Agila I. Flavius Agila Rex. ?, p. t. s. VI – Mérida (Badajoz), 18-31.III.555. Rey de España (549-555).
Agila sucedió en la realeza goda a Teudiselo en los últimos días de diciembre del 549. Desgraciadamente nada se sabe de sus orígenes familiares, ni si quiera resulta factible una hipótesis verosímil a partir del análisis onomástico, como en el caso de otros reyes godos. De su antecesor, Teudiselo (548-549), se ha supuesto con alguna base su pertenencia al nobilísimo linaje greutungo de los Amalos, incluso que fuera el sobrino-nieto de Teodorico el Amalo de igual nombre. El asesinato de Teudiselo en Sevilla sin duda fue el resultado de una conjura en la que debió participar una gran mayoría de la nobleza goda, por lo que parece lógico suponer que el nuevo rey, Agila, perteneciera al número de los nobles conjurados.
Desde el gran desastre de Vouillé (507) el reino godo había estado controlado por gentes vinculadas a Teodorico el Amalo, y hasta pertenecientes a ramas del gran linaje greutungo de los Amalos que habían participado en la etnogénesis ostrogoda liderada por aquél. Sin duda que ello había supuesto una humillación y grave pérdida de poder para la antigua nobleza vinculada al linaje de los Baltos que habían creado el gran reino godo de Tolosa en el siglo v.
Una nobleza visigoda castigada duramente por la derrota de Vouillé, la posterior guerra civil entre los partidarios de Gesaleico y la independencia visigoda y los que lo eran de situarse bajo la protección del poderoso Teoderico, suegro del derrotado y fallecido Alarico II, y la pérdida de la mayor parte del territorio galo del antiguo reino, donde se encontraría lo principal de sus posesiones fundiarias. Según Isidoro de Sevilla la causa de la conjura contra Teudiselo fue la compraventa por el rey de los matrimonios de un buen número de nobles. Lo que sin duda denota una falta de confianza del rey en muchos de ellos y la necesidad de vincularlos a él por medio de matrimonios forzados. En esas circunstancias el asesinato de Teudiselo pudiera interpretarse como una reacción de esa nobleza visigoda humillada por la prepotencia Amala y ostrogoda durante casi medio siglo. Lo que resulta más difícil de saber es si el nuevo rey Agila era uno de los conjurados o, por el contrario, su promoción se debió a que representaba la continuidad de la política “ostrogoda”. La historia inmediata parece apuntar más bien a esta segunda posibilidad.
A los pocos meses de su promoción Agila tuvo que enfrentarse a la rebelión de Córdoba. Aunque tradicionalmente se ha interpretado ésta en términos de oposición a la dominación goda, lo cierto es que existen decisivos testimonios epigráficos del establecimiento de nobles godos en las tierras cordobesas desde antes del 507. De tal forma que en la rebelión e intento autonomista de Córdoba sería posible ver la confluencia de los intereses entre su poderosa aristocracia municipal hispanorromana y la nobleza visigoda allí asentada frente a la continuidad de la prepotencia Amalo-ostrogoda. En todo caso lo seguro es que el ataque de Agila a Córdoba se saldó con una sonora derrota. En la lucha murió el mismo hijo del rey y todo el tesoro real, con las insignias propias de la realeza visigoda, cayó en poder del enemigo. Esto último suponía la imposibilidad de reclutar nuevas tropas en un futuro inmediato. Además, la derrota se interpretaría de inmediato en términos religiosos por la profanación del gran santuario cordobés de San Acisclo, situado extramuros de la ciudad.
La derrota cordobesa supuso también para Agila la pérdida del rico valle bético, teniendo que marchar a refugiarse en la más segura Mérida, territorio donde estarían enraizados nobles godos más seguramente vinculados a su persona y causa, algunos de ellos tal vez pertenecientes al linaje Amalo, como sería el caso de la familia del posterior rey Witerico (603-610).
Y lo cierto es que al poco en Sevilla se proclamó rey Atanagildo, miembro de una nobilísima familia goda, muy posiblemente perteneciente al linaje de los Baltos.
¿Representaba la usurpación de Atanagildo la respuesta de la vieja nobleza visigoda a los últimos tiempos de prepotencia Amala y ostrogoda? No es posible dar una respuesta segura. Aunque favorece el sí la alianza del usurpador con los bizantinos que se encontraban inmersos en una lucha a muerte en Italia con unos reyes ostrogodos vinculados familiarmente al rey Teudis (fallecido en 548) y, por tanto, a esa aristocracia guerrera ostrogoda dominante en España. Esa alianza fue el resultado de que Atanagildo se sentía aislado en la Bética y en el terreno militar claramente inferior a su oponente; lo que concuerda muy bien con la idea de la prepotencia ostrogoda en el ejército godo en la Península desde el desastre del 507.
Justiniano no perdió la nueva ocasión de sacar provecho de las disputas intestinas de un reino germánico occidental, como había hecho antes en el caso de los vándalos y ostrogodos. El ejército expedicionario imperial, llegado a la Península a finales de la primavera del 552 impidió la derrota de Atanagildo, a pesar de lo limitado de sus fuerzas. Es más, con su ayuda Atanagildo desbarató una ofensiva de Agila sobre Sevilla. En los años sucesivos la situación se mantuvo estable, lo que no dejaba de ser beneficioso a la larga para los intereses finales bizantinos, que no podían ser otros que acabar con la existencia del reino visigodo. Por eso, cuando con la guerra en Italia prácticamente acabada arribara a la Península un nuevo cuerpo expedicionario bizantino a principios del 555 decidido a establecer un dominio permanente, los nobles godos que apoyaban a Agila optaron por asesinarle en su cuartel general de Mérida en marzo del 555, reconociendo como rey a Atanagildo y uniendo sus fuerzas en la común lucha contra los imperiales.
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Luis Agustín García Moreno