Díaz Ramos, José. Sevilla, 1896 – Tiflis (Georgia), 20.III.1942. Político comunista.
Panadero e hijo de panadero, comenzó a trabajar a los once años. Adolescente, ingresó en la Confederación Nacional de Trabajadores (CNT), llegando a encabezar el sindicato de su oficio en la capital andaluza cuando contaba dieciocho años. Como otros jóvenes activistas del anarcosindicalismo y del comunismo, estuvo envuelto en incidentes graves de violencia en su actividad sindical entre 1917 y 1923. Iniciada la dictadura de Primo de Rivera, pasó a la clandestinidad.
En 1925 fue preso gubernativo, en Madrid y, dos años más tarde, tuvo lugar su ingreso, junto con los principales sindicatos de la CNT de Sevilla y su provincia, en el Partido Comunista de España (PCE).
Durante el IV Congreso del Partido, reunido en la capital andaluza, en marzo de 1932, fue elegido para formar parte del Comité Central. Fue seleccionado por el delegado de la Internacional Comunista, Victorio Codovilla, junto con otros elementos destacados del sindicalismo sevillano para —con otros nombres procedentes de la Federación vasco-navarra— formar un nuevo equipo dirigente capaz de sustituir a Bullejos y su grupo. De esa forma, José Díaz se vio promovido a la condición de secretario general del PCE, pero la dirección efectiva del Partido quedó en manos de Codovilla, quien la ejerció autoritariamente, entre los meses finales de 1932 y el verano de 1937. Entonces, la dirección de la Internacional Comunista consideró conveniente reemplazarlo por el italiano Palmiro Togliatti (“Ercoli”).
José Díaz alimentaba la convicción absoluta de que ni la Internacional Comunista ni Stalin podían equivocarse, y actuó en consecuencia: mostró siempre una total disponibilidad para asumir las decisiones que vinieran de la dirección de la Internacional y, en definitiva, de Stalin. Tanto Díaz como Ibárruri aparecieron plenamente identificados con la línea del Frente Popular, adoptada por la Internacional Comunista en julio de 1935, y que fue obra del búlgaro Georgi Dimitrov, con el beneplácito de Stalin. También fueron después los principales símbolos de la política de resistencia a ultranza en el bando republicano durante la Guerra Civil.
Sin embargo, la nueva doctrina del Frente Popular y de la Democracia Popular contenía unos elementos de relativa contradicción y, en todo caso, más complejos que la doctrina de la dictadura del proletariado. Implicaba también prescindir de un argumento capital de la línea política anterior, consistente en definir a los partidos socialistas como “socialfascistas”. Estas sutilezas chocaban con los esquemas doctrinales de Díaz e Ibárruri. De ahí que fueran Manuilski, Stepanov (Stoian Meneev), Codovilla y, con significativos matices, Togliatti los responsables fundamentales de argumentar la nueva política comunista en el terreno de las ideas. Díaz e Ibárruri limitaron su papel al de portavoces convencidos, en nombre de los comunistas locales. Éstos mostraron, en todo caso también José Díaz, una marcada proclividad hacia los aspectos más típicamente leninistas de la política del Frente Popular; por ejemplo, aquellos relacionados con el Frente Único, es decir, la consecución de la unidad con los socialistas, para forjar el partido único leninista-estalinista de la clase obrera. Al mismo tiempo hacían hincapié en la unidad sindical, si bien bajo el mando de ese único partido. Armado con esos medios, el PCE mostraba su impaciencia por implantar lo antes posible el “Gobierno obrero y campesino”, y saltar en cuanto las circunstancias lo permitieran desde él a la dictadura del proletariado en forma de soviets. De esta forma, lo que el Frente popular tenía de alianza política entre partidos de izquierda, que conservaban su autonomía y ejercían el poder como coalición dentro de un régimen hasta cierto punto representativo, quedaba en un segundo plano. En todo caso, las formaciones de centro y derecha, consideradas “fascistas” por definición, debían ser eliminadas en esa Democracia Popular. Estas preferencias de los comunistas españoles los aproximaban a los representantes más ortodoxos de la Internacional, como Manuilski, Stepanov o Codovilla, y les distanciaban del más sutil y matizado Togliatti, que era visto con particular y bien disimulada desconfianza por Dolores Ibárruri.
De salud delicada, pues padecía una grave afección de hígado, Díaz sufría bajas frecuentes. De hecho, salió de España rumbo a Moscú, en enero de 1939, antes que el resto de la dirección comunista. Díaz fue operado en la capital de la Unión Soviética y, desde allí, secundó la opinión de Stalin de que el PCE había sido vacilante ante el golpe de Casado; aunque el propio dictador había vacilado también, al abogar, hacía apenas un año —en febrero de 1938— por la salida del PCE del gobierno del Frente Popular. Roto el Pacto germano-soviético e iniciado el ataque alemán a la Unión Soviética, Díaz fue evacuado a un hospital en Tiflis (Georgia) en 1941. Allí puso fin a su vida al año siguiente.
Obras de ~: Tres años de lucha, prol. de Santiago Carrillo, Bucarest, 1974 (México y Nueva York, Ediciones Europa- América, 1939; México, España Popular, 1940; París, Éditorial Librairie de Globe, 1969 y 1970; París, Ediciones Ebro, 1970; Barcelona, Editorial Laia, 1978; Badajoz, Editores extremeños, 2005).
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Luis Arranz Notario