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Ciriaco Romano Miguel Vigil y Suárez Bravo

Biografía

Miguel Vigil y Suárez Bravo, Ciriaco Romano. Oviedo (Asturias), 8.VIII.1819 – 1.IV.1903. Paleógrafo, epigrafista, genealogista, historiador y archivero.

Nació en el seno de una familia reconocida en la ciudad, pero modesta. Su padre, procurador de los Tribunales, transmitió a Ciriaco el gusto por las antigüedades y, en especial, por la paleografía. Diferentes razones hicieron que sus estudios no siguieran el curso habitual: asistió hasta 1823 a clases en la Escuela de Dibujo de Oviedo, y de 1833 a 1836 estudió en la Facultad de Artes de la Universidad de Oviedo, donde obtuvo el grado de bachiller, pero hubo de abandonarla para ayudar al sustento familiar, ya en tareas archivísticas junto a su padre, ya en trabajos remunerados, desde 1836, como escribiente.

A las juveniles colaboraciones literarias en un diario local (1842), se añaden en 1845 varios hechos de gran trascendencia en la vida intelectual de Miguel Vigil: la obtención del título de lector de Letras Antiguas, la concesión de una vocalía en la recién creada Comisión Provincial de Monumentos de Oviedo y, según él mismo reconoció, en esa fecha comenzó la recolecta de datos y materiales que culminó, muchos años más tarde, con la edición de su más conspicua obra.

El título logrado le permitió acceder a empleos algo mejores que le facultaron para ir a Madrid (1846- 1848), donde aprovechó para realizar unos cursos en la Academia de San Fernando, bajo la dirección de Federico Madrazo, y visitas de estudio a los archivos, bibliotecas y museos; asentando con ello unas sólidas bases (dibujo, documentación y relaciones personales) en su quehacer científico.

Las escasas perspectivas laborales, los avatares políticos y, quizá, asuntos más íntimos, aceleraron su retorno a Asturias (1848-1868), donde estuvo ordenando archivos particulares y, aparte de destinos poco relevantes, en 1854 se le encomendó la organización del Archivo del Palacio de Justicia. Figuraba también en esos momentos como ayudante de la Escuela de Bellas Artes y auxiliar de la Secretaría General de la Academia de Bellas Artes ovetense. Aquellos incómodos vaivenes laborales, probable causa, por los aprietos económicos derivados, de su celibato, le posibilitaron, por otro lado, el acceso a una ingente documentación que luego incorporaría en sus reputadas monografías; a la par que continuaban sus labores en la Comisión de Monumentos de Oviedo, donde llegó a ser vocalsecretario y, al decir del insigne Fermín Canella, efectuó una enorme y encomiable labor de investigación y recuperación del patrimonio cultural astur.

Tras una breve y poco fructífera estancia en Madrid en 1868, espoleado por su cuñado el escultor José Gragera, a la sazón recién nombrado subdirector del Museo del Prado, volvió definitivamente a Asturias e inició el más fructífero episodio vital y científico, adornado con el nombramiento de académico correspondiente de las Reales Academias de San Fernando en 1866 y de la Historia en 1868. Fue también en 1868 cuando se le nombró archivero de la Diputación de Oviedo, lo que le facilitó la completa dedicación a sus tareas investigadoras, que le llevaron a recorrer todo el territorio asturiano en busca de materiales epigráficos, diplomáticos y monumentales, ayudado por sus magníficas dotes como dibujante, con los que cumplir las ordenanzas de las Comisiones de Monumentos y las solicitudes de las Academias de San Fernando y de la Historia. Entre ellas destaca la remisión de copia de ordenanzas municipales y de estatutos de los gremios de artes y oficios regionales, y el informe (1874) argumentando la autenticidad de los Fueros de Avilés y Oviedo, negada por el académico Aureliano Fernández-Guerra.

Problemas de salud y un grave accidente en 1877 en la estación ferroviaria de Ablaña al ir de visita a Santa Cristina de Lena, que supuso la amputación de una pierna, le impidieron proseguir algunas de sus numerosas actividades, por lo que dimitió de la vocalía de la Comisión de Monumentos; aunque ésta le otorgó una vocalía honoraria vitalicia para poder seguir contando con sus habilidades en pro del patrimonio histórico- artístico. No obstante su retirada de las excursiones de campo, aumentaron considerablemente sus labores de archivo y despacho.

