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Gómez Pérez das Mariñas Rivadeneira

Biografía

Pérez das Mariñas Rivadeneira, Gómez. Vivero (Lugo), c. 1539 – Mar de la China, 26.X.1593. Político y militar, capitán general del Reino de Murcia, gobernador y capitán general de Filipinas.

Hijo de Fernán Díaz de Ribadeneira y de su segunda mujer Berenguela de las Mariñas Haro, dos de los linajes que más influyeron en los acontecimientos político-militares que configuraron la historia de Galicia.

Su abuelo paterno fue el mariscal Albar González Ribadeneira, señor de la casa de Ribadeneira, de Baamonde y Aguiar de Saavedra. Por parte de su madre, su abuelo Arias Pardo das Mariñas, señor de la casa de Parga fue descendiente directo del Gómez Pérez das Mariñas, señor de las Mariñas, de Mesta y otras jurisdicciones, quien formó parte del grupo de nobles gallegos que se enfrentaron al arzobispo compostelano, Alonso de Fonseca, que había pactado con las hermandades irmandiñas, al que vencieron en la batalla de Altamira (1471). Su abuela materna fue Josefa María de Sotomayor y Junquera, señora de la casa de Junquera y villa del Caramiñal, quien cumpliendo con la cláusula testamentaria del vínculo familiar había tomado el nombre de Gómez Pérez das Mariñas.

Contrajo matrimonio dos veces; la primera en junio de 1564 con María Sarmiento Ribadeneira, que murió a los pocos días de la boda; la segunda con Ana de Sotomayor y Mendo, con quien tuvo tres hijos: Luis, que le sucedería en el gobierno general de Filipinas tras su muerte, Berenguela y Gregoria, ambas monjas profesas.

En enero de 1579, tomó posesión del cargo de corregidor de León donde llevó a cabo importantes obras públicas entre las que cabe destacar la Casa de las Carnicerías para el abasto de carne de la región, edificio que aún hoy día conserva una placa en la segunda planta de su fachada que recuerda su buen gobierno: “Hizose este edificio y las pvuentes y las calzada desta ciudad, siendo coregidor el mvy ilustre Gomez Perez das Mariñas. Año de 1581 el cval goberno bien”.

Entre los años 1584 y 1586 fue regidor de Cartagena y Lorca, siendo nombrado en este último año justicia mayor, adelantado y capitán general del Reino de Murcia. Su gestión desarrollada en esta ciudad queda recogida en las actas de su ayuntamiento entre las que se incluyen la fundación del Convento de Nuestra Señora del Carmen o la puesta en vigor de la Pragmática de Felipe II, por la que se obligaba al alistamiento de los moriscos.

En 1589, cuando se disponía a ocupar el cargo de corregidor de Logroño y Calahorra, Felipe II, en recompensa del tradicional apoyo de sus antepasados a la Corona y de su buen gobierno en los anteriores cargos, le nombra gobernador general de Filipinas y caballero de la Orden de Santiago. Aunque en su designación como máxima autoridad de Filipinas tuvo también que ver el apoyo del jesuita Alonso Sánchez.

Siguiendo órdenes del Monarca, en el mismo año de 1589, partió para Filipinas vía México, en compañía de su hijo Luis, de su sobrino Fernando de Castro y otra serie de oficiales de confianza al frente de un contingente armado de soldados peninsulares al que se incorporó otro grupo en México alcanzado la cifra de cuatrocientos.

Llegó a Manila el 31 de mayo de 1590 y tras la toma de posesión, una de las primeras disposiciones reales que llevó a efecto fue la supresión de la recién creada Audiencia de Manila. La abolición de este organismo la había gestionado en la Corte de Madrid el padre Alonso Sánchez, siguiendo la resolución del Sínodo de Manila. Das Mariñas, junto a otras autoridades, a excepción del obispo dominico Domingo de Salazar, consideraba que la creación de la Audiencia suponía un gasto innecesario dada la escasa presencia de españoles en Filipinas; suprimida, su presupuesto podría emplearse en el mantenimiento de un Ejército regular, con el que se pudiera hacer frente no sólo a cualquier ataque exterior sino a la colonización y pacificación del territorio de la isla de Luzón y Mindanao.

Consciente de la vulnerabilidad que presentaba la defensa de Manila, como había quedado demostrado con la toma de esta capital por el pirata chino Li-ma-hong en 1574, Das Mariñas, desplegó un gran esfuerzo para dotarla de los medios de protección imprescindibles, tanto desde el punto de vista naval como de fortificaciones. Antes de comenzar las grandes obras, destruyó el torreón circular de dos cuerpos de la fortaleza de Nuestra Señora de Guía, construida por su antecesor, ya que más que un baluarte suponía una auténtica trampa, por alojarse el almacén de municiones y sus defensores en la segunda planta, muy susceptibles, por lo tanto, a la artillería enemiga. Reestructurada la fortaleza, inmediatamente comenzó la construcción de un recinto amurallado, que rodearía la capital, al que reforzó con un sistema de fosos y puentes levadizos, al modo europeo. Asimismo sustituyó un viejo fuerte de madera, por la sólida construcción de uno de piedra, situado entre el mar y el río Pasig, llamado de Santiago, que se convirtió en su principal bastión.

