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Tomás de Larraspuru y Churruca

Biografía

Larraspuru y Churruca, Tomás de. Azcoitia (Guipúzcoa), 1582 – 1632. Marino guipuzcoano y general al servicio del Rey.

Había nacido en 1582, según dice Isasti en el Historial de Guipúzcoa. En el año 1598, con tan sólo dieciséis años de edad, comenzó a prestar sus servicios al Rey como soldado en el Milanesado, durante tres años. Reinaba en esos momentos Felipe II, aunque falleció ese mismo año en el monasterio de El Escorial (13 de septiembre) y le sucedió su hijo Felipe III. Inglaterra y las Provincias Unidas estaban en guerra con España. Su carrera naval comenzó en 1602 y 1603 en la Armada del mar océano mandada por Luis de Córdova de cabo de escuadra y sargento, cargos que desempeñó en diversos viajes a Indias. El día 6 de mayo de 1603, embarcado en el galeón Delfín, perteneciente a la armada de Luis de Silva, en su paso de Sevilla a Lisboa hubo un enfrentamiento con seis buques ingleses y holandeses, en el que el buque español abordó a la capitana enemiga, y en la refriega Larraspuru recibió una grave herida de bala en la pierna derecha.

Los buques ingleses fueron rendidos. El 27 de agosto de 1604 se firmó el Tratado de Londres, negociado en la capital inglesa con Jacobo I por el conde de Villamediana. Sirvió en dos viajes como alférez en la Armada de Indias. Iba en uno de los galeones que arribó a Jamaica cuando se perdió la armada de Luis de Córdova en 1605, que previamente se había enfrentado a seis navíos corsarios ingleses cerca de la Dominica. A continuación se le dio el mando del pataché Nuestra Señora de la Esperanza, con el que se distinguió, realizando misiones de enlace y reconocimiento, siendo consideradas todas ellas, en la época, como de mucho peligro. En el año de 1606, se enfrentó a una urca holandesa de gran porte, del que salió su buque totalmente desarbolado. Viajó de La Habana a la Península en plaza de capitán de Infantería.

A plena satisfacción de sus mandos, decidió elevar al Rey un memorial en el que, siendo capitán, solicitaba que se le otorgase el mando de un galeón, de los pertenecientes a la armada que iba a las Indias a cargo de Francisco Corral; en su memorial le decía al Rey: “He servido continuamente a S. M. desde hace nueve años, habiendo empezado con plaza de soldado, y pasado por los diferentes grados: cabo de escuadra, sargento, cabo de gente de mar y guerra y capitán de infantería”.

Tenía solamente veinticinco años cuando se le otorgó el mando del galeón solicitado, es decir, fue reconocido como capitán de galeones, con el que siguió navegando en la Carrera de Indias. En 1608 ejerció de almirante en la armada que se envió a Nueva España.

Se firmó con las Provincias Unidas la Tregua de los Doce Años (9 de abril de 1609), hecha pública cinco días después. Su contenido se reparte en treinta y siete artículos y el más importante es el primero, donde Felipe III y el archiduque Alberto reconocen que tratan con “países, provincias y estados libres, sobre los cuales ellos no pretenden nada”. En 1610, se encontró en Larache. En 1611 se desplazó a La Habana para acabar el galeón que quedó allí comenzado de los de la Armada de Barlovento. En 1612 y 1613 era ya almirante de la Flota de Nueva España. En la Carrera de Indias se ganó el alto concepto que de él se tenía, lo que le llevó a ser nombrado años después almirante en la Armada de la Guarda (1615). Al año siguiente, realizó el primer viaje como general de la Armada de la Guarda, siendo también armador propietario; llevó a Joan de Salinas como almirante y a Fernando de Sosa como gobernador; salieron en mayo de ese año y el regreso lo iniciaron el 18 de agosto; durante la navegación de retorno tuvieron tiempos adversos y llegaron a Lisboa en noviembre de 1616, con falta de bastimentos, y cuando se recibieron éstos, se dispuso que la plata fuera a Sevilla por tierra. En 1618, salió como almirante de la Armada de Tierra Firme de la que era general el marqués de Cadereyta; partieron el 7 de mayo de Cádiz y regresaron al mismo puerto el 27 de septiembre; convoyaron la Flota de Tierra Firme. En 1619, repitió de nuevo, esta vez salieron el 25 de marzo y regresaron al mismo puerto el 16 de noviembre; iban con seis galeones y regresaron con tres galeones nuevos construidos en La Habana.

