a destacar tanto por su inteligencia y avidez en el saber como por una vida intensa de piedad, aficionándose especialmente a los autores franciscanos Buenaventura y Escoto. En estos años se le manifestó una enfermedad nerviosa, causa de convulsiones terribles que le dejaban extenuado, y que tantos problemas le causó hasta su ordenación y después al final de su vida. En 1871 llegó a Guatemala su hermano.
El mes de junio de 1872 la vida y formación de fray José se vería alterada, pues el gobierno expulsó violentamente del país a la comunidad de capuchinos, que salieron entre las aclamaciones y el apoyo del pueblo, dirigiéndose a San Francisco (California), donde fueron acogidos por los jesuitas, emitiendo los votos solemnes el 14 de julio. En Nueva York se embarcó, junto con la mayor parte de los estudiantes y los PP. Segismundo de Mataró e Ignacio de Cambrils, para Francia, llegando a Toulouse el 18 de octubre, donde fueron acogidos por el provincial y por el guardián, el P. Exuperio de Prats de Molló. Allí siguieron estudiando Filosofía con el P. Ignacio, formando una comunidad aparte bajo la dirección del P. Segismundo. José C. recibió la tonsura y las órdenes menores el 21 de diciembre. En 1873 se trasladaron a Fontenay-le- Compte para el estudio de la Teología, pero Fr. José enfermó de nuevo, haciéndose cargo de él el P. Exuperio, que lo envió al Convento de Ceret (Rosellón), de clima más suave. El encuentro del P. Exuperio con Fr. José C. fue decisivo en la rápida y ascendente carrera eclesiástica de este último, pues aquél pronto intimó y confió en él promoviéndolo a cargos y oficios delicados. Ante las reiteradas peticiones del presidente de Ecuador, García Moreno, al ministro general de la Orden, para que enviara jóvenes a aquella república andina éste expidió obediencias a los jóvenes españoles que se encontraban en Francia. Los dos hermanos Vives decidieron partir para América, arribando a Ibarra (Ecuador) a mediados de agosto de 1875, poco después de que el presidente fuera asesinado. Pero la estancia de fr. José en Ecuador sería breve, ya que las convulsiones hicieron pronto su aparición, debiendo volver a Europa en octubre de 1876. Estando en París, esperando trasladarse a Roma para tratar asuntos de Ecuador, se encontró nuevamente con el P. Exuperio, ahora provincial de Toulouse, quien se lo llevó con él, adscribiéndolo a su provincia religiosa y destinándolo al convento de Perpiñán como profesor de latín en la escuela seráfica, mientras se preparaba para recibir la ordenación sacerdotal. Las gestiones del P. Exuperio para conseguir las dispensas necesarias de cara a su ordenación fueron decisivas, ya que su enfermedad nerviosa podía ser considerada como un impedimento canónico insuperable. Con todo el 26 de mayo de 1877 fue ordenado sacerdote en Toulouse por el cardenal Desprez, desapareciendo casi por completo las crisis nerviosas, hasta que volvieron a aparecer al final de su vida. Podría parecer que durante estos años de su formación, agitados con expulsiones, idas y venidas y enfermedades, hubiera tenido poco tiempo, y sobre todo poca serenidad, para adquirir una sólida y profunda formación teológica, pero los hechos demuestran lo contrario. Esas carencias las suplió con una voluntad férrea que le hacía no perder el tiempo, dedicándolo ávidamente al estudio, y sobre todo con una inteligencia vivísima y una memoria poco común.
El 19 de septiembre de 1878 el P. Exuperio lo nombró director de la escuela seráfica de Perpiñán y guardián del convento, cargos en los que fue confirmado por el capítulo provincial del año siguiente. Con motivo de la supresión de las Órdenes religiosas en Francia, en 1880, con las leyes del gobierno de Jules Ferry, el convento fue allanado por las autoridades y la escuela seráfica tuvo que trasladarse a Igualada (España), al antiguo convento de los capuchinos, donado por una bienhechora. El P. José Calasanz demostró poseer buenas cualidades pedagógicas para la educación de los niños, infundiendo en ellos una gran piedad y un gran amor a las misiones. En Igualada fundó en 1882 la Orden Tercera (y lo mismo hizo en Barcelona), se dio a la predicación y dirección espiritual, abrió una escuela de francés para los jóvenes y empezó a escribir sus Compendios de las distintas disciplinas teológicas.
