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Mario Roso de Luna

Biografía

Roso de Luna, Mario. Logrosán (Cáceres), 1872 – Madrid, 1931. Escritor, abogado, arqueólogo, astrónomo, ocultista, filósofo, teósofo.

Doctor en Derecho en 1894 y licenciado en Ciencias Físico-Químicas en 1901. Su auténtica vocación fue la astronomía: descubrió un cometa el 5 de julio de 1893 antes que Rordame (Estados Unidos) y de Quenissett (Francia), por lo cual le nombraron caballero de Isabel la Católica. Publicó El Kinethorizon, instrumento de astronomía popular dedicado al rey Alfonso XIII (1894) y le nombraron caballero de Carlos III (1895). En años posteriores también saltó a la prensa por señalar estrellas temporarias (“novas”) antes que observatorios y astrónomos afamados.

Ejerció durante once años la profesión de abogado en Cáceres, pero siguió una infatigable labor autodidacta que le llevaría en 1902 a publicar Preparación al estudio de la Fantasía humana bajo el doble aspecto de la realidad y del ensueño, obra elogiada por Gumersindo de Azcárate. En 1896, con veintitrés años, era delegado especial de la Cruz Roja en la provincia de Cáceres, y fue honrado con la Medalla de Oro. Viajó a París y otras capitales europeas donde impartió clases de Lengua y Literatura Españolas y de Matemáticas.

Publicó en 1897 en colaboración con Miguel de Toro y Gómez el Diccionario Enciclopédico de la Lengua Castellana.

Fue nombrado académico correspondiente en Cáceres, y desde entonces, 1897, hasta 1913 publicó en el Boletín de la Real Academia de la Historia (BRAH) treinta trabajos entre los que destacan: “Medicina en proverbios de Rieros Sorapán”, “Biografía del polígrafo extremeño D. Julián de Luna”, “Losa sepulcral de Solana de Cabañas” y otros muchos, donde daba cuenta del descubrimiento de ruinas, lápidas, inscripciones, y citanias que merecieron elogios de Pierre París en sus Antigüedades ibéricas y de Menéndez Pelayo en su Heterodoxos españoles, así como los conocidos arqueólogos alemanes Schülten y Hübner. Las excavaciones eran costeadas por él mismo.

Hay que destacar “La escritura ógmica en Extremadura” como primera aportación española a las investigaciones que el inglés Rivett Carnac hacía en España y demás regiones de la Tierra (1904). Este mismo autor le felicitará por el estudio “¿Atlantes extremeños? Simbolismos arcaicos de Extremadura”, publicada en Nuestro Tiempo (junio de 1909) que le supuso ser nombrado correspondiente de la Societé Royal d’Archeologie de Bruxelas (1906).

En 1911 los trabajos arqueológicos anteriores le llevaron a intentar una trascripción del códice cortesiano en su estudio “La ciencia hierática de los mayas”, que publicó ese año el BRAH, y en cinco extensos informes dados a la RAH acerca de los Tuatha de Danand, misterioso pueblo de la Galicia prehistórica irlandesa, establece una vinculación entre Irlanda y Galicia con su estudio “Los números gaedhélicos y los orígenes del alfabeto”. También publicó y utilizó en sus libros sobresalientes descubrimientos de arqueología del Bierzo con inscripciones romanas, una talla templaria en Cacabelos, los templarios, etc. Fue aquí donde se inició el camino que describe en su libro más conocido El tesoro de los lagos de Somiedo.

Muchos amigos le insistían en que dejara su devoción por los estudios en clave ocultista y siguiera por la senda científica convencional que, sin duda, le podría llevar aún a mayores éxitos, pero fue en vano.

No le importó ser conocido como “El Mago Rojo de Logrosán”, acróstico de su propio nombre, porque este fue el título que puso a un libro de carácter autobiográfico en 1917. Se calificó como “teósofo y ateneísta” siendo, en efecto, miembro destacado del Ateneo de Madrid, donde trató a figuras importantes de la época, como Unamuno o Valle-Inclán, fue cargo directivo en ocasiones y donde impartió conferencias y cátedras de arqueología primero, pero totalmente dirigidas a la Filosofía Oriental a partir de su vuelta de América, donde estuvo visitando centros teosóficos en sustitución de Annie Besant, presidente de la Sociedad Teosófica a la que él pertenecía desde 1902.

