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Pedro de Aguado

Biografía

Aguado, Pedro de. Valdemoro (Madrid), 16.II.1538 ant. – ¿Cartagena? (Colombia), 1589 post. Misionero franciscano (OFM), es el primer historiador de la región norandina de Suramérica.

Nació en Valdemoro, pueblo próximo a Madrid, y fue hijo de Juan Aguado Nabero y de su esposa Francisca, una familia solariega de dicha población. Fue bautizado en su villa natal el 16 de febrero de 1538 y su partida de bautismo fue publicada por el historiador venezolano Caracciolo Parra. El cronista fray Pedro Simón aseguró que Aguado fue teólogo, matemático e historiador. No consta su formación en ninguna de estas disciplinas, pues se desconoce su formación y su conversión en historiador parece que fue bastante accidental, más que fruto de una vocación. De su biografía se desconoce todo hasta su llegada a América, y concretamente a Colombia, a fines de 1561. Ni siquiera se sabe cuándo, ni dónde, tomó el hábito con el que llegó al Nuevo Mundo. Cuando volvió a la Península en 1575 se alojó en el convento que la Orden tenía en Madrid, lo que impide rastrear posibles estudios.

Quizá fuera éste su convento matriz, pero no hay ningún dato que lo corrobore. En 1561 llegó al Nuevo Reino de Granada con un grupo de cincuenta misioneros franciscanos que acompañaban a fray Luis Zapata de Cárdenas, obispo y reformador de la orden en el Perú. Zapata dejó siete religiosos en Cartagena, uno de los cuales fue fray Pedro, enviado inmediatamente al interior. El 12 de junio de 1562 estaba ya en Santa Fe, lo que demuestra que prácticamente venía designado para ir de inmediato a la capital neogranadina.

Junto con sus hermanos fue enviado a las doctrinas de los indios chibchas o mwiskas, que habitaban en los altiplanos cundiboyacenses. Su prueba de fuego la hizo en la doctrina de Cogua, un pueblo cercano a la capital santafereña, donde fundó dos iglesias y trabajó en la conversión de los naturales. Estuvo luego en Nemeza y Peza, completando los dos años en encomiendas de Luis López Ortiz. Después pasó a las de Zipaquirá y Pacho, que eran de Juan Ortega, no lejos de las anteriores. Posteriormente estuvo unos días en Chocontá, en Bosa y en los Panches de Tocaima, esta última muy diferente de las anteriores, pues pertenecía a una cultura karib. Fray Pedro fue elegido dos veces guardián del convento de Santa Fe, cuya casa e iglesia construyó en gran medida y lo mismo en el convento de su Orden en Tunja.

En 1573 fue elegido provincial de la orden de Nueva Granada. Coincidió con el momento en que decidió emprender su obra histórica, aunque nada tuvo que ver con lo anterior. Su gran obra es conocida como la Recopilación Historial, y vino a ser en síntesis del descubrimiento, conquista y colonización españoles desarrollados en la región norandina: Santa Marta, Venezuela y el Nuevo Reino de Granada.

Se trataba de un libro que había emprendido un religioso de su orden, fallecido de forma imprevista.

Fray Pedro Aguado nos lo explica con estas sencillas palabras: “porque un religioso de mi orden, que se llamaba fray Antonio Medrano había comenzado este trabajo, por cuya muerte se quedará por salir a la luz”. Efectivamente, la Recopilación había sido iniciada por Antonio Medrano, de quien se sabe menos aún que de fray Pedro. Tan sólo nos consta que era franciscano y muy vinculado a los primeros conquistadores, cuyas hazañas y andanzas le parecieron dignas de ser escritas. Amigo del mariscal Gonzalo Ximénez de Quesada, descubridor y conquistador del Nuevo Reino, le acompañó a su última aventura a El Dorado, el que suponía escondido en los llanos, pensando que iba a poder recogerla íntegramente, pero salió bastante malparado el año 1572, y apenas le quedó vida para llegar hasta un pueblo de cristianos, donde expiró. La jornada había costado tres años de esfuerzos y la vida de doscientos cincuenta españoles y casi mil quinientos indios. Fray Pedro Aguado se encontró entonces con la historia escrita por su colega difunto y decidió continuarla, empeño en el que enterraría el resto de su vida.

