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Joaquín Ruiz-Giménez Cortés

Biografía

Ruiz-Giménez Cortés, Joaquín. Hoyo de Manzanares (Madrid), 2.VIII.1913 – Madrid, 27.VIII.2009. Catedrático, abogado y político.

Su padre perteneció al Partido Liberal de José Canalejas, y fue dos veces ministro y cuatro alcalde de Madrid (lo era en abril de 1931). Estudió Derecho en la Universidad de Madrid (1930-1934), teniendo como profesores a Felipe Sánchez Román, Fernando de los Ríos, José Castillejo, Luis Jiménez Asúa, José Gascón y Marín, José Yanguas Messía, y Recasens Siches, entre otros. En el curso 1934-1935 se matriculó en la Facultad de Filosofía y Letras, de la que era decano Manuel García Morente, en donde asistió a los cursos de Xavier Zubiri, Ortega y Gasset, Millares Carlo, Juan Zaragüeta y Gil de Fagoaga. Durante sus años universitarios perteneció a la Confederación de Estudiantes Católicos. Los primeros meses de la Guerra Civil los pasó en las “checas”, primero la de la calle de San Bernardo y después en la de Fomento, de la que salió gracias a la intervención de Pedro Rico, alcalde de Madrid y amigo de su padre. Pasó a la Cárcel Modelo, de la que le libró el ministro de la Gobernación, Ángel Galarza, asimismo amigo de su padre. Se refugió, durante varios meses, en la legación de Panamá, de la que fue evacuado a Francia, desde donde pasó a la zona “nacional”, incorporándose al ejército franquista.

En abril de 1939, en compañía del sacerdote Emilio Bellón y del joven profesor universitario y, más tarde, sacerdote, Maximino Romero de Lema, asistió en Lima a un congreso de universitarios católicos, en donde coincidió con el chileno Eduardo Frei. En ese año, fue elegido presidente de Pax Romana, movimiento internacional de intelectuales católicos.

Desde 1940 se dedicó a la elaboración de su tesis doctoral acerca de la concepción institucional del Derecho, al tiempo que se incorporaba a la Facultad como profesor ayudante del catedrático Mariano Puigdollers. En 1944 ganó, por oposición, la Cátedra de Derecho Natural y Filosofía del Derecho de la Universidad de Sevilla. Dos años después se celebró, bajo su presidencia, en El Escorial un Congreso Mundial de Pax Romana, con asistencia de profesores y estudiantes católicos, en su mayoría europeos e hispanoamericanos.

A finales de 1946, fue nombrado director del Instituto de Cultura Hispánica. En la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, dirigió en los veranos de 1947 y 1948 el Curso de Problemas Contemporáneos. A finales de 1948 fue nombrado embajador ante la Santa Sede. Una de sus más importantes actividades fue la preparación de las bases para la elaboración y firma del Concordato, tarea que culminaría su sucesor, Fernando María Castiella.

El 19 de julio de 1951 fue designado ministro de Educación Nacional, puesto desde el que intentó llevar a cabo una apertura en el mundo de la enseñanza y de la cultura, para lo cual formó un equipo representativo de distintos sectores ideológicos: así los directores generales de Enseñanza Universitaria, Joaquín Pérez Villanueva; de Enseñanza Laboral, Carlos Rodríguez de Valcárcel; y los rectores de Madrid y Salamanca, Pedro Laín Entralgo y Antonio Tovar, todos procedentes del falangismo; miembros de la Asociación Católica de Propagandistas o de Acción Católica, como los directores generales de Enseñanzas Técnicas, Armando Durán; de Enseñanza Media, Sánchez de Muniáin; y de Enseñanza Primaria, Eduardo Canto; a los que cabría añadir los independientes: Segismundo Royo Villanova, subsecretario; Antonio Gallego Burín, director de Bellas Artes, o Francisco Sintes, de Archivos y Bibliotecas.

