Delicado, Francisco. ¿Martos? (Jaén), c. 1480 – ¿Valle de Cabezuela? (Cáceres), c. 1550. Escritor.
Los interrogantes que acompañan fechas y lugares de las marcas biográficas de Francisco Delicado son indicativos de la escasez de datos acerca de su vida.
Lo que de ella se sabe se desprende esencialmente de las pocas noticias que entrega el autor en sus obras y de las investigaciones de algunos estudiosos. Así, se puede situar su patria entre las provincias de Córdoba (de la que era natural su padre) y la de Jaén: su madre era de Martos, y a esta última población se dirigen sus añoranzas más frecuentes, ya que allí se crió y aprendió la lengua materna, cuyos dejos andaluces pueden percibirse en ciertas preferencias léxicas y fonéticas de su obra más famosa, La Lozana andaluza.
En ésta nada se dice de su oficio, pero, a través de las indicaciones contenidas en una obrita de paradero hoy desconocido que tuvo en sus manos el profesor italiano Francesco Ugolini —Spechio vulgare per li sacerdoti (1525)—, se sabe que fue cura de la pequeña iglesia de Santa Maria in Posterula, en Roma, adonde llegó probablemente durante el pontificado de Alejandro VI Borgia, a finales del siglo xv. Más que a sus no comprobados orígenes judíos, su llegada a Italia se debe razonablemente o a su condición original de soldado, dentro del ejército con el que Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, conquistó para los Reyes Católicos el reino de Nápoles, disputándolo a los franceses, o bien como familiar del cardenal Bernardino de Carvajal que, llegado a Roma como embajador de los Reyes Católicos en 1492, fue, a principios del siglo, legado apostólico en Nápoles y protector del escritor hasta su muerte en 1523, fecha en la que sus títulos y la protección hacia Delicado pasaron a su sobrino Gutierre Vargas, que lo benefició más tarde con el vicariato del Valle de Cabezuela, en la diócesis de Plasencia.
En cualquier caso, es evidente el conocimiento que Delicado tuvo de la ciudad partenopea, a la que achacó el origen de la enfermedad que padeció por más de veinte años, aquella sífilis, o mal napolitano, o mal francés, que es el motivo de fondo de toda su obra.
Tuvo que trasladarse muy pronto a Roma, donde vivió lo suficiente como para asistir al sucederse de seis papas: Alejandro VI (Rodrigo Borja, 1492-1503), Pío III (Francesco Todeschini Piccolomini, pocos meses de 1503), Julio II (Giuliano della Rovere, 1503- 1513), León X (Giovanni de’ Medici, 1513-1522), Adriano VI (Adrian Floriszoon, 1522-1523) y Clemente VII (Giulio de’ Medici, 1523-1534).
La capital de la cristiandad se encontraba entonces en su apogeo artístico y político, y los pontífices destacaban más por su afición al lujo y a la guerra que por caridad cristiana y moralidad. Roma, ya caput, ahora cauda mundi, como la insultaban los escandalizados fieles de las iglesias del norte de Europa, era también la capital de la prostitución: miles de mujeres (sin excluir a travestidos) encontraban a sus mejores clientes en una ciudad de población esencialmente compuesta por varones solteros, que, sin distinciones jerárquicas, desde el Sumo Pontífice hasta el último sacristán, frecuentaban y a menudo mantenían a las trabajadoras del sexo, fuesen ellas humildes meretrices o cultas cortesanas.
La calle del Orso, donde se encontraba la ya no existente parroquia del padre Delicado, era habitada por tantas prostitutas “que parecen enjambre” (Mamotreto XII de La Lozana andaluza), y sus abigarradas costumbres y sus voces, como las de sus clientes y de todo un pueblo dedicado al placer y a la satisfacción del cuerpo, sin ningún reparo moral, son las retratadas fielmente y con divertida participación por el clérigo andaluz.
Es verdad que la dolce vita romana se ensombrece por la presencia de la epidemia del mal francés, enfermedad a la que Delicado dedicó un tratado, del que constan dos ediciones (Roma, 1525 y Venecia, 1530), más una tercera probablemente perdida. El modo de adoperare el legno de India occidentale le dejó renombre de científico, el único con el que ha sido, muy de vez en cuando, recordado en libros de Medicina todavía en los siglos xviii y xix. Como él mismo cuenta, su repentina recuperación del morbo se debió al uso de un medicamento llegado de las Indias Occidentales, el guayaco o palo santo, cuya detallada aplicación describe en el tratado, escrito alternando tres idiomas, el italiano, el latín y el castellano.
