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Miguel Rodríguez Bescansa

Biografía

Rodríguez Bescansa, Miguel. Pamplona, 9.IV.1900 – Sidi Dauetz (Marruecos), 22.IX.1925. Militar y caballero Bilaureado de San Fernando.

Junto con el general José Enrique Varela Iglesias ha sido el único militar que durante el siglo xx recibió dos Cruces Lureadas de San Fernando.

Fueron sus padres el general José Rodríguez Casademunt, también caballero Laureado de San Fernando, y María de Saleta Bescansa Sanz. Ingresó en mayo de 1915 como soldado voluntario en el Regimiento de Ceriñola, en Melilla, asistiendo a la conquista de Hassi Berkan y a las operaciones de Zeluán, siendo recompensado con una Cruz al Mérito Militar con distintivo rojo.

En septiembre de 1915 ingresó en la Academia de Infantería y al término de sus estudios, en julio de 1919, volvió a Marruecos, destinado al Regimiento de África, al que se incorporó en Melilla, trasladándose en septiembre a Ishafen para formar parte de una columna con la misión de prestar servicios de seguridad y defensa, y protección de convoyes, aguadas y caminos, pasando al año siguiente a realizar el mismo servicio en Segangan.

En febrero de 1920 regresó a la Península para hacer el curso de profesor de Educación Física, regresando a Melilla en agosto siguiente, para participar en ese mismo mes en la ocupación de Tafersit y Midar. En 1921 fue destinado al Batallón de Cazadores de Madrid, con el que guarneció diversas posiciones, siendo recompensado con una Cruz roja al Mérito Militar por su actuación en campaña durante el período de junio de 1918 a febrero de 1920.

Trasladado en julio de 1920 al Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Tetuán, combatió en septiembre en Wad Lau y en la ocupación de la Casa Hamido, siendo en ambas acciones citado como “Distinguido”.

En febrero de 1922 volvió a ser citado como “Distinguido” por su intervención en la ocupación de Dardara, cooperando al mes siguiente en el establecimiento de la posición de Draa el Asef, siendo de nuevo citado durante ese año como “Distinguido” en los combates que libró en Tikun, Selalen y Tazarut.

En el mes de junio recibió una herida contusa en la rótula izquierda combatiendo en Draa el Asef.

Hasta la terminación del año participaría en numerosos combates, siendo citado una vez como “Distinguido” y otra como “Muy distinguido”, y recibiendo una nueva Cruz roja al Mérito Militar.

En el mes de marzo de 1924 fue ascendido a capitán por méritos de guerra, con antigüedad de julio de 1922, haciendo a continuación el Curso de Carros en Madrid y regresando en el mes de julio destinado a Regulares de Tetuán, incorporándose en ese mismo mes a la Harka de Abd el Malek, con la que intervino en agosto en la operación sobre el poblado de Midar, en la que al caer en combate el cherif Abd el Malek y retroceder en desorden el Harka abandonando las posiciones conquistadas, consiguió imponerse y les hizo volver a ocuparlas, siendo por ello citado como “Muy distinguido”. El 12 de noviembre resultó herido de un balazo en el brazo derecho durante el combate del Zoco el Sebt, no obstante lo cual continuó al mando de su Harka y de la del comandante Muñoz Grandes, que también había sido herido. La demora en ser atendida la herida haría que ésta se infectase y que estuviese a punto de perder el brazo, teniendo sus superiores que obligarle a hospitalizarse. Más tarde combatió en Buharras y Beni Hosmar, siendo públicamente felicitado por el mando.

Decidida por el Alto Mando en el mes de julio de 1925 una operación que había de realizar el general Saro con su columna y dispuesta por éste la concurrencia de todos sus elementos, entre ellos, y en primer término, las harkas, el capitán Bescansa recibió orden de salir para Malalien a las dos de la madrugada del día 17, lo que efectuó en vanguardia de su Harka con una mía y dirigiéndose con ella a Silleras, desde donde a las siete de la madrugada se inició el avance sobre el bosque de Sidi Dauetz, que realizó con tal decisión y rapidez que, salvando en pocos minutos el espacio que le separaba del enemigo y sufriendo solo tres bajas en su tropa, sorprendió a éste, arrojándolo del bosque con granadas de mano y ocupando en él difíciles posiciones, en las que se mantuvo, no obstante que, repuesto el contrario de su sorpresa, contraatacó repetidamente con brío.

Durante toda la mañana continuó atacando el enemigo, que, favorecido por el terreno accidentado y cubierto, se concentró, reuniéndose los contingentes huidos de las kabilas de retaguardia, los de Beni Ider y nutridos grupos de rifeños.

Varias veces intentaron romper nuestra línea, haciendo desesperados esfuerzos para conseguirlo, hasta que, mediada la tarde, cubriéndose en las barrancadas y espesa gaba, en número imponente y con resolución, se lanzaron sobre toda ella. Nuestras fuerzas vacilaron ante el empuje contrario e iniciaron el retroceso, pero los jefes y oficiales lograron imponerse y el enemigo fue contenido, pero a poco un nuevo e impetuoso ataque de éste le llevó hasta el bosque, que ocupó en parte. Toda la línea fluctuó y en algunas partes cedió; el enemigo presionó fuertemente el flanco izquierdo, constituido solamente por la Harka Bescansa, para desbordarla y cortar la retirada del resto de las fuerzas.

