Cresques, Jafudà. Cresques el joven. Jaume Ribes. Mallorca (Islas Baleares), m. s. xiv – ¿Barcelona? I.1400. Cartógrafo.
Nació en el seno de una familia de judíos mallorquines, los Vidal-Cresques, algunas de cuyas ramas se dedicaron a oficios muy relacionados con el saber náutico, como era la confección de mapamundis y de cartas de navegar, tan en auge desde el siglo xiv. Su padre Elisa ben Abraham, apodado “Cresques”, había nacido en la ciudad de Mallorca —hoy Palma —, el día 28, miércoles, del mes de Tamuz del año 5085 de la creación del Mundo, según el cómputo judío, correspondiente al 11 de julio de 1325, según los datos que figuran en la llamada Biblia de Farhi, y a la que dedicaría dieciséis años de su vida. Casado hacia 1350 con la judía Seteddar, tuvo dos hijos: Jafudà Cresques y Astruga.
Por documentos de los años 1378 y 1381 se sabe que la familia vivía en el call o barrio judío de la ciudad de Mallorca, que desde los días de la dominación árabe estaba situado dentro de la Almudaina, nombre que recibía el recinto fortificado de la capital mallorquina.
La casa familiar que estaba situada cerca de la muralla, intramuros, no lejos de la Puerta del Temple —llamada así por su proximidad al convento de los Hospitalarios—, se vio con alguna frecuencia favorecida por monarcas como el rey Pedro el Ceremonioso y el infante Juan. Si aquél le concedió beneficiarse del agua potable de la acequia de la Font de la Vila, éste le dio licencia para construir dentro de la casa unos baños públicos para judíos y judías de la aljama. Por su parte, Jafudà Cresques casó con Dolça, cuya madre se llamaba Haniní. A raíz de las graves persecuciones antijudías (1391) que marcarán el paulatino ocaso del judaísmo español y la paulatina ascensión social del mal asimilado judeoconverso, el call mallorquín fue objeto de robos, muertes y saqueos, produciéndose masivas conversiones de judíos al cristianismo.
Los nuevos conversos mallorquines optaron por dispersarse por la ciudad, aunque formaban grupos compactos alrededor de los distritos parroquiales de Santa Eulalia, Santa Cruz y San Nicolás, en cuya cuesta d’En Brossa, en el callejón del Guix y junto a Cort, se agrupaban los conversos más pudientes. Fallecido en 1387 Abraham Cresques, Seteddar se convirtió al cristianismo en ese aciago año (1391) con el nombre de Anna, juntamente con sus dos hijos.
Jafudà Cresques se llamó Jaume Ribes, como su protector el paborde de la catedral, y Astruga pasó a llamarse Francesca, casándose más tarde con el mercader Marzoch Mediní. Y ya como converso abandona Mallorca (1394) y la gran casa paterna —magnum hospitium—, trasladándose a Barcelona junto con su madre y su mujer, también conversas.
Pero hay que retroceder a los días tranquilos del call mallorquín y a sus judíos ejerciendo los oficios de alcabalero, sastre, zapatero —sabater—, orfebre, platero —argenter—, pañero —draper—, iluminador de libros, encuadernador —lligador de libres—, médico —métge o fisic— y cartógrafo. A estos oficios hay que añadir los que ejercieron tanto Jafudà Cresques como su padre: “buxoler”, y “mestre” de mapamundis y cartas de navegar o náuticas, nacidas al par que los portulanos o libros de derrota —el derrotero nacido de la aplicación de la brújula o aguja magnética al arte de navegar, proporcionando además de las distancias en millas entre puertos y puntos importantes de la costa, los rumbos magnéticos que unen esos lugares—, siendo el Compasso da navigare el más antiguo conocido, fechándose alrededor de 1296. La carta náutica nacía dotada de toda una red de rumbos magnéticos y de escalas gráficas en millas. Cartas portulanas genovesas y catalanas aparecieron con un lapsus de tiempo muy corto entre sí. Nacidas y ornamentadas por encargo y capricho de poderosos, fueron realizadas en los mismos talleres que las cartas de navegar o marear, proporcionando una visión exacta de la cartografía náutica medieval. Sin latitudes ni longitudes presentaban toda una red de rectas direccionales o rumbos, y escalas gráficas. Tal carencia las invalidaba para llevar a cabo con ellas navegación astronómica. En cambio sí eran aptas para determinar la ruta y la posición del navío en alta mar mediante el rumbo, proporcionado por la brújula o aguja magnética, y la distancia, apreciada a ojo. Es decir, que eran excelentes para llevar a cabo navegación de estima.