Durante estos años se estaba produciendo en España la restauración de la Orden capuchina, después de la supresión de religiosos que había tenido lugar en 1835. El P. Calasanz no perdía de vista a los capuchinos hispanos, muchos de los cuales habían sido compañeros suyos en Guatemala y Francia. Además entre ellos se encontraba su hermano Joaquín. Ya el año 1879 estuvo en Roma tratando sobre la supresión del comisariato apostólico, creado a raíz de la exclaustración y por exigencias de la bula Inter graviores. No hay indicios, aunque podría ser, de que contando tan sólo veinticinco años influyera en el nombramiento de su hermano como comisario, el año 1881, sustituyendo al P. Llerena, defensor del régimen de independencia con respecto a Roma. Desde su nombramiento en 1881 como comisario apostólico, el P. Joaquín de Llevaneras contó siempre con el consejo y apoyo incondicional de su hermano Calasanz, quien lo orientaba sobre todo en su trato con las autoridades romanas y con el grupo de “díscolos” que nunca aceptó su nombramiento. En este pequeño grupo de oposición, que hizo mucho ruido y envenenó un ambiente ya difícil por las tendencias opuestas entre jóvenes y ancianos exclaustrados, se mezclaron también las distintas posturas político religiosas del catolicismo de finales del siglo XIX, sobre todo las de los carlistas y los intransigentes nocedalistas, y alguna católico liberal. El año 1883 el P. José Calasanz fue de nuevo a Roma con el provincial de Toulouse para tratar el tema de la supresión del comisariato, y en 1884 acompañó por el mismo motivo a su hermano, que en el capítulo general celebrado ese año, en el que fue elegido ministro general el P. Bernardo de Andermatt, propuso la unión de los capuchinos españoles con toda la Orden, para lo que se debía abolir el comisariato creando una única provincia hispana de capuchinos, lo que se consiguió finalmente en 1885. Ese mismo año el P. Calasanz fue elegido segundo definidor en el capítulo de la provincia de Toulouse, pero no terminó el trienio, ya que en 1887 se incardinó en la provincia de España.
Probablemente hacia 1886, aunque no es segura la fecha, el P. Bruno de Vinay, procurador de la Orden, impresionado por las cualidades e inteligencia del P. Calasanz, pidió a los superiores dejarlo en la curia general como secretario suyo, junto con el P. Pío de Langogne. Desde ese momento la influencia que el P. Calasanz ejerció en la restauración de las provincias capuchinas de España fue decisiva y dejó una huella profunda, pues no hubo asunto concerniente a España que no pasara por sus manos. Así en 1889 fue secretario del P. Andermatt en la visita que hizo a la provincia de España, dividiéndola en tres; después de la visita quedó como visitador dejando ordenaciones que procuraban el restablecimiento de la disciplina regular y la organización de los estudios; fue obra suya el Manual Seráfico que intentaba uniformar los usos y la observancia religiosa de las tres provincias; en 1892 fue nombrado de nuevo visitador de las provincias de España, cargo que ocupó durante dos años, dejando también ordenaciones; en 1893 fue el artífice de la expulsión de los “díscolos” mencionados anteriormente, pues habían propalado graves e infundadas acusaciones contra su hermano, aunque algunas también justas.
En la curia general su trabajo como secretario del P. Bruno, que pronto lo introdujo por los vericuetos de las congregaciones romanas, y consultor de algunas de ellas fue ingente, participando en la reforma de las Constituciones de 1884 y en el comentario a las Ordenaciones del capítulo de ese mismo año, dirigiendo y redactando junto con el P. Pío de Langogne, con quien trabó una amistad que duró hasta el final de sus vidas, la Analecta Ordinis, al mismo tiempo que seguía escribiendo y publicando sus obras teológicas y de espiritualidad. En 1887, a propuesta del P. Bruno, fue nombrado consultor de la Congregación del Santo Oficio, dándose a conocer como canonista y teólogo, y sobre todo como hombre de Iglesia.