Por otro franciscano y también cronista, fray Pedro Simón, se sabe que el padre Medrano escribió prolija y documentadamente sobre la conquista de Venezuela y Colombia, pero ni él, ni nadie, nos ha dejado constancia de por dónde iba historiando Medrano, cuando le sobrevino la muerte. ¿Por la expedición de Spira? ¿Por el encuentro de las tres huestes en Bogotá? ¿Por el regreso de Benalcázar Popayán? ¿Por la instalación de la Audiencia santafereña? El único que lo sabía era fray Pedro de Aguado, que no lo precisó, poniendo al lector en el dilema de averiguarlo.

Antes al contrario, hizo cuestión personal de que nadie lo averiguara, pues le pareció que desmeritaba su trabajo y logró conseguirlo. Escribió una y otra vez el empalme y las referencias y logró hacer prácticamente una sola obra unificada. Su trabajo le costó, como nos dijo: “No quiero tampoco que deje de entender la mucha parte que tengo, si tengo que decir verdad, en el trabajo de este reverendo padre, pues no me costó a mi poco, al principio, despertar muchas cosas y recopilar otras, para hacer de todas ellas un cuerpo y un discurso”. El resultado de este esfuerzo es una verdadera obra escrita por dos autores aparentemente iguales, y sin que pueda advertirse el escalón donde termina uno y empieza el otro. El asunto es especialmente grave para un historiador, obligado a apreciar diferencias esenciales entre unas crónicas de principios y de finales del siglo xvi. Por si todo esto fuera poco, fray Pedro de Aguado añadió otro problema que fue la consulta a otras obras históricas.

Tal es, por ejemplo, la realizada al manuscrito de Francisco Vázquez titulado Jornada de Omagua y Dorado que debió hacer Aguado y no Medrano.

Aguado debió avanzar mucho en su Recopilación durante los años 1573 y 1574, cuando fue elegido provincial de su Orden en capítulo presidido por fray Luis Zapata, aunque no descuidó sus obligaciones, recordando a los encomenderos sus obligaciones en el adoctrinamiento de los indios. El 2 de noviembre de 1574 fue elegido por sus hermanos procurador de la Orden para ir a España y solicitar al Consejo de Indias algunas mercedes. Partió para España a principios de 1575 y se ocupó de los menesteres para los que había sido nombrado. Pidió veinte religiosos más para la provincia neogranadina; que los religiosos se instalaran obligatoriamente en los pueblos de los naturales; que no se permitiera la intromisión de los encomenderos en la designación de los beneficiados para las doctrinas; que se autorizara enterrar gratuitamente a los indios en los cementerios de los monasterios, etc.

Pronto surgieron problemas de envidias (Aguado dijo generosamente que vinieron de “un religioso que pretende ser prelado”) y dejó de ser provincial y apoderado de la Orden. Solicitó el regreso al Nuevo Reino, pero se le fue postergando, lo que le permitió dedicar más tiempo a la Recopilación. Realmente fueron unos años decisivos para la obra.

Hacia 1579 la Recopilación Historial estaba lista para ser presentada al Consejo de Indias y demandar su licencia de impresión. Constaba de dos partes. En septiembre de 1581 y julio de 1582 obtuvo permiso para imprimir su manuscrito, aunque muy mutilado. Posiblemente hizo algunas gestiones para la impresión, pero finalmente la dejó pendiente para volver a América, donde pesaba escribir un complemento a todo el Compendio.

Marchó a América con una copia del manuscrito y dejó en España otra. La copia americana se perdió totalmente, aunque el cronista fray Pedro Simón alcanzó a ver una parte de ella en 1620, pero la copia española tuvo mejor fortuna. La vio Garcilaso de la Vega en una casa impresora de Córdoba y la citaron luego algunos bibliógrafos que la hallaron en algunas bibliotecas como la de Juan de Saldierna y del conde duque de Olivares, donde se perdió su rastro hasta que apareció en manos de Juan Bautista Muñoz, cuya colección fue a parar a la Academia. Allí lo vio el coronel colombiano Joaquín Acosta en 1845. De la Recopilación Historial de Aguado quedaron sólo dos copias en España. Una se encuentra en la Real Academia de la Historia y consta de dos volúmenes, que son los tomos 68 y 69 de la Colección Muñoz. La otra copia está en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid y son cuatro volúmenes que también proceden de la antigua colección Muñoz (antiguos tomos 23 a 26). Fue una copia ordenada por Muñoz de los manuscritos anteriores. La Recopilación cubre la historia de Santa Marta y del Nuevo Reino de Granada durante el período entre 1524 y 1569, que tenía ya redactada para 1575 cuando fue a España, y una segunda parte que es la relativa a la provincia de Venezuela, incluida la historia de Trinidad y la fundación de Cartagena de Indias, que debió de escribir mientras permaneció en Madrid.

