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Luis Dabán Ramírez de Arellano

Biografía

Dabán Ramírez de Arellano, Luis. Pamplona (Navarra), 28.V.1841 – Madrid, 22.I.1892. Jefe de la brigada ante la que Martínez Campos proclamó rey a Alfonso XII en Sagunto, teniente general del Ejército y senador del reino.

Hijo primogénito de Antonio Dabán Tudó, natural de Madrid, y de Carlota Ramírez de Arellano Angulo, natural de Cádiz. El padre era, en el momento del nacimiento de Luis, teniente de Infantería y estaba destinado en el Cuerpo de Carabineros de la Hacienda Pública; se retiró en 1853 con el empleo de 2.° comandante y el grado de teniente coronel. Su abuelo paterno, Manuel Dabán Urrutia, había alcanzado el empleo de brigadier, y el materno, el maestrante de Ronda Carlos Ramírez de Arellano, el de teniente coronel.

Su tío abuelo, el capitán de navío Antonio Dabán Urrutia, fue vocal del Consejo Supremo de Indias desde 1816 hasta 1836.

Antes de cumplir once años, el 14 de abril de 1852, Isabel II le concedió plaza de aspirante para cursar estudios, cuando alcanzara la edad reglamentaria, en el Colegio de Artillería de Segovia. Cuatro años después, el 11 de abril de 1856, se la permutó por otra en el Colegio de Infantería, recién establecido en el Alcázar de Toledo.

En julio de ese año, tras superar las pruebas de ingreso, fue nombrado cadete de Infantería, y en octubre de 1859, promovido a subteniente, fue destinado a Málaga, al Regimiento de Infantería San Fernando n.º 11, al que también se incorporó su hermano Antonio, ingresado en Toledo un año más tarde, pero cuyo ascenso fue precipitado por la guerra de África.

Dos meses después embarcó con su unidad destino a Ceuta, encuadrado en la I Brigada de la 2.ª División del III Cuerpo del Ejército de Operaciones de África.

Recién llegado a la ciudad norteafricana, recibió su bautismo de fuego en la acción del río Nojor, en la ruta de Tetuán, y fue recompensado con el grado de teniente. A lo largo de los meses de enero y febrero de 1860 intervino en cuantos combates tuvieron lugar en aquella breve campaña, distinguiéndose particularmente en el de Wad-Ras (24 de febrero de 1860), donde mereció una Cruz sencilla de San Fernando.

Finalizada la guerra, quedó de guarnición en Granada hasta que, el 13 de junio, junto con su hermano, pasó destinado al batallón de Cazadores de Madrid, acantonado en Leganés. Ascendidos ambos a teniente en el mes de noviembre, fueron trasladados al batallón provincial de Badajoz y, a continuación, al de Cazadores de Cataluña, en Cádiz.

Pasó después con su unidad a Leganés, donde permaneció dos años, y tras rotar por los batallones de Cazadores de Chiclana, de guarnición en Sevilla, y de Vergara, en Melilla, solicitó traslado al Ejército de Cuba, al que se incorporó el 3 de junio de 1864. Destinado al batallón de Cazadores de Isabel II, estacionado en Montecristo, se vio involucrado en pequeños enfrentamientos con las partidas independentistas, alzadas en armas desde que, en enero de aquel año, se había enconado la rebelión contra la presencia española en Santo Domingo.

En septiembre, el capitán general de Santo Domingo, José de la Gándara y Navarro, solicitó refuerzos, lo que provocó el destino de Luis Dabán al batallón provisional de Cazadores n.º 3, que embarcó hacia Santo Domingo tres meses después. El cariz de la rebelión y la decisión de Narváez de abandonar Santo Domingo ya habían aconsejado evacuar la principal zona de conflictos en el interior, la provincia de Seybo, por lo que la recién incorporada unidad se limitó a permanecer en la capital hasta que, en julio de 1865, se procedió a la total evacuación de la isla.

Ascendido a capitán por los méritos adquiridos en aquella campaña, pasó destinado al batallón de Cazadores de San Quintín, donde se encargó de instruir a los cadetes del cuerpo. Un año después, en septiembre de 1866, se reincorporó a la Península. Nada más llegar contrajo matrimonio con la jienense Amalia Clementina Ruiz Melo, con la que se trasladó a Algeciras, al ser destinado al batallón de Cazadores de Simancas. Su unidad pasó a Sevilla en junio de 1867 y allí residía cuando, el 21 de septiembre de 1868, tomó la decisión de unirse a las tropas mandadas por Serrano, que tras pronunciarse en Cádiz, iban al encuentro de las enviadas por el Gobierno, con las que establecieron contacto al intentar cruzar el Guadalquivir.