En 1889 sería nombrado consultor de la Congregación de Propaganda Fide para los ritos orientales y en 1893 para los occidentales; en 1894 consultor de la Congregación del Concilio y en 1895 de la de los Negocios Eclesiásticos Extraordinarios. Ese mismo año fue nombrado examinador del clero romano y regentó temporalmente la Cátedra de Teología Moral del Apolinare. En 1896 participó, junto a eminentes canonistas como Gasparri y Merry del Val, en la comisión que estudió la validez de las ordenaciones anglicanas. Además el Papa León XIII le pidió que estudiara la declaración de Beda el Venerable como doctor. En 1896 fue elegido sexto definidor general de la Orden. En 1899 el papa le envió al Tesino (Suiza) para que compusiera las desavenencias surgidas entre los católicos, y ese mismo año le encargó la preparación del Concilio Plenario Latino-Americano (28 de mayo-9 de julio). Durante su celebración le llegó la noticia de su elevación a la púrpura cardenalicia, nombramiento que tuvo lugar el 19 de junio de 1899.
A partir de ese momento su adhesión a la Sede de Pedro y su identificación con el pontificado romano, tanto bajo León XIII como bajo Pío X, será ya lo más estrecha que cabe, demostrando un sentimiento filial vivísimo y una fidelidad y entrega inquebrantables y sin fisuras. León XIII lo inscribió en las congregaciones del Santo Oficio, Obispos y Regulares, las dos secciones de Propaganda Fide, del Índice, de Ritos, de Indulgencias y Reliquias, de Negocios Eclesiásticos Extraordinarios, y en las comisiones para la Unión de las Iglesias Orientales, para los Estudios Bíblicos y para la Preservación de la Fe en Roma. En 1900 presidió también el congreso internacional de la Orden Tercera Franciscana. Durante la agonía de León XIII en 1903, lo visitó y asistió diariamente, por expreso deseo de aquél, hasta el momento de su muerte.
Pero fue durante el pontificado de Pío X cuando el cardenal Vives i Tutó adquirió mayor notoriedad y protagonismo en la curia romana. Aun cuando en el cónclave se expresó por la elección por unanimidad del cardenal Rampolla, una vez conocido el veto de Austria sobre éste, pronto se identificó plenamente con el programa reformista de Pío X, llegando a ser uno de sus más fieles colaboradores y ejecutores. En el estado actual de la investigación sobre el pontificado de Pío X es necesario decir que el cardenal Vives, aun reconociendo su influencia y cercanía al pontífice, no fue seguramente uno de sus mayores consejeros, junto con De Lai y Merry del Val (el famoso trío que habría tenido dominado al papa), sino un ejecutor fiel de sus deseos y órdenes. Es preciso reconocer que hubo otros secretarios y cardenales más influyentes, y sobre todo que Pío X, aunque humilde y bondadoso, tuvo clara conciencia de su posición en el vértice de la Iglesia y de su misión, a lo que unía una fuerte tendencia autoritaria en su manera de actuar, manifestada en sus prelacías anteriores. Vives se identificó también con la lucha antimodernista, como toda la curia, pero no hay evidencias de que participara en la redacción, ni siquiera en la parte disciplinar, de los documentos pontificios de 1907, Lamentabili y Pascendi, aunque seguramente tenía conocimiento de ellos. Y lo mismo cabe decir de su participación en el Sodalitium Pianum, el famoso espionaje antimodernista permitido por Pío X, supervisado por De Lai y ejecutado por el gris Mons. Benigni. Es suficientemente claro que el cardenal Vives, aun conociendo su existencia como otros muchos, se mantuvo alejado, porque conocía los modos de Benigni, poco acordes con la prudencia y la justicia que persigue la ley canónica.
La aportación más específica del cardenal Vives i Tutó al pontificado de Pío X hay que buscarla, y está poco estudiada, en la Congregación de Religiosos, de la que fue primer prefecto desde su creación en 1908, que fue la que más legislación emanó durante el pontificado de Pío X. Por otra parte el cardenal fue protector de innumerables institutos religiosos, de muchos de los cuales supervisó la revisión de las constituciones. Fue miembro asimismo de la comisión para la codificación del derecho canónico, en la que trabajó muy intensamente durante sus últimos años. Otro campo que atrajo su atención fue la formación del clero, apoyando al Colegio Pío Latino- Americano y al Colegio Español, en cuyo edificio fijó su residencia en 1906; intervino en la fundación del Colegio Internacional de los Capuchinos (1908); estimuló y orientó con sus indicaciones y sugerencias a la Alliance des Grands Séminaires de Francia, que tenía como objeto el reclutamiento de vocaciones y la formación del clero, insistiendo en la piedad (las tres devociones blancas muy arraigadas en Vives: eucaristía, Virgen María y papa), la teología escolástica y el antimodernismo. Parece que no había asunto en la curia romana que revistiera alguna importancia en el que no participara. Su influencia se hizo notar especialmente en las cuestiones que atañían a España y América Latina.
