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Eduardo Saavedra Moragas

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Biografía

Saavedra Moragas, Eduardo. Tarragona, 27.II.1829 – Madrid, 12.II.1912. Ingeniero de Caminos, arqueólogo, historiador y arabista.

Sus padres fueron Ignacio Saavedra Dumont, coruñés, militar retirado, que residía en aquella plaza, tras haber participado en la Guerra de la Independencia, y Francisca Moragas Jenkins, natural de la cercana villa de Riudoms.

Tras cursar el bachillerato en Tarragona, Sevilla y Lérida, inició sus estudios universitarios en la Facultad de Derecho de la Universidad de Madrid, adonde se desplazó la familia. Su vocación científica le hizo cambiar de rumbo, y en 1846 ingresó en la Escuela de Ingenieros de Caminos, donde realizó una brillante carrera, finalizándola en 1851 con el número uno de su promoción.

Soria fue su primer destino, donde permaneció dos años desarrollando una importante actividad de proyecto y construcción de carreteras. En Soria realizó el proyecto de desecación de la laguna de Añavieja, que tuvo por finalidad la mejor utilización de sus aguas para el riego, el aprovechamiento de las tierras ocupadas por las aguas y el acabar con las fiebres que, de siempre, se achacaban a la existencia de la laguna. El proyecto de la carretera de Soria a Burgo de Osma le permitió volver a tomar contacto con el mundo latino, recuerdo de su Tarragona natal, al encontrar los restos de la calzada romana que del Burgo se dirigía en dirección Este hacia Zaragoza.

El estudio de esta vía romana le llevaría al descubrimiento de la situación de la ciudad de Numancia y a ser elegido académico de la Historia a los treinta y dos años de edad.

Terminada su etapa en Soria, y después de ocho años de impartir clase en la Escuela de Ingenieros de Caminos, donde consolidó su incipiente prestigio profesional, se incorporó a la Compañía del Ferrocarril de Palencia a Ponferrada. Este es el momento de la implantación de los primeros ferrocarriles en España, y los mejores ingenieros eran contratados por las compañías ferroviarias. Saavedra no quedó al margen de este momento histórico. Como ingeniero jefe de la Compañía dirigió la construcción del tramo Palencia-León, inaugurado en noviembre de 1863, y proyectó el tramo León-Astorga con todas sus estaciones.

Proyecto suyo es el puente sobre el río Bernesga, para unir la estación de León con la ciudad. También realizó el anteproyecto de la línea de ferrocarril de Torralba a Soria, en 1863, que no se construyó hasta bastantes años más tarde, en 1892. En esta línea cabe destacar la obra del viaducto del Golmayo.

Era práctica habitual de la época que los números uno de las promociones de la Escuela de Ingenieros de Caminos fueran reclamados como profesores de la misma. Por este motivo, Saavedra formó parte del claustro de profesores desde 1854 a 1862 y todavía volvería a dar clases años más tarde. Fue ésta una etapa en la que alternó la docencia con una intensa actividad editora. Desde la llegada a la Escuela, y hasta su marcha, se encargó, como asignatura básica, de la Mecánica Aplicada. También explicó durante dos cursos la asignatura Mecánica Racional y durante un curso la de Construcción.

Saavedra se preocupó de escribir, para sus clases, textos que tuvieron mucha difusión, en particular su Teoría de los Puentes Colgados. Además de sus obras originales, realizó traducciones en las que puso al alcance del alumno, por primera vez en castellano, obras que tradicionalmente se estudiaban en francés e inglés. Multitud de novedades técnicas publicadas en revistas del extranjero pasaron, traducidas por su iniciativa personal, a la Revista de Obras Públicas. De esta forma hizo una importante labor de divulgación científica.

Durante su período docente en la Escuela de Caminos, a Saavedra le correspondió realizar proyectos con diferentes alumnos. En el verano de 1857, se desplazó a Andalucía y proyectó los faros de Chipiona, Salmedina y Trafalgar. Al verano siguiente realizó el proyecto de la carretera de Cudillero a Cornellana por Pravia, en Asturias. Otro proyecto que realizó es el de los tramos tres y cuatro de la carretera de Garray a Villar, en Soria.

El prestigio profesional de Saavedra fue creciendo y las relaciones con compañeros y alumnos eran excelentes.

Representó una corriente humanista que influyó de forma positiva en toda una generación de ingenieros, entre los que cabe destacar a sus alumnos: Bruno Moreno, Miguel Martínez-Campos y Antonio Borregón Peñalver. Esta línea de ingeniería humanista era compartida con Saavedra por algunos de sus compañeros coetáneos con los que le unía una estrecha amistad. Entre ellos destacaron Gabriel Rodríguez, Pedro Pérez de la Sala y José Echegaray. Este último es el más conocido, por habérsele concedido el Premio Nobel de Literatura en 1904, siendo el primer español en recibir este galardón internacional.

