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Alejandro María de Aguado y Remírez de Estenoz

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Biografía

Aguado y Remírez de Estenoz, Alejandro María de. Marqués de las Marismas del Guadalquivir (I), vizconde de Monterrico (I). Sevilla, 28.I.1785 – Gijón (Asturias), 12.IV.1842. Mecenas, militar y banquero.

Hijo de Alejandro Aguado y Angulo, segundo conde de Montelirios, natural de Sevilla, y de María Remírez de Estenoz y Herrera, de familia con importantes vínculos en La Habana. Descendían los Aguado de una familia originariamente establecida en Corella. Se casó con María del Carmen Victoria Moreno, también sevillana, con quien tuvo tres hijos: Alejandro, Olimpio y Onésimo.

El 26 de febrero de 1799 se incorporó como cadete en el regimiento de Jaén de donde paso al Batallón de Voluntarios de Sevilla nº 4. Después de haber prestado servicios en distintas plazas participó como sargento mayor en la batalla de Tudela el 23 de noviembre de 1808 y regresó a la capital andaluza.

Por influencia de su tío Gonzalo O’Farrill y Herrera, entonces ministro de Guerra de José I, se alistó en las filas bonapartistas del mariscal Soult, quien lo incorporó a su Estado Mayor como edecán. Participó en la conquista de Badajoz al mando del Regimiento de Lanceros Españoles y en la batalla de Albuera el 16 de mayo de 1811. Más tarde fue nombrado comandante militar del condado de Niebla. En 1812, ya como coronel de las fuerzas napoleónicas, siguió la suerte del mariscal en su retirada a Francia. Tras unos meses en Burdeos, rechazó la propuesta de Soult de asumir la gobernación de Martinica y se instaló en París.

Con la ayuda de sus familiares desarrolló diferentes empresas que iban desde la importación de productos agrícolas de su Andalucía natal a la fabricación y venta de perfumes y aguas de colonia. Esto le permitió en pocos años incrementar notablemente su patrimonio. En 1816, comenzó a realizar operaciones bursátiles que le dieron cierto renombre en los círculos financieros de París, y se asoció en 1824, con los banqueros Fould y Pereire.

Ante las dificultades surgidas en el cumplimiento del empréstito contraído por la Regencia española con la casa Guebhard, un nuevo ministro de Hacienda, López Ballesteros, encaró la reorganización de los pagos y consiguió que en el año 1824 el banquero Aguado se hiciera cargo de la gestión de la deuda.

Tuvo también activa participación en la obtención de los cuarenta millones de reales necesarios para la reconversión del Banco de San Carlos que pasó a llamarse Banco Español de San Fernando y posteriormente Banco de España. Ya una potencia financiera de primer orden, Aguado se convirtió en agente financiero de España en París, donde celebró un empréstito el 1 de octubre de 1828 por trescientos millones de reales. Participó en la refinanciación de la deuda con Holanda por otros quinientos cuarenta millones y cerró un nuevo empréstito el 25 de enero de 1830 por trescientos diecinueve. Rodeado de obstáculos y superando fuertes campañas periodísticas que entorpecían su gestión logró regenerar el crédito de España tanto en París como en otras capitales de Europa.

En el año 1831, cedió su casa de Banca a los señores Ferrere, Lafitte y Cía, y a los banqueros Rotschild su participación en un importante empréstito a Grecia para dedicarse, a partir de entonces, a promover todo tipo de actividades culturales y artísticas. En dicho año, viajó a Madrid junto con el compositor Giussepe Rossini, instándole durante el viaje a componer su Stabat Mater. Ambos fueron agasajados con una gran recepción por parte de los Reyes. Fue socio comanditario de la Ópera de París, ampliando su mecenazgo al campo del arte lírico y el ballet.

Rossini fue un asiduo visitante de la suntuosa residencia de Aguado en Evry, en las cercanías de París, y de donde el mecenas fue alcalde desde 1831 hasta su muerte. Allí, el gran compositor escribió sus óperas El conde Ory y Guillermo Tell. Su domicilio en París, Rue Grange Batelerie nº 6, fue uno de los más activos salones de la ciudad y poseía una de las principales galerías privadas de pintura y escultura de Francia, entre las que se destacaban treinta y dos obras de Murillo, catorce de Velázquez, cuadros de Rafael, Rembrandt, Caravaggio, Rubens y otros reconocidos artistas de las distintas escuelas europeas.

