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Sancho Dávila y Daza

Biografía

Dávila y Daza, Sancho. El Rayo de la Guerra. Ávila, 21.IX.1523 – Lisboa (Portugal), 8.VI.1583. Militar, maestre de campo general, gobernador, castellano de Amberes.

Nació en una familia hidalga formada por Antón Vázquez Dávila y Ana Daza, habitantes de Ávila, donde transcurre la infancia de Sancho, de la que hay muy pocas noticias, salvo su inclinación a juegos de carácter militar y el inicio de una carrera eclesiástica en la que llegó a recibir las órdenes menores, pero que quedó truncada cuando marchó a Roma a completar su formación y, al parecer, un “adivino” o “astrólogo” le vaticinó que si ingresaba en el ejército y seguía la carrera militar, tendría un brillante futuro al convertirse en un afamado general.

Sea como fuere, Sancho inició su carrera militar muy joven y formó parte del Ejército que el emperador Carlos V envió contra los protestantes alemanes en la Segunda Guerra de la Liga de Smalkalda. Sancho Dávila se distinguió en la campaña de Mühlberg (1547), cuya victoria facilitó en el sentido de que, antes del encuentro decisivo, el ejército imperial carecía de barcas suficientes para hacer un puente flotante sobre el río Albis por donde pudieran cruzar las tropas, pero ese puente pudo hacerse gracias al golpe de mano de un reducido grupo de infantes, entre ellos Dávila, que cruzaron el río a nado y arrebataron a los protestantes las barcas que necesitaban para concluir la pasarela, por la que cruzó el ejército sin mayores dificultades a causa de la retirada de los protestantes, derrotados poco más tarde.

Cuando terminó esa campaña, la Infantería española —articulada en tercios, como se denominó a las unidades tácticas y orgánicas creadas por el Emperador en la reforma militar de 1536— regresó a Italia y Sancho Dávila volvió a aparecer en acción en 1550, con motivo de la expedición contra Mahdia, una plaza del norte de África; la expedición fue organizada por el virrey de Sicilia, Juan Vega, y en ella participaron García de Toledo, hijo del virrey de Nápoles, Cosme de Médicis, y Muley Hassan, el destronado rey de Túnez. El asedio discurrió entre los días 28 de junio y 10 de septiembre de ese año. Como las defensas de la ciudad por la parte de tierra eran bastante sólidas, se organizó una maniobra de diversión, que consistió en atacar desde el mar, para lo que unos barcos se aproximaron a las murallas de esa parte y los hombres que transportaban —uno de ellos era Sancho Dávila— las escalaron y penetraron en el interior, donde la resistencia empezó a debilitarse, incapaz de resistir esta acometida y otra simultánea desde tierra.

Finalmente se produjo la rendición de los sitiados.

Cuatro años después, en la primavera de 1554, Sancho Dávila estaba en España con uno de los tercios viejos, que había sido llevado a tierras gallegas para formar parte del séquito que el hijo de Carlos V, el futuro Felipe II, iba a llevar a Inglaterra con ocasión de su matrimonio con María Tudor. Sin embargo, una vez llegados a Inglaterra y para no crear tensiones, el príncipe Felipe no quiso que el aparato militar de su acompañamiento desembarcara, por lo que los componentes del referido tercio —unos 3.000 hombres, poco más o menos— regresaron a Italia.

Sancho Dávila se integró entonces en la guarnición de Nápoles y allí fue movilizado nuevamente, con motivo de la guerra (1556-1557) del monarca español contra Enrique II de Francia y su aliado el papa Paulo IV. Dávila volvió a servir entonces a las órdenes del duque de Alba, con el que entró triunfalmente en Roma el 19 de septiembre de 1557. Terminada la guerra se enroló en la expedición preparada por el duque de Medinaceli contra la plaza de Djerba en el norte de África, empresa que no terminó felizmente porque la llegada de la flota turca en el momento crucial desconcertó a los asaltantes cristianos, que se retiraron precipitadamente y sin orden, sufriendo muchas bajas y dejando bastantes prisioneros, entre los que estaban Álvaro de Sande y el propio Sancho Dávila. La oportunidad de un pronto rescate le permitió regresar a la Península. Por entonces Dávila ya era oficial, pues tenía los años de servicio requeridos para superar todos los grados hasta el de capitán, rango que le concedió el rey el 15 de julio de 1561.

