Vargas de las Heras, Juana. Juana la Macarrona. Jerez de la Frontera (Cádiz), 3.V.1870 – Sevilla, 12.IV.1947. Bailaora flamenca.
Con siete años, ya la llevaban sus padres, Juan Vargas y Ramona de las Heras, a bailar por las calles de Jerez, sobre una mesa. La madre cantaba, el padre tocaba la guitarra y la pequeña Juana bailaba. Luego, a pasar la bandeja. Y siendo todavía una niña, Juana y sus padres dejan el campo de Jerez, donde vivían, para trasladarse a Sevilla, contratada para actuar en el Café de la Escalerilla del señor Silverio Franconetti y Frasquito el Manga, ganando 10 reales por noche. Pero el sueldo de la pequeña no alcanzaba para mantener a los tres y pronto decidieron regresar al campo jerezano y a las funciones callejeras por tiendas de vinos y colmaos. Una noche, en una fiesta, la vio bailar el cantaor sanluqueño Fernando Ortega el Mezcle y fue contratada para bailar los dos siguientes años en el Café de las Siete Revueltas de Málaga.
Dejó Málaga y marchó a Barcelona, al Café La Alegría, luego llamado Eden Concert y, años después, al cumplir los dieciséis, volvió a Sevilla, al café de Silverio de la calle del Rosario, donde sus bailes ya causaban admiración. Ella y Antonio Páez Lamparilla eran los más jóvenes del cuadro, formado por figuras de la talla de Juana Antúnez, las Honrás, La Viuda, Saluíta la del Ciego, Rosarito la de Roble, su paisana Mariquita Malvado y otras eminencias del baile, entre los que destaca, entre los varones, Antonio Páez el Pintor. Y en el cante: Miguelito el Macaco, Fosforito y don Antonio Chacón, entre otros. Y del Café de Silverio, al célebre tablao del Café del Burrero, en la calle Sierpes, donde cada noche sientan cátedra de buen replante, la jerezana Fernanda Antúnez y Rosario Monje la Mejorana, consolidando La Macarrona, junto a ellas, la fama de que ya iba precedida, la cual la lleva a la capital de España, al Café Romero de la madrileña calle de Atocha. Cuando Juana la Macarrona regresa al Burrero ya era aclamada como reina del baile flamenco, llegando su fama hasta la misma capital de Francia, donde fue reclamada para bailar, con motivo de la Exposición Internacional de París, en 1889, y allí se la aplaudió como a una artista universal del baile. Actuó como primera figura, en el Novedades y en el Kursaal, de Sevilla. En 1912, volvió a París, con el bailaor sevillano Rafael Ortega, cobrando 1.000 francos por una sola noche.
Vivía en Madrid, cuando los ladrones entraron en su casa, una noche que actuaba gratis en una función benéfica, en el Salón Ríos, y se llevaron todo lo que tenía de valor, cerca de 10.000 pesetas de las de entonces, entre dinero y joyas. Solo pudo salvar unos valiosos pendientes que aquella noche llevaba puestos.
Con dieciocho años se enamoró de ella un rico banquero madrileño, pero la familia de éste lo declaró demente.
Juana Vargas la Macarrona bailó en varios países europeos, siendo aplaudida por los zares de Rusia, por reyes, príncipes y gentes de todas las razas y colores; oyendo elogios y piropos hacia su arte, en todos los idiomas de la tierra. Sus mejores bailes, fueron las alegrías y los tangos, en los que fue insuperable; teniendo fama de haber levantado los brazos, como nadie, así como de haber bailado con bata de cola y mantón, de forma verdaderamente genial y admirable. Ya muy mayor, forma parte del espectáculo Las Calles de Cádiz, de Encarnación López La Argentinita. Sus últimos años los pasó dedicada a bailar en reuniones privadas y a la enseñanza; siendo, entre otras, maestra de Pastora Imperio, de Rosario y de Teresita España. Un grupo de periodistas, escritores y artistas, le organizaron en Sevilla, un gran festival, con cuyos beneficios alivió económicamente los últimos años de su vida.
Bibl.: J. de la Plata, Flamencos de Jerez, Jerez de la Frontera, Jerez Industrial, 1961; D. Pineda Novo, Juana la Macarrona y el baile de los cafés cantantes, Cornellà de Llobregat (Barcelona), Aquí + Más Multimedia, 1996; M. Ríos Ruiz, “Macarrona, La (Juana Vargas)”, en E. Casares Rodicio (dir. y coord.), Diccionario de la música española e hispanoamericana, t. VII, Madrid, Sociedad General de Autores y Editores, 2000, pág. 2.
Juan de la Plata
