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Manuel Villacampa del Castillo

Biografía

Villacampa del Castillo, Manuel. Betanzos (La Coruña) 17.II.1827 – Melilla, 13.II.1889. Militar, activista republicano.

Hijo de José, capitán del 2.º Regimiento Ligero de Voluntarios de Aragón, y de Rita, de ascendencia alicantina. El padre falleció joven, dejando tres hijos, José, Federico y Manuel; los dos últimos ingresaron en un regimiento de Barcelona como cadetes de menor edad a los diez y once años respectivamente. El 14 de junio de 1843, formando parte del regimiento de Infantería n.º 5 se adhirió en Granada al levantamiento contra el gobierno de Espartero. En agosto del mismo año, obtuvo el grado de subteniente y con las tropas del general Concha concurrió en octubre al sitio a la ciudad de Zaragoza.

Tras prestar servicios como oficial de Infantería en Navarra, Cataluña, y Madrid, en marzo de 1853 el teniente Villacampa pasó a la Inspección General de la Guardia Civil. Hallándose en este destino, el 28 de junio de 1854 se presentó en la división del teniente general Leopoldo O’Donnell para adherirse al movimiento iniciado contra el gobierno moderado de Sartorius.

Por este gesto, le fue concedido el grado de capitán y quedó agregado al Regimiento de Infantería del Príncipe, asistiendo a la acción de Vicálvaro y siguiente marcha por tierras de Andalucía, hasta el 19 de agosto en que se reincorporó en Madrid a su destino en la Guardia Civil.

La carrera de Villacampa en la Benemérita tuvo un desarrollo notable: en 1856 se hizo cargo del mando de una compañía y ejerció de segundo comandante del 7.º tercio, con jurisdicción en la provincia de Granada.

En su destino demostró gran capacidad para la lucha contra el bandolerismo, conociendo asimismo la evolución de los movimientos políticos de Andalucía.

En 1858 permutó con otro oficial y pasó a la provincia de Toledo. En este nuevo destino, tuvo lugar la acción desarrollada en un cortijo de Talavera de la Reina donde las fuerzas a sus órdenes capturaron a una peligrosa banda de delincuentes; por esta intervención, le fue concedida la Cruz de San Fernando de 1.ª Clase, dos meses después ascendía a primer comandante, regresando a Granada.

El movimiento de carácter republicano-socialista encabezado por el veterinario Pérez del Amo en Loja, estalló en forma de insurrección popular el 28 de junio de 1861. Con motivo de estos acontecimientos el comandante Villacampa fue designado por el capitán general de la región para el mando de una columna formada por guardias civiles y un batallón de Cazadores de Madrid. A lo largo de diez días, actuó sobre los núcleos rebeldes en Loja y su campo, consiguiendo la completa pacificación de la zona; fue recompensado con el ascenso a teniente coronel. En 1868 tomó parte en los movimientos revolucionarios tendentes al destronamiento de Isabel II, acciones por las que obtuvo el grado de coronel del Ejército, pasando a desempeñar sus servicios en Sevilla.

Hasta 1871 continuó el coronel en persecución de bandoleros por Andalucía recibiendo frecuentes felicitaciones de la Dirección General del Cuerpo. A mediados de año, aparecieron partidas carlistas en la provincia de Valencia, por lo que fue destinado a la región levantina. Especial relieve tuvo el encuentro sostenido con los carlistas en la noche del 3 de diciembre de 1872 en el paraje denominado Casas de Olmedillo. La derrota de aquella partida supuso la completa pacificación del distrito. Por este servicio fue promovido al empleo de brigadier en enero de 1873, y días después nombrado gobernador militar de la provincia de Castellón y jefe de una columna de exploración.