Recibió por entonces de Felipe II el encargo de inspeccionar los presidios y defensas de la costa del reino de Valencia. Dávila realizó un informe pormenorizado de sus observaciones, en el cual resaltó las especiales condiciones estratégicas de Verdiola (Alicante) y recomendó la construcción allí de un bastión, que entró en servicio en 1570.

El 24 de diciembre de 1562 recibió el nombramiento de castellano de Pavía, en el ducado de Milán.

Con este nuevo cargo, volvió a Italia y en él permaneció hasta que el duque de Alba lo incorporó al ejército que llevó a Flandes para reprimir la revuelta, pues los desórdenes estaban desbordando a la gobernadora Margarita de Parma. Con el nombramiento de capitán general de los Países Bajos, el duque de Alba salió de Madrid el 15 de abril de 1567 para Cartagena, desde donde zarpó, y el 17 de mayo desembarcó en Génova. Para entonces el ejército que debió mandar ya estaba formándose bajo los auspicios del gobernador de Milán, el duque de Alburquerque.

En esas tropas, Sancho Dávila ocupó un puesto de gran responsabilidad, el de capitán de las guardas del duque, formadas por cien hombres a caballo y cincuenta arcabuceros. Inaugurando lo que ha sido llamado el “camino español”, que conduce desde Milán hasta Bruselas, Alba salió el 2 de junio de 1567 desde San Ambrosio con mil doscientos hombres de caballería y ocho mil ochocientos de infantería y llegó a la capital flamenca el 22 de agosto de 1567.

Entre las medidas represivas, el duque de Alba creó el Tribunal de los Tumultos y ordenó la detención de los líderes de la revuelta. Precisamente a Sancho Dávila se le encargó la detención del conde de Egmont, que con el de Horn fueron ajusticiados en junio de 1568, lo que los convirtió en mártires e incrementó el descontento. Poco después empezaba la guerra, pues Guillermo de Orange, desde Alemania, adonde había huido para evitar su detención, preparaba la ofensiva.

Un ejército al mando de Juan de Montigny, señor de Villiers, penetró en Flandes por Juliers y fue derrotado por Sancho Dávila en la batalla de Daelhem, posiblemente el choque más importante de las campañas de ese año. Pasado el peligro, Dávila regresó a Bruselas, donde permaneció como jefe de la guardia ducal hasta que, el 25 de septiembre de 1570, el duque de Alba le nombró castellano de Amberes, ciudad donde se construía la ciudadela más importante del dispositivo defensivo que el duque de Alba levantaba en aquellos territorios.

Poco después, Luis de Nassau, hermano de Orange, penetró con un ejército y Alba decidió salirle al paso llevando consigo a Dávila. La batalla se dio cerca de Groninga, donde fueron derrotados y rechazados los invasores. Después lucharon en el Brabante para frenar la invasión de Guillermo de Orange, lo que consiguieron.

Más tarde la guerra se atomizó en múltiples operaciones de asedios y en campañas poco resolutivas.

Sancho Dávila combatió en varios frentes tanto por tierra como por mar, ya que en Amberes levantó una flota con la que desplazarse por los ríos y canales y ayudar a las plazas cercadas (1572). Entre las acciones de esta naturaleza, las de Middelburgo y Ramua resultaron especialmente destacadas, y en esta última fue donde empezó a llamársele el Rayo de la Guerra.

Fracasada la opción Alba, Felipe II envió con nuevas instrucciones a Luis de Requesens, que llegó a Flandes el 17 de noviembre de 1573. Fue un período en que el protagonismo de Sancho Dávila creció significativamente, pues consiguió una victoria completa en la batalla de Moock (14 de abril de 1574), donde murió el jefe rebelde Luis de Nassau. Sin embargo, nada más terminar la batalla afloró el malestar de las tropas españolas que llevaban en algunos casos más de dos años sin cobrar paga alguna, lo que desembocó en un motín que se prolongó hasta el 24 de mayo.