La compañía de Dabán, encuadrada en la Brigada Ligera de Vanguardia, ocupó el extremo sur del puente de Alcolea, cuya defensa le valió el grado de comandante. Resuelta la situación mediante un amistoso convenio con el marqués de Novaliches, entró triunfalmente en Madrid el 8 de octubre, tras marchar Isabel II camino del exilio. Al conocer el levantamiento de Carlos Manuel de Céspedes en Cuba se ofreció voluntario para marchar allí y desembarcó en La Habana con su unidad el 24 de febrero de 1869.

Incorporado a la columna mandada por el brigadier Luis Peláez Campomanes, comenzó a operar en el distrito de Las Villas.

Las numerosas acciones en las que intervino le valieron ser ascendido a comandante el 15 de diciembre de 1870, lo que causó su baja en el Ejército de Cuba y su destino al Regimiento de Infantería Aragón n.º 21, de guarnición en Valencia. Trasladado en febrero de 1872 al batallón de Cazadores de Las Navas, acuartelado en Pamplona, se vio enseguida involucrado en el levantamiento carlista, cuyas partidas combatió, a las órdenes del general Domingo Moriones, en la zona de Navarra. Muchas fueron las acciones en las que intervino, distinguiéndose particularmente en las de Oroquieta (4 de mayo de 1872), donde consiguió el ascenso a teniente coronel, y Munárriz (18 de junio de 1872), por la que fue recompensado con el grado de coronel.

Su nuevo empleo le brindó el mando de los Cazadores de Las Navas, con los que, una vez liquidada la guerra en Navarra y disuelto el Ejército del Norte, regresó a Madrid en agosto de 1872. En noviembre, su unidad, junto a la de su hermano Antonio, comandante del batallón de Cazadores de Madrid, marchó a Valencia a combatir contra las partidas carlistas de El Maestrazgo, a las que batió en Alcalá de Chivert, Cuevas de Vinromá y Albocácer. Por estas acciones fue recompensado con el empleo de coronel.

La proclamación de la Primera República (11 de febrero de 1873) coincidió con su obligada marcha a Valencia, debida a su ascenso, donde permaneció de reemplazo hasta que, a principios de mayo, se le ordenó incorporarse a la columna del general José García Velarde, que llevaba operando en Cataluña desde el mes de marzo. Su incorporación se produjo sólo unos días antes del motín de Igualada (5 de junio de 1873), donde la tropa de su antiguo batallón, junto a la del Regimiento de Infantería Navarra y la del batallón de Cazadores de Mérida, se negó a continuar combatiendo y exigió su inmediata licencia, conforme había prometido el gobierno federal.

El coronel Dabán, al frente de seis compañías del batallón de Cazadores de Madrid, reunidas por su hermano, trató de contener a los amotinados, pero la superioridad numérica de éstos le forzó a conducir a Martorell a los escasos hombres que permanecieron leales. El día 9 marchó a Madrid con su general y el resto de la oficialidad, tras disponer de 250 pesetas de la caja del batallón de Las Navas para poder pagar los pasajes. El reintegro de ese dinero, reclamado una y otra vez por la Dirección General de Infantería, le causó problemas durante el resto de su vida.

En julio, cuando Nicolás Salmerón se hizo cargo del poder ejecutivo y se comprometió a restablecer la disciplina, aceptó el mando del 3.er Regimiento de Artillería de Montaña, acuartelado en Zaragoza, con el que se incorporó al Ejército del Norte, mandado de nuevo por Domingo Moriones. El 30 de septiembre, una vez reorganizado el Cuerpo de Artillería por Emilio Castelar, Moriones le puso al frente del Regimiento de Infantería Sevilla n.º 33, con el que se batió en Santa Bárbara de Mañeru, donde recibió otra Cruz roja del Mérito Militar (6 de diciembre de 1873), y en los de Montejurra (8 de octubre de 1873), Velavieta (9 de diciembre de 1873) y La Guardia (1 de febrero de 1874).