Mezclados unos y otros, en lucha cuerpo a cuerpo, unas bombas lanzadas por la aviación sobre el enemigo cayeron entre los harkeños, que huyeron en desorden.

Cuando la situación adquiría los caracteres del principio de un desastroso combate, el capitán Bescansa, consciente de su deber y dueño de sí mismo, aun en la mayor confusión, pistola en mano, logró imponerse a su gente, y arrancando el banderín de la Harka de manos de quien lo llevaba, se puso al frente de los suyos, los arengó con grandes gritos en árabe, avanzó y les hizo avanzar, y lanzándolos de nuevo sobre el enemigo con impulso arrollador le hizo retroceder, y persiguiéndolo se apoderó de unas peñas desde las cuales, durante todo el día, e impunemente por hallarse en ángulo muerto, habían hostilizado a nuestras fuerzas, cogiendo al enemigo entre dichas peñas, muertos y armamento, y salvando con tales hechos la comprometida situación.

Herido el capitán Bescansa en este choque, ocultó su herida para no dañar la moral de los harkeños, y se mantuvo en la posición conquistada, rechazando nuevas acometidas del contrario, hasta la llegada de refuerzos, demostrando lo duro del combate el número considerable de sus bajas, la mayoría muertos, y la gran superioridad de las fuerzas entre las que tuvo que combatir, el que para restablecer la situación hubo que enviar en su auxilio, primero la Mehalla de Tetuán, seguidamente dos tabores de Regulares, y, a continuación, una bandera del Tercio. Es de señalar que, herido y retirado el único oficial que llevaba la Harka, tuvo el capitán Bescansa que atender él solo a todas las contingencias.

Intervino el 8 de septiembre en el desembarco de Alhucemas, siendo el primer español que puso pie en tierra. Ordenado el día 22 por el alto mando un reconocimiento ofensivo para determinar concretamente las posiciones del enemigo, su fuerza, disposiciones de combate, atrincheramientos, etc., operación que debían realizar solamente las fuerzas de las harkas, salieron en dirección E. NE. Dos tabores del comandante Muñoz Grandes y, como reserva de éstos, el Tabor del capitán Bescansa.

Detenido éste y avanzando aquéllos, llegaron a cortísima distancia del enemigo, quien, oculto en cuevas hechas en el terreno entre sus rocas y sinuosidades, les recibió con un nutrido fuego de fusil, cañón, ametralladoras y granadas de mano, haciéndoles vacilar y, después de alguna lucha, retroceder en desorden.

En presencia de tales hechos, el capitán Bescansa, cuyo Tabor estaba oculto en un barranco y resguardado del fuego enemigo, por propia iniciativa, sin orden ni indicación alguna y sin medir el riesgo ni la magnitud del empeño ante lo numeroso del enemigo, lo fuerte de sus posiciones y la abundancia de sus elementos, avanzó rápidamente son su Tabor para salvar las fuerzas comprometidas, pero las suyas también vacilaron ante la formidable presión e intenso fuego del enemigo, desorganizándose. En este crítico momento, el capitán Bescansa, enarbolando el banderín del tabor y arengando a los suyos, avanzó siguiéndole a pocos pasos un corto número de harkeños e inmediatamente después los demás, consiguiendo llegar al enemigo y, tras lucha cuerpo a cuerpo, rechazarlo, adueñándose de la posición que alcanzó el primero, no obstante las grandes pérdidas sufridas, consistentes en los cuatro oficiales de su Tabor y unos cientos de tropa.

A continuación se mantuvo en ella rechazando violentos contraataques del adversario hasta que, recibida orden de retirada, la efectuó llevándose también a sus bajas, pero noticioso de que había quedado en el campo el cadáver de un kaid, retrocedió con alguno de los suyos a recogerlo, recibiendo entonces un balazo que le atravesó la cabeza y le produjo la muerte.

Propuesto para sendas Cruces Laureadas por los combates de Sidi Dauetz y Yebel Malmusi, y fallados los juicios contradictorios a su favor, le fueron concedidas, respectivamente, por Órdenes de 14 y 1 de diciembre de 1931. El 20 de octubre de 1925 había obtenido la Medalla Militar Individual por el segundo de los combates.

No dejó descendencia, pues estaba soltero. Su cadáver fue trasladado a Melilla, embalsamado y llevado a Madrid, donde se le dio sepultura.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General Militar (Segovia), Secc. 1.ª, leg. R-2376.

J. M.ª Gárate Córdoba (dir.), España en sus héroes: historia bélica del siglo XX, Madrid, Ornigraf, 1969; J. L. Isabel Sánchez, Caballeros de la Real y Militar Orden de San Fernando. Infantería, t. I, Madrid, Ministerio de Defensa, 2001.

 

José Luis Isabel Sánchez