En el haber de su gestión cabe reseñar la celebración de la I Asamblea de Universidades Españolas (julio de 1963), la ley de Enseñanza Media, la I Bienal Hispano-Americana de Arte, la creación del Museo de Arte Contemporáneo, y la incorporación de España a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). En el ámbito universitario, por decreto del 7 de septiembre de 1953, se estableció el sistema llamado de automatismo, en virtud del cual los tribunales de oposiciones a cátedras dejaban de ser designados discrecionalmente por el Ministerio. Otra decisión del ministro fue la de reintegrar a la cátedra a titulares que habían sido, por razones políticas, sancionados con la separación años atrás. De este modo, se reincorporaron a la labor docente e investigadora los profesores Boix Raspall, Miaja de la Muela, Duperier, Millares Carlo y Mañes Retana. En otro nivel de enseñanza, en la primaria, constituyó, de acuerdo con el ministro de la Gobernación, un grupo de trabajo encargado de revisar centenares de expedientes de depuración de maestros, pendientes de resolución desde años atrás.

No faltaron llamadas de atención para alertar que se facilitaba la presencia en la Universidad de personas “ideológicamente no deseables”. Tampoco faltaron voces dispuestas a condenar los peligros que, a su juicio, entrañaban las actuaciones de intelectuales como Laín Entralgo, Ridruejo o Aranguren. A este respecto, cabe citar el artículo publicado por Rafael Calvo Serer en la revista Écrits de Parias (septiembre de 1953), en el que criticaba duramente la actitud de Ruiz-Giménez y de sus colaboradores.

De otro lado, la preparación de un Congreso de escritores jóvenes que se pretendía celebrar a primeros de 1956, y en cuya gestación actuaron universitarios de izquierda, coordinados por Jorge Semprún, entonces responsable clandestino del Partido Comunista (V. Prego, 1999). La suspensión de este congreso generó considerables tensiones en la Universidad madrileña, y el 9 de febrero, día del Estudiante Caído, se produjo un enfrentamiento entre estudiantes contrarios al régimen y miembros del sindicato universitario (SEU), enfrentamiento en el que fue herido de bala un joven no universitario, Miguel Álvarez. Lo sucedido provocó crispación política en las estructuras del poder y dio pie para que el jefe del Estado destituyese al ministro de Educación, Ruiz-Giménez, y a Raimundo Fernández Cuesta, ministro secretario general del Movimiento.

Ruiz-Giménez se incorporó en marzo a su Cátedra en la Universidad de Salamanca, y entre sus alumnos figuraron Elías Díaz, Fernando Ledesma, Raúl Morodo, y Arístides Royo, panameño, más tarde presidente de la República centroamericana. En 1957 fue nombrado por Franco miembro del Consejo Nacional del Movimiento, cargo en el que cesó pocos años después para ser nombrado procurador en Cortes. En 1960 ganó, por oposición, la Cátedra de Madrid. En 1962 fue nombrado por el papa Juan XXIII, perito para asistir al Concilio Vaticano II, en donde se incorporó, con participación activa, a la Comisión inicial del “esquema 17”, origen de la encíclica Gaudium et spes. La audiencia privada que le concedió el Pontífice en abril de 1963 fue para Ruiz-Giménez “un encuentro esencial”.

Su experiencia romana, tanto en su etapa de embajador como de perito en el Concilio, fue, como manifestó en diversas ocasiones, decisiva en el afianzamiento de su condición de hombre religioso, así como en su proceso personal de búsqueda para España de formas de mayor libertad política y de convivencia democrática.

En octubre de 1963, apareció el primer número de Cuadernos para el Diálogo, revista mensual por él fundada y que dirigió hasta 1966. Como ha escrito de Cuadernos José Gómez Caffarena, director del Instituto Fe y Secularidad: “Se trata, sin duda, de una aportación decisiva en esa decisiva coyuntura histórica española que ha sido la transición desde el régimen autocrático del General Franco hasta la democracia.

Cuadernos para el diálogo ha sido una de las principales causas del modo como se ha realizado la transición, y Joaquín Ruiz-Giménez fue no sólo su creador sino su constante inspirador”.