Las cartas portulanas típicas del siglo xiv, estaban hechas en pergamino o en piel, conservando su cuello, y estaban pintadas con colores brillantes. El artificio geográfico lo formaban la red de vientos, coronas o círculos, vértices o los dieciséis puntos en que aquéllos se dividen, y haces o conjunto de rectas que pasan por cada vértice. Las rosas de los vientos, que indicaban además de los puntos cardinales y los vientos menores, los octavos de cuadrante, eran sus elementos ornamentales, siendo los de carácter informativo, las efigies de los reyes, tipos indígenas, animales, escudos de armas, banderas. En tinta negra o roja, la toponimia, desde nombres de puertos y ciudades costeras, hasta ríos y detalles hidrográficos como escollos y bajíos o bancos. Se aprecia, asimismo, un cuidadoso trazado de las costas, como las orientales atlánticas desde cabo Bojador o más al norte, los mares interiores como los de Mármara, Negro y Azof, mediante líneas onduladas, las cordilleras del Atlas, los Alpes y los montes de Bohemia, e islas como Británicas y Jutlandia.
Jafudà Cresques trabajó en el taller de su padre Cresques Abraham que fue su maestro. Pero, en realidad, ¿en qué consistía su oficio? ¿Verdaderamente tanto él como su hijo constituyeron el segundo jalón importante en el desarrollo de la cartografía mallorquina después de Angelino Dulcert autor de la primera carta náutica firmada en Mallorca (1339)? En diez documentos se menciona el oficio del padre: en siete se dice que era “maestro de mapamundis y de brújulas”; en uno se le llama “maestro de mapamundis”; en dos “brujulero” —buxoler—, y en otros tres se dice “autor de mapamundis de precio elevado”, encargados o comprados por el Rey o por el infante don Juan.
Tales calificativos indujeron a la historiografía decimonónica a tenerlos por excelentes cartógrafos, especialistas en la elaboración de cartas de navegar. La Historia posterior se dejó llevar por la inercia, hasta que las minuciosas investigaciones modernas de G. Llompart y J. Riera esclarecieron los hechos definitivamente: tanto Cresques Abraham como su hijo Jafudà Cresques fueron excelentes dibujantes de brújulas, cartas de navegar y mapamundis. Nada más. Ni astrónomos, ni relojeros, ni matemáticos, ni cartógrafos, sino grandes conocedores del arte de la pintura o iluminación.
Así de tajante es la conclusión de J. Riera: “Basta echar una ojeada sobre el Atlas Catalán o saber que la otra obra segura de Cresques Abraham, la Biblia de Farhi, contiene 129 páginas bellamente iluminadas, con 29 arabescos siempre distintos y 9 miniaturas representando el Templo de Salomón, sus instrumentos, etc.
Así que hay que darse cuenta —si se vence la inercia de lo que se ha dicho y repetido sobre la llamada ‘escuela cartográfica mallorquina’, supuestamente representada por Cresques Abraham—, de que el oficio de este judío consistía en la pintura o iluminación y que se había especializado en la pintura de brújulas y de mapamundis. Brujulero no significaba ‘constructor’ de brújulas sino ‘pintor de brújulas’. Cresques Abraham “pintaba con materias insolubles en agua la rosa de los vientos en el fondo de las brújulas; por ello se le llama brujulero. Dibujaba y pintaba mapamundis de lujo; y cumplía su cometido con tanta competencia y tan bellamente que por ello los documentos reales le conceden los calificativos singulares de maestro de mapamundis y maestro de mapamundis y de brújulas”.