En 1913 su salud comenzó a resentirse de forma preocupante: las convulsiones extenuantes volvieron a hacer su aparición, así como la neurosis que le hacía temer por su salvación, a pesar del consuelo que le proporcionaba su buen amigo y director espiritual P. Pío de Langogne, ahora arzobispo de Corinto. Retirado a una villa de Monte Porzio Catone, en los montes del Tusculo cercanos a Roma, y complicado el cuadro de su salud con una peritonitis, moría en la madrugada del 7 de septiembre de 1913, a la edad de cincuenta y nueve años, plenamente conformado con la voluntad de Dios, que con especial ahínco había perseguido toda su vida. Fue enterrado en el sepulcro de la Orden capuchina del camposanto del Verano.
Como escritor y teólogo no fue original ni creador, ni tampoco su estilo literario es relevante, aunque sí su claridad y orden en la exposición de los distintos temas. Vives fue un inteligente sintetizador y recopilador de textos de los padres, teólogos y escritores eclesiásticos, cuya pretensión fue mejorar la preparación científica y religiosa del clero siguiendo la doctrina tradicional, amenazada por el modernismo. Sus obras fueron sobre todo de carácter espiritual e ilustran con textos de los padres y de los santos las devociones más clásicas y católicas: la humanidad de Cristo, la eucaristía, la Virgen, san José. Él las comprendía y las proponía, desde su experiencia, como medios para conseguir la santificación personal, por medio de la unión con Dios y la aceptación cotidiana de su voluntad. Además estas obras son testimonio de la espiritualidad afectiva que él vivía intensamente, característica del catolicismo de inicios del siglo XX.
Obras de ~: Compendium Theologiae Moralis..., Barcinone, 1881 (9 eds.); Compendium Theologiae Dogmaticae..., Barcinone, 1882 (4 eds.); Conpemdium Iuris Canonici..., Barcinone, 1882 (4 eds.); Conpemdium Hermeneuticae Sacrae..., Barcinone, 1883 (3 eds.); Mariale Quotidianum..., Mediolani, 1885 (2 eds.); Conpemdium Theologiae Ascetico-Mysticae..., Barcinone, 1886 (3 eds.); Breves Soliloquios del alma con San José dispuestos para 31 visitas, triduo y novena, Roma, 1886 (4 eds.); Manual Seráfico de los FF.MM. Capuchinos de las Provincias de España y sus Misiones, Roma, 1890; Breves soliloquios del alma con Nuestra Señora de los Dolores, dispuestos para 31 visitas y otras devociones, Barcelona, 1891; Biografía Hispano-Capuchina, Barcelona, 1891; Carta a un sacerdote, Barcelona, 1893 (3 eds.); An sit extendendum ad universan Ecclesiam festum S. Bedae Venerabilis cum officio et missa propria, adicta Doctoris qualitate? Votum Fr. J. Calasanctii a Llevaneras, Romae, 28 Decembris 1898; Lectiones SS. Patrum contra murmuratores..., Romae, 1902; Expositio in Orationem dominicam..., Romae, 1903; Summula Commentariorum Seraphici Doctoris S. Bonaventurae in IV Libros Sententiarum, Romae, 1905; Summa Josephina..., Romae, 1907; Cartas a un director de Seminario, Suplemento de El Correo Josefino de los Colegios de Vocaciones Eclesiásticas de San José, Tortosa 1907 [Es la única obra en la que propiamente habla del modernismo, comentando la Pascendi]; De ineffabili bonitate Sacratissimi Cordis Jesu..., Romae, 1909; Scintillae amoris Eucharistici, Romae, 1910; Devotae exercitationes piorum clericorum et religiosorum, Romae, 1911; Summula Summae Theologicae Angelici Doctoris S. Thomae Aquinatis, Romae, 1912; Álbum de amor al Sacratísimo Corazón de Jesús, Roma, 1913.
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José Ángel Echeverría, OFMCap.