Rubio de la Serna de Falces y Pelegero, Juan. Vélez-Rubio (Almería), 1834 – Barcelona, 1917. Abogado y arqueólogo.
Nacido en el seno de una familia vinculada a la jurisprudencia —su padre fue juez de primera instancia—, obtuvo el grado de bachiller en Almería y cursó estudios de Derecho en las Universidades de Valencia, Madrid, Granada y Barcelona; en Granada recibió el grado de bachiller en Derecho y, obtenida la licenciatura, se estableció como abogado en Totana (Murcia).
De forma simultánea, estudió como alumno libre las asignaturas del doctorado y obtuvo más tarde este grado, con una tesis sobre Derecho Penal, en la Universidad Central de Madrid (1860). En 1862 abrió un bufete de abogado en Barcelona. En 1866 fue nombrado, en comisión, juez de primera instancia del distrito de las afueras y, posteriormente, juez municipal de Sant Andreu de Llavaneres, una pequeña población situada al norte de Barcelona, en la comarca del Maresme. Casó con Dolores López. Fue miembro correspondiente de la Academia de la Historia y socio de número de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona (desde 1902).
El interés de Rubio de la Serna por la arqueología se originó por un hecho fortuito: el descubrimiento, en febrero de 1881, de algunas tumbas pertenecientes a una necrópolis de época ibérica en la finca denominada Can Rodon de l’Hort, situada en Cabrera de Mar, una población al norte de Barcelona, y que era propiedad de un familiar. En los años siguientes, entre 1884 y 1887, Rubio de la Serna se dedicó a la excavación y estudio de hallazgos similares, que conservaría en un pequeño museo en su casa de Sant Andreu de Llavaneres. En sus trabajos publicados entre 1884 y 1889 defendió la cronología protohistórica de los descubrimientos y su atribución cultural, que consideraba influida por las civilizaciones del hierro centroeuropeas (Hallstatt y La Tène). Estudios realizados en la segunda mitad del siglo xx han permitido precisar la datación de la necrópolis de Can Rodon de l’Hort, que se situaría entre finales del siglo iv y la primera mitad del III a. C., y relacionarla, junto a otros cementerios (Turó dels dos pins), con el gran oppidum ibérico de Burriac, un poblado ocupado entre los siglos VI y I a. C., que parece haber funcionado como un centro de poder político que vertebró buena parte del territorio litoral situado al norte de la actual provincia de Barcelona. En su actuación, Rubio de la Serna contó con el apoyo y consejo de eruditos catalanes como Josep Brunet i Ballet (1818-1905), Josep Pella i Forgas (1852-1918) y Fidel Fita i Colomer.
También parece importante su vinculación con historiadores como Francesc Carreras i Candi (1862- 1937) y Josep María Pellicer i Pagès (1843-1903), excelentes representantes de los planteamientos y de la variedad de intereses que confluían en la actividad intelectual de la época.
Junto a los trabajos dedicados a Cabrera de Mar, Rubio de la Serna publicó diversos estudios dedicados a sus excavaciones en Vélez-Rubio —en un dolmen donde localizó hachas de piedra y cerámicas (1900 y 1904)— y a las colecciones de otros eruditos (1907), así como algunas disertaciones sobre la Historia Primitiva (1904) y la presencia fenicia en la Península Ibérica (1912). Su obra está marcada por los planteamientos evolucionistas-positivistas propios de la época y por el conocimiento del trabajo de los principales arqueólogos franceses de la época, como Émile Cartailhac, François de Lenormant —a quien consultó sobre sus primeros hallazgos—, Joseph Déchelette, el hispanista Pierre Paris y Salomón Reinach.
Rubio de la Serna defendía la idea de la historia como evolución y, en concreto, proponía el avance autónomo de las primeras comunidades primitivas de la Península hacia la civilización. Sus trabajos e hipótesis parten de la concepción de la Arqueología como una disciplina con un estatuto científico propio, basada en la clasificación rigurosa de la cultura material y en la definición de las cronologías como medios para establecer las relaciones causales entre los hechos; de este modo, sería posible llegar a las leyes que explicaban los fenómenos del pasado. Proponía, también, utilizar las aportaciones de la Antropología y la Geología.
La actuación de Rubio de la Serna se inserta plenamente en el clima cultural y político generado por el desarrollo económico y los cambios sociales que tienen su escenario en la Cataluña de la segunda mitad del siglo XIX. Es en este momento cuando aparecen las primeras iniciativas sistemáticas relacionadas con el estudio y la preservación del patrimonio cultural.