En 1869 Saavedra llevó la representación española al Congreso Comercial e Internacional de El Cairo, y asistió presidiendo la delegación española a la inauguración del Canal de Suez. Años más tarde fue llamado a formar parte de la Comisión Internacional que estudió la ampliación de este canal.

Eduardo Saavedra fue, sin duda, un gran ingeniero; pero su figura como humanista y hombre de ciencia resulta más notable todavía. Su afán por la investigación y la cultura no reconocía fronteras y sorprende la gran variedad de materias que abordó en sus publicaciones.

En el tomo IX de Memorias de la Real Academia de la Historia se publicó en 1879 su Descripción de la Vía Romana entre Uxama y Augustóbriga, premiada por la Real Academia en 1861. Esta publicación es un modelo de claridad, erudición y elegancia de estilo. Este trabajo le valió ser elegido miembro de la Real Academia de la Historia, donde ingresó en 1862 leyendo un valioso discurso sobre Las obras públicas en los antiguos tiempos, que en particular se centra en el estudio de las vías romanas en España. La contestación fue de su buen amigo Aureliano Fernández-Guerra y Orbe. Su labor como epigrafista resulta de gran interés, tanto en temas de epigrafía latina, donde trabajó con su gran amigo el padre Fita, como en temas de epigrafía árabe. Con Fita inició una tarea común, que se plasmó en la colaboración en el pequeño libro de éste, Epigrafía romana de la ciudad de León, que quedó truncada por la salida de Fita de esta ciudad, en donde coincidió unos años con Saavedra.

Saavedra constituye una de las raíces del arabismo español, al lado de Francisco Codera. Discípulo de Pascual de Gayangos, no desempeñó una cátedra ni tuvo materialmente escuela ni discípulos universitarios, pero contribuyó eficazmente al desenvolvimiento de los estudios arábigos en España, consolidando una valiosa tradición científica. Su gran dominio del árabe queda patente en su Estudio sobre la literatura aljamiada, que constituyó su discurso de ingreso en la Real Academia Española en 1878. Entre sus diversas obras como arabista cabe citar su artículo sobre Joyas arábigas con inscripciones, su trabajo sobre Astrolabios árabes y su excelente comentario sobre La Geografía de España del Edrisí, que pacientemente fue publicando por entregas en el Boletín de la Sociedad Geográfica de Madrid entre 1881 y 1889. Interesante fue también, en su momento, su Estudio sobre la invasión de los árabes en España (1892) acerca de los primeros años de la conquista de la Península por los musulmanes, aunque hoy en día algunas de sus tesis estén, lógicamente, superadas.

Entre las múltiples facetas de Saavedra no hay que olvidar la de geógrafo, que le llevó a promover en 1876, junto con Coello y Maldonado Macanaz, la fundación de la Sociedad Geográfica de Madrid, luego Real Sociedad Geográfica.

A caballo siempre entre la geografía y la historia discurrió durante muchos años una de las aficiones favoritas de Saavedra, la arqueología. El origen de la afición posiblemente habría que buscarlo en su Tarragona natal, pero son sin duda sus años en Soria los que la consolidaron, permitiéndole, al hilo de sus proyectos profesionales de construcción de carreteras, estudiar la ya citada vía romana de Uxama a Augustóbriga, es decir de Burgo de Osma a Muro de Ágreda, y, de resultas, localizar la tan discutida situación de la antigua ciudad de Numancia, en el cerro de Garray, en las inmediaciones del río Duero. Allí realizó unas pequeñas excavaciones hacia 1853 y posteriormente, ya comisionado por la Real Academia de la Historia, de 1861 a 1867, trabajos más considerables que desgraciadamente no llegaron a ser publicados. Después quedaron interrumpidos los trabajos hasta principios del siglo xx, cuando vino a continuar su labor el alemán Adolfo Schulten, quien recibió de Saavedra un formidable y desinteresado apoyo, gracias al cual pudo iniciar con todo éxito su importante labor arqueológica en España.

El interés por la arqueología fue una constante a lo largo de toda la vida de Saavedra, como lo demuestran los numerosos informes que escribió y la relación que mantuvo con corresponsales en toda España y el extranjero. Mención especial merece su apoyo a Buenaventura Hernández Sanahuja para la creación del importante Museo Arqueológico de Tarragona.

Saavedra perteneció también a la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, de la que llegó a ser vicepresidente y presidente de la Sección de Ciencias Exactas. Fue elegido en 1868. Esta distinción se debió al reconocimiento, por parte de los académicos, de su labor científica, cuidadosamente glosada en el discurso de recepción pronunciado por su amigo José Echegaray. En 1910 la Real Academia de Ciencias concedió a Saavedra la Medalla Echegaray, máximo galardón científico español.

