Melania. La Joven. Roma (Italia), 383 – Jerusalén (Israel), 439. Asceta hispana, santa.
Nació en una de las familias más aristocráticas del Imperio Romano. Su padre, Valerio Publicola, era hijo de Melania la Vieja. Su madre se llamaba Caeionia Albina, y pertenecía a una familia de antigua nobleza. Era la heredera de una gran fortuna, ya que tenía fincas en Hispania, en Campania, en Sicilia, en África, en Mauritania y en otras provincias. A la edad de catorce años se casó con un primo que tenía diecisiete años, hijo del antiguo prefecto de Roma, Valerio Piniano. Melania tuvo dos hijos que murieron muy niños. Los esposos decidieron hacer voto de castidad y dedicarse a practicar el ascetismo. Cuando se dedicaron a la vida ascética, Melania tenía veinte años y su esposo veinticuatro. Pronto surgieron graves problemas para consagrarse al ascetismo. Melania se vio obligada a acudir a la emperatriz Serena, pues el hermano de Piniano y sus parientes, que pertenecían al orden senatorial, en virtud de la legislación vigente, querían que todos los bienes pasaran a ellos. Serena acudió al emperador Honorio, que dio un decreto para que los bienes, en cada provincia, fueran vendidos bajo responsabilidad de los gobernadores y de los magistrados, y la venta se enviase a los esposos. Los ingresos de las fincas de Melania ascendían a 12.000 sólidos áureos anuales, y otros tantos los de Piniano. Los bienes mobiliarios eran también muy importantes. Los ingresos de las ventas de estos bienes se entregaron a algunos varones para que hicieran limosnas.
Envió el matrimonio grandes sumas de dinero a diferentes países para socorrer a los pobres, a las iglesias y a las personas ascetas. En la Vida de Melania, escrita por el sacerdote Geroncio, que trató y acompañó a la protagonista, se describe el lujo de una de las fincas propiedad de Melania, que se ha situado en Sicilia, delante de Calabria. Se encontraba próxima al mar.
Tenía un bosque en el que vivían todo tipo de animales para cazar, una piscina y baños. Estaba recubierta de mármoles. Su biógrafo menciona los países a los que envió limosnas: a Mesopotamia, a Siria, a Palestina, a Egipto y a la Pentápolis. El contemporáneo Palladio, en su Historia Lausiaca (LXI), que recoge vidas de ascetas, menciona algunas cantidades enviadas como limosnas, que son fabulosas: diez mil monedas a Egipto y a la Tebaida; la misma cantidad a Antioquía; quince mil monedas a Palestina, a las iglesias de las islas y a los condenados en las cárceles; diez mil monedas a otras iglesias de Occidente. También socorrió los monasterios de monjes y de vírgenes, proporcionándoles las monedas de oro suficientes.
Costeó los altares de las iglesias y de los monasterios, los tejidos de seda, que eran muchos y de gran valor. Fundiendo la platería que tenía, que era mucha, pagó altares, joyas para las iglesias y otras numerosas limosnas.
Después de vender sus posesiones de Roma, de Italia, de Hispania y de Campania, se embarcó para África. El prefecto de Roma, el pagano Gabinio Barbaro Pompeiano, decidió, de acuerdo con el senado, que los bienes revirtieran al tesoro público, según ordenaba la ley. El pueblo, amotinado contra el prefecto por la falta de pan, le asesinó. Sus deseos no se cumplieron.
En África, vendió el matrimonio las fincas que poseía en Numidia y en Mauritania. Repartió el producto de la venta entre los pobres y los encarcelados.
Agustín, su hermano Alipio y Aurelio, obispo de Cartago desde el año 391, les aconsejaron que, en vez de dar limosnas a los monasterios, les regalaran un local y rentas fijas. A la iglesia de Alipio entregaron ofrendas, diferentes ingresos, joyas de oro y de plata, y velos de gran precio. Construyó dos grandes monasterios, uno de varones en número de ochenta monjes, y otro de vírgenes en número de cien. En el ascetismo que practicaba, el ayuno y la lectura de las Sagradas Escrituras eran fundamentales. Ayunaba Melania desde Pentecostés a la Pascua, sin tomar ni aceite. Vestía con saco. Después de seguir esta regla durante muchos años, añadió el ayuno de la fiesta de Resurrección. Demostró siempre un gran celo por la fe y la virtud, principalmente de la castidad. Dio limosnas durante todo el viaje. Vestía pobremente un manto, un velo y una capucha. Desde África, el matrimonio partió a Jerusalén; visitaron primero Alejandría, donde saludaron a algún monje famoso. Siguieron viaje a Jerusalén y se fueron a vivir al hospicio de la Anastasia, que servía de lugar de asilo, donde repartieron dinero a los pobres. Vivió en Jerusalén después en un monasterio de vírgenes.