Jafudà Cresques aprendió bien el oficio de su padre, trabajando codo con codo con él en el famoso Atlas Calalán (1375), compuesto por siete tablas de madera pegadas cada dos por un pergamino de 50 por 64, actualmente partidos, y por tanto las tablas sueltas, quedando fijas solamente la primera y última tablas al cuero de la encuadernación. Los cantos van en oro, y la policromía perfecta de la caravana al Catayo y los Reyes Magos entre otras figuras, lo hacen inconfundible.
Unos años más tarde (1399 o 1400) trabajó en la confección de un mapamundi para el florentino Baldassare Ubriachi, mercader de perlas y piedras preciosas.
Mapamundi tan “especial y singular” que el cartógrafo genovés Francesco Beca que también trabajaba para él, se compromete en el contrato notarial que firma con Simone d’Andrea, amigo del florentino y director de la sucursal Datini, a tenerlo por modelo de los cuatro mapamundis en cuya confección se había comprometido.
¿Qué dicen de su labor los documentos conservados? En seis de ellos se le llama “mestre en l’art de la confecció de cartes de nevegar i de mapamundis”, “mestre de mapamundis” y “mestre de cartes de navegar”. Pero de él no se dice nunca como se dijo de su padre, “bruixoler”, y sí “mestre de cartes de navegar”, categoría profesional que, por otra parte, jamás se aplicó al padre.
Una vez más, J. Riera esclarece los hechos: “Cresques Abraham fou mestre de mapamundis perquè pintava mapamundis, mentre el seu fill fou mestre de cartes de navegar perquè pintava cartes de navegar. Jafudà Cresques hauria estat també mestre de mapamundis si el mercat hagués pogut continuar absorbint objectes complexos i de preu tan elevat com els mapamundis fabricats pel seu pare. La clientela de Jafudà Cresques quedava satisfeta amb cartes de navegar pintades, sense taules de cronología, taules de declinació solar, àureos números, terres llegendàries ni explicacions teòriques.
Els productes fabricats per Jafudà Cresques probablement no es rebaixà mai a dibuixar simples cartes de navegar, d’aquelles que es venien a dotzenes. La confecció o dibuix de cartes de navegar utilitàries, contràriament al que ocorre als temps moderns, no requeria cap mestratge ni tenía cotizació social”.
En febrero de 1400, Jafudà Cresques ya había fallecido.
Las investigaciones del mencionado estudioso catalán demuestran que ya no se puede seguir hablando de la existencia de la escuela cartográfica mallorquina. Que si existió, nada tuvo que ver con el taller artesano-pictográfico de los Cresques. Y hay algo más: Jafudà Cresques no fue el llamado por Enrique el Navegante de Portugal en 1412 para fundar en Sagres una escuela de navegación y astronomía, escuela que nunca llegó a ser una realidad. Para entonces el judeoconverso mallorquín ya había fallecido.
Es decir, que Jafudà Cresques no fue el sabio “mestre jacome de Malhorca”, llamado por el citado infante luso a su lado para enseñar a sus marineros las técnicas de la cartografía que harían posible los grandes descubrimientos atlánticos, africanos e índicos de los siglos xv y xvi. En cuanto al legado pictórico de los Cresques, su depositario más inmediato sería Samuel Corcos, judío mallorquín, discípulo de Jafudà Cresques y convertido al cristianismo con el nombre de Macià de Viladesters o Viladester (1391). En un documento (1390) se dice de él que estuvo sirviendo en casa de Jafudà Cresques “faciendi buxolas et illuminandi, quod oficium me docuistis bene et legaliter prout ilud melius adiscere potui”.
Obras de ~: con Abraham Cresques, Atlas de 1375, Bibliothèque Nationale, Paris, sign. ms. Espagnol 30 [reprod.
y transcr. del ms. original en G. Llompart i Moragues, R. J. Pujades i Bataller y J. Samsó Moya, El món i els dies: l’Atles català, 1375, Barcelona, Enciclopedia Catalana, 2008, págs. 67-69)].
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María Fuencisla García Casar