En 1906 la Real Academia de la Historia decidió editar los nueve libros primeros de la obra, titulada Recopilación Historial, y con una introducción de Eduardo Posada. No fue una edición muy feliz, y su título fue aún más infortunado, pero con él se publicó por vez primera: Primera parte de la Recopilación historial resolutoria de Santa Marta y Nuevo Reino de Granada de las Indias del Mar océano, en la cual se trata del primer descubrimiento de Santa Marta [...] Siete años después, los venezolanos editaron la segunda parte (1913) con el título Historia de Venezuela. Finalmente la Real Academia hizo la primera edición completa a cargo de Jerónimo Becker en 1917 y 1919, que consta de dos grandes partes; Historia de Santa Marta e Nuevo Reino de Granada, y Historia de Venezuela.

Por lo que respecta a fray Pedro de Aguado se conoce poco más de él. Volvió a Santa Fe en 1583 después de haber estado ocho años en España y vivió en el convento de la capital. En 1589 vivía en Cartagena, pues figura como comisario de la orden en dicha plaza en una carta de recomendación al gobernador Lodeña. Debió morir poco después.

 

Obras de ~: Recopilación historial (eds. de Recopilación Historial, Bogotá, Academia Colombiana de la Historia, 1906; Historia de Venezuela, Caracas, 1914; Historia de Santa Marta y Nuevo Reino de Granada, Real Academia de la Historia, con prólogo, notas y comentarios de Jerónimo Becker, Madrid, 1916-1917, 2 vols.; Historia de Venezuela, con prologo, notas y apéndice por Jerónimo Becker, Madrid, Real Academia de la Historia, 1918-1919; Historia de Santa Marta y Nuevo Reino de Granada, Madrid, Espasa, 1930).

 

Bibl.: J. Becker, “Introducción” a la primera y segunda parte de la Historia de Santa Marta y Nuevo Reino de Granada de fray Pedro de Aguado, Madrid, Real Academia de la Historia, 1916-1917, 2 vols.; E. Otero D’Acosta, “Fray Pedro Aguado”, en Boletín Historial, t. 1, n.º 12 (abril de 1916); A. López, OFM, “Fray Pedro Aguado, historiador de Venezuela y de Colombia”, en Archivo Ibero-Americano, Madrid, t. VIII, n.º 46 (julio-agosto de 1921); C. Parra, Analectas de la Historia Patria, Caracas, Ed. Sur América, 1930; G. Otero Muñoz, “Fray Pedro Aguado”, en Boletín de Historia y Antigüedades (BHA), XXI, n.º 243, Bogotá, (agosto de 1934); E. Otero Acosta, “Alabanza de fray Pedro de Aguado”, en BHA, t. XXXIII, n.º 383-384, Bogotá, (septiembre- octubre de 1946); G. Morón, Biografía de fray Pedro de Aguado, Madrid, Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo, 1954; O. Falls-Borda, “Fray Pedro Aguado, The forgotten Chronicler of Colombia and Venezuela”, en The Americas, Washington, vol. X, abril de 1955; “Odyssey of a Sixteennth Century Document: Fray Pedro Aguado’s. Recopilacion Historial”, en Hispanic American Review, vol. XXXV, n.º 2 (mayo de 1955); J. Friede, “New Documents on fray Pedro Aguado”, en The Americas, Washington, vol. XI, n.º 6 (1955); G. Morón; Los cronistas y la Historia, Caracas, Ministerio de Educación, 1957; P. de aguado, Recopilación Historial de Venezuela, Caracas, Academia Nacional de Historia, 1963, 2 vols.; D. Ramos, Consideraciones acerca de Fray Pedro de Aguado a propósito de una replica poco meditada del Sr. Friede, Madrid, 1968; M. T. Vaquero de Ramírez, Fray Pedro de Aguado: lengua y etnografía, Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1981; J. H. Borja Gómez, Retórica de la Tiranía o cómo se escribía una crónica en el siglo xvi. Los indios medievales de Fray Pedro de Aguado, Bogotá, Instituto Colombiano de Antropología, 2002.

 

Manuel Lucena Salmoral