Participó en numerosas empresas comerciales y de acuerdo a la Real Orden del 11 de julio de 1829 se le hizo entrega de las obras de desagüe y desecación de las marismas del Guadalquivir. En 1831 y por real cédula obtuvo —en sociedad con Javier de Burgos, Gaspar de Remisa y el marqués de Casa de Irujo— por el término de ochenta años la concesión del Canal de Castilla. También recibió por Real Decreto del 24 de febrero de 1825 un total de cincuenta y dos concesiones mineras que incluían explotaciones de oro, plata, plomo, mercurio y hierro.

En 1836 adquirió las bodegas Chateau Margaux, una de las cuatro denominaciones de origen del Haut Medoc, propiedad que quedó en poder de la familia Aguado hasta 1879.

Fundó la sociedad Aguado Muriel y Cía. encargada de la explotación de minas de carbón en Asturias y siguiendo ideas que años antes proyectara el ilustrado político y pensador Gaspar de Jovellanos participó activamente en la construcción de la carretera carbonera de Langreo a Gijón. Con este motivo en 1842 viajó a Oviedo. Los carruajes en que viajaban desde Francia Aguado y su comitiva fueron detenidos por una tempestad de nieve en el puerto de Pajares, lo que hizo que los pasajeros siguieran a pie unos kilómetros hasta encontrar un refugio. Continuaron hacia Oviedo donde Aguado recibió un extraordinario agasajo por la Sociedad Económica de Amigos del País. Tras permanecer tres días en la capital del Principado, siguió a Gijón, donde murió de un ataque de apoplejía.

Dejó una fortuna estimada en sesenta millones de francos, nombrando en su testamento como primer albacea, heredero de sus alhajas y condecoraciones personales, así como tutor de sus dos hijos menores, al libertador de Argentina, Chile y Perú, José de San Martín.

A lo largo de su vida fue objeto de numerosas distinciones. El rey Fernando VII le concedió —el 10 de abril de 1829— el título de marqués de las Marismas del Guadalquivir, con el vizcondado previo de Monterrico.

También le fueron concedidas la Gran Cruz de la Real Orden de Carlos III, y la Gran Cruz de la Orden Americana de Isabel la Católica. Además, fue nombrado caballero de la Legión de Honor y comendador de la Orden del Salvador de Grecia.

De él nos dice Gregorio Marañón: “Era, Alejandro Aguado, el gran banquero español, árbitro de las finanzas en París, en el gran París de entonces, centro del Universo. Su lujo, sus casas, sus coches, sus colecciones, eran el asombro de la gran ciudad. El último parisién le conocía y le envidiaba”.

Sus restos descansan en el cementerio Père Lachaise de París.

 

Bibl.: Notice, Notice sur les mines d’Espagne notamment sur celles dont Sa Majesté Catholique a fait la cession á M. A. Aguado, París, Delounay, 1825; Catálogo, Catalogue des tableaux des ecoles espagnoles, italiennes, flamande, hollandaise, allemande, exposés dans la galerie du Marquis de las Marismas, París, Imprenta de Paul Dupont, 1841; N. Pastor Díaz, Galería de Españoles célebres contemporáneos, Madrid, Sanchiz-Ignacio Boix, 1841-1843; F. Cortínez y Marube, Un Sevillano en Paris, Madrid, 1918; J. Pacífico Otero, Historia del Libertador don José de San Martín, Buenos Aires, 1932; N. Rivas Santiago, Luis López Ballesteros, Gran Ministro de Fernando VII, Madrid, 1945; L. Karduner, Alejandro Aguado El Bienhechor, Buenos Aires, 1953; VV. AA., Discursos [homenaje a A. M. de Aguado], Buenos Aires, Instituto Judío Argentino de Cultura, 1957; F. Suárez (intr.), Documentos del reinado de Fernando VII, Pamplona, Ediciones Universidad de Navarra, 1970; A. M.ª Berazaluce, Sebastián de Miñano y Bedoya, Pamplona, Ediciones Universidad de Navarra, 1970; J. L. Arrese, Colección de Biografias locales, Corella, 1977; J. Gauchet, Alexandre Aguado d’après les historiens argentins et espagnols, Paris, 1997; Direction des Musée, Aguado Olympe, Expositions Strasbourg, 1997; A. R. Puente, Alejandro Aguado. Militar, banquero, mecenas, Madrid, Edibesa, 2007.

 

Diego Martín Benson