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Pedro Villacampa Maza de Linaza y Periel

Biografía

Villacampa Maza de Linazas y Periel, Pedro. Laguarta (Huesca), 10.V.1776 – Madrid, 27.XII.1854. Militar, noble.

Nació de familia, noble, sus padres fueron Domingo Villacampa y Francisca Periel. Desde muy joven recibió una sólida formación, complementada con estudios de Filosofía, pero el joven Villacampa se sentía atraído por el oficio de las armas; con ello contradecía los deseos de su familia, opuestos a la condición militar, debido a que los ascendientes de su familia habrían sufrido consecuencias muy negativas por su apoyo a la causa del archiduque en la Guerra de Sucesión, perdiendo títulos y riquezas. No obstante, hubieron de ceder a la firme voluntad de su hijo.

Su bautismo de fuego como militar llegaría en 1793, inaugurada la guerra contra la República francesa; Villacampa entró a formar parte del segundo Batallón de Voluntarios de Aragón, con fecha de 1 de octubre, en clase de voluntario, y el 15 de marzo de 1794 obtuvo los cordones de cadete.

Al mes siguiente sería nombrado para la partida de descubridores permaneciendo allí hasta el mes de octubre. El 30 de enero de 1795 es ascendido a subteniente del propio Batallón de Voluntarios de Aragón.

Terminada la guerra con ansia fue destinado a diversos servicios de seguridad, persiguiendo todo tipo de delincuentes y contrabandistas en el Campo de Gibraltar y Castilla la Vieja. Su ascenso a primer subteniente llegaría en 1799, con el grado inmediato al año siguiente. Merecedor de comentario serían sus valientes actuaciones en Salamanca sobre un conjunto de presos, coordinados por una serie de funcionarios corruptos, que hacían todo tipo de desmanes. Así el conocido bandolero Chafandín es apresado por Villacampa. Este hecho le valió el grado de capitán, a finales del año 1800, siendo el único oficial en el Ejército que llegó a reunir dos grados sobre el empleo.

El recién iniciado siglo xix tendrá en sus primeros avatares la guerra de España contra Portugal El joven capitán rechazará en el Valle de Monterrey la ofensiva portuguesa en inferioridad de recursos. Sus dotes de buen infante le valen el ascenso a teniente efectivo en 1802. Terminada la guerra de Portugal pasaría a la guarnición de Zaragoza seguida de las de Barcelona y Denia.

En 1805 embarca para su destino en las islas Baleares, y obtiene el 29 de abril de 1807 el ascenso a ayudante de Infantería. Estando en las citadas islas pronto llegarían las noticias del levantamiento madrileño contra los franceses, en mayo de 1808, suscitando en Villacampa los deseos de partir hacia la Península.

Su ayuda se materializó rápidamente cuando se incorpora al segundo Batallón de Voluntarios de Aragón, en ayuda a la resistencia de Zaragoza. El general francés Lefebvre había acosado la ciudad durante dos meses y se habían apoderado del Coso. A su vez, Palafox había entrado en Zaragoza introduciendo el segundo Batallón de voluntarios. Villacampa con su batallón pudo perseguir al enemigo hasta los campos de Alfaro, sosteniendo contra los franceses distintos enfrentamientos.

Estas valientes actuaciones fueron decisivas en su ascenso a sargento mayor, en diciembre, y posteriormente el grado de teniente coronel.

Este revés sufrido por las tropas francesas intentará ser corregido por Napoleón, quien encontrándose en la frontera francesa, tras las noticias de lo sucedido en Bailén y Zaragoza, manda al general Langrange con la intención de rehacer su prestigio. La ofensiva francesa provocó el desastre español en la batalla de Tudela, donde la retirada a Zaragoza de Palafox fue un hecho determinante.

A finales de 1808 le fue conferido a Villacampa el mando de primer Batallón de Voluntarios de Huesca, desalojando al enemigo en los terrenos inmediatos a Casablancas y Monte Torrero. No obstante, los franceses trataban de establecer un fuerte bloqueo a la ciudad del Ebro, por medio de varios ataques dirigidos por el general Lacoste.