En 1619, se repitieron las circunstancias, hasta salieron en la misma fecha, pero regresaron antes, el 14 de octubre; llevaron como guarda seis galeones. Con estos destinos se halló en combates y naufragios en que acreditó, no sólo su arrojo sino su pericia marinera, con la cual dirigió en La Habana la construcción de galeones. La elección en 1621, para capitana de la Armada de la Carrera de un galeón proyectado por él, motivó la satisfacción del Consejo de Indias, organismo que no dudaba de que el bajel atesoraría las suficientes garantías “por ser fabricado por Larraspuru”.

El 31 de marzo de 1621 murió Felipe III, subiendo al trono su hijo, que reinaría como Felipe IV. Olivares se convirtió en el nuevo válido y se instaló en palacio. En ese año con la Armada de Tierra Firme fue de general Larraspuru, que seguía siendo el armador propietario, y llevó a Diego Enríquez como almirante; salieron de Cádiz el 1 de mayo y regresaron el 8 de noviembre, y llevaron a la Flota de Tierra Firme. En el año de 1622, la armada con el marqués de Cadereyta de general y Larraspuru de almirante estaba compuesta por ocho galeones y tres patachés, que daba escolta a un convoy de diecisiete galeones, cuando aproximadamente a mitad de la travesía entre las Antillas y Azores se desató un tremendo ciclón de enorme fuerza, ocasionando la pérdida de algunos barcos y quedando averiados la casi totalidad de los restantes. Habían salido de Sanlúcar el 26 de febrero y regresaron al mismo puerto el 6 de agosto del 1623; llevaban azogues y se perdieron dos galeones a la salida; por tanto, salieron con cuatro; al partir de La Habana perdieron otras tres naves en el canal de Bahamas por una tormenta; la Armada se vio obligada a invernar en La Habana y a tomar buques nuevos. Esta flota era esperada con gran inquietud en la bahía de Cádiz, cuando llegó Larraspuru con el galeón de cargamento más importante, su fama ascendió hasta límites insospechados, por la pericia demostrada en las cosas de la mar.

Por este ejemplo dado, se le nombró general en jefe de otra armada a Indias (1623), compuesta por catorce galeones y tres pataches, con la misión de volver a América para abastecer y proteger a Araya (Venezuela), población del estado venezolano de Sucre (4.918 habitantes) en la península del mismo nombre de 62,5 kilómetros de largo y enfrente a Cumaná, la isla Margarita y otras partes, que estaban siendo amenazadas de nuevo por los holandeses. Llevó de almirante al almirante de la escuadra de Vizcaya, Fernando de Sosa. Salió en el mes de marzo. Al llegar, los holandeses ya no estaban, pero Larraspuru no se conformó, por lo que se dedicó a limpiar aquellas aguas de los contrabandistas cualquiera que fuera su nacionalidad.

En este año concluyó la Tregua de los Doce Años, firmada con los holandeses, y murió el archiduque Alberto, por lo que los Países Bajos volvieron a España al no tener sucesión el archiduque con su esposa Isabel Clara Eugenia. La guerra rebrotaría enseguida.

De nuevo regresó a la Península, escoltando a un convoy que traía donativos extraordinarios procedentes de la feria de Portobelo, que los habitantes de Nueva España y de Perú le enviaban al Rey, pasó por el canal de Bahamas en el mes de agosto de 1624, realizando la travesía sin contratiempos, llegó a la bahía de Cádiz, ante la sorpresa general, pues no se esperaba ninguna flota; ésta estaba compuesta de treinta y dos velas y desembarcó 13.000.000 de pesos fuertes, unos 25.000.000 de pesetas. En el año de 1625, por aprestar una flota de treinta galeras en el reino de Portugal, en un corto espacio de tiempo, recibió los plácemes del Rey; el gobierno de la armada fue encargado al marqués de la Hinojosa, aunque Larraspuru fue su general. El 8 de diciembre del mismo año Lord Wimbledon regresó a Plymouth tras fracasar en su ataque a Cádiz, con una escuadra anglo-holandesa, rechazado por el duque de Medina-Sidonia.