A pesar de las complicaciones que dilataron en exceso la edición de las investigaciones de Miguel Vigil, al final de su larga vida comenzó la entrega de su limitado, aunque reputado, repertorio bibliográfico, en el que claramente se constatan sus aficiones y líneas de investigación preferentes, despuntando, sobre todo, los siguientes títulos: Asturias monumental, epigráfica y diplomática y Colección histórico-diplomática del Ayuntamiento de Oviedo. La primera es un excepcional vademécum en dos tomos, corregido y ampliado durante cuatro décadas, imprescindible para el estudio de la historia asturiana, en el que de cuarenta y ocho documentos, diecisiete eran inéditos, y de setecientas cincuenta láminas, quinientas cincuenta y dos eran asimismo inéditas. Además, algunos documentos son “únicos” al estar hoy desaparecidos o muy deteriorados.

Como dice García de Castro, “pasman el esfuerzo y tenacidad con que fue realizada, el rigor de su planteamiento, la fidelidad de las transcripciones epigráficas y documentales, la perfección de los dibujos y la extrema honestidad y modestia que acompañaron su gestión”. La segunda obra citada es un tomo, precedido por un discurso preliminar del ilustre Manuel Pedregal y Cañedo, en el que hay seiscientos documentos, de los que ciento cuarenta y nueve pergaminos correspondientes a los siglos XII al XV están copiados literalmente y, al decir de J. I. Ruiz de la Peña, “constituye la primera publicación, con criterios rigurosamente científicos, de una colección documental municipal completa de época medieval en todo el territorio de la antigua Corona de Castilla”.

Con los deberes hechos y el trabajo publicado, Ciriaco Miguel Vigil recibió, ya con más de setenta años, los últimos honores, además del respeto y admiración intelectual cosechados durante su existencia, como el ser miembro honorario del Instituto Heráldico Italiano de Roma en 1894 y del Instituto Heráldico de Pisa en 1895; para culminar con el mejor regalo posible a un estudioso y amante de su tierra: el nombramiento de cronista de Asturias en 1897.

 

Obras de ~: Provincia de Oviedo. Cuadro comprensivo del personal de señores senadores y diputados a Cortes, diputados provinciales, consejeros permanentes de la Diputación, consejeros provinciales y jefes superiores civiles de la provincia, formado con presencia de documentos que obran en los Archivos de la Excma. Diputación y Gobierno Civil, Oviedo, 1885; Asturias monumental, epigráfica y diplomática. Datos para la historia de la provincia, Oviedo, 1887 (reed. 1987); Colección histórico-diplomática del Ayuntamiento de Oviedo, Oviedo, 1889; Apuntes heráldicos. Heráldica asturiana y catálogo armorial de España, seguidos de leyes y preceptos; de la biblioteca del Blasón, Ordenes de Caballería y genealogías, Oviedo, 1892; Noticias biográfico-genealógicas de Pedro Menéndez de Avilés, Avilés, 1892; Genealogía de casas y familias ilustres asturianas (inéd.).

 

Bibl.: C. Fernández Duro, “Don Ciriaco M. Vigil y Suárez- Bravo”, en Boletín de la Real Academia de la Historia, XLII (1903), págs. 462-464; C. Suárez, Escritores y Artistas Asturianos. Índice bio-bibliográfico, Oviedo, 1956, págs. 384-390; J. A. Cepeda y Álvarez, Biografía de D. Ciriaco Miguel Vigil, Oviedo, Consejería de Educación y Cultura, 1980; J. I. Ruiz de la Peña, “Introducción”, en C. Miguel Vigil, Asturias monumental, epigráfica y diplomática, Oviedo, Consejería de Educación y Cultura, 1987 (reed. facs.), págs. VII-XXVII; C. García de Castro Valdés, Arqueología Cristiana de la Alta Edad Media en Asturias, Oviedo, Real Instituto de Estudios Asturianos, 1995.

 

Marcos de la Rasilla Vives