Proclamada la república continuó en su puesto, dirigiendo con éxito la lucha contra los carlistas y después contra el cantonalismo, a las órdenes directas de Martínez Campos. El 18 de septiembre se produjo de manera inesperada su destitución. En el informe remitido al Ministerio de la Guerra su jefe militar señalaba que había sido cesado por ineficacia en el cumplimiento de sus obligaciones. Villacampa recurrió al presidente de la República exigiendo la restitución de su honor, ya que según él, había sido “calumniado villanamente con plan preconcebido por algunos periódicos”.

Emilio Castelar lo repuso en su cargo el 23 de octubre. La comprensión del gobierno republicano frente a la deshonrosa destitución de que había sido objeto, pudo generar en Villacampa un sentimiento de republicanismo que se haría patente en poco tiempo.

El 26 de noviembre de 1874 el jefe del ejército del Centro, general Joaquín Jovellar, le mandó trasladarse desde Morella a Nules para recibir órdenes, las mismas que recibió en ese despacho el brigadier Daván: debían avanzar ambos hacia Segorbe para llevar a cabo una vasta operación contra los carlistas; Villacampa mandaba la 2.ª División del Ejército. Tres días más tarde, Martínez Campos, con la brigada Daván, proclamó rey al príncipe Alfonso. Jovellar reunió en Nules a los jefes de unidad para exponerles el hecho y sondear su opinión. Villacampa no mostró simpatía por la nueva situación, aunque acató disciplinadamente las órdenes de su inmediato superior; fue destituido el 20 de enero de 1875 con orden de entregar la 2.ª división al general José Zendeja, quedando en situación de cuartel.

Al cesar en el servicio activo solicitó licencia para viajar durante cuatro meses por diversas ciudades españolas, fijando su residencia en Soria. El 24 de mayo de 1877 se dictó orden de búsqueda contra él por haberse ausentado del domicilio sin permiso. A finales de mes, Ruiz Zorrilla, líder en el exilio del partido progresista, mandó a varios militares de alta graduación a sondear las guarniciones con la intención de provocar un pronunciamiento militar de carácter republicano.

Villacampa, uno de los conjurados, se trasladó a Valencia, pero fue detenido y conducido preso a Burgos. En consejo de guerra de oficiales generales celebrado en aquella capital el 19 de diciembre fue condenado a un año de presidio por desacato al general gobernador. Pronto se convirtió la cárcel de Villacampa en lugar de peregrinación de republicanos y revolucionarios por lo que fue trasladado con orden de incomunicación a la Torre de Telégrafos, y seguidamente al castillo mallorquín de Bellver. Con fecha 30 de marzo de 1878 un nuevo consejo de guerra le condenó a la pena de separación del servicio y baja en el escalafón del Estado Mayor General por el delito de abandono de destino, del que fue indultado por Real Orden de 22 de noviembre.

Al cumplir la condena, Villacampa quedó de cuartel en Ibiza. Pero permaneció poco tiempo en su residencia insular: el 27 de enero de 1880 la policía daba cuenta a la capitanía general de una nueva desaparición del inquieto brigadier. En mayo se creó en Madrid la Unión Republicana Militar (URM), una asociación clandestina encabezada por el teniente Miguel Pérez, alias Siffler, y patrocinada desde el exilio por Ruiz Zorrilla. En círculos militares se relacionó a Villacampa con la organización. Al regresar a Ibiza fue detenido, y en consejo de guerra, celebrado en Palma el 17 de diciembre de 1881, se le condenó a la pena de privación de empleo, si bien fue indultado el 3 de febrero del año siguiente, fijando su residencia en Madrid.

En la capital del reino la presencia del brigadier fue bien acogida por los militares de ideología republicana.

Así en diciembre de 1882 la URM celebró asamblea en la que participaron varios oficiales de la plaza, en esta junta los asistentes lo nombraron presidente.