Siguió prestando servicios de protección muy notables, a las flotas de Indias, que seguían siendo el dulce al que acudían todas las moscas y en primer lugar los holandeses, que las acechaban como lobos de mar; a tanto llegó el asedio que, por Real Orden, se permitió que las flotas que regresaban a la Península, pudieran realizar una recalada en aguas de Galicia, para desembarcar lo perteneciente al Tesoro Público, para así evitar a los que les esperaban en la derrota de la bahía de Cádiz. En el año 1626, en la protección de una de las flotas procedentes de Indias, que como era costumbre había salido de La Habana, en el mes de agosto, se encontró Larraspuru con una holandesa al mando del famoso almirante Piet Hayn, pero, viendo quién iba al mando de la española, no se atrevió a cortarle el paso, a pesar de ser las flotas del mismo número de buques, pero mejor armados, ya que los españoles venían cargados y con menos artillería; esta flota sufrió poco después un fuerte temporal, que medio la deshizo, pues a pesar de venir maltrecha y con pocas posibilidades de defensa efectiva, se encontró con otra flota holandesa, esta vez al mando del almirante Henry Lonk, pero tampoco éste se atrevió a enfrentarse a la española, pues a tanto había llegado su fama personal.

Tomás de Larraspuru, uno de los personajes más extraordinarios de la historia naval española, escribía en 1627 a su Rey, después de atracar en Sanlúcar, de vuelta de América con treinta y cinco naves: “Los tesoros del mundo entero deseo ver a los pies de Vuestra Majestad para mayor grandeza suya y aumento de la Fe Católica y ser instrumento para muchos efectos del servicio de V. M.”, para remarcar la fidelidad e identificación con el proyecto de dominio mundial.

Había salido de Sanlúcar el 17 de abril de aquel año y regresó el 19 de noviembre con las flotas de Indias, en las que llevó azogue, libros y esclavos, y trajo dos galeones nuevos de La Habana, por supuesto propiedad de Larraspuru.

En 1628 hizo un brillante desembarco, para librar el puerto de Salé (La Mamora), hoy día separado por un puente de Rabat, del cerco que le tenían puesto los africanos, a los cuales atacó por tierra y mar haciéndose dueño en la derrota que les causó del campo y del puerto, así como de ocho cañones y un barco enemigo. Por este y otros importantes servicios el rey Felipe IV llegó a comentar con firmeza, “que no tenía en su servicio mejor general”.

En ese mismo año, salió con la Armada de Tierra Firme —ya pertenecía al Consejo de Guerra y seguía siendo armador propietario de la misma— desde Sanlúcar el 21 de marzo y regresó al mismo puerto el 7 de abril de 1629, por haber decidido invernar a causa del desastre de la Flota de Nueva España; llevó a Miguel Echezarreta de almirante y ocho galeones y tres pataches (incluyendo capitana y almiranta de la Flota de Tierra Firme), y transportó azogues. Entre los años 1629 y 1632, continuó efectuando viajes redondos a América, pero utilizando derrotas en desuso o poco conocidas y la perfecta utilización de los exploradores, logró hacer llegar a España a dos flotas de Indias, a pesar de que los enemigos llegaron a acosarle con ochenta buques, para poder cubrir todas las posibles derrotas y, aun así, llegó.

En el año 1630 tuvo que ofrecer 20.000 ducados para el apresto de la Armada. Salió de Cádiz el 27 de mayo, con Carlos de Ibarra de almirante, y regresó el 22 de diciembre a Sanlúcar; en lugar de ir por el cabo de San Antonio (cabo más occidental de la isla de Cuba) lo hizo pasando entre los cayos y la Mayaguana, por tener un aviso de que allí le esperaba la armada enemiga; llevaron azogues en ocho galeones ordinarios (incluyendo la capitana y la almiranta de la Flota de Tierra Firme) y dos de refuerzo y tres urcas con bastimentos y municiones para Santo Domingo y Puerto Rico.

Fue poco antes de morir cuando concibió y dio forma a una embarcación que quedó en la memoria de los hombres de la Carrera de Indias. Larraspuru había padecido, de forma inmisericorde, el ordenamiento legal del monopolio sevillano y, por ende, las desgracias en la desembocadura del Guadalquivir, que se tragaba bienes, barcos y hombres. En 1625, la almiranta de su formación, después de yacer un día en las arenas de la barra se salvó de milagro; en 1629, observó el hundimiento de unos de sus pataches, mientras tres galeones de plata y dos mercantes varaban; y en 1630, aguardó el momento oportuno para salir de la ratonera del río durante tres meses y medio, y aun así su capitana sufrió importantes desperfectos. Era la capitana que en 1631 Larraspuru botó en los astilleros habaneros, después de aplicar algunas recomendaciones técnicas de Macebrandi y Bartolossi. Según el propio Larraspuru, este galeón, con claras influencias de la escuela de Ragusa, “es tal que todos lo alaban por perfecto de guerra”. Sin embargo, en un informe elaborado por la Casa de Contratación en 1675 sobre la barra de Sanlúcar, se decía que “el general Tomás de Larraspuru fabricó, con el mismo designio de entrar por la barra, el galeón Marimorena, y se reconoció no ser a propósito porque arrojaba a los hombres de las cubiertas a balances, y de tres viajes que hizo, dos volvió desarbolado, arrojando el último viaje todos los tres árboles y todas estas pérdidas no han sido por accidentes de temporales, que a éstos, en todas partes hay sujeción, sino originadas en la barra de Sanlúcar”.

