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Alonso del Campo

Biografía

Campo, Alonso del. ?, c. 1453 – Toledo, 29.XI.1499. Capellán del coro de la catedral de Toledo y encargado de las representaciones teatrales del Corpus Christi.

No se sabe su lugar de origen ni la fecha de su nacimiento, aunque ésta puede deducirse con aproximación gracias a algunos datos que se conocen. La primera noticia que se conserva es que era clerizón en 1465. Los clerizones eran muchachos adscritos a la catedral, donde estudiaban y recibían formación con maestros de Música y Gramática, agrupados en dos coros: el del arzobispo y el del deán. Alonso del Campo figura en alguna ocasión entre los seises y en 1469 entre los capellanes. Durante un par de años latiniza su apellido firmando “Alº Agri”. En 1476 se le ayudó con una cantidad para el gasto de su “misa nueva”. Cuando aparece como clerizón podría tener unos diez o doce años y la ordenación debió de ser a los veintiuno o veintidós, o sea que su nacimiento pudo ser poco después de 1450.

Tuvo un hermano llamado Juan de Medina, clerizón como él en 1465, aunque probablemente algo mayor. En 1472, Juan celebró su “misa nueva”. Sobrevivió poco tiempo a su ordenación, porque al año siguiente se le dieron varias limosnas en el mes de diciembre, la última el día 23, para ayuda en su enfermedad, y debió de morir poco después.

Ambos hermanos coincidieron algunos años con Alfonso Martínez de Toledo, bachiller en Decretos, arcipreste de Talavera y racionero en la catedral de Toledo.

En 1434 había alquilado para su vivienda unas casas del cabildo en el Adarve de Atocha y las conservó pese a sus largas ausencias de Toledo. En 1450 ya vivía en ellas y poco después se encargó de dirigir los juegos y representaciones que se hacían en la solemne procesión del día del Corpus Christi. Es probable que el arcipreste introdujera en Toledo algunas novedades que hubiera conocido en su larga estancia en ciudades levantinas, donde las procesiones se hacían con gran esplendor. Como la muerte de Alfonso Martínez de Toledo se produjo en los primeros días de 1468, los hermanos Juan de Medina y Alonso del Campo coincidieron con él algunos años en la catedral y pudieron observar de cerca cómo organizaba la procesión del Corpus, con inclusión de representaciones o remembranzas en carros, previamente preparados como escenarios.

Alonso del Campo fue escribano de los clerizones en 1472 y se encargó de preparar la fiesta de san Nicolás, iniciando con ello su participación en las celebraciones de la Iglesia toledana. En 1474 se hicieron representaciones de la Pasión, pero no hay más datos sobre ello ni sobre su posible intervención. En 1476 se le ayudó para el gasto de su “misa nueva”. Su vinculación con la catedral se hacía cada vez más estrecha.

En 1481 se ocupó de los preparativos de la fiesta del Corpus con el también capellán del coro Juan Martínez de San Miguel y lo mismo al año siguiente, pero fue a partir de 1483 cuando la preparación recayó exclusivamente en Alonso del Campo, que se ocupó de ello, sin interrupción, hasta el año mismo de su muerte. Fue capellán de la capilla de Santiago.

En los años 1485, 1486 y primer tercio de 1487 fue receptor de la capilla de San Blas, fundada por el arzobispo Pedro Tenorio.

La fiesta y procesión del Corpus iban adquiriendo más importancia de año en año. Hay datos de algunos responsables de la celebración desde que, en 1450, fue el arcipreste de Talavera el encargado de preparar los festejos. Como se ha dicho, Alonso del Campo asumió esa función desde 1481 compartiéndola con otro capellán y, a partir de 1483, de forma exclusiva.