A continuación, encuadrado en la división mandada por Fernando Primo de Rivera, se trasladó a levantar el cerco de Bilbao. En el curso de aquella operación dio muestras de su arrojo cuando, tras el frustrado ataque a Monte Montaño, se ofreció a asaltar la posición de San Pedro Abanto (25 de febrero de 1874).

Un mes después, ya con Serrano al frente del Ejército del Norte, se distinguió en el combate de Las Cortes (25 de marzo de 1874) y también en los dirigidos por el general De la Concha, marqués del Duero, sobre la sierra de Galdames, que lograron levantar el sitio de Bilbao. Ascendido por estas acciones a brigadier, al filo de cumplir treinta y tres años, De la Concha le dio el mando de la I Brigada de la 1.ª División, con la que entró en la ciudad el 2 de mayo.

Trasladado el teatro de operaciones a la zona de Estella, permaneció apartado de la acción principal, la que ocasionó la muerte del general De la Concha en el mes de junio, por lo que solicitó entregar el mando de su brigada y pasar a la situación de cuartel en Madrid, adonde se trasladó a finales de agosto, muy comprometido ya con la imparable conspiración alfonsina que se fraguaba en el Ejército del Norte.

La organización en el mes de julio de un nuevo ejército, llamado del Centro, se diseñó inicialmente para encuadrar a 125.000 reclutas recién movilizados y reforzar a la Guardia Civil en su lucha contra el bandolerismo.

Sin embargo, en septiembre, se autorizó que los capitanes generales emplearan estas unidades a su conveniencia. En esa coyuntura, Dabán fue destinado a mandar la II Brigada de su 2.ª División, que guarnecía Chinchilla, y recibió orden de perseguir las partidas carlistas que asolaban la provincia de Albacete, e impedir sus correrías por La Plana de Castellón a partir de noviembre.

Cumplía esta misión en Segorbe, cuando Martínez Campos, que estaba recluido en Ávila, sondeó su disposición a pronunciarse por la restauración de la Monarquía borbónica, a lo que respondió afirmativamente a vuelta de correo, dando por supuesta la plena colaboración del Ejército del Centro, mandado por Joaquín Jovellar, y la previsible inhibición de la guarnición valenciana que, a excepción del capitán general, simpatizaba con el alfonsismo.

Sin embargo, el 4 de diciembre, viendo que el pronunciamiento se demoraba y que sus bisoños soldados, hambrientos, mal equipados y aterrorizados por lo que oían contar en los pueblos sobre la ferocidad de los carlistas, estaban al borde de repetir los motines de 1873, se sinceró con el general de su división y envió a su ayudante a Madrid para conocer de primera mano la situación. Éste, tras hablar con su hermano Antonio, regresó el 13 a Segorbe sin instrucciones de ningún tipo, por lo que, a los diez días, comunicó a Martínez Campos que sólo podría contar con él y con su brigada hasta el 31 de diciembre, a lo que le contestó que había decidido encabezar él mismo el movimiento.

El día 27, tras recibir un telegrama con la clave “Naranjas en condiciones”, Martínez Campos partió para Valencia, acompañado por el brigadier Bonanza y el coronel Antonio Dabán, vestidos de paisano, dejando a Cánovas una carta en que se le comunicaban los planes. Llegados a su destino, el coronel Dabán entró en contacto con su hermano Antonio, quien envió a su ayudante a la casa del jefe provincial del Partido Alfonsino, donde los tres se ocultaban, dejó una pequeña guarnición en Segorbe y marchó con el grueso a Sagunto: unos 1.800 hombres del Regimiento de Infantería La Lealtad y del batallón de Reserva de Madrid, más tres escuadrones y algo de artillería.

El 28 por la tarde, Martínez Campos partió de Valencia en una tartana, llegó a Sagunto, se entrevistó con Dabán y telegrafió a Jovellar para que encabezara el pronunciamiento. Dabán comunicó a los demás jefes de brigada que tenía previsto pronunciarse al amanecer y les propuso reunirse con él en Valencia.

Un toque de diana general previno a las unidades que aquel día, 29 de diciembre, la marcha se iniciaría inmediatamente.

Sin embargo, antes de partir, Martínez Campos reunió a los capitanes en un pequeño edificio y les anunció sus intenciones, dándoles libertad de acción.

