Ortega, Juan de. ¿Burgos?, s. m. s. XV – 1515 post. Arcipreste, cortesano, provisor, obispo de Almería y capellán real.
Probablemente oriundo de tierras burgalesas, hijo de Fernando García de Palenzuela (criado del almirante Fadrique Enríquez), Juan de Ortega resulta ser uno de los más leales servidores de los Reyes Católicos del que se poseen muy pocos datos personales. A este clérigo se le conoce principalmente por la gran labor efectuada en una de las obras estrella de este reinado: la Hermandad General del Reino. Su papel resulta inseparable del realizado por el contador Alonso de Quintanilla. Decenas son las actuaciones conjuntas de estos funcionarios reales a través de la Hermandad, una fórmula de encuadramiento administrativo fiscal y militar que nace a iniciativa de la Corona y cuyas consecuencias, en este triple plano, fueron inmensas para el reino. Así, la Hermandad se convirtió en un instrumento de gran amplitud para el ejercicio de la autoridad de Isabel y Fernando en tres direcciones: centralización administrativa con fuertes consecuencias políticas sobre los poderes locales y señoriales, un Ejército permanente que operó en varios escenarios del reino y una actividad fiscal que superaba con mucho a los subsidios recaudados en las Cortes.
En plena guerra civil (1475), al iniciarse el cerco del castillo de Burgos, el entonces arcipreste de Palenzuela —dependiente del arzobispado de la ciudad— presentó a Fernando el Católico un plan para crear un Ejército de Caballería permanente sobre la base de asignar a cada ciento cincuenta vecinos el sustento de un hombre de armas, y a cada cien de un jinete con lo que se llegaría a contar con tres mil soldados. En marzo de 1476, lograda la victoria de Toro, el sistema de seguridad, a causa de la guerra y por el creciente bandidaje, se encontraba en franca desintegración. En definitiva, el origen de la Hermandad General estaba consustancialmente unida a dos necesidades surgidas alrededor de la década de 1470: las de la guerra civil y las de orden público, y esta última enlaza con el desarrollo mercantil y comercial que no podía prosperar sin paz. El sistema hacendístico se basaba en gran parte en los impuestos que gravaban dichas actividades, caso de la alcabala, por lo que también estaba comprometido.
Antes de que se iniciaran los trabajos de las Cortes de Madrigal (1476), Quintanilla y Ortega negociaron con las ocho ciudades y villas directamente interesadas en el comercio de lana. La junta constitutiva fue muy laboriosa. Quintanilla aparece como tesorero, y Ortega, como provisor; y el triunfo fue absoluto: los dos agentes reales convencieron ante los procuradores burgaleses. Quizás ayudara el paisanaje de Ortega. Pero aparte de convencer también hubieron de vencer: Juan de Ortega organizó una expedición contra la fortaleza de Las Navas en la sierra de Ávila, refugio del adelantado Fernando Pareja. Su actuación fue contundente: Las Navas fueron demolidas. En otros casos concretos se conoce la actuación concreta del provisor. Con la ciudad de Córdoba, realizó, en 1478, un acuerdo global: ésta daría más de 6.000.000 de maravedís en tres años para el pago de la gente de la hermandad.
Juan de Ortega, también inseparable de Quintanilla, intervino en otros asuntos, no menos importantes, en los que estaba vinculada la Hermandad: la Armada en las Vascongadas, la Guerra de Granada, la conquista de Canarias... En el primer caso, los Reyes ordenaron a los administradores de la Hermandad que preparasen en Vizcaya una flota de guerra para tomar rumbo a Italia. Era el año de 1481 en el que ambos confirmaron en Bilbao los privilegios de Larrabezua. Ese mismo año, Isabel le dirigía una albalá al provisor de Villafranca sobre los planes de campaña en la conquista de Canarias.
En la lista de nóminas del rey Fernando, aparece un Juan Ortega como capellán real, con 5000 maravedís de quitación. No cabe duda de que podría tratarse de él.
En la década de 1490, la magna obra de la Hermandad se agotaba. Se agotaba también Quintanilla: enfermo y ciego, todavía se brindaba a servir a su Reina hasta el último aliento. Juan de Ortega, sin duda, bastante más joven, enfocó su carrera hacia otros mundos, concretamente el suyo propio: el eclesiástico. Se tienen noticias difusas, en el año 1496, sobre el arcipreste de Palenzuela ascendido al obispado de Ciudad Rodrigo, pero es seguro que fue obispo de Almería, seguramente alcanzando el nuevo siglo. Y todavía resulta más claro que se movió en el entorno del gran cardenal de España, Pedro González de Mendoza. Así, consta un mandamiento desde Alcalá de Henares en 1485, a título de colector de la décima dirigida a Juan de Ortega —¿subcomisionado de Cruzada?— para que repartiera y cobrara de la Orden de Alcántara 4020 florines que debía abonar para la Guerra de Granada en cumplimiento de la bula de Inocencio III.
Las próximas noticias de Juan de Ortega conducen a principios del siglo XVI. Por esa época surge otra información curiosa. Ortega recibía, como capellán de la princesa de Portugal —esto es, Isabel, la primogénita de los Reyes Católicos—, medio millón de maravedís para ayuda de costa. En ese documento se titula ya obispo de Almería. De nuevo, se ve vinculada esa dignidad con la actuación del cardenal de Mendoza, ya que fue el que organizó y dotó de una iglesia catedral en esa ciudad con capacidad para organizar la vida eclesiástica nombrar obispos y demás dignidades. El obispado de Almería es un ejemplo claro de una fuerte sujeción de organización eclesiástica al poderío real. Todo encajaba. Ortega seguía siendo el agente real. Se conocen, dentro de este contexto, varios documentos de la reina Juana I al obispo; el último, de 1514.
Los últimos datos sobre el obispo de Almería remiten a su tierra natal, y más concretamente al Hospital de Peregrinos de la Reina de Villafranca, en Montes de Oca. Se sabe que Juan de Ortega renovó en 1476 todo el edificio, como lo hizo con el monasterio jerónimo de San Juan de Ortega. Este último gozó de una etapa de prosperidad gracias al mecenazgo de Pablo de Santa María y su hijo Alfonso de Cartagena, arzobispos de Burgos, y el de Juan de Ortega —¿sería también de origen converso como el propio Quintanilla?—, que en la documentación reza como provisor de Villafranca y obispo de Almería.
Más enjundiosa fue la última batalla: los privilegios del ya citado Hospital de Villafranca. Desde 1505 hasta 1515 consta abundante documentación del pleito sostenido entre el provisor y obispo, el procurador Pedro del Barrio y el Rey. Así, consta un primer memorial dirigido a Juana I solicitándole que haga acudir a los vecinos de Villafranca con los pechos que inmemorialmente les pertenecen. Otro memorial del concejo pide al obispo de Almería un letrado que entienda en el asunto. El procurador, a su vez, niega al obispo Ortega su derecho de petición; pero en otro memorial, Ortega insiste, esta vez ante el rey Fernando, en su derecho exponiendo los privilegios del Hospital.
Nació y murió probablemente en Burgos, fue fiel agente real en cuestiones de gran trascendencia para el país —caso de la Hermandad General— pero en sus últimos años no fue sino el provisor de su Hospital de Villafranca, como ha pasado a la historia. En el Convento de Santa Dorotea de Burgos se conservan unos bellos sepulcros de la familia de Juan de Ortega, pero no es seguro que repose allí. Otras noticias remiten a la propia catedral de la gran ciudad castellana.
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Dolores Carmen Morales Muñiz