Resuelto el amotinamiento de los hombres, la guerra prosiguió con acciones de menor entidad en diversos escenarios. Dávila combatió en la costa de Philipsland y Duiveland y conquistó el 30 de octubre la plaza de Bommenee.

El 6 de marzo de 1576 murió Luis de Requesens de unas fiebres sin que el Rey hubiera nombrado sucesor, de manera que mientras llegaba el nuevo gobernador, se produjo una especie de vacío de poder que hubo de llenar Sancho Dávila, enfrentándose al Consejo de Estado que reclamaba el poder y actuando al margen del mismo en función de la situación militar, que se ensombreció como consecuencia de la pérdida de Zierikzee y el comienzo de otro motín de las tropas españolas, que se apoderaron de la sólida plaza fuerte de Alost para resistir hasta que se les abonaran las pagas debidas. Como las relaciones entre el castellano de Amberes y el Consejo eran cada vez más tensas y las tropas españolas no encontraban el apoyo de Bruselas que deseaban, decidieron concentrarse en Amberes, incluso los amotinados de Alost, a fin de tener mejores opciones de defensa y a la espera de lo que Felipe II dictaminara. La reunión de las fuerzas españolas en Amberes al amparo de su ciudadela, concentró allí la hostilidad contra ellas y la situación desembocó en el saqueo de la ciudad por los españoles, como castigo por la ayuda prestada a sus enemigos y como forma de resarcirse de su falta de pagas (noviembre de 1576).

Para entonces ya había sucesor de Luis de Requesens: era el hermanastro de Felipe II, Juan de Austria, que intentó un acuerdo pacífico con los rebeldes, el cual se firmó el 12 de febrero de 1577: Edicto Perpetuo de Marche-en-Fammene. En él se establecía que las tropas españolas evacuarían aquellos territorios en un plazo de veinte días, además de otras estipulaciones.

En abril empezó la evacuación camino de Italia.

La guerra rebrotó luego en Flandes, pero Sancho Dávila ya no volvió a aquel escenario.

Cuando los tercios españoles salieron de los Países Bajos, Felipe II se planteó qué destino dar a la “trinidad flamenca”, como se denominaba al trío formado por Julián Romero, Cristóbal de Mondragón y el propio Sancho Dávila, que se distinguieron por su categoría como mandos, su acierto en las operaciones en que intervenían y el ascendiente y prestigio que tenían entre sus hombres. El Rey había previsto que Sancho Dávila fuese a Alejandría (plaza fuerte del Milanesado) de la que sería su castellano, pero el interesado insistió en que antes de tomar posesión del nuevo cargo, quería volver a España a besar las manos del Rey y exponerle en un memorial cuáles eran sus méritos.

Consiguió la autorización real para hacer el viaje y a principios de septiembre de 1577 ya estaba en Madrid, pero hasta el 29 de octubre de 1578 no recibió su nombramiento como capitán general de la Costa del reino de Granada. Un año después, en 1579, se planteó el pleito sucesorio portugués, como consecuencia de la muerte del rey Enrique el 31 de enero de 1580, que dejaba a Felipe II como el aspirante a la Corona portuguesa con mejores derechos, aunque el bastardo real Don Antonio, prior de Crato, era el preferido por las clases populares. Para hacer valer sus derechos, Felipe II preparaba un ejército en Extremadura, en las proximidades de la frontera, cuyo mando entregó el duque de Alba y su segundo fue Sancho Dávila, nombrado maestre de campo general. El ejército actuaría conjuntamente con una escuadra que se formaba en Andalucía y remontaría el litoral atlántico portugués hasta Lisboa, adonde llegaría por tierra el ejército español.