Salvo uno de Artillería, que aunque partidario de la restauración se negó a participar en un pronunciamiento, el resto se mostró de acuerdo. Después les tocó el turno a oficiales y sargentos, quienes respaldaron unánimemente la iniciativa. Comenzada la marcha, cuando apenas llevaban recorrido un kilómetro, se hizo alto junto al olivar de Alquerietas y se ordenó que las unidades formaran en cuadro. Martínez Campos, a caballo, dirigió una arenga a los apáticos y ateridos soldados, prometiéndoles su pronto regreso al hogar si aceptaban como rey a Alfonso XII.

Pasado el mediodía, Jovellar telegrafió al ministro de la Guerra, Francisco Serrano Bedoya, para comunicarle su decisión de respaldar lo sucedido en Sagunto.

Al amanecer del día 30 ordenó a Martínez Campos que lo esperase a las puertas de Valencia si preveía alguna oposición, proclamó a Alfonso XII en Puebla de Granals y al anochecer entró en la ciudad, donde ya se encontraban las tropas de Dabán. El capitán general dimitió y los pronunciados marcharon al día siguiente por ferrocarril a Madrid, con diez batallones, tres escuadrones y doce piezas de artillería, mientras Dabán permanecía en Valencia para esperar la llegada del nuevo Rey.

El 5 de enero de 1875 se incorporó al séquito del Monarca y le acompañó a Madrid, desde donde, en calidad de su ayudante de campo, le siguió a Navarra cuando se puso por primera vez al frente del Ejército del Norte. El percance de Lácar forzó su precipitado regreso a la capital, donde continuó prestando servicio como ayudante de campo del Rey, incluso después de ser ascendido a mariscal de campo por los méritos contraídos en el Ejército del Centro.

En agosto de 1876 fue nombrado segundo cabo de la Capitanía General de Filipinas, donde sólo permaneció siete meses, ya que en mayo de 1877 Martínez Campos le reclamó para que se incorporara al Ejército de Operaciones de Cuba, cuya jefatura acababa de asumir. En la travesía de regreso, el barco que le transportaba naufragó frente a las costas de China y hubo de trasbordar a otro en Singapur. Esta demora le obligó a embarcar hacia Cuba apenas llegado a la Península; arribó a La Habana el 20 de octubre.

Nombrado comandante general de Santiago, base de las operaciones que se desarrollaban en el Departamento Oriental, fue recompensado con la Gran Cruz de Carlos III tras la firma del Pacto del Zanjón, y confirmado en el mismo puesto. Allí falleció su primera esposa, el 3 de noviembre de 1878, con lo cual quedaron a su cargo los dos hijos, Carlota y Luis, nacidos del matrimonio. En julio del año siguiente, tras haber alertado sobre la inminencia de un nuevo levantamiento armado, la llamada Guerra Chiquita, fue relevado por el general Polavieja.

Reincorporado a la Península, fue nombrado segundo cabo de la Capitanía General de Cataluña y, poco después, presidente de la Junta Clasificadora de Jefes y Oficiales de Fuerzas Móviles, lo que supuso su traslado a Madrid. Un año después obtuvo el mando de la 1.ª División del Ejército de Castilla la Nueva, destino que desempeñaba al ascender a teniente general el 12 de julio de 1881.

Los tres años siguientes los pasó en Zaragoza, como capitán general de Aragón, donde contrajo nuevo matrimonio con la portorriqueña María Teresa Real y Saint-Just, condesa viuda de Verdú. Probablemente este enlace motivó su traslado durante los siguientes tres años a la Capitanía General de Puerto Rico, de la que dimitió el 6 de enero de 1887 para establecerse definitivamente en Madrid. A poco de llegar, el ministro Manuel Cassola Fernández le nombró presidente del Consejo de Redenciones y Enganches del Servicio Militar, cargo que simultaneó con la Dirección General de Infantería, cuando el ministro que sustituyó a Cassola, Tomás O’Ryan Vázquez, le confió ese importante destino.

El enconado debate abierto por las reformas planteadas por su antecesor continuaba vigente a finales de 1888, y circulaban rumores de que la oficialidad de Infantería preparaba un golpe de estado de carácter republicano. O’Ryan presentó la dimisión, Dabán prohibió a los oficiales de Infantería escribir artículos en los periódicos y el capitán general de Madrid procesó al director de El Ejército Español, diario políticomilitar de amplia difusión, que auguraba terribles disturbios si no se aprobaban las reformas por decreto.