La incompatibilidad del nuevo cargo con su condición de militar lo llevó a solicitar el pase a la situación de reserva, petición que le fue aceptada por el Ministerio de la Guerra con fecha 18 de junio. La URM entró en acción durante el mes de agosto de 1883 mediante los pronunciamientos de Badajoz, Santo Domingo de la Calzada y Seo de Urgel. Nuevos intentos revolucionarios fueron abortados a lo largo de 1884. Pese a la vigilancia policial sobre sus actividades, en septiembre de 1886 Villacampa protagonizó el pronunciamiento que inmortalizó su nombre.

Tras varios aplazamientos, Ruiz Zorrilla y los dirigentes de la URM decidieron sublevar las guarniciones de Madrid y Alcalá de Henares y proclamar la república. En la capital sería responsable del movimiento el presidente de la organización, mientras que en Alcalá debía encabezarlo el general Merelo.

Con muy escasa coordinación Villacampa decidió adelantar el pronunciamiento sobre la fecha prevista inicialmente, y en la noche del domingo del 19 de septiembre tropas del cuartel de San Gil a las órdenes de los oficiales Casero y González salieron a la calle. A los soldados se unieron varios paisanos conjurados y todos juntos se dirigieron a la estación de Atocha donde se unirían con el jefe del movimiento para sublevar a los artilleros del cuartel de los Docks.

En el camino, grupos de paisanos asesinaron al brigadier Clemente Velarde, y al coronel Luis de Aristegui, que se dirigían a sus destinos para sofocar el levantamiento.

Por su parte, el comandante conjurado Prieto Villarreal partía en un tren hacia Alcalá de Henares.

La puerta del cuartel de artillería no se abrió por lo que, considerando fracasado el movimiento en Madrid, Villacampa y sus hombres se dirigieron en dos columnas a Vicálvaro. Uno de los grupos dio muerte en Vallecas al teniente Peralta. En la ciudad complutense también les falló el apoyo previsto.

Los sublevados trataron de ganar los montes de Toledo para escapar de las tropas gubernamentales que les seguían desde Madrid y Aranjuez. En Morata de Tajuña Villacampa hizo frente a sus perseguidores, pero poco a poco sus hombres fueron capturados.

Al cabo de unas horas fue detenido en Colmenar de Oreja por la Guardia Civil, que lo entregó al general Moreno del Villar en la localidad toledana de Noblejas.

Por su parte, el comandante Prieto logró llegar a Madrid y exiliarse en Francia.

En consejo de guerra celebrado en la capital el 2 de octubre, Villacampa y varios de sus compañeros resultaron condenados a muerte. Sagasta, presidente del Consejo de Ministros hizo circular en la opinión pública la noticia de un indulto no ratificado por los miembros del Gabinete; no obstante, y a petición de la Reina, el indulto se produjo el día 5, cuando los condenados se hallaban en capilla. La pena capital les fue conmutada por la de reclusión militar perpetua en la isla de Fernando Poo. El delicado estado de salud del reo motivó su traslado al presidio de Melilla, donde tras varios meses de internamiento en el hospital militar de la plaza, falleció en la noche del 13 de febrero de 1889. El 10 de mayo, su hija fue autorizada para trasladar el cadáver, debidamente embalsamado, a la sacramental madrileña de San Justo.

Manuel Villacampa enviudó joven; su esposa, Matilde Morán, le dejó dos hijos, Emilia y Enrique. El varón, oficial de Hacienda en Filipinas, remitió una carta a la Reina dándole las gracias por el indulto concedido a su padre.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General Militar (Sevilla), Secc. 1.ª, leg. B-2640.

E. García Lavadesse, Memorias de un emigrado español, Madrid, Imp. de Ricardo Fe, 1892; M. Muñoz Epelde, Memorias de un amnistiado, Badajoz, Tip. el Progreso, 1901; E. Prieto Villarreal, Ruiz Zorrilla, desde su expulsión de España hasta su muerte (1875-95), Madrid, Romero, 1903; A. Castro Girona, Jovellar, Madrid, Purcala 1973.

 

Miguel Parrilla Nieto

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