Melania vivió con su madre. En el año 419, liquidó el matrimonio el patrimonio que le quedaba en Hispania. Después partieron a Egipto a visitar a los monjes. De vuelta a Jerusalén, Melania fundó un monasterio de mujeres en el Monte de los Olivos, y se encerró en una celda sin hablar con nadie. Participó en la liturgia, que se celebraba de noche y se recitaban salmos. Predicaba a las monjas contra el orgullo.
Durante esta primera estancia en Jerusalén, murieron su madre y Piniano. Con esta ocasión construyó el Apostoleion, para depositar el cuerpo de su esposo, y un monasterio para hombres.
Viajó después a Constantinopla para convertir a su tío Rufio Antonio Agripino Volusiano, pagano, que había desempeñado importantes magistraturas, como la de procónsul de África en los años 416 y en 421. Fue prefecto de Roma entre los años 428 y 429, prefecto del pretorio y en el año 436, embajador de Valentiniano III en la corte de Constantinopla. Volvió Melania a Jerusalén, ciudad que visitó la emperatriz Eudocia, y donde obró algunos milagros y murió en el año 439. Su funeral reunió gran número de fieles.
El interés histórico de la Vida de Melania es grande. Describe la riqueza fabulosa de una de las grandes familias de Roma, las luchas entre paganos y cristianos y los conflictos por razones de la transmisión de las herencias.
También se leen en su Vida, detalles concretos sobre una de las fortunas más grandes del momento, y sobre los problemas legales que ocasionaba la liquidación de estas fortunas. Se describe con cuatro datos, pero muy significativos, el funcionamiento de la corte imperial en Constantinopla y Roma. Se señalan, igualmente, los peligros de los viajes por mar y por tierra en el siglo v, y los beneficios que conllevaba.
Describe bien el lujo de las grandes residencias de los grandes latifundistas. Las limosnas de Melania eran una verdadera asistencia pública, cuando el Estado no se ocupaba de este problema social. A lo largo de la Vida de Melania se leen noticias muy interesantes sobre las propiedades eclesiásticas, sobre el lujo de las iglesias y de la liturgia. También se señala algún aspecto importante sobre la situación de la esclavitud y de los problemas que acarreaba la libertad. No son menos interesantes las relaciones de Melania con algunos de los grandes personajes eclesiásticos del momento, como Agustín, Alipio, Cirilo de Alejandría y Juvenal. Llama la atención el silencio sobre otros personajes de primera fila, como Jerónimo, monje en Belem, muerto en el 420. Paladio, que, en torno a 419- 420, escribió la Historia Lausiaca, donde hablaba de Melania y de su abuela, Melania la Vieja, a la que no se cita en la Vida de Melania; Rufino, el gran historiador del monacato egipcio; Hesiquio, monje, tenido en gran estima en Jerusalén, en torno al 412. Tampoco se alude al ascetismo que las damas y hombres practicaban en el Aventino de Roma, bajo la dirección de Jerónimo, o el de Belem, bajo el mismo.
La Vida de Melania es importante por los datos que recoge sobre el ascetismo de la protagonista y sobre la liturgia. Los rasgos fundamentales del ascetismo, tal como lo practicaba y predicaba Melania eran: vigilar los pensamientos, estar atenta en las plegarias, celebrar el ayuno, dar limosna, ser humilde, manifestar celo en la oración litúrgica y recomendar la celebración de los oficios divinos. En Roma, menciona el biógrafo el culto a los mártires, como san Lorenzo.
El tiempo lo invierte en la lectura de las Sagradas Escrituras, además de en los actos religiosos, en copiar libros, en leer comentarios a los Libros Sagrados y las vidas de los padres del desierto, o en conferencias espirituales.
Después ella se recluyó en una celda, en el Monte de los Olivos, durante las semanas que van de la Epifanía a Pascua, y después se encerró durante un año sin interrupción. Luego fundó un monasterio.
Melania hizo construir un oratorio en el monasterio para que los ascetas asistieran a misa sin salir del mismo. Comulgaba todos los días, práctica rara en Oriente en esta fecha. Geroncio celebraba una misa privada todos los días para Melania. Moribunda, recibió la comunión varias veces. La liturgia del monasterio dirigido por Melania era la romana, en lo que se diferenciaba de otros monasterios, y, particularmente, del de Belem, controlado por Jerónimo. Melania fue fiel a su primera educación cristiana recibida en Roma.
En la Vida de Melania no hay alusiones a los grandes choques dentro de la iglesia entre los seguidores y contrarios a Orígenes. Se alude a las herejías de Nestorio y de Pelagio. El biógrafo de Melania era un furibundo monofisita. Era un monje palestino que escribió la vida de la asceta cristiana inmediatamente después de morir ésta, probablemente hacia el 440.
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José María Blázquez