El 17 de junio de 1580 las tropas de Alba se pusieron en marcha; el desencadenamiento de una epidemia de peste facilitó su progresión, aunque ellas también se vieron afectadas; el 21 ocuparon Villaviciosa, donde un médico franqueó la entrada en la ciudad a Sancho Dávila y al grupo que mandaba. Elvas, Campoamor, Olivenza y Portoalegre no ofrecieron resistencia, como tampoco la hubo en las plazas que jalonaban la marcha hasta Setúbal, defendida por unos dos mil quinientos hombres de don Antonio, que trataron de resistir sin éxito el cerco de Alba. Don Antonio, que se proclamó rey en Santarem, entró en Lisboa con un ejército el 24 de junio y se dispuso a defenderse esperando un ataque frontal, pero el ataque llegó desde las playas de Cascaes, donde habían sido desembarcados Sancho Dávila y Fernando Álvarez de Toledo, hijo de Alba, quienes se aproximaron a la capital el 6 de agosto y empezaron una serie de escaramuzas. El 25 de ese mes tuvo lugar la batalla de Alcántara, el golpe definitivo que entregó Portugal a Felipe II. Sancho Dávila se distinguió en la acción y fue recomendado nuevamente por Alba al Rey, pero el hábito de Santiago que tanto ansiaba no llegó nunca.

El prior de Crato logró huir de Lisboa hacia el norte de Portugal e intentó provocar una sublevación en la zona de Oporto y Aveiro. Dávila fue enviado contra él y la campaña consistió en una retirada de don Antonio hasta llegar a Oporto, que también fue conquistada por los españoles sin poder capturar al prior de Crato, quien huyó de Portugal. Dávila regresó a Lisboa y se incorporó a la guarnición, en la que se mantuvo hasta su muerte el 8 de junio de 1583, a consecuencia de la coz de un caballo.

 

Bibl.: B. de Mendoza, Comentarios de lo sucedido en las guerras de los Payses Baxos desde el año 1567 hasta el de 1577, Madrid, 1592; J. M. Dávila y San Vitores, El Rayo de la Guerra: Hechos de Sancho Dávila, sucesos de aquellos tiempos, Valladolid, Antonio de Figueroa, 1713; Conde de Clonard, Historia orgánica de las Armas de Infantería y Caballería Españolas desde la creación del ejército permanente hasta el día, ts. III-VI, Madrid, D. B. González, 1853; M. de Miraflores, Vida del general español D. Sancho Dávila y Daza, conocido en el siglo xvi con el nombre de El Rayo de la Guerra, precedida de una hojeada histórico- crítica de las tres cuestiones político-religiosas y sociales iniciadas en dicho siglo, Madrid, D. F. Sánchez, 1875; J. Almirante, Bosquejo de la historia militar de España hasta fin del siglo xviii, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1923; Duque de Alba, Epistolario del tercer Duque de Alba, Madrid, Diana, 1952; L. Fernández y Fernández de Retana, España en tiempos de Felipe II (1556-1598), en R. Menéndez Pidal, Historia de España, vol. XIX, Madrid, Espasa Calpe, 1958; E. Martínez Ruiz, “Sancho Dávila y la anexión de Portugal”, en Chronica Nova, 2 (1968), págs. 5-35; E. Martínez Ruiz, “La crisis de los Países Bajos a la muerte de D. Luis de Requesens”, en Chronica Nova, n.º 7 (1972), págs. 8-34. E. Martínez Ruiz, “El gran motín de 1574 en la coyuntura flamenca”, en Miscelánea de Estudios dedicados al profesor Marín Ocete, Granada, Universidad, 1974, págs. 637-659; F. Braudel, El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en tiempos de Felipe II, México, Fondo de Cultura Económica, 1976; E. Martínez Ruiz, “Sancho Dávila en las campañas del Duque de Alba en Flandes”, en Anuario de Historia Moderna y Contemporánea, vol. III (1976), págs. 105-142; M. Fernández Álvarez, La España de Carlos V, en R. Menéndez Pidal, Historia de España, vol. XVIII, Madrid, Espasa Calpe, 1979; R. Quatrefages, Los Tercios, Madrid, Ediciones Ejército, 1983; G. Parker, El ejército de Flandes y el camino español, 1567-1659, Madrid, Revista de Occidente, 1985; J. Albi de la Cuesta, De Pavía a Rocroi. Los Tercios de Infantería española en los siglos xvi y xvii, Madrid, Balkan Editores, 1999; E. García Hernán y D. Maffi (eds.), Guerra y sociedad en la Monarquía Hispánica. Política. Estrategia y cultura en la Europa moderna (1500-1700), Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas y Editorial Laberinto, 2006; A. Valdés (coord.), Aproximación a la Historia Militar de España, Madrid, Ministerio de Defensa, 2006.

 

Enrique Martínez Ruiz

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