Fue el teósofo más conocido y polémico hasta el fin de su vida, y aunque lo mantuvo en un segundo plano, en enero de 1917, de la mano de Martínez Barrio, fue iniciado en Sevilla en la Masonería. Tradujo y comentó varias obras de la fundadora de la teosofía moderna, H. P. Blavatsky, dando lugar a una Biblioteca Blavatskyana y otros libros más originales que agrupó en la Biblioteca de las Maravillas. Se atrevió a aplicar la doctrina teosófica a la música (Wagner, mitólogo y ocultista), la sexología (Aberraciones psíquicas del sexo), las tradiciones y libros populares como Las mil y una noches (El velo de Isis), el totalitarismo (La Humanidad y los Césares), los mitos precolombinos (La ciencia hierática de los mayas) y el folklore español (El libro que mata la muerte).

Por esto se llama etapa positivista o científica a la primera por su dedicación especial a estudios académicos universitarios y por sus investigaciones en el campo histórico-arqueológicos, en psicología, astronomía y otras ciencias. Abarca desde que aparece publicado su primer artículo (1892) hasta su asentamiento definitivo en Madrid en 1904, dos años más tarde de haberse inscrito en la Sociedad Teosófica de Adyar.

En la etapa teosófica, punto culminante de su producción literaria y, en algunos aspectos, de su propia vida que siempre fueron al unísono, hizo un esfuerzo permanente para aunar la doctrina tradicional del esoterismo con la ciencia de su tiempo, llevando a sus libros con excesiva frecuencia el léxico teosófico, lo cual generaba cierto rechazo en buena parte de lectores que de entrada podían encontrarlos interesantes.

De 1917 a 1925 publica once volúmenes.

Desde 1925 se aprecia cierto desinterés por publicar, ya que no por escribir, hasta 1929 en que inicia los tres últimos años de su vida ocupado en pleno proceso creativo, distante de anteriores inquietudes y envuelto en un sin fin de actividades centradas en el Ateneo Teosófico por él fundado y giras de conferencias por toda España. Sería la etapa filosófica. Como “Apuntes de un filósofo” subtitula y termina en octubre de 1931 El Tíbet y la Teosofía, editado fragmentariamente entre El Loto Blanco y Dharaná; y unos días más tarde murió.

En una conferencia pronunciada el 21 de diciembre de 1923 en la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación identificó la teosofía con “la filosofía bien entendida”, pues no otra cosa que libertad de pensamiento y actitud respetuosa, pero crítica es lo que él venía reivindicando hasta la saciedad.

Como periodista se pueden distinguir varias etapas que van pasando por la redacción de apuntes académicos, artículos para revistas de Logrosán y Vinaroz, donde nació su padre, juegos, etc., a trabajos jurídicos y, sobre todo, como se ha visto, de arqueología, historia y temas extremeños. Un punto nuclear fue cuando apareció la teosofía en su vida y el despliegue que hizo como periodista en Madrid a partir del traslado de su familia, tras la muerte de su padre, en 1904. Fue redactor contratado por El Globo y luego por El Liberal, pero ya estaba preparando sus libros dedicados a difundir desde distintos puntos de vista la doctrina teosófica. Tuvo tiempo para dirigir la revista La Ciudad Lineal, órgano de la empresa de Arturo Soria, pero éste fue su momento álgido como autor, centrado aún más en la teosofía a partir de su vuelta de América. En la década de 1920 continuó como periodista dedicado a resumir publicaciones extranjeras en la revista Por Otros Mundos y en La Esfera y a reseñar actos y libros frecuentemente firmando con seudónimos como el de “Un repórter”. Muchos de sus trabajos —sesenta y siete— aparecieron en la Revista de Extremadura (Cáceres, 1898-1911).