Al mismo morbo dedicó otra obra, de la que sólo se conoce el título, a través de la cita que el autor hizo de ella en su obra principal: “Y si por ventura os veniere por las manos un otro tratado, De consolatione infirmorum, podéis ver en él mis pasiones para consolar a los que la fortuna hizo apasionados como a mí”, donde por “pasiones” hay que entender, etimológicamente, los terribles sufrimientos debidos a la sífilis. Y fue precisamente para entretenerse durante su permanencia en el hospital de los sifilíticos por lo que escribió, durante unos meses de 1524, su obra maestra.
El otro acaecimiento fundamental en la vida de Francisco Delicado fue la irrupción del Ejército imperial en la ciudad de Roma el 6 de mayo de 1527. El emperador Carlos V había enviado sus tropas al asalto de la ciudad del papa Clemente VII, que se había aliado en 1526, en La Liga de Cognac contra España con Francia, Florencia, Venecia y Francesco Sforza, contando además con el apoyo de Enrique VIII de Inglaterra. Las tropas imperiales, muy heterogéneas e integradas por los temibles lansquenetes, sin pagas desde muchos meses atrás, se lanzaron al saqueo de la ciudad, que llevaron a cabo durante diez meses, estragando, violando y destruyendo personas y bienes, sin miramientos por dignidades eclesiásticas, reliquias sagradas ni tampoco por compatriotas. Fue así como Delicado, quien, en su sucesiva revisión de La Lozana, hizo numerosas referencias al Saco de Roma bajo la forma de pseudo-profecías, prefirió alejarse de la ciudad para evitar posibles represalias de los romanos, cuando, en febrero de 1528, Roma fue restituida al Papa y el ejército se fue para el norte.
En aquel entonces, la República veneciana era un oasis de paz y de tolerancia, dentro de una península arrasada por guerras y disidencias. Y a Venecia se dirigió Delicado, sin compañía alguna, pero probablemente solicitado por la presencia allí de un círculo de literatos que se relacionaban con España y con los españoles residentes en Roma desde mucho tiempo atrás: los amigos del embajador veneciano en España, Andrea Navagero, el gran científico y humanista Gerolamo Fracastoro, y el grupo de Pietro Bembo y de Giovan Battista Ramusio. En Venecia existía también la mayor concentración de talleres de tipógrafos e impresores respecto no solamente al resto de Italia, sino de Europa, así que no le fue difícil a Delicado encontrar nuevo oficio en el ambiente que, a todas luces, había frecuentado ya en su época romana: el céntrico barrio de Ponte, donde se encontraba su parroquia, colindaba con el de Parione, donde residía la mayoría de los libreros romanos, uno de los cuales, Antonio Martínez de Salamanca, editó su misterioso Spechio vulgare per li Sacerdoti en 1525.
Una notable parte de la producción libraria veneciana se editaba en español, o del español se traducía, a favor del numeroso público que en la península italiana hablaba o entendía el idioma extranjero.
Efectivamente, Delicado se ocupó de editar y corregir algunas de las obras más leídas en la época, como Tragicomedia de Calisto y Melibea, Cuestión de amor, Cárcel de amor, además de los libros de caballería Amadís de Gaula y Primaleón, a los que antepuso unos valiosos prólogos, interesantes también por las reglas fonéticas y gramaticales que adjunta sobre las dos lenguas, en un ejercicio de lingüística comparada.
Sin embargo, lo más sobresaliente, al menos para la historia de la literatura española, es la edición que hace allí de su Lozana, que sale sin ninguna indicación bibliográfica y de la que queda un único ejemplar, hoy día conservado en la Österreichische Nationalbibliothek de Viena, bajo la signatura 66 G 30. A través de las indicaciones tipográficas, idénticas a las de los tres ejemplares de El modo de adoperare el legno de India occidentale, se puede fechar el libro en 1530, bajo la soberanía del doge Andrea Gritti, tal vez con tipos que el escritor se había llevado del taller del estampador romano Marcello Silber, y encargando la edición a los talleres de los Pedrezano o de los Nicolini de Sabio, con los que trabajaba habitualmente en Venecia.
