Cueva y Benavides, Isidro Melchor de la. Marqués de Bedmar (IV). Madrid, 20.V.1652 – 2.VI.1723. Militar, virrey de Sicilia, presidente del Consejo de Órdenes y del Consejo de Guerra, gobernador de Flandes, ministro plenipotenciario, Grande de España.
Fue hijo de Gaspar de la Cueva-Benavides, III marqués de Bedmar, y de Manuela Enríquez Osorio. El padre había sucedido en el título a su hermano el cardenal De la Cueva; la familia estaba enlazada asimismo con los duques de Alburquerque.
En enero de 1667 murió su hermano Melchor de la Cueva-Benavides, y por esta circunstancia, Isidro Melchor heredó el título de IV marqués de Bedmar con los mayorazgos de la casa en Úbeda y Bedmar, pasándose a llamar desde ese momento Isidro de la Cueva y Benavides. Llamado a la carrera militar, comienza mandando la compañía de jinetes del reino y Costa de Granada, pero tras fallecer Melchor de la Cueva, es hecho por Carlos II (25 de enero de 1667) capitán de la compañía de caballos de las Guardias Viejas de Castilla, cuya misión era proteger a la Familia Real. Para 1671 se encuentra en Milán sirviendo como capitán de Infantería. En marzo de 1673 se convierte en capitán en el tercio de Lombardía por decisión del duque de Osuna, gobernador del Milanesado.
El 3 de julio de 1675 se le ofrece el mando del tercio provincial de Toledo, en el Ejército de Cataluña, pero desde el 17 de julio dirigió el tercio de Infantería española de Portugal en Flandes, destino en el que permaneció largos años, con apenas breves interrupciones.
En los Países Bajos comienza a destacar en acciones de armas como la defensa de las plazas de Dinant, Huy, Limburgo y Bauchin, aunque no sale afortunado en conservar Valenciennes, Cambrai o Saint- Omer ante el avance imparable de los ejércitos de Luis XIV dirigidos por Sebastián Le Prestre de Vauban, el mejor ingeniero militar de entonces y cuyas enseñanzas adoptará Europa entera con el tiempo.
Después de la derrota de Cassel en 1677, Bedmar pasa con los restos de su tercio a reforzar la guarnición de Bruselas; la Paz de Nimega (1678) pondrá fin a este conflicto nada favorable para los intereses españoles. En la misma capital de los Países Bajos, Isidro de la Cueva y Benavides será nombrado sargento general de batalla (Orden de 14 de septiembre de 1680), y al año siguiente gobernador de la plaza y fuertes de la ciudad. Sus relevantes servicios le llevan al grado de capitán general de la Artillería de los Países Bajos, puesto de responsabilidad que implica una mejora sustancial de su red clientelar.
En 1685 regresa a España y es nombrado capitán general de Artillería, al tiempo que recibe la Encomienda de Horcajo en la Orden de Santiago. Sin embargo, su presencia en Flandes resulta esencial, por cuanto que faltaban hombres de mérito para sostener con decoro la soberanía española en aquellos territorios.
Antonio de Agurto, marqués de Gastañaga y gobernador general de los Países Bajos, le reclama en nombre de Carlos II para ser embajador extraordinario en Inglaterra y transmitir el pésame del rey de España a Jacobo II con motivo de la muerte de su suegra, la duquesa de Módena. Fue recibido en la Corte inglesa con todo tipo de agasajos y consideraciones.
La breve ausencia de Flandes sirvió para que algún enemigo político le acusara de malversación de fondos, pero él se defendió vía judicial y demostró finalmente su inocencia, según confirma una Real Orden de 2 de septiembre de 1687.