Como parte de su trabajo, daba cumplida cuenta de los maravedíes que recibía cada año y especificaba los gastos generales de la procesión en el arreglo de las calles, limpieza y disposición de los carros, sueldos a los pintores y carpinteros y preparación de las vestimentas y atributos de los personajes que intervenían en las representaciones. En un libro de cuentas del cabildo están reseñadas, con todo detalle, las del período comprendido desde 1493 hasta 1510, con alguna excepción. Comenzaban pagando a gran número de peones, entre noventa y ciento treinta, que limpiaban los carros. Ellos mismos los llevaban en la procesión, con las obligadas paradas para la representación de los autos en distintos lugares. Se compraba todo lo necesario para los diferentes escenarios que se preparaban en los carros y los atuendos de los personajes e incluso la merienda que se les daba a los peones en el día de la fiesta. La procesión debía de durar horas, porque se detenía en varios lugares para que se representasen los autos correspondientes, cuyo número variaba cada año, desde cuatro hasta siete u ocho. Al final de las cuentas consta lo que correspondía a los actores de cada auto, que figuran bajo el nombre del personaje representado, no el del actor que lo hacía. Así, en el más repetido, llamado El pecado de Adán, se pagaba: “A Dios Padre dos reales, Adán dos reales, a Eva uno, a tres ángeles real e medio, al culebro un real, montó siete reales y medio, doscientos treinta y dos maravedíes y medio”. Al escribano que escribía las cuentas se le pagaba su trabajo y al capellán Alonso del Campo se le daban mil maravedíes por el suyo. Él se encargaba de guardar todo de lo que quedaba de un año para otro y de arreglar todo lo que necesitaba arreglo.

Los autos representados en estos años fueron treinta y tres. Los temas procedían principalmente del Nuevo Testamento, sobre todo los Evangelios, algunos del Antiguo Testamento y otros de los evangelios apócrifos, tradiciones e incluso leyendas.

Los gastos de las celebraciones del Corpus eran costeados, a partes iguales, por los fondos de la Obra y Fábrica del templo y los del Refitor, que pertenecía al cabildo.

En su función de receptor de las cuentas de la capilla de San Blas (1485-1487), Alonso del Campo cobraba las rentas de las casas que eran propiedad de la capilla y alquilaba sus tiendas en el Alcaná, anotando los pagos que hacían los arrendadores. Llevaba cuidadosamente éstos en un pequeño libro, que tenía en la parte superior de cada página las casas o tiendas que se arrendaban y el pago que el arrendador hacía en cada tercio. Al morir Alonso del Campo, este libro estaba en su casa y figuró en la relación de sus bienes que se hizo tras su muerte, aclarando que era de la Iglesia, adonde sin duda se restituyó, advirtiendo que “no es nada ni vale nada”. En los espacios y páginas del libro que habían quedado en blanco se encuentra el texto de un Auto de la Pasión, unos versos sobre los Santos Padres y el guión del Auto del Emperador o de San Silvestre. Parece evidente que las escenas de la Pasión se escribieron para ser representadas, puesto que se indica el movimiento de los personajes, aunque no haya constancia de que se llevara a efecto la escenificación.

Carmen Torroja y María Rivas han atribuido a Alonso del Campo la autoría del Auto de la Pasión, además de un fragmento de un Auto de los Santos Padres y del guión del Auto del Emperador. Las primeras editoras fijaron el texto del Auto de la Pasión en 599 versos y ocho escenas (la oración en el huerto, el prendimiento, la negación de Pedro, planto de San Pedro, planto de San Juan, sentencia de Pilatos, Nuestra Señora y San Juan, planto de Nuestra Señora), advirtiendo que una cuarta parte de la obra estaba tomada de la Pasión Trobada y de Las Siete Angustias de Nuestra Señora, de Diego de San Pedro.

En 1988, Alberto Blecua publicó un estudio filológico minucioso del texto y encontró en él numerosos arcaísmos, tanto en el uso de voces y estructuras sintácticas como en la métrica, lo que le llevó a concluir que la mayor parte del texto del Auto de la Pasión procede de una Pasión tradicional toledana —sin fecha única de composición, pero con origen a finales del siglo XIII—, donde se habrían fundido textos de diferentes autores y épocas. Para Blecua, la función de Alonso del Campo se limitaba a la de taracea y utilizaba para ello materiales preexistentes a los que incorporaba de modo natural versos de la obra de Diego de San Pedro. Esta tesis ha sido generalmente aceptada por la crítica, aunque con matices: así, Ana María Álvarez Pellitero concede a Alonso del Campo “una hábil disposición de los materiales que maneja”, mientras que F. J. Grande Quejigo ve en la obra un intento de estructura unitaria, un diseño original y la creación de un espectáculo teatral renovado, que incorpora materiales ajenos a la tradición (la Pasión Trobada) e intenta ordenar armoniosamente distintas formas parateatrales de la Pasión.