Por las mismas fechas en que ingresó en la Academia de Ciencias, Saavedra comenzó sus estudios de Arquitectura, compaginándolos con su docencia en la Escuela de Caminos. Siempre había mostrado gran afición por las construcciones antiguas y gran facilidad para el dibujo, como se puede apreciar en las láminas que realizó personalmente para sus artículos sobre las iglesias de San Juan de Duero y San Nicolás, en Soria. La carrera de arquitecto la terminó en sólo tres cursos, y recibió el título en 1870.

Es sorprendente que estos estudios se solapen en el tiempo con una de las etapas más complejas de la vida de Saavedra, aquella en la que, llamado por su buen amigo Echegaray, después de la revolución de 1868, pasó al Ministerio de Fomento, primero como jefe del Negociado de Ferrocarriles, y después como director de Obras Públicas, puesto en que se mantuvo hasta enero de 1871, cuando, con el resto del Gobierno, presentó la dimisión al nuevo rey Amadeo de Saboya. La complejidad de las actuaciones de estos casi tres años en el Ministerio de Fomento exceden el espacio de esta reseña biográfica.

Su primer trabajo profesional como arquitecto fue delicado, pues consistió en habilitar como sede para la Real Academia de la Historia el viejo caserón del Nuevo Rezado, construido por Villanueva en el siglo XVIII y sede hoy de la Institución. El trabajo era muy laborioso, pues había que hacerlo sobre la marcha, conforme los inquilinos iban desalojando sus locales. Tras varios años de penosa labor se inauguró el edificio en 1874. Hoy día es la única obra arquitectónica suya que se puede contemplar, ya que otros proyectos importantes que realizó, como un edificio para Facultad de Ciencias y otro para Instituto Geográfico y Estadístico, no se construyeron.

El ambiente familiar que rodeó en todo momento a Eduardo Saavedra fue el tradicional de una familia española de clase media. Hacia 1855 contrajo matrimonio con María Dolores Forner y Ramírez de Verger, nieta del escritor extremeño Juan Pablo Forner, con la que tuvo dos hijos, de los que sólo sobrevivió María, quien casó con el doctor José Grinda Forner, que fue médico de la Casa Real española. Entre sus grandes amigos cabe destacar al padre Fidel Fita Colomé, a Antonio Cánovas del Castillo, a José Echegaray y a Aureliano Fernández-Guerra.

En 1895 Saavedra fue elegido senador por la Real Academia de la Historia, cargo para el que fue reelegido durante diecisiete años. Ya en esta etapa de su vida padecía una ceguera muy avanzada que le llevó al final a la pérdida total de la vista.

El 12 de febrero de 1912, Eduardo Saavedra falleció en su casa de la calle Fuencarral en Madrid, rodeado de su familia y amigos. Con él desaparecía el ingeniero humanista más importante del siglo XIX español y una de las personalidades más polifacéticas que ha dado al mundo nuestro país.

 

Obras de ~: Teoría de los puentes colgados, Madrid 1856; Las obras públicas en los antiguos tiempos, discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia (RAH), Madrid, RAH, 1862; De la verdad y belleza en las matemáticas, discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (RACEFN), Madrid, RACEFN, 1869; Astrolabias árabes que se conservan en el Museo Arqueológico Nacional, en la Biblioteca de Palacio y en colecciones particulares, t. VI, Madrid, Museo Español de Antigüedades, 1875; La literatura aljamiada, discurso de ingreso en la Real Academia Española (RAE), Madrid, RAE, 1878; “Descripción de la vía romana entre Uxama y Augustóbriga”, en Memorias de la Real Academia de la Historia, t. IX (1879); “La geografía de España del Edrisí”, en Boletín de la Sociedad Geográfica de Madrid (1881-1889); Ideas de los antiguos sobre las tierras atlánticas, Madrid, 1892; Estudio sobre la invasión de los árabes en España, Madrid, 1892; El Nilo. Estudios técnicos e históricos, Madrid, 1912.

 

Fuentes y bibl.: Archivo de la Real Academia de la Historia, Expediente personal del académico D. Eduardo Saavedra Moragas.

D. Cortázar y Larrubia, Solemne entrega de la medalla Echegaray al Excmo. Sr. D. Eduardo Saavedra, Madrid, Est. Tipográfico y Editorial, 1910; VV. AA., Sesión pública en la Real Sociedad Geográfica dedicada a la memoria del Excmo. Sr. D. Eduardo Saavedra, Madrid, Imprenta del Cuerpo de Intendencia Militar, 1912; C. Sáenz García, “Don Eduardo Saavedra y Moragas. Faceta soriana de una biografía gloriosa”, en Celtiberia (Soria), 27 (1964); J. Mañas Martínez, Eduardo Saavedra. Ingeniero y Humanista, Madrid, Turner-Colegio de Ingenieros de Caminos, 1983 (bibl. del personaje en págs. 331-356, consta de 273 títulos).

 

José Mañas Martínez

 

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