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Juan Manuel de Cañas-Trujillo y Sánchez de la Madrid

Biografía

Cañas-Trujillo y Sánchez de la Madrid, Juan Manuel. El Puerto de Santa María (Cádiz), 2.VII.1763 – Nicaragua, s. t. s. XIX. Gobernador de Costa Rica y primer jefe político después de la Inde­pendencia.

Militar español que sirvió en el Batallón de Infan­tería de Sevilla, pasando luego a desempeñar diver­sos puestos militares en San Salvador, Guatemala y Nicaragua. Como era costumbre bajo la Monarquía absoluta, Cañas-Trujillo solicitó en 1803 que se le otorgara como reconocimiento por sus servicios la go­bernación de Veragua o la Alcaldía Mayor de Quezal­tenango, la cual a pesar de tener el apoyo del capitán general Antonio González Mollinedo no tuvo éxito. En 1806 una vez más presentó solicitud para que se le otorgara una gobernación, ya fuera la de Veragua o la de Costa Rica, aunque de nuevo no obtuvo res­puesta. Asumió como último gobernador de esta provincia más de una década después y en circunstancias excepcionales.

Aunque se casó en Nicaragua, a principios del si­glo XIX se radicó en Costa Rica, donde fue nombrado sargento mayor del batallón provincial. Las exaccio­nes fiscales impuestas por los Borbones fueron acep­tadas mientras duró el bienestar económico generado por el ciclo del añil, pero se volvieron insoportables y generaron una reacción popular en medio de la cri­sis provocada por la interrupción del comercio impe­rial, lo que se manifestó en una ola de motines a lo largo del litoral del océano Pacífico del Reino de Gua­temala. En Nicaragua se dieron violentos disturbios que depusieron al intendente José Salvador, quien fue sustituido por el obispo fray Nicolás García Jerez. En un principio en Costa Rica la conspiración fue de ca­rácter conservador, pretendiendo deponer al goberna­dor Juan de Dios de Ayala para sustituirlo por Cañas-Trujillo, a quien se percibía como más autoritario, por lo que este último solicitó una investigación para dejar limpio su honor. Casi al mismo tiempo se desataron conatos de motines en que los sectores popu­lares de Cartago, Alajuelita y San José se apoderaron del aguardiente e insultaron a los encargados de las tercenas de tabaco, los dos monopolios de la Corona que se convirtieron en el blanco del descontento. Las autoridades enfrentaron la crisis con una mezcla de represión y conciliación. Por un lado, se pusieron so­bre las armas al batallón provincial y a las milicias ur­banas de pardos; por otro, se rebajó sin autorización de las autoridades superiores el precio del tabaco para restar impulso al movimiento popular.

En el partido de Nicoya, en contraste, el motín contra los peninsulares y los monopolios llevó hasta la captura de algunos vecinos. Como la neutraliza­ción del descontento popular de la Meseta Central de Costa Rica dependía de que no se extendiese el amotinamiento, las autoridades convocaron a Junta de Guerra para enviar tropas a la frontera entre ambas jurisdicciones. Sin embargo, no fue hasta febrero de 1812 que como parte de la estrategia de represión del capitán general José de Bustamante y Guerra se puso en marcha el batallón provincial con destino a los focos de rebelión nicaragüenses, con Cañas-Trujillo como su sargento mayor y comandante de la tropa. Las operaciones ante Granada llevaron al someti­miento de los amotinados y el batallón provincial re­tornó a Costa Rica en febrero de 1813, más afectada por una epidemia que por las bajas en batalla.

Aunque en 1816 se acogió a la pensión otorgada por el Rey el año anterior, Cañas-Trujillo era el único militar de experiencia aún en edad de comandar las tropas provinciales. Ello explica que ante la amenaza de que insurgentes provenientes del sur invadiesen Costa Rica se le nombrara comandante de las tropas en juntas de guerra celebradas en marzo y abril de 1819. Con los limitados recursos disponibles super­visó la red de vigías establecida para prepararse contra cualquier invasión y con el fin de controlar epidemias provenientes de Panamá, se impuso una cuarentena sobre las naves.

En 1819 se esperaba la llegada de Bernardo Valla­rino como nuevo gobernador para remplazar a Juan de Dios de Ayala, quien se encontraba muy enfermo. Ayala murió en Cartago, por lo que el alcalde de Car­tago asumió el mando político y Cañas-Trujillo el mando militar. Aunque el cargo resultaba gravoso para quien dependía de su pensión de militar, el ca­pitán general le solicitó que continuara en el cargo hasta la llegada del nuevo gobernador. Fue nombrado gobernador por el capitán general en diciembre de 1819, cuando en diciembre de ese año se supo que el nuevo gobernador nombrado por la Corona había perecido en un naufragio; en vista de que este nom­bramiento era interino, tramitó por medio del capi­tán general una solicitud para ser nombrado en propiedad.