Al refugio del recinto defensivo levantó una serie de instalaciones militares acorde con el aumento que experimentó el Ejército (talleres de fundición de artillería, edificios para los acuartelamientos de tropa, hospitales, etc.).

La armada también recibió la atención del gobernador con la puesta en práctica de un programa de reparación y construcción de nuevos buques, con miras a la defensa y desarrollo del comercio con Acapulco, sustento vital para la ciudad de Manila.

Además de la arquitectura militar, la religiosa inició una transformación, como el caso de la Catedral de Manila, que adquirió importante remodelación; sus materiales compuestos básicamente de madera y paja, fueron sustituidos por grandes bloques de piedra y el edificio adquirió las proporciones acorde a su categoría. También se instó a la población civil a construir sus viviendas con materiales más resistentes al fuego.

En el aspecto social, Das Mariñas puso en vigor una serie de disposiciones reales a favor de los filipinos, como cierta flexibilidad en el pago del diezmo o la prohibición de hacer esclavos, tanto a los españoles como a los filipinos. También prohibió a los chinos participar en el “comercio al por menor”, medida que le llevaría a ganarse la enemistad de esta comunidad, que en cuanto tuvieron oportunidad le pasaron factura.

Asimismo cabe destacar la fundación del Colegio de Santa Potenciana destinado a las huérfanas, primer Colegio de mujeres de Filipinas, que sería inaugurado por su hijo Luis.

Otra meta alcanzada por Das Mariñas, fue extender la pacificación y colonización a nuevos territorios de la isla de Luzón, cuyas campañas dirigió su propio hijo Luis. Entre ellas destacan la pacificación de los zambales, sublevados contra las autoridades españolas y la expedición a través de los territorios de Nueva Vizcaya, Isabela y el Cagayán, lográndose consolidar el régimen político y religioso en estas provincias.

En política exterior, lo más relevante de su gobierno fueron las tensas relaciones vividas con Japón, la apertura de relaciones amistosas con Camboya y su frustrada expedición de conquista a las Molucas.

A finales de 1591 el emperador Hideyoshi, conocido como Taicosama, envió a Manila al emisario Harada Mangoshichiro (conocido por los españoles como Faranda Kiemon), comerciante que conocía las precarias condiciones defensivas de la capital, exigiendo al gobernador general Das Mariñas a reconocerle como señor de Filipinas y a sus habitantes tributo de vasallaje, bajo la amenaza de arrasar la capital. Las dificultades eran grandes ya que si le enviaba una negativa rotunda se arriesgaba a que efectivamente llevara a cabo sus amenazas. Das Mariñas, con el fin de ganar tiempo para preparar la defensa de la ciudad, le envía como mensajeros al capitán López Llanos acompañado del dominico fray Juan Cobo con firmes proposiciones comerciales y una docena de dagas y espadas, decoradas con piedras preciosas, como obsequio. Los emisarios españoles, si bien fueron recibidos con cierto beneplácito por Taycosama, a su regreso un temporal les arrastró a las costas de Formosa, donde murieron a manos de los nativos. En abril de 1593, llegó a Manila otra embajada japonesa con las mismas pretensiones, a la que se le respondió con la misma estrategia. En esta ocasión, entre los obsequios, se le envió al emperador nipón un magnífico caballo.

En el mes de junio del mismo año de 1593, llegó a Manila una delegación enviada por el rey de Camboya, portando un tratado de amistad y grandes presentes, entre los que se incluían dos elefantes y piedras preciosas. Asimismo los emisarios requerían del Gobernador ayuda militar en su lucha contra el rey Siam, que intentaba usurparle el Trono. Nada le convenía más a Das Mariñas que contar con un país aliado, dadas las continuas amenazas del Japón, por lo que accedió a las peticiones del dignatario camboyano, al que correspondió con valiosos obsequios, aunque pospuso el socorro para más adelante, ya que había llegado el momento de realizar uno de sus principales proyectos, la conquista de las Molucas, empresa que personalmente había estado preparando, desde su llegada al poder. Tras varios meses de entera dedicación y grandes sacrificios, logró aprestar una escuadra armada compuesta de mil españoles, mil quinientos filipinos y quinientos chinos para la boga de los doscientos bajeles que habían de transportar a gente de guerra y aprovisionamientos. En la expedición que partió de Manila el 17 de octubre de 1593, le acompañaron, además de su hijo Luis, al mando de la escuadra, sus mejores oficiales y varios misioneros agustinos y franciscanos. Tras varios días de navegación a la altura de “Punta del Azufre”, frente a la parte extrema de la provincia Batangas (isla de Luzón), le sorprendió un fuerte temporal que separó a la galera almiranta del resto de la escuadra. Aprovechando la noche, los bogadores chinos se sublevaron y dieron muerte al gobernador y a cuarenta de los españoles que le acompañaban, lográndose salvar sólo su secretario Juan de Cuéllar, el franciscano padre Montilla así como un número de marineros que se arrojaron por la borda. Conseguido el control de la galera, los sublevados chinos pusieron rumbo a las costas de Ilocos del Sur, de donde procedían muchos, pero tras ser recibidos con hostilidad se vieron obligados a hacerse de nuevo a la mar llegando a las costas de Conchinchina, donde la embarcación fue confiscada. Conocidos los graves acontecimientos en Manila, se envió una escuadra al mando del capitán Ronquillo, que no logró dar alcance a los sublevados chinos.