Las últimas noticias que se tienen de su estancia italiana se remontan al 1 de febrero de 1534, fecha del colofón del Primaleón, en cuya adición el corrector puntualiza: “Estos tres libros, como arriba vos dijimos, fueron corregidos y emendados de las letras que trastrocadas eran por el Vicario del Valle de Cabezuela Francisco Delicado, natural de la Peña de Martos”.
A pesar de las hipótesis que lo dan por muerto en esa fecha, es muy posible que el clérigo, que había recibido la vicaría de su protector Gutierre de Vargas ya en 1529 (como resulta del colofón de El modo de adoperare), decidiese en 1534 trasladarse a España para hacerse cargo efectivo de su beneficio, y avenirse con las disposiciones sinodales de su bienhechor, emitidas en 1534 en la diócesis de Plasencia para reprimir los abusos más frecuentes. Entre otras cosas, se obligaba a los beneficiados a residir en sus propios beneficios, so pena de ser privados de ellos ipso facto.
En el archivo de la iglesia de Cabezuela existió, hasta hace poco, una lista de los párrocos del lugar, redactada en 1883 por el sacerdote Antonio Álamo Izquierdo, según la cual el escritor marteño ejerció de vicario en el período comprendido entre 1533 y 1550, lo que encaja muy bien con la fecha de su desaparición de Italia.
Eso explicaría la contemporánea desaparición de su misma obra, Retrato de la Lozana andaluza, cuya absoluta falta de mención durante siglos, hasta su redescubrimiento a mediados del xix en Viena, ha quedado sin explicación, vistas su belleza deslumbrante y absoluta novedad de escritura. Se podría pensar, pues, en una voluntaria cancelación por parte del autor del libro, que no aparece en ninguna lista del Índice.
Aunque cuesta imaginarse al autor de una de las obras más desenvueltas en lo sexual y lo moral consagrado a la salvación del orden y de las buenas costumbres en un aislado pueblecito de Extremadura, la hipótesis de una vuelta a su patria (adonde probablemente se fue también en cumplimiento de su voto a Santiago por haberlo liberado del morbo) se ajustaría perfectamente con lo que dice en uno de los últimos apartados de La Lozana: o sea, que quedarse cada uno en su patria “cierto es una grande felicidad no estimada”.
Obras de ~: Retrato de la Loçana andaluza, [Venecia, 1530] (ed. del Marqués de la Fuensanta del Valle y J. S. Rayón, t. I, Madrid, Rivadeneyra, 1871; ed. de B. Damiani, Madrid, Castalia, 1969; ed. de G. Allegra, Madrid, Taurus, 1983; ed. de C. Allaigre, Madrid, Cátedra, 1985; ed. de C. Perugini, Clásicos Andaluces, Fundación José Manuel Lara, Sevilla, 2004); El modo de adoperare el legno de India occidentale: Salutifero remedio a ogni piaga et mal incurabile [Roma 1526], Venecia, 1529 (ed. de L. Orioli, La Lozana andaluza, Milán, 1970, págs. 287-305; ed. de B. M. Damiani, Revista Hispánica Moderna, 1-2, XXXVI (1970-1971), págs. 251-271; ed. de C. Perugini, op. cit., págs. 371-421); “Prólogo” a Los quatro libros de Amadís de Gaula, Venecia, Juan Antonio de Sabio y Juan Batista Pedrezano, 1533 (ed. de C. Perugini, op. cit., págs. 423-432); “Prólogo” a Los tres libros del muy esforçado caballero Primaleon et Polendos su hermano, hijos del Emperador Palmerin de Oliua, Venecia, Juan Antonio de Nicolini de Sabio y Juan Batista Pedrezano, 1534 (ed. de C. Perugini, op. cit., págs. 433-453); Spechio vulgare per li Sacerdoti, Roma, Salamancha, 1525 (noticias en F. A. Ugolini, “Nuovi dati intorno alla biografia di Francisco Delicado desunti da una sua sconosciuta operetta (con cinque appendici)”, en Annali della Facoltà di Lingue di Perugia, XII [1974-1975], págs. 445-472); De consolatione ynfirmorum, ¿Roma? ¿Venecia?, s. f.
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Carla Perugini