Colaboró en otras muchas revistas de carácter esotérico, de difusión no tan efímera como su casi absoluta desaparición de las bibliotecas españolas podría hacernos creer. Publicó en Sophia (Madrid) veinte artículos desde 1903 a 1912, y otros treinta y cuatro en La Verdad (Argentina), de 1807 a 1912, veintiocho en El Loto Blanco de Barcelona a partir de 1917. La revista Hesperia fue, por el contrario, una experiencia que llevaba con su hija Sara y que duró de noviembre de 1921 al n.º 40-41 de febrero-marzo de 1925. También aparece su pluma en dos publicaciones sevillanas de orientación teosófica, Zanoni y Vida y Ciencia, y en dos de carácter espiritista, aunque él rechazaba el espiritismo, Luz del porvenir (Valencia y Barcelona) y Lumen (Tarrasa).

Más de seis mil documentos, fotografías y originales se conservan en el archivo que lleva su nombre y que se puede consultar en el Ateneo de Cáceres.

 

Obras de ~: La ciencia hierática de los mayas, Madrid, Pueyo, 1911; La Humanidad y los Césares, Madrid, Pueyo, 1911; El tesoro de los lagos de Somiedo, Madrid, Pueyo, 1916; Don Roberto Frassinelli. El alemán de Corao. Libro de bitácora de mis viajes por Asturias, c. 1912 (inéd.); La magia y la escritura, c. 1916 (inéd.); De gentes de otro mundo, Madrid, Pueyo, 1917; La Dama del ensueño, Madrid, Pueyo, 1918; Páginas ocultistas y cuentos macabros, Madrid, Pueyo, 1919; El libro que mata a la muerte o libro de los jinas, Madrid, Pueyo, 1921; Hacia la Gnosis, Madrid, Pueyo, 1921; En el umbral del misterio, Madrid, Pueyo, 1921; Simbología arcaica, Madrid, Pueyo, 1921; El velo de Isis o las Mil y una noches ocultistas, Madrid, Pueyo, 1923; De Sevilla al Yucatán, Madrid, Pueyo, 1924; Por el reino encantado de maya, Madrid, Ciencia Natural-Pueyo, 1924; Una mártir del siglo XIX: H. P. Blavatsky, Madrid, Hesperia, 1924; La Esfinge, Madrid, Hesperia y Pueyo, 1925; Del árbol de las Hespérides, Madrid, Pueyo, 1929; Simbolismo de las religiones del mundo, Madrid, Pueyo, 1929; Aberraciones psíquicas del sexo o El Conde de Gabalis, Madrid, Morata, 1929.

 

Bibl.: M. Méndez Bejarano, Historia de la Filosofía en España, Madrid, Renacimiento, 1928; F. Sánchez-Dragó, Gárgoris y Habidis. Una historia mágica de España, Madrid, Hyperión, 1978, 4 vols., t. I, págs. 51, 67, 71, 93, 107, 113, 139, 144, 151, 163 y 207-208; t. II, págs. 53, 55-56, 223, 235, 244, 256 y 259-260; t. III, págs. 164-165; t. IV, 40, 122, 124, 165-166 y 168-169; A. López de Zuazo Algar, Catálogo de periodistas Españoles del siglo xx, Madrid, Universidad Complutense, 1981, pág. 532; E. Cortijo, Mario Roso de Luna. Teósofo y ateneísta, I. C. El Brocense, Cáceres, 1982; R. Carnicer, Las Américas peninsulares, Viaje por Extremadura, Espejo de España, Barcelona, Planeta, 1986; Mario Roso de Luna. Estudios y opiniones, Cáceres, Ed. I.C. El Brocense, 1989; “M. Roso de Luna y los ideales de la revolución francesa”, en Masonería, Revolución y Reacción, vol. II, Zaragoza, Centro de Estudios Históricos de la Masonería Española (CEHME), 1990, págs. 793-818; M.ª P. Celma Valero, Literatura y Periodismo en las Revistas de Fin de Siglo. Estudio e índices (1888-1907), Madrid, Ediciones Júcar, 1991, pág. 884; Mario Roso de Luna, Badajoz, Diputación, 1992; “M. Roso de Luna: Concepto de masonería y sus relaciones con masones de ultramar”, en Masonería Española y América, vol. II, Zaragoza, CEHME, 1993, págs. 649-671; Cartas desde la memoria (Antología de correspondencia de Roso de Luna), Mérida, Editora Regional, 1998, Homo economicus, Cáceres, Cámara de Comercio de Cáceres, 1999 (Antología de artículos de Roso de Luna con pról. de J. Ordóñez).

 

Esteban Cortijo Parralejo

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