Si bien en febrero de 1820 recibió el título de ca­ballero de la Orden de San Hermenegildo, otorgado por Fernando VII como Monarca absoluto desde agosto anterior, Cañas-Trujillo debió gobernar en el segundo período constitucional que se inició con el restablecimiento de la Constitución de Cádiz a prin­cipios de 1820, jurada en julio de ese año en Costa Rica. Como la independencia ya era un hecho en otras partes de América, en tanto que militar realizó un censo de todos los sitios que eventualmente po­drían ser utilizados para repeler una invasión, tomó las medidas necesarias para evitar que las noticias pro­venientes de los territorios ya independientes llegaran a oídos de los habitantes de Costa Rica y a princi­pios de 1821, limitó el uso de armas. Como muchos otros funcionarios de la época, Cañas-Trujillo des­cubrió pronto las contradicciones derivadas de apli­car los principios constitucionales para gobernar un imperio, lo que generaba problemas irresolubles. Un primer conflicto derivó del reclamo planteado por los pueblos de indios, los cuales alegaban que bajo el sis­tema constitucional no debían pagar tributo ni caja de comunidad; a este respecto la legislación era con­tradictoria y podía prestarse a interpretaciones. Un segundo conflicto surgió de la oposición de Cañas a que se ilustrara a la población sobre la Constitu­ción, no tanto porque se opusiera a la misma, sino por su desconfianza de las reuniones populares que podían generar motines, como los que le había tocado combatir en Nicaragua unos años antes. Finalmente, el gobernador y la elite de Costa Rica resentían que bajo el sistema constitucional se hiciese más fuerte su dependencia de las autoridades de Nicaragua, tanto del intendente de Nicaragua y Costa Rica como de la diputación provincial, manipulada por este último. Aún bajo el sistema borbónico el intendente de Nica­ragua nunca fue un intermediario entre el gobernador de Costa Rica y el capitán general de Guatemala. Los tres conflictos se entrelazaban y la solicitud de la elite de Costa Rica, con el apoyo del gobernador, de que se le diera autonomía respecto a Nicaragua únicamente exacerbó los conflictos.

Cuando llegaron a Costa Rica la declaración de in­dependencia declarada por el cabildo de la ciudad de Guatemala y lo dispuesto por la Diputación Provin­cial sita en León de Nicaragua, conocida como “Acta de los Nublados”, pues estaba escrita en forma que no se tomaba ninguna determinación hasta que se acla­rara el panorama, Cañas-Trujillo se convirtió en de­fensor de la posición de sus enemigos el intendente y la diputación. Convenció a los cabildos constitucio­nales de Cartago, San José y Heredia de que siguieran lo dispuesto por la Diputación Provincial. Cuando se disponía a partir para Alajuela, el único cabildo cons­titucional restante para que la decisión de la provincia fuera unánime, se enteró de que el cabildo de Cartago había reconsiderado y había proclamado la indepen­dencia no sólo de España, sino de Guatemala y León, convocando a representantes de todos los cabildos de la provincia para buscar el consenso. El cabildo de San José propuso adicionalmente que se formara una Junta Provisional de Gobierno para que rigiera la provincia mientras se decidía cómo organizarse.

Cañas-Trujillo optó por no volver a presidir el ca­bildo de Cartago y trasladó las armas del ayunta­miento al cuartel, aunque no está claro si esto último fue un acto de amenaza o simplemente apoderarse del único medio de persuasión que le quedaba. Cuando la Junta de Legados de los pueblos se reunió en octu­bre de 1821 el gobernador se excusó por encontrarse enfermo, aunque el pretexto de su estado de salud pudo muy bien ser una táctica dilatoria. A continua­ción los acontecimientos atropellaron al gobernador, pues aunque en la Junta de Legados de los Pueblos habían surgido discrepancias sobre la capacidad de los ayuntamientos para formar un gobierno provisorio, poco después San José declaró la independencia ab­soluta de España. En la madrugada del día siguiente una facción de la elite de Cartago tomó el cuartel y luego en sesión del cabildo de esa ciudad con asisten­cia de los enviados de los otros gobiernos locales, se solicitó la presencia del gobernador. Éste se presentó con despachos enviados por la Diputación Provincial de León en que se declaraba la independencia de España y anexarse al imperio mexicano, lo que aprobó el cabildo y Cañas-Trujillo debió jurar. Se pasó a deno­minar al último representante de la Corona española “Jefe Político Patriótico”, recibiendo felicitaciones de su antiguo contendiente el último intendente de Ni­caragua y del último capitán general de Guatemala por el orden en que se había realizado la transición de la colonia a la independencia, aunque más responsa­bles fueron las circunstancias que Cañas-Trujillo.

El 12 de noviembre de 1821 se instaló la Junta de Legados de los Pueblos para ejercer el mando polí­tico. Cañas-Trujillo quedó reducido a encargado del mando militar, pero su actuación como gobernador casi de inmediato le restó legitimidad. Después de que el cabildo de San José indicara que no tenía la aprobación y confianza del pueblo, los pueblos de in­dios de Aserrí y Pacaca le reclamaron haber cobrado el tributo a pesar de lo dispuesto en una ley de las Cortes de Cádiz, solicitando a sus representantes ante la Junta de Legados de los Pueblos que reclamaran el último tributo cobrado. El mismo día en que se reunió la Junta de Legados Cañas-Trujillo presentó su renuncia alegando su edad y sus achaques. Ésta le fue aceptada, se le otorgó pasaporte para pasar a León y se tomaron las previsiones para que continuara re­cibiendo su pensión de militar retirado. Si bien co­rrieron rumores sobre una presunta conspiración para impedir la independencia, tuvo que permanecer en la provincia para responder de operaciones comerciales e hijos ilegítimos menores de edad. No hay informa­ción sobre sus últimos años.

 

Bibl.: R. Fernández Guardia, La Independencia, San José, Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia, 1971; E. Fonseca Corrales, Juan Manuel de Cañas, San José, Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes, 1975; R. Obre­gón Loría, De nuestra historia patria. Los gobernadores de la colonia, San José, Oficina de Publicaciones de la Universidad de Costa Rica, 1979; J. F. Sáenz Carbonell, Don Joaquín de Oreamuno y Muñoz de la Trinidad, vida de un monárquico costarricense, San José, Euned, 1994.

 

Jose Antonio Fernández Molina­

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