En 1499, último año de la vida de Alonso del Campo, corrieron a su cargo, como en años anteriores, la procesión y las representaciones de la fiesta del Corpus. También se encargó de la de Nuestra Señora de Agosto, pero ya no estaba en condiciones de hacerlo porque parte del dinero destinado a ello tuvo que emplearlo para atender a su enfermedad. A fines de agosto hizo testamento. En esas circunstancias aparecen cuidándole algunos parientes, como Juana Ruiz, joven sobrina de Catalina Ruiz, mujer del notario Juan de Mena; su ama Leonor Ortiz, su criado Juan de Mayorga y su siempre amigo Juan de Santa Cruz, que fue su albacea. Murió el 29 de noviembre, entre once y doce de la noche. Le enterraron al día siguiente en la claustra, al lado de su hermano Juan de Medina, delante de la escena de la condena de Cristo por Pilatos. Esta escena la había pintado en 1495 el pintor Íñigo, sobre el muro que desde la puerta de la iglesia sale a la calle. El domingo 8 de diciembre se hizo almoneda en la claustra. Catalina Ruiz heredó parte de los bienes que quedaron y su marido, el notario Juan de Mena, se llevó también algunas cosas de la almoneda.

Alonso del Campo llevó, durante muchos años, el mayor peso de las representaciones que constituyeron una parte muy importante de la principal celebración religiosa toledana. Intervino, además, como transmisor y adaptador de un texto tradicional sobre la Pasión. A su muerte, parece que no hubo quien le sustituyese entre las personas adscritas a la catedral, porque al año siguiente, el de 1500, acudieron gentes de fuera, de Guadalajara, a solemnizar la celebración de una manera no usual en Toledo.

 

Obras de ~: Auto de la Pasión, entre 1486 y 1499 (atrib.) (ed. de C. Torroja Menéndez y M. Rivas Palá, Teatro en Toledo en el siglo XV. “Auto de la Pasión” de Alonso del Campo, Madrid, Real Academia Española, 1977).

 

Fuentes y bibl.: Archivo de Obra y Fábrica de la Catedral de Toledo, Libro de cuentas del Cabildo, 1487-1510, O. F. 330; Posesiones de la Capilla de Don Pedro Tenorio: libros de cuentas de receptores, c. 1486-1499, O. F. 94; Inventario de la hacienda de Alonso del Campo, 1499, O. F. 307; y en general las series Capilla de San Blas, Cuentas de varios conceptos, Libro de la Obra, Presencias de los tercios, Refitor: cargo y data, Registros de mandamientos y libramientos.

C. Torroja Menéndez y M. Rivas Palá, Teatro en Toledo en el siglo XV. “Auto de la Pasión” de Alonso del Campo, op. cit.; R. E. Surtz (est. prelim., ed. y notas), Teatro medieval castellano, Madrid, Taurus, 1983; R. E. Surtz, “El teatro en la Edad Media”, en J. M.ª Díez Borque (dir.), Historia del Teatro en España, vol. I, Madrid, Taurus, 1984, págs. 61-154; A. Blecua, “Sobre la autoría del Auto de la Pasión”, en Homenaje a Eugenio Asensio, Madrid, Gredos, 1988, págs. 79-112; A. M.ª Álvarez Pellitero (ed.), Teatro medieval, Madrid, Espasa Calpe, 1990; A. Gómez Moreno, El teatro medieval castellano en su marco románico, Madrid, Taurus, 1991; A. Hermenegildo, “Dramaticidad textual y virtualidad teatral: el fin de la Edad Media castellana”, en Teatro y espectáculo en la Edad Media, Alicante, Instituto de Cultura Juan Gil Albert, 1992, págs. 99-113; J. L. Sirera, “La construcción del Auto de la Pasión y el teatro medieval castellano”, en Actas del III Congreso de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval, Salamanca, Universidad, 1994, págs. 91-116; F. J. Grande Quejigo, “Estructura y representación en el Auto de la Pasión”, en Anuario de Estudios Filológicos, XIX (1996), págs. 255-275; J. Leyva, “El Auto de la Pasión y su adaptación de la Pasión Trovada y las Siete Angustias desde el punto de vista de las circunstancias de su representación”, en Caballeros, monjas y maestros en la Edad Media, México, Universidad Nacional Autónoma, 1996; M. A. Pérez Priego (ed.), Teatro medieval, 2: Castilla, Barcelona, Crítica, 1997; F. J. Grande Quejigo, “Huellas textuales en la documentación medieval del teatro castellano medieval: el ciclo de la Pasión”, en Anuario de Estudios Filológicos, XXV (2002), págs. 153-171.

 

Carmen Torroja Menéndez y María Rivas Palá

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