Iniciado el año 1809 Villacampa estuvo a las órdenes de Mariano Renovales, concurriendo a la defensa del convento de San José, en la provincia de Zaragoza.

En este hecho se le concede el empleo a teniente coronel, con grado inmediato. Posteriormente vendría la responsabilidad de defender posiciones comprometidas, como lo era el convento de Santa Mónica; tras diversos intentos enemigos de tomarlo consiguió defenderlo, siendo recompensado con el ascenso a brigadier.

Este encadenamiento de sucesivas defensas victoriosas vendrá empañado, cuando en febrero de 1809, es hecho prisionero por los franceses, al mando de Lannes.

Villacampa en todo momento piensa en la fuga ante el temor de ser enviado a Francia. Consigue su objetivo, saliendo de Zaragoza con un pasaporte de paisano, que obtuvo, y estando todavía convaleciente.

A principios del mes de marzo se presentó ante el general Joaquín Blake, para participar en la Junta militar establecida en Tortosa, de manera que fue ascendido a Mariscal de Campo y declarado por Real Decreto Benemérito de la Patria en Grado heroico. La guerra continuaba, y recibió la orden de dirigirse hacia el bajo Aragón con la intención de reunir las fuerzas disponibles para formar una división. A lo largo del verano de 1809 Villacampa consiguió reclutar fuerzas considerables para situarse en condiciones aceptables en el Santuario de Nuestra Señora del Tremedal, teniendo que enfrentarse a un enemigo muy superior al mando del coronel Henriod, quien en última instancia tomará el Tremedal y Villacampa por su parte logrará salvar a una parte importante de su tropa.

El ataque francés siguió tres líneas maestras fundamentales.

En la zona oriental fue donde los franceses, al mando de Suchet, tuvieron mayores logros, ocupando todas las plazas fuertes hasta Valencia. En segundo lugar el ejército francés avanza hacia Andalucía; en enero de 1810 la situación en el resto de Europa permitía a Napoleón tener una plenitud de fuerzas en España, superando los cuatrocientos mil soldados. No obstante tuvieron que dispersar sus efectivos y no lograron ocupar la ciudad de Cádiz por lo que sufrieron las acciones de la guerrilla. En tercer lugar estaría la línea de penetración hacia Portugal, con la idea de vencer a los británicos y de esta forma ocasionar un fuerte revés a la guerrilla. El general napoleónico Massena hizo retroceder a Wellington hacia el interior de Portugal, pero la guerrilla diezmaba tremendamente sus efectivos. Además los británicos tuvieron en Torres Vedras, cerca del estuario del Tajo una estupenda posición defensiva. En definitiva, a medida que transcurría 1810, el ejército francés impetuoso de las grandes batallas se iba desmenuzando en la Península Ibérica.

Una vez que queda libre Valencia de los ataques de Suchet, y considerando a Villacampa uno de los abanderados de su defensa, se le concede un sable de honor en gratificación de sus cualidades militares.

Desde finales de 1810 se había dividido la regencia española en seis distritos militares; uno de ellos, el segundo distrito, que ocupa las regiones de Aragón y Valencia, recayó en el general Bassecourt, de quien dependían los generales Pedro Villacampa y Juan Martín el Empecinado. La gran pretensión de Suchet era la toma de Valencia de cuya defensa fue encargado el general Blake, que hizo tomar posiciones al segundo ejército mandado por Carlos O’Donnell, y fue ayudado por Villacampa. Finalmente, Valencia cae en poder de Suchet a principios de 1812 y hace prisionero a Blake, que es llevado a Francia.