Estas iniciativas fueron impulsadas, de forma preferente, por la sociedad civil mediante asociaciones excursionistas y ateneos que pretendían la recuperación y la divulgación del legado histórico, arquitectónico, artístico y etnográfico como parte de un programa más amplio de regeneración y pedagogía en el que confluían intenciones sociales y propuestas políticas.
Hay que señalar, con todo, que se trataba de iniciativas sólo en cierta forma institucionalizadas.
En primer lugar, se trataba de iniciativas promovidas por instituciones cuya acción se desarrollaba en el ámbito local, del municipio a la comarca, y que se guiaba por intereses diversos, desde la historia y la arqueología hasta el folklore y la religión, pasando por el paisaje entendido como creación cultural. Esta situación presentaba algunas ventajas. La residencia o la vinculación de muchos eruditos con una pequeña población, por ejemplo, permitían la recuperación de gran cantidad de datos de interés marginal para una comunidad científica generalmente poco interesada en el trabajo de campo sistemático. Por otro lado, el carácter fuertemente personal de las iniciativas y la falta de recursos o de apoyo institucional provocaron que la mayoría de actuaciones realizadas fuesen limitadas por su entidad, discontinuas en el tiempo y desiguales por su calidad. Muchas de ellas, por consiguiente, tuvieron una escasa repercusión en el mundo académico.
A esta difusión limitada contribuiría la perspectiva fuertemente local de estos estudios, atentos a destacar la excepcionalidad de los hallazgos sin una adecuada contextualización cultural. Como muestra el caso del propio Rubio de la Serna, las relaciones con las grandes instituciones científicas se establecían, generalmente y en primer lugar, a título personal y no siempre permitían un adecuado intercambio de ideas: sus primeros descubrimientos aparecieron publicados en la prensa diaria de la época y en diversos boletines excursionistas y sólo el intercambio epistolar de Rubio y de Brunet con F. de Lenormant o con el arqueólogo inglés Samuel Birch sirvió para situar los descubrimientos en su contexto histórico. Posteriormente, una parte de los materiales de la necrópolis fue expuesta en la Exposición Universal de Barcelona. Las hipótesis de Rubio de la Serna, al respecto, fueron criticadas duramente por José Ramón Mélida (1889).
Estas iniciativas culturales fueron protagonizadas, además, por individuos desprovistos de la especialización universitaria pertinente, pero que disponían de una formación intelectual adecuada como profesionales (abogacía, medicina), por su relación con la docencia (sacerdotes) o por su extracción social (burguesía o nobleza reciente). Estos individuos tenían, por consiguiente, la capacidad intelectual y la inquietud necesarias para afrontar la tarea; pero también unas motivaciones extra-científicas evidentes, de raíz, a la vez, política y social: por un lado, la afirmación del valor moral de la historia; por otro, la recuperación de un pasado colectivo que se define como componente esencial de un sentimiento nacional. Es interesante notar, en este contexto, cómo algunos protagonistas de la vida política e intelectual catalana, como Josep Puig i Cadafalch (1867-1956), asumieron activamente la tarea de seleccionar y valorar, como expresión de un carácter nacional, ciertas manifestaciones de la arquitectura, el arte o el paisaje; en especial, lo que se concebía como arte indígena prerromano o el arte y la arquitectura románicos.
Ejemplos de una perspectiva y unos intereses semejantes a los de Rubio de la Serna se encuentran en las obras del padre J. Rius, que escribió unas Memorias históricas de la ciudad de Mataró (Mataró, 1866), y en el ya citado J. Pellicer, autor de Estudios Histórico-Arqueológicos sobre Iluro, antigua ciudad de la España Tarraconense (Mataró, 1887); por citar tan sólo a algunos de los eruditos que trabajaron en la misma comarca. A ellos, pueden añadirse C. Pujol i Camps y el sacerdote E. Llanas, que trabajaron en las comarcas del Penedès y Garraf, y a quienes corresponde la primera excavación de una villa romana en Cataluña (El Vilarenc, en Calafell), así como F. Maspons i Anglasell —descubridor del sepulcro de Bigues—, J. Segura —quien excavó la necrópolis de Les Piles—, J. Soler i Palet —excavador de la necrópolis de Tarrasa— y F. de Segarra —excavador del poblado ibérico de Puig Castellar—. Un epígono importante, activo desde la década de 1930, es M. Ribas, impulsor, en Mataró, de un tipo de actividad arqueológica definida por su alcance local y unos planteamientos condicionados por una perspectiva todavía anticuaria. La proyección pública y cultural de estas actuaciones fue muy limitada por su falta de continuidad —se trató, generalmente, de iniciativas puntuales y dictadas por circunstancias especiales, como un descubrimiento—, y por la ausencia de vinculación regular con la administración y el mundo académico.