Aún haría su última travesía en 1631, llevando a Carlos Ibarra como almirante. Salió el 20 de mayo de Sanlúcar y regresó a Cádiz el 16 de abril de 1632, invernando en La Habana para esperar a la Flota de Nueva España; algunos galeones provenían de la Armada del Mar Océano.

Sintiéndose enfermo de gravedad, decidió retirarse a su pueblo natal, donde en el lecho de muerte del que ya no volvió a levantarse, el general de Azcoitia respondía a los responsables de los despachos de la Armada de la Guarda de la Carrera de Indias, que lo requerían para presentarse para dirigir todas las operaciones: “Acabo de recibir la carta de V. M. en que me representa la voluntad de su Majestad no se admita la excusa de la falta de salud que di con el último correo y que luego parta al ejercicio de mi cargo. Lo que puedo decir a V.

M. es que los achaques se han agravado de modo que me hallo hoy con tercianas dobles y que cuarenta y un días ha que llegué aquí guardo cama y en esta ocasión si con dinero pudiera comprar la salud lo hiciera para obedecer con el amor y veras que debe como lo he hecho por el pasado cuando lo he podido”.

A los pocos meses falleció de muerte natural, tenía cincuenta años de edad. Caballero de Santiago y administrador de la encomienda de Dos Barrios de la misma Orden, del Consejo de Guerra de Su Majestad y capitán general de la Carrera de Indias. Perfecta simbiosis de militar y armador, construyó sus unidades en La Habana y el País Vasco. Un mínimo de tres de sus bajeles fueron utilizados para transporte de plata.

Un eximio escritor formó el siguiente juicio del célebre general: “Larraspuru, favorito de la fortuna, marinero constructor piloto, ascendido por mérito excelente desde soldado a Capitán General de la armada del mar Océano, primera de España, portadora del estandarte Real, a cuya vista todos los otros se abatían.

Señaló la insignia como caballero de Calatrava en su pecho que el aplauso de las derrotas con que una y otra vez condujo a la Península caudales del Perú, pasando con pocas naves entre ochenta que en ocasiones le buscaban”.

Estuvo casado con Magdalena de Araníbar y Hoa, señora del Palacio de Araníbar, en Vizcaya.

 

Bibl.: C. Martínez-Valverde, “Biografía de Tomás de Larraspuru”, en Enciclopedia general del mar, t. V, Barcelona, Ediciones Garriga, 1957, págs. 277-278; A. Palau-Dulcet Claveras, Biblioteca marítima española por Martín Fernández de Navarrete, parte primera, Barcelona, Palau & Dulcet, 1995 (reimpr.), págs. 725-726; C. Fernández Duro, Disquisiciones náuticas, vol. II, Madrid, Ministerio de Defensa, Instituto de Historia y Cultura Naval, 1996, págs. 295-297; J. A. González Pañero et al., Catálogo de la colección de documentos de Sáenz de Barutell que posee el Museo Naval (serie Simancas), Madrid, Museo Naval, 1999, ms. 372, n.os 105, 106 y 107; Catálogo de la colección de documentos de Vargas Ponce que posee el Museo Naval, Madrid, Museo Naval, 1999, serie segunda: numeración arábiga, vol. III, ts. 3, 13 y 14A, págs. 21, 141, 150, 154, 163 y 167, docs. 198, 206, 209, 211, 19, 119, 5 y 35; F. Serrano Mangas, “Una historia por hacer: Generales y Almirantes vascos en la Carrera de Indias” y “Realidad, ensayos y condicionamientos de la industria de construcción naval vasca durante el siglo xviii en la Carrera de Indias”, en Revista de Estudios Marítimos del País Vasco (1998 y 2006), págs. 187- 192 y págs. 223-236, respect.; “Biografía de don Tomás de Larraspuru”, en Foro de Historia Naval (perteneciente a la web Todo a babor), en http://miarroba.com; Colonya: Don Tomás de Larraspuru hombre de buena estrella”, en http://colonya.blogspot.com.

 

José María Madueño Galán