Miralles Anglés, Hermenegildo. Barcelona, 1859 – 1.V.1931. Encuadernador, litógrafo, editor.
Hermenegildo Miralles nació en la calle de Escudillers de Barcelona. Hijo de Eduardo Miralles, comerciante acomodado, y de Josefa Anglés, ama de casa.
Por estas fechas, en las calles de su barrio, desde la calle Ancha hasta Santa Madrona, era donde se situaban las empresas más importantes dedicadas a las artes gráficas, litografía, imprenta y encuadernación.
Se casó en 1881 con Victoriana Zaragoza, que contaba entonces con diecisiete años. Fruto de su matrimonio, tuvo seis hijos.
Los inicios de la actividad de Miralles dentro de las artes gráficas se remontan a su paso por el taller del célebre encuadernador Pere Doménech i Saló, padre del arquitecto Lluís Doménech i Montaner y de Eduard Doménech, editor y encuadernador. Miralles dirigió la sección de encuadernaciones industriales del taller de Pere Doménech de la calle Gignas de Barcelona.
Aquí fue donde aprendió la labor que años después realizaría como empresario e industrial.
Una de sus principales empresas fue la fundación de grandes talleres de litografía y encuadernación, que dotó, a partir de 1882, con el material más moderno de su tiempo. Sus talleres de litografía y encuadernación industrial estaban ubicados en la calle Bailén, en los números 51-59, siendo remarcable el hecho de que su taller ocupara prácticamente todo un lateral de la calle, lo que indica la amplitud de espacio del establecimiento, ocupado por más de trescientos operarios.
En el n.º 70, de la misma calle, tenía el taller de encuadernaciones artísticas.
Respecto a su dedicación a la encuadernación industrial, su taller fue uno de los más activos del momento, llegando a encuadernar miles de ejemplares al día para la editorial Montaner y Simón y después para la editorial Espasa. Esta actividad comenzó a partir de 1882, en un momento de grandes cambios socioculturales y de democratización de la lectura. Las tapas editoriales devienen una manifestación artística seriada de gran necesidad. Artesanía e industrialización tuvieron que convivir en el taller de Miralles: la actividad artesana tuvo el valor de haber sido el fruto de un trabajo más personal y la producción industrial, sumando además, el trabajo ahora colectivo en las figuras del editor, el ilustrador profesional, el grabador de planchas y el encuadernador, hará llegar esta obra de creación a un público más amplio. La mayoría de las encuadernaciones editoriales que realizó eran de gran formato, con telas de colores, dorados y relieves.
Respecto a la encuadernación artística, su obra ocupa un lugar destacado en el denominado renacimiento de la encuadernación artística catalana, movimiento que comienza en 1890 hasta bien entrado el siglo xx. Se caracteriza por la imitación rigurosa de los estilos clásicos franceses, españoles e ingleses, sin excluir la aparición de una decoración modernista y ecléctica, en las cubiertas artísticas de los libros.
Debido a que en Barcelona no había operarios capaces de dorar las tapas de un libro y deseoso de igualar en belleza y en perfección técnica lo mejor que entonces se hacía en el extranjero, contrató a dos doradores franceses para que dirigieran la sección de dorado de su taller. El primero fue el alsaciano Pierre Schultz, que llegó a Barcelona en 1891. Por entonces, Miralles contrató a Joaquim Montaner, bibliófilo y cliente suyo, aficionado a las bellas encuadernaciones históricas, para que dirigiera la sección artística de su taller de encuadernación. Schultz murió en 1913, y le sucedió Pierre Guérin, que trabajó con Miralles hasta 1921. En buena parte de sus obras reprodujo e interpretó libremente modelos mudéjares y góticos; renacentistas con decoración de mosaico, lacería y ramaje; encuadernaciones barrocas, los estilos fers pointillés y à la dentelle, los mosaicos de Padeloup y Le Monnier, y finalmente, en mosaico y dorado, hizo también un buen número de composiciones siguiendo el gusto modernista de su época, conjugando soluciones de los estilos históricos con otras de acuerdo con la estética de aquel momento en Cataluña. A partir de las obras de estos dos doradores, las encuadernaciones del taller de Miralles se constituyeron en el paradigma de la encuadernación artística de lujo, de gran calidad en los materiales y en la ejecución técnica.
La actividad de Miralles se sitúa en un contexto de cambios técnicos, industriales y sociales básicos en la formación de las artes gráficas catalanas y en un período de cambios artísticos relevantes, como el fin de la Renaixença, el Esteticismo y el Modernismo.
Durante más de cuarenta y cinco años, el taller de litografía de Hermenegildo Miralles, “El señor de las Artes Gráficas” como le llamaban, fue ejemplo de taller de gran calidad, donde se realizaron con la maquinaria más moderna, todo tipo de trabajos: fue autor de más de cuatrocientas etiquetas comerciales para productos alimenticios, farmacéuticos, de tabaco, etc.; fue autor de cromos, plafones decorativos, de cajas de hojalata de lujo, de los más variados productos gráficos destinados a la publicidad como carteles, tarjetas postales, juguetes, calendarios, marcas y anuncios; fue editor y dueño de la revista Hispania (1899-1902).
En 1892, presentó una patente de invención de azulejos de cartón piedra litografiados y con relieves, que imitan los auténticos azulejos de estilo hispanoárabe, sevillano, valenciano, etc., con reflejos metálicos imitando la mayólica. La creación de estos azulejos apoya la tesis que propugnaba el arquitecto Josep Puig i Cafalch de que las artes aplicadas, en este caso las artes gráficas, entren a formar parte de la arquitectura, defendiendo la creación de una industria aplicada al arte. Para su posterior enriquecimiento, Miralles nombró director artístico de sus talleres al artista Carles Llobet i Busquets, quien será, a partir de entonces, el que diseñe los motivos de los azulejos. Arquitectos como Antoni Gaudí, Josep Puig i Cadafalch o Andrés Audet, utilizarán a menudo los azulejos imitación, frisos, arrimaderos, artesonados y todos los materiales decorativos aplicados a la arquitectura de interiores, que salieron del taller litográfico de Miralles.
Una fuente inagotable de recursos, todos aplicados desde las artes gráficas, con una maestría soberbia y de una calidad irrefutable, el sello de Casa Miralles, se convirtió en símbolo del trabajo bien hecho, innovador y moderno.
El final de la actividad empresarial de Miralles se puede situar entre 1926 y 1928, dos años antes de su muerte, acaecida el 1 de mayo de 1931.
Bibl.: A. Quiney, Hermenegildo Miralles, arts gràfiques i enquadernació, Barcelona, Biblioteca de Catalunya, 2005.
Aitor Quiney Urbieta