Obras de ~: Legitimidad de las penas (discurso leído en la Universidad Central de Madrid en el acto de recibir la investidura de doctor en Derecho), Madrid, 1860; “Nous descobriments arqueològichs á Cabrera de Mataró”, en L’Excursionista. Butlletí mensual de l’Associació Catalana d’Excursions Científicas, 71 (1884), págs. 340-342; “Últimas excavaciones en la necrópolis ante-romana de Cabrera de Mataró”, en Butlletí de l’Associació d’Excursions Catalana, 94-95 (1886), págs. 133- 137; “Més monedes y altres objectes de la necrópolis de Cabrera”, en Butlletí de l’Associació d’Excursions Catalana, 104- 106 (1887), págs. 96-105; “Noticia de una necrópolis ante-romana descubierta en Cabrera de Mataró (Barcelona) en 1881”, en Memorias de la Real Academia de la Historia, XI (Cuaderno complementario) (1888), págs. 669-789; “Armas de hierro halladas en la necrópolis ante-romana de Cabrera de Mataró”, en La España Regional, IV (1888), págs. 129- 148; “Antigüedades descubiertas últimamente en Cabrera de Mataró”, en Boletín de la Real Academia de la Historia, XIV-5 (1889), págs. 417-426; Monografía de la villa de Vélez Rubio y su comarca, Barcelona, 1900; Los primeros habitantes de España según la historia y según la arqueología (Discursos leídos en la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona en la recepción pública de D. Juan Rubio de la Serna el día 6 de marzo de 1904), Barcelona, 1904; “El castillo del Marqués de los Vélez y los Fajardo”, en Revista de la Asociación Artístico Arqueológica Barcelonesa, IV (1904), págs. 533-556; “El museo arqueológico del Colegio de Santo Domingo de Orihuela”, en Revista de la Asociación Artístico Arqueológica Barcelonesa, V (1907), págs. 361-377 y 430-444; “La época de La Tène, 2ª del hierro, en Transilvania y en la Península Ibérica”, en Boletín de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, 41 (1911), págs. 39- 48; Ensayo crítico-histórico-arqueológico sobre los fenicios, su poder maríticmo, colonias é influencia civilizadora espacialmente con relación a España, Barcelona, 1912.
Bibl.: A. Verdaguer, “Excursió col·lectiva á Caldetas i á Sant Andreu de Llevaderas, i visita a la Col·lecció de D. Juan Rubio de la Serna (antigüetats ante-romanas de Cabrera)”, en Butlletí de l’Associació d’Excursions Catalana, 74-75 (1884), págs. 231- 245; J. R. Mélida, “Las artes retrospectivas en la Exposición Universal de Barcelona (Continuación). Cerámica”, en La Ilustración Española y Americana, VIII (1889), págs. 127-130; F. Palanques, “Don Juan Rubio de la Serna”, en Heraldo de los Vélez. Periódico Liberal, 28 (1917); J. de C. Serra-Ràfols, “La col·lecció Rubio de la Serna al Museu de Barcelona”, en Gaseta de les Arts, 54 (1926), págs. 3-5; J. Reig-Vilardell, “Rubio de la Serna de Falces y Pelegero, Juan”, en VV. AA., Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, vol. LII, Madrid, Espasa, 1926, págs. 638-639; J. Barberá, “La necrópolis ibérica de Cabrera de Mar (Colección Rubio de la Serna)”, en Ampurias, XXX (1968), págs. 97-150; J. García Roselló, Turó dels dos pins. Necròpolis ibèrica, Sabadell, 1993; J. Remesal, A. Aguilera y L. Pons, Comisión de Antigüedades de la Real Academia de la Historia. Cataluña. Catálogo e Índices, Madrid, Real Academia de la Historia, 2000; J. D. Lentisco Puche, Fernando Palanques Ayén y la sociedad velezana de su tiempo (1863-1929), Vélez-Rubio, 2001; J. Cortadella, “Juan Rubio de la Serna de Falces y Pelegero”, en Pioneros de la arqueología en España. Del siglo XVI a 1912, Zona Arqueológica, 3 (2004), págs. 169-173.
Víctor Revilla Calvo