Melania. La Vieja. Roma (Italia), s. m. s. IV – Jerusalén (Israel), 410. Asceta hispana, santa.
Era hija de Marcello o Marcellino, varón consular y, posiblemente, de una dama hispana, quizás emparentada con Paulino de Nola, y nieta del cónsul del año 341, Antonio Marcellino.
Casó con Valerio Máximo. A los veinte años quedó viuda, en tiempos del emperador Valente. Logró que se nombrara un tutor para su hijo. Cogió los enseres, los metió en un barco y embarcó a Alejandría con su servidumbre, en el año 375. Vendió sus bienes. Los convirtió en monedas de oro y se adentró en el Monte de Nitria para encontrarse con los padres del desierto como Pambo, Arsiaio, Serapión, Pafnucio, Isidoro el confesor, obispo de Hermópolis, y Dióscoro.
Con ellos se entretuvo seis meses, dando vueltas por el desierto y visitando a todos los monjes. El prefecto de Alejandría condenó al exilio próximo a Diocesarea, en Palestina, a Isidoro, a Pisinio, a Adelfio, a Pafnucio, a Pambo, a Ammonio y a doce obispos y presbíteros. Como les estaba prohibido tener siervos a su servicio, Melania se colocó una capucha de siervo, y les llevaba por la tarde lo que necesitaban para su sustento. El cónsul de Palestina fue informado y, queriendo completar las tasas con el dinero, intentó confundir a Melania, aterrorizándola. La detuvo, la metió en prisión, desconociendo que era una mujer libre. Melania hizo la declaración siguiente: “Yo soy hija de un hombre y esposa de otro y sierva de Cristo. No desprecies la pobreza de mi apariencia, porque, si quiero, tengo el poder de levantarme y tú no puedes confundirme, ni tomar nada que me pertenezca. Yo te he hecho esta declaración para que no cometas nada ilegal. Contra los insensatos es necesario usar el orgullo, como si se lanzase un gavilán”.
El juez comprendió la situación. Presentó sus excusas y ordenó que encontrara libremente a los ascetas.
Después se llamó del destierro a los ascetas. Melania fundó un monasterio en el Monte de los Olivos, en el que vivió veintisiete años dirigiendo una comunidad de cincuenta vírgenes. Con ella vivió Rufino de Aquileya, presbítero, varón sabio y humilde. Ambos recibieron durante veintisiete años a los que llegaban a Jerusalén a orar, obispos y monjes, vírgenes y visitantes, a los que mantenían a su costa. Ambos persuadieron a los seguidores de Paulino, que eran cerca de cuatrocientos monjes, a volver a la Iglesia. Paulino negaba al Espíritu Santo. Favorecieron al clero de estos lugares con donativos y ayudas de alimentos. Volvió a Roma después de treinta años. Ante el peligro godo, abandonó Roma en el año 408. Murió en Jerusalén en el año 410.
La vida de Melania la Vieja es un buen ejemplo del ascetismo practicado por algunas damas de la mitad del siglo IV y en la primera mitad del siguiente. Algunas de estas mujeres pertenecían a la más alta aristocracia romana.
Bibl.: F. X. Murphy, “Melania, the Elder. A Biographical Note”, en Traditio, 5 (1947), págs. 59-77; A. H. M. Jones, J. R. Martindale y J. Morris, The Prosopography of the Later Roman Empire I, A. D. 260-395 (PLRE, I), Cambridge, University Press, 1971 (reimpr. 1975), págs. 592-593; K. F. Stroheker, “Spanien im spätrömischen Reich”, en Archivo Español de Arqueología, 45-47 (1972-1974), págs. 587- 605; R. M. Grant, Early Christianity and Society, London, Collins, 1978; J. La Porte, The Role of Women in Early Christianity, Lewiston, Edwin Mellen Press, 1982; E. A. Clark, Ascetic Piety and Women’s Faith: Essays on Late Ancient Christianity, Lewiston, Edwin Mellen Press, 1986; S. Elm, Virgins of God: The Making of Asceticism in Late Antiquity, New York, Oxford University Press, 1994; G. Bravo, “Prosopographia theodosiana. En torno al llamado clan hispano”, en Gerión, 14 (1996), pág. 390; J. M. Petersen, Handmaids of the Lord: Contemporary Descriptions of Feminine Asceticism in the First Six Christian Centuries, London, Cistercian Pubns, 1996; F. J. García de Castro, “Prosopographia diocesis Hispaniarum. De la Tetrarquía al reino visigodo de Toledo”, en Hispania Antiqua, 21 (1997), pág. 475, n.º 127.
José María Blázquez