Dávalos y Peralta, José. Asunción (Paraguay), 1665 – San José (Paraguay), 1729. Primer médico paraguayo y activo representante de la Revolución comunera.
Perteneciente a una de las más nobles familias paraguayas. Hijo legítimo del capitán Sebastián de Rivas Gavilán y de Francisca Núñez de Dávalos. Su ascendencia se entronca con los ilustres conquistadores llegados al Paraguay con la armada del adelantado Juan Ortiz de Zárate.
Cuando aún era adolescente, Dávalos se trasladó a Chile a proseguir sus estudios y se graduó de bachiller en aquel reino. Viajó después a Lima e ingresó a la Universidad Mayor de San Marcos. En dicha institución obtuvo los títulos de licenciado y doctor en Medicina, en los años 1689 y 1695, respectivamente.
La carrera universitaria de Dávalos no se circunscribió solamente a ganar grados académicos, sino que también se extendió al área docente en la misma Universidad en que había cursado sus estudios. Documentos comprobatorios registran que ejercía tal función desde 1702.
En el campo profesional ejerció la Medicina en el Hospital de Naturales de Santa Ana de Lima, en el cual cumplió cabalmente funciones de confianza y gran responsabilidad. Antes de obtener su doctorado contrajo matrimonio con la limeña Sabina Flores Chacón y de la Mata, hija del capitán Baltasar Flores Chacón y de Ignacia Velásquez y Vera Barba Guerrero y, para 1708, ya habían sido engendrados nueve hijos por el matrimonio Dávalos-Flores, todos peruanos, a los cuales daban la mejor crianza y educación posibles en aquella época.
Quizás las nostalgias del terruño nativo o motivos familiares o ambos móviles en conjunto, obligaron al doctor Dávalos a regresar al Paraguay en 1710, tras unos treinta años de ausencia, en compañía de su extensa familia. Vastamente emparentado en el país, se reincorporó de inmediato a su vida social y practicó la profesión de médico con genuina vocación y caridad cristiana.
Al año de su regreso se estableció en una hacienda del paraje de Ajos, cercana al río Tebycuary-mí. Con el transcurso del tiempo se hizo también armador en el tráfico fluvial entre Asunción y las denominadas Provincias de Abajo, transportando hierba mate. En 1718 era propietario del barco Nuestra Señora del Rosario, que cubría el citado itinerario. Sin embargo, su principal actividad fue el ejercicio de la profesión médica.
Con motivo de una epidemia de viruela propagada por aquellos años, el Cabildo de Asunción asentó en un acta capitular lo siguiente: “[...] el Doctor Don José de Dávalos ex profeso de la Facultad de Medicina, ha asistido y asiste al expediente de las curaciones a los dichos enfermos con puntualidad, y especialmente al común de los pobres, es necesario en parte de correspondencia de su molestia asignarle alguna cantidad”. En esa oportunidad, el Ayuntamiento asunceno proveyó una doscientas arrobas de hierba del ramo del hospital al citado galeno.
Se tienen además noticias de que aunque de forma ocasional, ejerció la abogacía en juicios sucesorios y testamentarios de varios vecinos de la provincia.
La consagración a su profesión médica y las demás actividades productivas que debió emprender para mantener a su numerosa familia —tuvo otros hijos también en el Paraguay— no le impidieron dedicar tiempo y esfuerzo al bien público. En 1712, a dos años escasos de su reintegro a la patria, fue capitán de milicias provinciales, lo que suponía entradas al Chaco, para explorar y vigilar a los indómitos indígenas de aquella región.
El doctor Dávalos se convirtió, además, en un acérrimo defensor de los derechos de los colonos durante la conocida Revolución comunera. En 1721 había llegado al Paraguay el fiscal de la Real Audiencia de Charcas, egresado también de San Marcos, el doctor José de Antequera y Castro, en calidad de juez pesquisidor para esclarecer los actos del gobernador, Diego de los Reyes Valmaceda, a quien, luego de las debidas prácticas sumariales, Antequera suspendió en el cargo y redujo a prisión. Los efectos de estos hechos desembocaron ulteriormente en la gran guerra civil que mantuvo en vilo a toda la provincia del Paraguay hasta 1735.
Pese a la gran diferencia de edad —Dávalos era casi un septuagenario y Antequera frisaba los treinta— se produjo entre ambos doctores de San Marcos una estrecha amistad, acentuada con el transcurrir de los meses. Dávalos se convirtió en uno de los más fieles colaboradores del juez pesquisidor, en carácter ahora de gobernador de la provincia.
Iniciado el estallido revolucionario, el doctor Dávalos se encontraba entre los más connotados comuneros y en 1724, cuando se produjo la invasión proveniente de Buenos Aires, comandada por el general García Ros, con indígenas misioneros, Antequera dejó a Dávalos en el mando de Asunción con el título de superintendente.
Luego de la sonada derrota comunera en 1725, con el consecuente exilio, prisión y proceso de Antequera en Lima, Dávalos emprendió viaje a esa ciudad por motivos de salud y también familiares. Regresó al Paraguay en compañía de Fernando de Mompox, quien luego promovió y orientó inicialmente la etapa más radicalizada del movimiento comunero, conocida como la del “Común en Armas”, en que el pueblo llano fue el principal protagonista de tan trascendental acontecimiento histórico.
Retirado en su casona solariega, situada en las cercanías del convento de San José, de la Orden de los mercedarios, el anciano doctor Dávalos falleció, posiblemente de cáncer en la faringe. Su influencia y la de sus compañeros del común se proyectaron de manera decisiva en los años inmediatos, en el lapso comprendido entre 1730 y 1735.
Pero, sin lugar a dudas, este conspicuo médico paraguayo, que vivió entre los siglos XVII y XVIII en el Perú y el Paraguay, cumplió tan destacada actuación que legó a su numerosa descendencia un implícito mandato de dedicación al bien común.
Bibl.: R. E. Velásquez, “José Dávalos y Peralta, primer doctor paraguayo en medicina y jefe comunero”, en Anuario de la Academia Paraguaya de Historia, vol. XXII (1985); M.ª G. Monte de López Moreira, “José Dávalos y Peralta”, en Forjadores del Paraguay. Diccionario Biográfico, Buenos Aires, Distribuidora Quevedo de Ediciones, 2000.
María Graciela Monte de López Moreira
