Cruz de la Casa, Juana. Juanita Cruz. Madrid, 17.II.1917 – 18.V.1981. Torera.
El caso de Juanita Cruz es el prototípico de una persona (en este caso una mujer) con una enorme vocación y condiciones para el toreo, pero que vio frenada su carrera por unos condicionantes políticos ajenos a ella misma. Torera de mucho renombre durante la Segunda República, tras el estallido de la Guerra Civil viajó a América y luego no pudo reemprender su carrera tras regresar a España en 1947. Según Muriel Feiner, “Juanita Cruz es, sin lugar a dudas, la torera más importante que ha dado España y, lamentablemente, la más desaprovechada”. Hay que puntualizar, no obstante, que estas líneas fueron escritas antes de que Cristina Sánchez tomara la alternativa en Nimes (Francia) en 1996 y la confirmara en Madrid en pleno San Isidro.
Juanita Cruz sintió la pasión por los toros desde muy pequeña. Su padre fue un gran aficionado y ella misma, desde muy joven, se acercaba adonde entrenaban los toreros. En el madrileño barrio de Pardiñas, donde vivía muy cerca de la plaza, se mezclaba con los aficionados y, por ser amiga de las hijas del conserje, accedía de forma gratuita a las corridas de toros. Al igual que muchas chicas de su edad y condición, fue educada en la más pura tradición del momento. Estudió mecanografía, obligación que le impuso su madre con vistas a un futuro seguro; pero a ella lo que realmente le atraían eran los toros. En el año 1931 ya era conocida entre los más afamados críticos taurinos del momento. En ese ambiente conoció a Rafael García Antón, el que iba a ser su apoderado y, más tarde, su marido; él fue quien la enseñó a torear, la llevó a los primeros tentaderos, la presentó en público y le contrató todas las novilladas. También por mediación de García Antón, en 1931, se dio a conocer de forma anónima en un reportaje —“La señorita X quiere ser torera”— en que aparecía toreando de salón con antifaz, publicado en la revista Madrid Taurino.
Juanita Cruz debutó en público en León, con tan sólo quince años, el 24 de junio de 1932. El reglamento taurino de la República prohibía a las mujeres intervenir en espectáculos taurinos y su actuación, anunciada como “una exhibición de toreo moderno”, fue un éxito, celebrado incluso por el gobernador de León, que presidía el festejo. A pesar de esta limitación, Juanita pudo torear en compañía de quienes años más tarde serían renombradas figuras como Manolete, quien, con dieciséis años, en Cabra fue sobresaliente de Juanita y de otros novilleros en febrero de 1933 durante el Carnaval y con quien alternó en la misma plaza el Domingo de Resurrección siguiente.
A partir de ahí, Juanita Cruz pisó con éxito muchas plazas importantes (Barcelona, Bilbao, Granada, Vista Alegre, Tetuán de las Victorias, Almería...). En 1934 toreó treinta y tres novilladas, sesenta y cuatro en 1934 y cuarenta y seis en 1935. En Madrid debutó en novillada con picadores el 2 de abril de 1936, alternando con Niño de la Estrella, Miguel Cirujeda y Félix Almagro (según García Antón y Muriel Feiner toreó Pascual Márquez, pero Cossío y José María Sotomayor puntualizan que no actuó y que le sustituyó Félix Almagro). El mismo Sotomayor indica: “Los compañeros se negaron a alternar con ella, eligió por ello novillos de más presencia y los mató, seguidos, en primer lugar”. Sobre ese festejo, Federico Alcázar escribió en La Voz: “La revolución triunfal de Juanita Cruz. No fue una faena de las que pasan. Sino de las que quedan en el comentario público y constituye la consagración de una figura”. Por su parte, Palacios reseñó en ABC: “Juanita Cruz en las plazas vence, y vencerá siempre el arte a toda suerte de prejuicios”. Ésa fue la única novillada picada que toreó en Las Ventas.
En 1936, tras el estallido de la Guerra Civil, Juanita adelantó un viaje a América, en compañía de Rafael García Antón. En aquel continente toreó mucho y durante muchos años. Su debut en América tuvo lugar el 6 de diciembre de 1936, en la plaza Santamaría de Bogotá (Colombia), junto a Pepe Gallardo y Chiquito de la Audiencia. Luego viajó a Ecuador, Perú, Venezuela y México, nación en la que, una vez superadas las primeras prohibiciones, tuvo gran cartel.
Anunciada inicialmente para el día 10 (la corrida se suspendió debido a un huracán), tomó la alternativa el 17 de marzo de 1940 en Fresnillo (México), en un festejo en que toreó mano a mano con Heriberto García, y con toros de Cerro Viejo. Durante una corrida celebrada en Bogotá en 1944, un toro le propinó una cornada de veinticuatro centímetros en un muslo.
El hecho de que en España estuviera prohibido el toreo a las mujeres le hizo permanecer en activo en América hasta 1946. Después de once años, regresó a España al año siguiente e hizo sus últimos paseíllos en Francia en ese mismo año 1947. Al siguiente se casó con Rafael García Antón. murió a los sesenta y cuatro años de edad por una afección cardíaca.
Bibl.: J. M.ª Cossío, Los toros. Tratado técnico e histórico, Madrid, Espasa Calpe, vol. 1 (1943), pág. 757; vol. 5 (1980), pág. 829, y vol. 11 (1988), pág. 587; E. Boado y F. Cebolla, Las señoritas toreras, Madrid, Felmar, 1976; R. García Antón, Juanita Cruz. Su odisea. Biografía fidedigna de una española excepcional, Madrid, Artes Gráficas Sol, 1982; F. Claramunt, Historia ilustrada de la Tauromaquia, Madrid, Espasa Calpe, 1989; J. L. Suárez-Guanes, Madrid-Cátedra del toreo (1931- 1990), Madrid, Espasa Calpe, 1990; M. Tapia, Historia del toreo, vol. 1, Madrid, Alianza, 1992; M. Feiner, La mujer en el mundo del toro, Madrid, Alianza, 1995; J. L. Ramón, “Un hombre enamorado”, en Piezas de recreo, ils. de V. Arnás, Salamanca, Globalia Ediciones Anthema, 2005, págs. 72-74; J. M. Sotomayor, “Relación de las corridas de toros, novilladas con picadores y festejos de rejones celebrados en la Plaza Monumental de las Ventas de Madrid (17 de junio de 1931-23 de octubre de 2005)”, en M. Á. Baldellou et al., Las Ventas. 75 años de historia, Madrid, Centro de Asuntos Taurinos de la Comunidad de Madrid, 2006; L. Ruiz Quiroz, Efemérides taurinas mexicanas, Ciudad de México, Bibliófilos Taurinos de México, 2006.
Ana Díez de Ure Eraul, Paco Roda Hernández y José Luis Ramón Carrión