Villacampa regresa a tierras aragonesas, escarmentando a los generales franceses en una serie de actuaciones realizadas en Campillo, Ateca, Pozodon y Monteverde, a lo largo del mes de marzo de 1812; por estos hechos el propio Villacampa pide que se abra juicio contradictorio en solicitud de la Cruz de San Fernando. La intensa y convulsa situación que vivía el país imposibilitó una atención positiva a la justificada solicitud.

A medida que transcurría 1812 la situación del ejército francés era cada día más alarmante. Así mientras se planteaba en España la creación de una constitución, la de Cádiz de 1812, unido a la reunión de unas Cortes ordinarias, se producían importantes cambios en la situación estratégica de los franceses como consecuencia de la campaña de Rusia. Francia no era capaz de imponerse a un mismo tiempo en los dos extremos de Europa. Ello supondría la última fase de la guerra; la retirada de los efectivos franceses para la campaña rusa favorecía notablemente una derrota en la Península por parte del ejército galo. En julio de 1812, un ejército anglo-portugués avanzó por Salamanca y en la batalla de Los Arapiles derrotó a los franceses, obligando a José I a escapar hacia Valencia; a su vez también se retiraban de Andalucía al mando del mariscal Soult. En estos días de julio, encontrándose Villacampa en la provincia de Valencia sostuvo una serie de actuaciones en los pueblos de Dumeño y Chelva, esperando poder cerrarles el paso en Requena.

Este hecho supone que al año siguiente le sea concedida la venera coronada de la militar Orden de San Fernando, concedida por Real Cédula de 15 de mayo de 1813, fue el primer español que pudo distinguirse por esta condecoración.

Wellington había demostrado su capacidad en la defensiva, pero no brilló como hubiera sido deseable en los aspectos ofensivos; el dividir sus tropas y quedarse atascado en Burgos supuso un cierto fracaso que le obligó a retroceder hasta Ciudad Rodrigo, cerca de la frontera con Portugal. Pero al producirse un nuevo fracaso francés en Rusia y extraer tropas de España, el general británico gozo de nuevas oportunidades.

Si en el invierno de 1812 las tropas francesas habían quedado reducidas a unos doscientos mil hombres, al año siguiente serían la mitad. Wellington avanzó a lo largo del verano de 1813 y derrotó a los franceses en Vitoria. Los últimos coletazos de la guerra vendrían marcados por la victoria de San Marcial, haciendo que los franceses fueran vencidos y se retiraran a su país, mientras que José I se instalaba en San Juan de Luz. Y por último, el mariscal Suchet, aislado en la zona del Levante, se retiraba a Cataluña y de allí a Francia en 1814.

En 1813 Villacampa fue nombrado para desempeñar el gobierno militar de Madrid y la capitanía general de Castilla la Nueva. Si bien el fin de la ocupación francesa parecía manifiesto se cernía sobre la capital una serie de dudas y expectaciones frente al futuro político y las posibilidades constitucionales o absolutistas del país. Villacampa tuvo en todo momento un ideal de orden y tranquilidad, donde esquivó prudentemente autorizar la aquiescencia completa de una u otra opinión política determinada, basándose en una actitud monárquica y conciliadora.

Después de su entrada en España, en marzo de 1814, Fernando VII fue objeto de una recepción entusiasta que le confirmaba a la hora de ejercer un poder absoluto. Su llegada a Valencia coincidía con la publicación del llamado Manifiesto de los Persas, por el que se hacía un llamamiento para implantar la monarquía absoluta. Por otra parte estaban las Cortes de Cádiz y la Constitución, su obra legislativa que ponía fin al Antiguo Régimen.

A esta situación de cierta inestabilidad política tuvo que hacerle frente Villacampa, así en febrero de 1814, aludiendo a meros aspectos formales, puso la tropa en las armas bajo pretexto de una revista, desbaratando la creación de una nueva regencia con las consiguientes convulsiones que ello produciría. Por esta misma época Villacamapa fue ascendido a teniente general.