Acto seguido recibe el nombramiento de gobernador de la provincia de Flandes por decisión del Consejo de Estado (12 de diciembre de 1689), y en 1690 asciende a maestre de campo general, rango que le pone directamente a las órdenes de Antonio de Agurto, el citado gobernador general de los Países Bajos. Participa en la Guerra de la Liga de Augsburgo (1689-1697) tomando parte en la encarnizada batalla de Fleurus, desfavorable a las armas españolas, y mandando en el choque victorioso de Landen (29 de julio de 1693) un cuerpo de ejército. Durante esta campaña de 1693 se distinguió uno de los más grandes ingenieros que ha dado Flandes, Jorge Próspero Verboom, quien adquirió en propiedad aquel año los títulos de cuartel-maestre general e ingeniero mayor del Ejército de los Países Bajos. Tras la firma de la paz en Rijswijck el 20 de septiembre de 1697, su amigo el marqués de Bedmar asciende por Real Decreto de 30 de diciembre a gobernador general de las armas de los estados de Flandes (equivalente al jefe de Estado Mayor) en sustitución del príncipe de Vaudemont, su rival político. La colaboración entre Verboom y Cueva Benavides dará los mejores frutos en el porvenir.
No puede olvidarse, desde luego, el trascendente papel desempeñado por Isidro de la Cueva en la promoción de escuelas de ingenieros, artilleros y matemáticos, iniciativas estas que le dieron renombre para la posteridad. Bedmar estuvo en estrecha colaboración con Sebastián Fernández de Medrano, quien pasará de su Toledo natal a Flandes en 1668 para servir en las Fuerzas armadas. Siete años después creaba en Bruselas una academia militar que tomó a su cargo y que, influida especialmente por los modelos franceses, dará inicio al perfeccionamiento del arma de Ingenieros, hasta entonces relegada en los ejércitos hispanos a servir de complemento a la Artillería. Medrano redactó asimismo varios textos para los alumnos de la Academia, como El Práctico Artillero (Bruxelles, 1680), El Perfecto Bombardero y Práctico Artificial (Bruxelles, 1691) o El Architecto Perfecto en el Arte Militar (Bruxelles, 1700), libros que usarán las diferentes promociones de ingenieros militares durante la primera mitad del XVIII. Algunos de estos profesionales viajaron a las posesiones americanas para construir o mejorar varias de sus plazas fuertes.
El año de 1700 iba a ser sin duda el más trascendental en la vida de Isidro de la Cueva y Benavides.
El 19 de noviembre de ese año, Maximiliano Emanuel, elector de Baviera y gobernador a la sazón de los Países Bajos españoles, recibe una misiva de la Corte de Versalles con la aceptación por Luis XIV del testamento del difunto rey Carlos II (fallecido el día 1 del mismo mes), en el que nombraba a Felipe de Borbón, hasta entonces duque de Anjou, rey de España.
Tras darse por enterado, y conformada la aceptación del nuevo Monarca por los Estados de las Provincias, Maximiliano envió al marqués de Bedmar a la Corte francesa en calidad de embajador extraordinario, y fue recibido en el castillo de Marly por Luis XIV y Felipe V, a quienes ofreció sus servicios en nombre del gobierno y el pueblo de los Países Bajos. En una entrevista ulterior con Felipe V, le dio cuenta del estado de las fuerzas militares puestas a su disposición en el País Bajo; como prueba de buena voluntad y reconocimiento de los méritos de Bedmar, el nuevo Rey concedió la amnistía solicitada para algunos participantes en las algaradas de Bruselas, Amberes y Lovaina, con lo que se ganó la voluntad de las tres ciudades principales del país. Isidro de la Cueva gozaría desde entonces de la más alta consideración tanto de Luis XIV como de su nieto, quienes vieron en él un apoyo de gran valía para el futuro. No poseía el joven rey francés demasiados partidarios en España, por cuanto que inició su gobierno lesionando poderosos intereses. Primero, marginó al Consejo de Estado en favor del nuevo Consejo de Despacho; luego, separó de la Corte a gran parte de la nobleza; por último, ejerció notable represión contra los partidarios del bando austracista. Pero si la coyuntura española era desfavorable a Felipe V, De la Cueva será, con el conde de Bergeyck, quien sostenga el régimen angevino en Flandes. En calidad de gobernador general interino por la marcha de Maximiliano Emanuel a sus estados bávaros, el marqués de Bedmar procederá a ejecutar la supresión en febrero de 1702 de los tres Consejos Colaterales (creados por Carlos V en 1531), junto con el Consejo de Flandes en Madrid, todo ello en favor de un único Consejo Real, lo que venía a significar el inicio de la centralización y la simplificación políticas deseadas por los nuevos gobernantes.