Antes de salir a la conquista de las Molucas, Das Mariñas había dejado encargado el Gobierno Superior a su asesor Pedro Rojas y como sustituto, en caso de fallecimiento, a su hijo Luis Gómez Das Mariñas, que tomó posesión tras aclararse ciertos malentendidos con el otro candidato Esteban Rodríguez de Figueroa.

Había testado en Manila, el 30 de septiembre de 1592 y su principal beneficiario y heredero del vínculo familiar era su hijo Luis, caballero profeso de la Orden de Alcántara, aunque también quedaba su fortuna a disposición de la Corona de Castilla, en caso de necesidad. Entre sus últimas voluntades está la de ser enterrado en el Convento de Santo Domingo de Manila, para posteriormente retornar a su tierra: “Item mando que sy me llebare Dios fvera del rreyno de galicia, después de gastados mis hvesos, se llieben a Galicia y se entrierren en el convento de San Francisco de la villa de Bivero, en la capilla mayor que es mía [...] y sy Dios me llevare en esta Yslas y don Luys mi hijo, se fuere a España syn poder llebar mys gvesos [...] dexe a persona de cvydado y confianza que los aga llebar”. Este firme deseo no pudo ser satisfecho y sus restos mortales quedaron para siempre sepultados en algún lugar de las aguas del Mar de la China.

Tanto en Galicia como en Filipinas existen calles y municipios en honor de este noble gallego.

 

Fuentes y bibl.: Archivo Histórico Nacional (Madrid), Órdenes Militares, Santiago, exp. 359, año 1589; Archivo General de Indias (Sevilla), Audiencia de Manila, Filipinas, 339, l. 1, 391r.-391v.; Filipinas, 27, n. 31; Filipinas, 18B, r. 2, n. 12; Filipinas, 18B, r. 2, n. 13; Filipinas, 18B, r. 1, n. 2; Filipinas, 6, r. 7, n. 94; Filipinas, 6, r. 7, n. 68; Filipinas, 6, r. 7, n. 65; Filipinas, 18B, r. 3, n. 22; Filipinas, 6, r. 7, n. 107; Filipinas, 74, n. 36; Filipinas, 339, l. 1, fols. 389r.-v.; Contratación, 5788, l. 1, fols. 213v.-215; Archivo del Reino de Galicia, Real Audiencia, leg. 26.657-15, Testamento de Gómez Pérez das Mariñas; Archivo Histórico Municipal de León, Actas Capitulares, 1579 marzo 28; lib. 11, 1579 abril 9, ac. 11, f. s/n; 1580, febrero 12. ac. 12, fols. 106-107; 1581, agosto 28, lib. de actas n.º 12, fols. 472v.-473; Archivo Municipal de Murcia, Actas Capitulares, CR. 808, fol. 273, 1584, noviembre 17, fol. 189r.; 1585, marzo 2, fol. 289.

B. L. Argensola, Conquista de las Islas Molucas, Madrid, por Alonso Martín, 1609; J. Montero Vidal, Historia General de Filipinas desde el descubrimiento de dichas islas hasta nuestros días, Madrid, Imprenta y Fundición de Manuel Tello, 1887-1895; A. de Morga, Sucesos de las Islas Filipinas, prol.

de W. E. Retana, Madrid, Librería General Victoriano Suárez, 1909; C. Vaamonde Lores, Gómez Pérez das Mariñas y sus descendientes, La Coruña, Roel, 1917; M. de Ribadeneira, Historia de las Islas del Archipiélago y reinos de la gran China, Tartaria, Conchinchina, Malaca, Siam, Camboxa y Japón y de lo sucedido en ellos a los religiosos descalzos de la orden del Seráfico Padre San Francisco de la Provincia de San Gregorio de las Islas Filipinas, Manila, 1970; A. Molina Memije, Historia general de Filipinas, vol. 1, Madrid, Cultura Hispánica del Instituto de Cooperación Iberoamericana, 1985; W. Merino, Historia de la Casa de las Carnicerías de la ciudad de León, León, Caja España, 1991; L. Gutiérrez, Historia de la Iglesia en Filipinas (1565-1900), Madrid, Mapfre, 1992; L. Díaz-Trechelo, Filipinas la gran desconocida (1565-1898), Pamplona, Ediciones Universidad de Navarra, 2001.

 

Alicia Castellanos Escudier

 

 

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