En 1969, tras fallecer Manuel Giménez Fernández, Ruiz-Giménez le sucedió al frente de Izquierda Democrática Cristiana, con la condición de que esta formación abandonase la confesionalidad. Durante años compatibilizó su labor docente con el ejercicio de la abogacía. Una de sus actuaciones más significativas fue la defensa de algunos de los encausados en el Proceso 1001 (diciembre de 1973).

En 1970 fue elegido presidente de la Comisión Nacional de Justicia y Paz, cuya campaña en pro de la reconciliación nacional fue respaldada con un escrito, entregado al cardenal Tarancón, con más de ciento cincuenta mil firmas pidiendo una amnistía.

En 1972 se incorporó, como miembro, a la dirección del Equipo Demócrata Cristiano del Estado Español que, tras su primera reunión clandestina en 1973, fue reconocido y admitido en la Unión Europea Demócrata Cristiana.

Izquierda Democrática de Ruiz-Giménez participó en junio de 1975 en el organismo unitario de oposición, promovido por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), la Plataforma de Convergencia Democrática.

En marzo de 1976, la Junta Democrática de España y la Plataforma de Convergencia se fusionaron para constituir Convergencia Democrática, que designó una comisión de nueve notables (entre ellos Ruiz-Giménez), para que acudiese a entrevistarse con el presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, y negociase las condiciones políticas que la oposición consideraba imprescindibles para participar en el proceso político de reforma impulsado por Suárez.

En marzo de 1977, Ruiz-Giménez fue elegido presidente de la Federación de la Democracia Cristiana, y encabezó la candidatura que se presentó a las elecciones parlamentarias con otros grupos democristianos.

Ante el fracaso sufrido al no obtener un solo escaño, Ruiz-Giménez presentó su dimisión como presidente de Izquierda Democrática, partido que acabó disolviéndose en enero de 1979.

En 1982 y a propuesta del PSOE, fue elegido, casi por unanimidad, defensor del pueblo por el Congreso de Diputados, cargo que desempeñó hasta 1986. Dos años más tarde, fue nombrado presidente del comité español del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef ) y en 1992 presidente de la Comisión Internacional de Juristas.

En 1997 le fue tributado un homenaje en el que recibió el libro La fuerza del diálogo, que recogía más de cincuenta colaboraciones de significativas figuras de la cultura, de la ciencia y de la política. El 6 de junio de 2000 fue investido doctor honoris causa por la Universidad Autónoma de Madrid, y pronunció la laudatio el profesor Elías Díaz.

Salvador Pániker, en su libro Conversaciones en Madrid (1969), trazó este retrato de Ruiz-Giménez: “Un hombre que impresiona. Un hombre que rezuma honradez, idealismo, acción, pasión —y un punto de teatro, no fingido, al estilo de los líderes de antaño—.

Un hombre bueno y generoso, de una bondad y una generosidad tan directas que desarman”.

 

Obras de ~: La concepción institucional del Derecho, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1944; Derecho y vida humana, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1944; Introducción elemental a la filosofía cristiana, Madrid, Ediciones y Publicaciones Españolas, 1945; Del ser de España; Diez discursos, Madrid, Publicaciones de Educación Nacional, 1954; El camino hacia la democracia. Escritos en “Cuadernos para el diálogo” (1963- 1976), Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1985, 2 vols.

 

Bibl.: S. Pániker, Conversaciones en Madrid, Barcelona, Kairos, 1969; M. del Arco, 90 Ministros de Franco, Barcelona, Docesa, 1970, págs. 213-220; J. L. González-Balado, Ruiz- Giménez, talante y figura, Madrid, Ediciones Paulinas, 1989; VV. AA., La fuerza del diálogo, Homenaje a Joaquín Ruiz-Giménez, Madrid, Alianza Editorial, 1997; V. Prego, Diccionario de la Transición, Barcelona, Plaza y Janés, 1999, págs. 528-531; E. Díaz, “Laudatio”, en Discurso de investidura de doctor honoris causa del profesor Joaquín Ruiz-Giménez Cortes, Madrid, Universidad Autónoma, 2000.

 

Antonio Lago Carballo

 

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