Si en un principio los deseos de Villacampa eran acoger lo mejor posible la llegada del rey Fernando VII, desgraciadamente se tornarán en un comportamiento distinto por parte del Monarca. Villacampa, despedido fríamente de la Corte, disfrutaba en Zaragoza de una cierta tranquilidad que le fue interrumpida con la aparición de una serie de informes desfavorables que le llevan al calabozo del cuartel de Guardias de Corps. Villacampa se defendió y respondió perfectamente a los cargos imputados: arengar a las tropas contra la tiranía y en favor de la soberanía del pueblo, sostener la constitución y otra serie de actuaciones que iban contra el régimen absolutista de Fernando VII. La confesión de cargos que tomó al general el 4 de abril de 1815 pormenoriza un proceso fruto de envidias y posibles enemistades más que un acierto en las imputaciones. En última instancia Villacampa pidió clemencia al Rey, siendo su petición desatendida. Así, por decreto de 5 de diciembre de 1815 era condenado a estar ocho años preso en el castillo de Montjuic en Barcelona, además de serle recogidos todos los despachos.

Al transcurrir cuatro años de su prisión nuevas inculpaciones podían ensombrecer su futuro, pero los acontecimientos políticos de 1820 y la inauguración del Trienio Liberal supusieron recobrar de nuevo la libertad y las consiguientes reparaciones. En abril de 1820 se repite la petición de abrir juicio contradictorio por los hechos acaecidos en Pozodon y Monteverde durante 1812, además de ser pensionada, tras el reglamento de 10 de julio de 1815 serían concedidos 150 reales vitalicios al general de división que fuera condecorado con la Cruz de 2.ª o 4.ª clase. Pero todo ello quedó frustrado por la pérdida de documentos y la falta de conocimiento legal que manifestó el entonces mariscal de campo José O’Donnell. No obstante, el Rey, por Real Orden del 4 de abril, le nombró ayudante de campo, jefe supremo del Ejército y posteriormente caballero de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo, siendo condecorado con la Cruz de San Fernando. Tras recibir tan altas distinciones será destinado al mando militar de Cataluña y Granada.

Los acontecimientos políticos de 1823 precipitan la caída del constitucionalismo e inician la Década Ominosa. Villacampa dejará España el 2 de febrero de 1824, haciendo escala en Marsella, Malta y Túnez.

Tendría que esperar a la muerte del rey Fernando VII y la amnistía con la que su esposa inauguró su gobierno para poder volver a España, libre de persecuciones e imputaciones. A su vuelta, se le reintegró en el uso del uniforme, distintivo, fuero y consideraciones militares que obtenía el 7 de marzo de 1820. Hasta el mes de abril de 1838 permaneció de cuartel en las Islas Baleares, desempeñando en comisión el mando militar y político de la isla de Menorca, con la subdelegación de policía. El 3 de abril fue nombrado capitán general de las Baleares. En 1844 fijará su residencia en Zaragoza.

Será nombrado senador del reino por Huesca y trabajará en labores legislativas en 1843 y 1844.

Por último, una vida tan intensa como la del general Villacampa culminó con los nombramientos, en 1847, como director general del Cuartel de Inválidos, seguido del de capitán general en 1852, y por último presidente del Tribunal Supremo de Guerra y Marina en 1854, año de su fallecimiento.

 

Obras de ~: Instrucciones circuladas por D. ~, Capitán General de Castilla la Nueva, con motivo de su nombramiento para el cargo por la Regencia de las Españas, Madrid, marzo de 1814.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General Militar (Segovia), Célebres, caja 171, exp. 1.

A. Carrasco y Saiz del Campo, Icono-biografía del generalato español, Madrid, Imp. del Cuerpo de Artillería, 1901; E. Páez Ríos, Iconografía hispana, Madrid, 1966; P. Chamorro y Baquerizo (dir.), Tenientes generales, Madrid, 1852; A. Gil Novales, Las sociedades patriótica (1820-1823): las libertades de expresión y de reunión en el origen de los partidos políticos, Madrid, Tecnos, 1975.

 

Javier Ramiro de la Mata

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