Las reformas fueron de corto vuelo, ya que la derrota de las tropas angevinas restableció desde 1706 el antiguo orden de cosas.
Además de las medidas políticas, Isidro de la Cueva procedió en 1701 a revisar las fuerzas al servicio real para afrontar una guerra que se intuía próxima. Ordenó, como buen conocedor de la ingeniería militar, la reparación más eficiente de unas defensas y fortificaciones semiderruidas, y en el Ejército formó veinticuatro batallones a razón de trece compañías por batallón, un total de 16.500 soldados mandados por personas fieles al nuevo régimen. La Caballería quedó integrada por treinta y un escuadrones, cada uno con cuatro compañías de treinta caballos, que sumaban 4.800 jinetes. Fueron publicadas también unas severas ordenanzas para la disciplina de la tropa; en ellas se creaban los comisarios de guerra, que sustituyeron a los anticuados veedores. Por indicación de Felipe V, en 1702 quedó organizado en Lierre el Regimiento de las Guardias Valonas. Paralelamente se modernizó el sistema impositivo para extraer fondos con que sufragar todos esos gastos. Este conjunto heterogéneo de medidas buscaba, sin embargo, un solo fin: depender lo menos posible de tropas y recursos extranjeros.
Las hostilidades empezaron en 1702 con la declaración de guerra del Imperio, Inglaterra y las Provincias Unidas contra Francia y España. Bedmar dirigía las tropas flamencas, a las que se unieron otras pertenecientes a príncipes germanos enemigos del Emperador, mientras que los mariscales Boufflers y Villeroy, con el duque de Vendôme, se encargaban del ejército francés. Estas fuerzas conjuntas derrotaron a los holandeses en la batalla de Eekeren, cerca de Amberes, el 30 de junio de 1703. Crecido en la estimación del Soberano, a la grandeza de España (2 de mayo de 1702) sumó Isidro de la Cueva la llave de gentilhombre de la real Cámara.
Reintegrado Maximiliano Emanuel a su puesto de gobernador general de Flandes en octubre de 1704, el rey Felipe V encomienda a Bedmar hacerse cargo del virreinato de Sicilia, pues aunque alejada de los principales escenarios de la Guerra de Sucesión, era preciso mantener a la isla bajo el dominio angevino. El marqués salió de Bruselas el 12 de febrero de 1705 para recoger el nombramiento de manos del conde de Harcourt; Luis XIV, por su lado, le nombra el primero de marzo caballero de la Orden de Sancti Spiritus. Llegado a Palermo el 15 de julio, su mandato coincidirá con uno de los períodos más críticos para las armas de Felipe V, obligado a retraer sus ejércitos en Flandes hacia la Península, donde se había producido la defección de Cataluña y Valencia en favor del archiduque Carlos. Bedmar, para impedir que las tropas sicilianas abandonaran también la causa de Felipe de Borbón, reordenó el Ejército en batallones de doce compañías de cuarenta soldados cada una, y puso al mando de dichas fuerzas a gentes de su entorno. Asimismo convocó el Parlamento de Sicilia en 10 de febrero de 1707 (será el último bajo dominación española), con el fin de pedir subsidios para fortificaciones y tropas. En sesión de 18 de febrero, los parlamentarios concedieron efectivamente lo que Bedmar les había solicitado. Satisfecho por el logro de su misión, Isidro de la Cueva deja la isla para trasladarse a España el 23 de julio y es sustituido por el marqués de los Balbases.
Tras el éxito no se demoró el nombramiento efectivo de consejero de Estado prometido años atrás, cargo que juró el 23 de febrero de 1709. Los cargos de ministro interino de Guerra y capitán general del Mar Océano, Ejército y Costas de Andalucía vienen casi simultáneamente, consolidando al poco el cargo de ministro de la Guerra (1709-1716) en sustitución del duque de San Juan, aunque su delicado estado de salud hizo aconsejable el apoyo del conde de Aguilar. Es destacable, entre sus actividades, el Plan General de los Ingenieros para los Ejércitos de Plazas, aprobado el 24 de abril de 1711; las Ordenanzas del cuerpo aparecerán el 4 de julio de 1718. Las distinciones no le faltaron otra vez a Isidro de la Cueva, llegándole la presidencia del Consejo de Órdenes (15 de febrero de 1712). Mientras, hubo de desempeñar una nueva misión diplomática en 1713, como ministro plenipotenciario para la firma de la paz con Gran Bretaña, lo que restaba a Austria uno de sus principales aliados en la contienda.