El general José Chinchilla Díaz de Oñate, sustituto de O’Ryan, logró que el Parlamento aprobara la ley adicional a la Constitutiva del Ejército de 29 de julio de 1889, que abolía los grados personales y regulaba meticulosamente los ascensos por méritos de guerra, pero cierta resistencia a su desarrollo reglamentario provocó las iras de Dabán, que dimitió de su cargo el 1 de septiembre.

En enero de 1890 Sagasta nombró ministro de la Guerra a Eduardo Bermúdez Reina, cuyas propuestas de aligerar las plantillas de oficiales, reducir unidades en Ultramar y suprimir capitanías generales, fueron reprobadas por Dabán, quien dirigió una carta a los generales residentes en Madrid, fechada el 23 de marzo, en la que criticaba los planes de Bermúdez y solicitaba su apoyo para combatirlos. Al conocerla, el ministro le impuso dos meses de arresto domiciliario, a lo que Dabán reaccionó con el artículo titulado “Un grito de alarma”, publicado por El Ejército Español el día 30, y con un duro discurso en el Senado, cámara a la que pertenecía desde su ascenso a teniente general.

Sagasta decidió respaldar a su ministro, autorizó la apertura de diligencias judiciales y tramitó el preceptivo suplicatorio. El 16 de abril, Dabán fue detenido y conducido al castillo de Santa Bárbara, en Alicante, pero el 8 de mayo se le puso en libertad y se archivaron las actuaciones judiciales. Al regresar a Madrid se negó a efectuar la reglamentaria presentación al ministro, lo que le valió una amonestación por escrito, cuyo recurso fue rechazado por el Consejo Supremo de Guerra y Marina.

En julio, los conservadores volvieron a hacerse cargo del Gobierno y el 13 de noviembre, Cánovas nombró a Dabán director general de la Guardia Civil, puesto que desempeñaba cuando falleció. Escoltado por un batallón de guardias civiles y sobre un armón de artillería, su cuerpo recibió sepultura en la Sacramental de los Santos Justo y Pastor de Madrid.

 

Obras de ~: Situación política del Departamento Oriental de la isla de Cuba, desde el 9 de junio de 1878 al 22 de junio de 1879, siendo comandante general D. Luis Dabán y Ramírez de Arellano, Santiago de Cuba, Sección Tipográfica del Estado Mayor, 1881; Proyecto de ley de Monte Pío Militar, presentado al Senado por el Excmo. Sr. D. Luis Dabán y Ramírez de Arellano, Senador del Reino, Madrid, Imprenta de la Dirección General de Infantería, 1889.

 

Bibl.: R. González Tablas y J. Toral Velázquez, Diario de las Operaciones Militares de la Revolución española, con documentos interesantes sobre la Batalla de Alcolea. Comprende desde el 18 de Septiembre al 8 de Octubre de 1868, Madrid, Imprenta y Librería de Miguel Guijarro, 1869; A. Pirala, Historia Contemporánea. Segunda parte de la Guerra Civil. Anales desde 1843 hasta el fallecimiento de Don Alfonso XII, Madrid, Felipe González Rojas, Editor, 1892-1895, vols. II, III y VI; J. Mañé y Flaquer, Viaje alrededor de la República, Barcelona, Imprenta del Diario de Barcelona, 1911; E. Gutiérrez Gamero, La España que fue, Madrid, Aguilar, 1962; S. G. Payne, Ejército y sociedad en la España liberal, 1808-1936, Madrid, Akal, 1976; F. Puell de la Villa, “El reformismo militar durante la Restauración y la Regencia”, en M. Hernández Sánchez-Barba y M. Alonso Baquer (dirs.), Historia Social de las Fuerzas Armadas españolas, pról. de A. Barahona Garrido, vol. III, Madrid, Alhambra, 1986, págs. 147-175; F. Puell de la Villa, El soldado desconocido: de la leva a la “mili” (1700-1912), Madrid, Biblioteca Nueva, 1996; Historia del ejército en España, Madrid, Alianza, 2000; F. Puell de la Villa, Historia del ejército en España, 2.ª ed., Madrid, Alianza, 2005.

 

Fernando Puell de la Villa

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