Ibn al-Adīb: Abū ‘Abd Allāh Muḥammad b. ‘Abd al-Raḥmān b. ‘Alī b. Muḥammad b. Sulaymān al-Tuŷībī al-Laqantī al-Mursī al-Tilimsānī. Alicante, c. 540 H./1145-1146 C.– Tremecén (Argelia), ŷumādà I 610 H./ IX-X.1213 C. Ulema.
Jurista y tradicionista andalusí nacido en Alicante alrededor del año 540 de la hégira, es decir, en 1145 ó 1146 de la era cristiana. Una única fuente le hace originario de Sevilla pero todos sus demás biógrafos son unánimes sobre su procedencia levantina, lo que nos conduce a pensar que la atribución sevillana es errónea.
Su familia se asentó en Orihuela, donde comenzó los estudios en ciencias religiosas que eran habituales entre los jóvenes acomodados de su época. En esta ciudad y en Murcia inició la adquisición de una sólida formación, que le llevaría por numerosas ciudades y que, con el tiempo, le convertiría en uno de los grandes ulemas de su tiempo.
Se inició en el estudio de las Lecturas Coránicas, las diferentes variantes del texto sagrado, con varios almocríes –lectores– de su época: su pariente Aḥmad b. Mu‘ṭ de Murcia, Abū l-Ḥaŷŷāŷ Ibn Ibrāhīm al-Ṯagrī, Abū l-Ḥasan Ibn Fayd, Abū ‘Abd Allāh Ibn al-Faras y Abū ‘Alī Manṣūr al-Aḥdab, quien le concedió, además, el permiso para enseñar lo aprendido, la codiciada iŷāza o licencia docente.
Ibn al-Adīb se formó también en el estudio de la jurisprudencia islámica y de las tradiciones proféticas –hadices–, ciencia en la que se especializó, destacando como conocedor y transmisor de los dichos y hechos del profeta Mahoma.
Uno de los biógrafos de Ibn al-Adīb destaca su labor como copista. Aunque era frecuente que los ulemas dedicasen parte de su tiempo a la copia de manuscritos para uso personal y docente, él prestó especial atención a esta tarea y fue conocido por su excelente caligrafía.
En un momento de su vida viajó a Oriente con el fin de peregrinar a La Meca y adquirir allí conocimientos especializados, tal y como hicieron numerosos ulemas de su tiempo. Aunque se desconocen la mayoría de los detalles de su periplo en busca de ciencia, se sabe que Ibn al-Adīb no regresó nunca a al-Andalus, ya que tras visitar a algunos maestros se asentó en Alejandría, donde se convirtió en uno de los discípulos dilectos del tradicionista egipcio Abū Ṭāhir al-Silafī, personaje carismático que obtuvo enorme fama tanto por su sabiduría en materia de religión como por su piedad.
Tras permanecer largo tiempo junto a al-Silafī, le comunicó un día su deseo de regresar a Occidente. El maestro egipcio le preguntó, entonces, qué provecho consideraba que había obtenido de sus enseñanzas e Ibn al-Adīb le contestó que había aprendido y copiado cuantiosos textos religiosos. Al-Silafī le vaticinó que se convertiría en el gran experto en tradiciones proféticas del Magreb, como, efectivamente, sucedió.
Acerca de las estancias de Ibn al-Adīb en el norte de África se conocen más detalles que de su viaje por Oriente. Después de visitar a algún maestro en Mahdia, llegó a Ceuta en 574/1178-9, donde permaneció algunos años completando sus estudios. Allí debió de iniciar, además, su propia labor difusora de lo aprendido anteriormente. En 594/1198-9 se trasladó a Fez. En esta ciudad y en Marraquech buscó de nuevo la compañía de los ulemas más prestigiosos. Los biógrafos de Ibn al-Adīb señalan que tuvo más de ciento treinta maestros a lo largo de su vida, enumeración que no es gratuita, ya que el prestigio de un personaje se medía a través del número de maestros y discípulos que poseyera a lo largo de su carrera.
Se desconoce en qué año se mudó a la ciudad de Tremecén, donde pasó dedicado a la transmisión de hadiz los últimos años de su vida. Falleció durante el mes de ŷumādà I del año 610/entre el 18 de septiembre y el 17 de octubre de 1213, dejando tras de sí numerosas obras. No se tienen datos acerca de su vida personal o familiar, fenómeno común a prácticamente todos los ulemas andalusíes, ya que sus biógrafos sólo se interesan por su trayectoria académica. Igualmente, no hay ninguna referencia al motivo que le hizo quedarse en el Magreb, aunque no debió de perder el contacto totalmente con al-Andalus a pesar del tiempo transcurrido desde que abandonó su tierra natal, ya que el historiador valenciano Ibn al-Abbār relata que recibió por escrito el permiso docente de Ibn al-Adīb a finales del mes de ramadán de 608/principios de marzo de 1212. Es posible que los difíciles momentos que vivía la dinastía almohade en la Península Ibérica a comienzos del s. XIII le desanimasen de retornar, pues eran años en que los árabes retrocedían territorialmente tras duras derrotas que podrían haberle costado incluso la vida.
La obra de Ibn al-Adīb se ha perdido y se conoce exclusivamente por los títulos que le atribuyen sus biógrafos. Su producción tenía un cargado carácter ascético, con una dedicación al estudio del hadiz y a la composición de obras de índole piadosa que no era original en su tiempo, sino que respondía al interés de numerosos tradicionistas andalusíes desde finales del s. XI por cuestiones ascético-místicas. La dedicación a cuestiones de la religiosidad islámica en aquel momento no fue casual, sino que nace con la transmisión en al-Andalus de tradiciones ascéticas orientales importadas por algunos ulemas que viajaron a Oriente y trajeron libros piadosos. Entre esos ulemas destacarían Abū ‘Alī al-Ṣadafī (muerto en 514/1119) y Abū Bakr b. al-‘Arabī (muerto en 543/1148) por la repercusión que tuvo posteriormente su magisterio.