Terminado el conflicto, el 23 de abril de 1714 se le nombró presidente del Consejo de Guerra en calidad de capitán general más antiguo. Felipe V deseaba construir en la plaza de Barcelona, recién conquistada tras duro sitio en 1713-1714, una ciudadela que sustituyera a las fortificaciones anteriores. Para ello encargó a Bedmar formar una comisión, la cual se reunió a comienzos de 1715 y en la que brillaron especialmente las iniciativas de Jorge Próspero Verboom, quien tras diseñar los correspondientes planos, partió con ellos a Madrid en mayo. Felipe V dio su completa aprobación al proyecto y encargó además la creación de una institución para la enseñanza militar.
Por fin, una vez terminadas la construcción de la ciudadela barcelonesa y la desafortunada campaña de Sicilia, en octubre de 1720 quedó constituida la Academia de Matemáticas de Barcelona, inspirada en las de Bruselas y París. Perdido Flandes, era preciso remplazar la Academia bruselense; además, la situación estratégica de Cataluña exigía la presencia en su suelo de ingenieros militares, y Barcelona poseía una sólida tradición académica.
Al marqués de Bedmar todavía le quedaron misiones por cumplir. En 1716 ejerció de ministro plenipotenciario en el tratado explanatorio entre España e Inglaterra, y en 1720 fue primer plenipotenciario en el Congreso de Cambrai para entrevistarse con representantes de la Cuádruple Alianza (Francia, Inglaterra, Holanda y Austria) y dar vigencia al tratado de Utrecht tras la aventura expansionista de Alberoni. El 6 de noviembre de 1721, la reina Isabel de Farnesio le otorgó poderes para firmar en su nombre los contratos y capitulaciones matrimoniales de la infanta María Victoria con el rey de Francia Luis XV.
Muy trabajada su salud desde años atrás, el marqués de Bedmar falleció en su casa-palacio de Madrid el 2 junio de 1723 y fue enterrado en Santa María de la Almudena. No fue, por consiguiente, trasladado su cadáver a Bruselas, como dejara instruido en el testamento hecho a 4 de noviembre de 1704.
Isidro de la Cueva Benavides se casó dos veces. La primera boda tuvo lugar en el Palacio Real de Madrid, el 19 de noviembre de 1697, con Manuela Ignacia María de Acuña y de la Cueva, sobrina carnal suya en tanto que hija de su hermana mayor, Francisca de la Cueva y Enríquez. Manuela Ignacia falleció de parto el 7 de agosto de 1702, dejándole cuatro hijos: Manuela (nacida en 1698), María Francisca de la Cueva y Acuña (venida al mundo en 1700), María Teresa (nacida en 1701) y finalmente Gaspar, quien provocó la muerte de su madre y falleció él mismo en octubre de aquel año.
En el Palacio Real de Madrid contrajo Bedmar segundas nupcias, el 24 de noviembre de 1703, con Francisca Enríquez de Almansa y de Velasco; el matrimonio no tuvo descendencia, y Francisca Enríquez sobrevivió a su marido seis años. Desde 1723, María Francisca de la Cueva y Acuña, hija y heredera de Isidro de la Cueva, ostentará el marquesado de Bedmar y la grandeza de España de décima clase.
La historia política resalta la vinculación temprana e incondicional de Bedmar a la causa borbónica; Saint-Simon, amigo suyo, lo calificó de “hombre amable que todo se lo debía a Francia”, juicio un tanto exagerado, vistos los méritos del marqués. La historia militar recuerda su fomento del arma de Ingenieros, que en el XVIII rayará a gran altura, y la creación de los Comisarios de Guerra.
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Miguel Ángel Echevarría Bacigalupe