Por los textos conservados de otros autores con títulos similares podemos deducir con bastante fiabilidad cuáles eran la estructura y el contenido de sus escritos. Entre las obras que compuso se citan varias colecciones de tradiciones proféticas, pertenecientes al género de “cuarenta hadices”, que consistía en la composición de opúsculos en los que se reunían cuarenta frases atribuidas a Mahoma o a sus compañeros acerca de un determinado tema religioso o moral: la virtud de la oración, la necesidad del amor a Dios, etc.
Del mismo modo, Ibn al-Adīb llevó a cabo otras recopilaciones similares de hadices, donde no se prestaba atención al número de las tradiciones, que debían de ir acompañadas de historias y anécdotas en torno al tema ascético elegido. En algún caso se conoce por el título el contenido de las mismas –v. gr. La virtud del décimo día de la peregrinación a La Meca– pero en otros, no se puede adivinar a qué cuestión se dedicaban.
La mayoría de los libros de tema ascético debían de componerse con una finalidad pedagógica, a modo de devocionarios con los que el creyente pudiese conocer la sunna –tradición– profética, pero que también le sirviesen de consejo y consuelo en el desarrollo de su religiosidad individual.
Al igual que otros autores de obras religiosas, compuso un texto sobre la “guerra santa” –ŷihād–, un tema que gozó de gran aceptación entre los tradicionistas desde época almorávide. También como otros ulemas de su tiempo, escribió un diccionario biográfico en el que daba a conocer las trayectorias intelectuales de sus maestros. Estos diccionarios les servían tanto para legitimar su posición en las cadenas de transmisión de las tradiciones proféticas, como para obtener prestigio intelectual, pues a través de la calidad y rigor de sus maestros podía intuirse indirectamente el nivel de conocimientos alcanzado por él.
Obras de ~: Al-Arba‘ūn fī faḍl al-ṣalāt ‘alà l-Nabī (Los cuarenta [hadices], acerca de la virtud de la oración por el Profeta); Al-Arba‘ūna ḥadīṯan fī l-faqr wa-faḍli-hi (Los cuarenta hadices sobre la pobreza y su virtud); Al-Arba‘ūna ḥadīṯan fī l-ḥubb fī Allāh ta‘ālà (Los cuarenta hadices sobre el amor a Dios -Ensalzado sea-.); Al-Arba‘ūna ḥadīṯan fī l-mawā‘iẓ/ fī l-wa‘ẓ (Los cuarenta hadices sobre los sermones); Barnāmaŷ riwāyati-hi l-akbar (El repertorio grande de sus transmisiones); Barnāmaŷ riwāyati-hi l-aṣgar (El repertorio pequeño de sus transmisiones); Faḍā’il al-ašhur/šuhūr raŷab wa-ša‘bān wa-ramaḍān (Las virtudes de los meses de raŷab, ša‘bān y ramadán); Faḍl ‘ašar min ḏī l-ḥiŷŷa (La virtud del día diez de ḏū l-ḥiŷŷa); Fahrasa (Repertorio); al-Fawā’id al-kubrà (Los provechos mayores); al-Fawā’id al-ṣugrà (Los provechos menores); Kitāb manāqib al-sibṭayn al-Ḥasan wa-l-Ḥusayn (Libro de las virtudes de los dos nietos [del Profeta] Ḥasan y Ḥusayn); Kitāb al-mawā‘iẓ wa-l-raqā’iq (Libro de los sermones y la piedad); K. Mašyajat Abī Ṭāhir al-Silafī/Mu‘ŷam šuyūj šayji-hi al-Silafī (Los maestros de Abū Ṭāhir al-Silafī); Mu‘ŷam šuyūji-hi al-kabīr (El compendio grande de sus maestros); Musalsalāt (Hadices encadenados); K. al-targīb fī l-ŷihād (El estímulo en el ŷihād); Talqīn al-walīd (La enseñanza al hijo).
Bibl.: F. Pons Boigues, Ensayo bio-bibliográfico sobre los historiadores y geógrafos arábigo-españoles, Madrid, Tip. de San Francisco de Sales, 1898 (reed. Ámsterdam, Philo Press, 1972), n.º 220; ‘U. R. Kaḥḥāla, Mu‘ŷam al-mu’allifīn, Beirut, Maktabat al-muṯannà, vol. X, 1957-1961, pág. 145; M.ª I. Fierro y M.ª M. Lucini, “Biografías de andalusíes en al-Muqaffà de al-Maqrīzī (m. 845/1442)”, en M. L. Ávila (ed.), Estudios Onomástico-Biográficos de al-Andalus III, Granada, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 1990, págs. 215-55, n.º 91; Ibn Baškuwāl, Kitāb al-qurba ilà Rabb al-‘ālamīn (El acercamiento a Dios), est., ed. crítica y trad. de C. de la Puente, Madrid, CSIC, 1995, págs. 103-104; C. de la Puente, “Ibn al-Adīb”, en J. Lirola Delgado y J. M. Puerta Vílchez (dirs.), Biblioteca de al-Andalus, vol. II, Almería, Fundación Ibn Tufayl, 2009, págs. 29-32.
Cristina de la Puente